Escribió el poeta César Vallejo, hace ya más de un siglo: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo”. Como una broma, quizás como una profecía, Julio Cortázar recitaba esos versos y, en efecto, murió en París un día de lluvia de 1984. “Me negaba a aceptar que Julio fuera mortal, y prefería recordarlo vivo, eternamente joven”, escribió la uruguaya Cristina Peri Rossi, que supo ser su amiga. El autor de Rayuela y cuentos clásicos como “Casa Tomada” y “Axolotl”, traductor de Edgar Allan Poe, se las ingenió para dejar su marca en la literatura argentina.
Pero si algo aprendimos de Dorian Gray es que no solo envejecen las personas. El tiempo también transcurre para las obras, a veces incluso con mayor crueldad. En ese sentido, vale preguntarse si la obra de Cortázar se mantiene “viva, eternamente joven”. No es fácil: cada época tiene su forma de leer y, como pasa con Sabato o Mujica Láinez, es probable que sea más potente el recuerdo de haberlos leído que la lectura en sí.
Una influencia indirecta
“Creo que Cortázar es un enorme escritor cuya obra sobrevive sobre todo a través de sus cuentos”, dice Liliana Heker a Infobae Leamos. “No digo todos, algunos sin duda deben ser menores, pero tiene una obra cuentística realmente excepcional, que creo que se va historizando para cada generación. Cuentos como ‘El perseguidor’, ‘Las puertas del cielo’, innumerables cuentos siguen siendo antológicos”.
En la época de El escarabajo de oro, revista literaria de proyección latinoamericana dirigida por Abelardo Castillo en la década del 60, “un buen porcentaje de los concursos de cuentos que organizábamos era una copia de Cortázar”, explica Heker. Por suerte, “esos escritores en los que se notaba a Cortázar se han borrado”. “Más allá de eso, es un maestro de la narrativa”, describe la autora de Zona de Clivaje, aunque “su novelística es más cuestionable”.
Hay un ensayo de Borges en el que se habla de la influencia de Walt Whitman: dice que es tan grande que nadie se da cuenta de que en verdad fue influido por Whitman. Si algo es muy, muy grande, dice Borges, no lo vemos, del mismo modo que no podemos percibir que la Tierra es redonda.
Algo similar podría decirse de Cortázar. “Felizmente se transformó en un escritor que influye de manera indirecta en todos nosotros”, dice Heker, aunque “no de forma reconocible”. Por ejemplo, “el permiso a romper con ciertas reglas, aunque para romper con ciertas reglas hay que saber por qué; Cortázar era muy hábil para hacerlo, no es que variaba la ubicación de los signos de puntuación porque sí, sino que era muy eficaz. Eso, bien leído, puede ser un aprendizaje, no para copiarlo sino para ser autorizado a romper con ciertas reglas estrictas cuando el texto lo requiere”.
Hay un conflicto
Seamos sinceros, lector. Si esta nota existe, si alguien se pregunta por la vigencia de Cortázar, es porque hay un conflicto. En los colegios secundarios se sigue leyendo “Continuidad de los parques” o “Axolotl”, pero eso no significa que en el campo cultural sea un autor que conserve vitalidad.
En ese sentido, el escritor Gonzalo Garcés, autor de El tango de Oscar Wilde, fue lapidario: “Mi impresión es que se lo sigue leyendo, pero para mí Cortázar es un escritor sin vida, a diferencia de lo que me sucede con Borges, con Bioy Casares o con Roberto Arlt. Y cuando digo sin vida, quiero decir que no puedo ver sus cuentos como otra cosa que juegos mecánicos. Un hombre se transforma gradualmente en axolotl. Otro hombre se queda varado en un embotellamiento en la Autopista del Sur y gradualmente se relaciona con otras personas que también están varadas”, explica el autor a Infobae Leamos.
“Son juegos donde Cortázar parece transferir una ficha de un casillero a otro, pero mis emociones no se mueven por eso. No parece haber nada vital en juego. No parece que nada humano que tenga que ver con decisiones sentimentales o morales o filosóficas esté en juego. Esa es mi impresión de Cortázar, una especie de Tetris donde todo encaja, pero donde no hay vida”, suma.
La huella en escritores contemporáneos
Es difícil rastrear nombres actuales que puedan asociarse a la tradición cortazariana. Mejor dicho: es difícil que hoy un autor actualice la tradición cortazariana. Podemos ver a Sara Gallardo en Marina Closs, a Manuel Puig en Belén López Peiró, a Antonio Di Benedetto en Federico Falco, a Borges en un director de cine como Mariano Llinás o en el escritor Pablo Ottonello, por mencionar apenas algunos. Pero con Cortázar es más difícil.
Algunos dejarán caer el nombre de Samanta Schweblin por su concepción geométrica (esférica) del cuento, por la exactitud, por la precisión. Algunos pueden sentir ecos cortazarianos en clásicos contemporáneos como “Hoy temprano”, el cuento de Pedro Mairal en donde se relata un mismo viaje en autopista a medida que transcurren los años, una reversión de “La utopista del sur”.
Otros dirán que en el fondo cualquier escritor argentino que trabaje con el género fantástico pasó, quiera o no, por el autor de Bestiario. Es el caso de Tomás Downey, autor de libros imprescindibles como Acá el tiempo es otra cosa (2015) y El lugar donde mueren los pájaros (2017).
“Cortázar fue para mí un autor de formación”, explica Downey a Infobae Leamos, “en cierta forma moldeó mi forma de pensar y de ver la literatura: el cruce entre el realismo y el fantástico, el humor negro, lo inquietante. Destaco también la libertad estilística, la búsqueda, una plasticidad que, más allá de los resultados en cada caso, le permitió inventar o explorar formas nuevas”.
“Me parece que su legado sigue bastante vigente, el auge del terror y el fantástico tienen mucho que ver con él. Un poco como Borges, aunque de otro modo y con otro espíritu, es, por la positiva o la negativa, una referencia ineludible para cualquier autor contemporáneo”, reflexiona.
El estilo es el hombre
Más allá de sus cuentos y de Rayuela, desde hace algunos meses Cortázar está presente en varios lectores argentinos gracias a la circulación de un libro de muy grata lectura. Se trata de Julio Cortázar y Cris (editado por el sello menoscuarto, distribuido por Waldhuter), un libro autobiográfico de la escritora Cristina Peri Rossi sobre su amistad con el autor argentino.
Es un libro simple, tierno y eficaz por varios motivos. El primero es que la autora es hoy una de las poetas uruguayas más leídas. Basta recordar que en 2022 la editorial cordobesa Caballo Negro Editora editó por primera vez en el país su poesía reunida bajo el nombre de Detente, instante, eres tan bello, libro imprescindible tanto para lectores experimentados como para quienes quisieran leer poesía pero se sienten fuera del género.
En Julio Cortázar y Cris se relata la amistad entre dos exiliados, ella de Montevideo y él de Argentina, que viven en Europa. Hay cruces epistolares, paseos por Barcelona, chistes, discos de jazz y de tango, discusiones políticas. “Vos escribías tus cartas como tus cuentos, como tus novelas, era imposible distinguir un género de otro, porque el estilo es el hombre”, le escribe Peri Rossi a Cortázar.
Parte del conflicto es que Cortázar nos resulta cercano y distante a la vez. Su amiga uruguaya lo detectó como nadie: “Aun en los textos más complejos, Cortázar solicita la complicidad del lector, no lo deja afuera, y esta proximidad lo vuelve entrañable [...]. Cuántas veces, caminando por Barcelona, por Paseo de Gracia o por la Gran Vía, algún lector, alguna lectora, lo reconocían y se acercaban, emocionados, a saludarlo. Julio tenía una admirable cortesía perfectamente distanciadora [...]. Siempre admiré esa sabia distancia justa que conseguía de manera espontánea”. Varios años después, la misma sensación apareció reflejada en los siguientes versos de la autora, inspirados en su amigo: “En el amor y en el boxeo / todo es cuestión de distancia”.
Por raro que parezca, una de las premisas en la amistad entre ambos es que no se hablaba de literatura, y quizás de esa forma queda muy claro que el encanto de Julio Cortázar, su vigencia y su poder, no responden solamente a su obra. Es más, Cortázar podría prescindir totalmente de sus grandes libros y aún así sería una figura argentina ineludible, atractiva, siempre joven.
¿Qué hace importante a una figura sino el desprendimiento de su obra? Borges, Maradona, Charly García, Astor Piazzolla son solo algunos de los genios que reconocemos aún sin haber visitado del todo su obra, aún sin gustar específicamente de sus discos, de sus libros, de sus géneros. La respuesta es clara, contundente, inobjetable: a veces el estilo es el hombre.