La neurocoach, mentora y escritora española Isabel Trueba arranca su nuevo libro, Yonquis emocionales, con una imagen clara y contundente: un hombre encuentra un capullo de mariposa abierto y, para ayudar a liberarla, decide cortarlo, sin saber que, al hacerlo, le está arrebatando a la futura mariposa un camino fundamental que debe atravesar para transicionar a su nueva etapa y desplegar sus hermosas alas.
Para Trueba, hay procesos que son “duros y lentos pero necesarios”. Escribe la autora: “La vida muchas veces nos pone obstáculos. Nos hace pasar por agujeros difíciles, de los que parece imposible salir, nos coloca personas al lado que nos cuesta gestionar. La vida nos entrega un poco de todo, y no siempre la solución más rápida o sencilla es la mejor. Solamente manteniendo la paciencia, la confianza, la perseverancia y la serenidad, llegará el momento en que podamos entender cuál era el propósito de ese momento complicado”.
Editado por Alienta, Yonquis emocionales acompaña al lector en “un viaje de autoconocimiento que revela la profunda conexión entre nuestros pensamientos y emociones”. A través de la neurociencia y la inteligencia emocional, busca “transformar los pilotos automáticos de la mente que nos impiden disfrutar de la vida”.
“¿Seguirás siendo esclavo de tus emociones o te convertirás en el conductor de tu propio destino?”, se pregunta la autora, que busca “silenciar esa voz crítica que nos sabotea y a convertirla en un aliado poderoso”.
Así empieza “Yonquis emocionales”
Todo comienza con el deseo de querer ser mejor
Me gustaría contarte una historia. Hace tiempo, un hombre encontró un capullo de mariposa que parecía abierto y se acercó a observarlo. Vio cómo la mariposa había comenzado su hazaña de salir del capullo y se emocionó. Fue pasando el tiempo, pero el avance de la mariposa era muy muy lento...
En dos horas apenas había sacado unos milímetros de su cuerpo por la pequeña abertura. El hombre pensó: «Pobre mariposa, el agujero es tan pequeño que va a llevarle una eternidad salir». Entonces decidió ayudarla y con unas tijeras cortó el agujero para hacerlo más grande.
La mariposa salió rápidamente. El hombre la observó encantado, esperando que desplegara las alas y echase a volar. Pero eso no sucedió. La mariposa se quedó mustia, con las alas pegadas, y nunca fue capaz de volar. Esto se debe a que el esfuerzo que debía hacer para salir por el pequeño agujero era lo que necesitaba para llevar la sangre a sus alas y poder volar. Era un proceso duro, lento, pero necesario. El hombre, en su afán de ayudarla y evitar su dolor, no fue consciente de que había minado su posibilidad de evolucionar.
La vida muchas veces nos pone obstáculos. Nos hace pasar por agujeros difíciles, de los que parece imposible salir, nos coloca personas al lado que nos cuesta gestionar. La vida nos entrega un poco de todo, y no siempre la solución más rápida o sencilla es la mejor. Solamente manteniendo la paciencia, la confianza, la perseverancia y la serenidad, llegará el momento en que podamos entender cuál era el propósito de ese momento complicado. Porque no siempre recibimos lo que deseamos, pero, con confianza, acabaremos recibiendo todo lo que necesitamos.
Pedí valor y la vida me trajo miedos a los que enfrentarme.
Pedí fuerza y la vida me trajo obstáculos que superar.
Pedí amor y la vida me trajo personas a las que ayudar.
Pedí alegría y la vida me trajo momentos de tristeza que valorar.
Pedí paz y la vida me trajo tormentas que amainar.
Nunca recibí lo que pedí, pero nunca me faltó de nada.
Esta historia se grabó en mi mente hace años. Entonces pasaba por un duelo personal doloroso, buscaba una reinvención profesional y esperaba que el universo se ordenara a mis pies. Sin embargo, en algún momento, llegué a comprender que no era la vida la que debía rendirse ante mi voluntad, sino que era yo la que tenía el poder de poner orden en mi caos interior para mostrar mi mejor versión y disfrutar de la vida. Yo era la que decidía aprovechar los desafíos y tomarlos como oportunidades de aprendizaje, mi responsabilidad era evolucionar y emprender nuevamente el vuelo desplegando las alas para salir del túnel.
Hoy quiero agradecerte que estés leyendo estas páginas, porque tengo que reconocer que en más de una ocasión dudé que alguien algún día lo hiciera. He tardado más de tres años en sentarme a escribir, desde que la idea de hacerlo me empezase a rondar por la cabeza. Nunca he sido una persona de letras y este libro era un gran reto para mí. No me creía capaz. Pero mi deseo de ser mejor, y de ayudar a otros a serlo, superó con creces mis miedos y creencias limitantes.
Todos experimentamos momentos en los que nuestra confianza se desvanece. Todos, durante nuestra travesía por la vida, esperamos que ésta nos trate bien. Esperamos que los malos momentos no lleguen nunca, los esquivamos o buscamos personas que nos salven del caos. Pero la realidad es como un viaje oceánico: un trayecto lleno de sorpresas impredecibles. Navegamos por la incertidumbre entre momentos de calma y terribles tormentas que amenazan con acabar con nosotros. Pero al final sobrevivimos. Porque somos infinitamente más poderosos de lo que creemos. Y es que esas creencias limitantes, esos pensamientos que te asaltan representan únicamente el pedazo de océano que alcanzas a ver desde tu barco, pero no representan toda la realidad, repleta de posibilidades. Puedes centrar tu atención en la tormenta cuando te envuelve y convencerte de que acabarás en el fondo del mar, porque tal vez no estás buscando el sol que te espera a pocos metros. ¿Y qué sucede cuando no eres capaz de ver más allá? Que dejas de creer.
Y es que la vida también se construye a partir de las historias que nos contamos sobre las experiencias por las que navegamos. Como seres humanos interpretamos la realidad a través de nuestros pensamientos, basados en lo que observamos en el presente, en nuestros recuerdos del pasado y en el temor al desconocido futuro. Ese diálogo interno tiene la capacidad de hacernos sentir poderosos o incapaces. Felices o miserables. Cuando te sientes poderoso, tomas la iniciativa para superar las tormentas, pero si te sientes incapaz, lo más seguro es que te paralices y te dejes llevar. El juego de la vida consiste en explorar realidades que te empoderen y que te brinden la oportunidad de sobreponerte.
Gracias a ese poder que entrené en su momento y gracias a las ganas de ser mejor y de vivir mejor, hoy nos encontramos aquí. Si me hubiera dejado arrastrar por la oscuridad de la tormenta, este libro jamás habría visto la luz. Si hubiese esperado a que alguien intentara ayudarme a salir del capullo, en vez de realizar mi trabajo personal, no podría ahora plasmar mis aprendizajes en este libro y compartirlos contigo.
Más adelante profundizaré en estos temas, pero, una vez más, quiero agradecerte tu confianza y también felicitarte de corazón por estar dedicando tu tiempo a tu crecimiento y tu desarrollo personal. En el inmenso océano identifico dos tipos de personas: aquéllas que se dejan llevar por las corrientes, resignándose y esperando que alguien las salve, y las que valientemente despliegan las velas, cogen el timón y siguen avanzando en busca de las oportunidades que les brinda el horizonte. Que estés leyendo este libro confirma que ya has decidido levantar las velas y aprender a navegar. Has decidido no quedarte mirando el cielo esperando que siempre luzca el sol. Has optado por prepararte para sobrevivir a las tormentas a fin de que no te impidan llegar a tu destino. Enhorabuena, de verdad.