Las raíces ucranianas de Lana Montalbán la acompañaron en silencio buena parte de su vida. Sus ancestros provienen de Odessa; sus bisabuelos fueron masacrados en pogroms, por lo cual la generación siguiente emigró a América del Sur. Pero la periodista argentina nunca se sintió particularmente ucraniana hasta que, a fines de febrero de 2022, Rusia invadió al vecino y comenzó la guerra que pronto cumple dos años y, según estimaciones de los Estados Unidos, lleva ya 500.000 muertos en total.
“Me dio una depresión muy profunda, como si hubieran invadido mi barrio”, contó. “Fue como si mis antepasados hubieran salido de la tumba y me hubieran dicho: ‘Tenés que hacer algo’”. Y dado que poco tiempo antes había comenzado a tomarse en serio el deseo de escribir —acaso alimentado y postergado, todo a la vez, por ser hija y sobrina de escritores— se propuso crear un libro que pudiera venderse para ayudar a las víctimas del conflicto.
Así nació Lullaby/Canción de cuna, una obra bilingüe de literatura infantil que desde 2023 genera regalías que van directamente a tres organizaciones ucranianas para la atención de niños heridos, enfermos, desplazados y huérfanos por la guerra. “Fue una experiencia que no puedo explicar del todo en forma racional”, detalló Montalbán. “Fue como si yo fuese una niña que estaba en Ucrania. Creo que por eso me deprimí tanto”. Y de eso se trata el libro, ilustrado por Polina Pluslem, una joven artista de Kiev.
“Es la perspectiva de una niña pequeña que no entiende lo que sucede. ‘¿Por qué destruyen mi casa?’, ‘¿Dónde está mi papá?’, ‘Extraño mi escuela’, ‘¿Dónde están mis amigos?’, ‘¿Cómo estará mi gatito?’. Son las cosas que le pasan a un niño en una situación que no puede explicar, para la que muchas veces tampoco los padres tienen palabras”, observó. “Entonces me propuse esta forma simple de contar un conflicto: el punto de vista de una niña”.
Lullaby/Canción de cuna es para niños de tres a ocho años, una edad en la que demasiados no están haciendo cosas de niños sino atravesados por la guerra, el hambre, la violencia, la migración, la orfandad. La esperanza de la autora es que el libro sea material de lectura en las aulas, para que los educadores puedan hablar de estos temas con los niños.
“Hay familias latinoamericanas, e incluso menores latinoamericanos no acompañados, que dejan sus países por la inseguridad y viajan arriesgando su vida, y a veces perdiéndola, en busca de algo mejor”, señaló quizá el tema más conocido en Estados Unidos, donde Montalbán vive hace dos décadas: los niños migrantes. También hay conflictos privados que cambian la vida de un menor, como un divorcio en malos términos o un abandono. “En el caso de mi libro, la chiquita se pregunta dónde está su papá, que obviamente se fue a pelear al frente. Pero quisiera que sirviera como disparador para hablar de estos temas con los niños que muchas veces se deprimen y se angustian porque no pueden expresarse”, dijo.
—¿Qué sabe de las reacciones de los niños que han leído Lullaby/Canción de cuna?
—Los muy chiquitos disfrutan las ilustraciones y no entienden el mensaje profundo del libro, pero algo entienden: una mujer me contó que su nieta le señalaba los dibujos: “La nena está llorando”. Es raro ver un libro en el que los chicos estén llorando, en general tienen que ver más con la alegría. Una maestra, también bibliotecaria, me contó que se lo leyó a un grupo de chiquitos y que le hicieron preguntas claves: dónde estaba el papá, si él iba a volver, qué le había pasado al gatito. Supongo que se imaginaban a sí mismos en una situación así. Es un libro distinto y los más chiquitos simplemente entienden eso. Los más grandes entienden el mensaje, leen con otra profundidad.
Escribir de la manera más simple, como las pensaría un niño, los horrores de la guerra —papá fue a combatir al frente y acaso no regrese, nuestra casa fue bombardeada y ya no existe, nunca sabremos qué fue del gatito— le resultó muy difícil. Montalbán, que escribió cuentos “desde siempre”, historias “que quedaron ahí, acumuladas en archivos de la computadora, en viejos cuadernos”, pensó que, además de estudiar literatura para niños, le podía servir participar en un grupo de autores con obras en marcha. En esas reuniones cada uno lee y entre todos comentan los textos. De allí salió un fuerte apoyo emocional. “A veces no podía leer en voz alta”, recordó. “Las palabras son muy simples pero...”
Del grupo de crítica también salió una canción de cuna que es verdadera, un lullaby ucraniano tradicional. Una compañera le envió un enlace a un video con una nana, “El sueño pasa por las ventanas”, cantada por un trío de voces femeninas. “Bueno, hay una conspiración de las estrellas para que esto suceda”, se dijo al encontrar allí el final esperanzador —es, no olvidar, un libro para niños—: cerrar los ojos y ver por unas horas, en el sueño, un mundo mejor.
Se lo contó a Pluslem, quien conocía bien “El sueño pasa por las ventanas”: su abuela se la había cantado de pequeña. “Eso me pegó en el corazón directamente”, ilustró Montalbán.
Trabajar con la artista en Kiev, en medio de la guerra, resultó difícil. “A veces ella pasaba semanas sin electricidad. A veces yo no sabía nada de ella, me preguntaba si estaría viva”, evocó. “Hizo un esfuerzo tremendo, trabajó en refugios, en sótanos, donde podía. Y cuando tenía electricidad, me mandaba los bocetos”. La paleta de colores refleja el ánimo de la niña: es muy sombría al comienzo pero se aligera cuando en la tiniebla cotidiana se van abriendo tajos de esperanza.
También la autora topó con dificultades para sacar adelante un libro a beneficio: encontrar editorial y diseño que se entusiasmaron con el proyecto y cooperaron ad honorem con sus servicios, conseguir el auspicio de la Embajada de Ucrania en Argentina para la presentación del libro en Buenos Aires. “Este proyecto fue todo a pulmón, me demandó una inversión de tiempo y de dinero bastante importante. Pero valió la pena”.
—¿Cómo eligió las organizaciones a las cuales donar los beneficios del libro?
—Como soy periodista, soy desconfiada. ¿Cuántas veces no enteramos de campañas de ayuda que al final no son tales? Así que me puse en contacto con la organización de un acto a beneficio de Ucrania y pregunté cuáles eran las organizaciones confiables. También quería que fuera local, para que lo más cercano al 100% del dinero vaya allí donde tiene que ir. No quería organizaciones internacionales enormes que hacen cosas buenas pero tienen una estructura tan costosa que a destino llega el 10% de las donaciones. Elegí un hospital para niños, una organización que ayuda a gente desplazada dentro de Ucrania y otra que se ocupa de chiquitos que quedaron huérfanos.
Lullaby/Canción de cuna ya tiene un año en el mundo, y se sigue vendiendo. Tuvo, adicionalmente, un efecto inesperado para Montalbán con respecto a su sentido de identidad. “Hubo un renacer de mis raíces ucranianas. Pasé de ser argentina-estadounidense a ser también ucraniana. Sabía que mis abuelos habían huido para salvar la vida y nunca habían regresado. No sé si preferí no saber mucho más, porque era muy doloroso. Pero la guerra me revolvió cosas que que ni sabía que tenía. Ahora soy argentina porque nací y me crié en Argentina, no me siento gringa pero soy norteamericana porque siento que pertenezco a este lugar donde vivo, y soy innegablemente ucraniana porque esas son mis raíces, ahora sí, y para siempre”.