“Mi marido”, de Rumena Bužarovska: humor ácido, ironía y grotesco en once cuentos de amor y desamor

La escritora macedonia pasó por Buenos Aires para presentar su libro, que ofrece historias sobre parejas y familias de hoy en primera persona y que, además, llegó al teatro en varias ciudades

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"Mi marido" es un libro
"Mi marido" es un libro que crece, de esos que uno empieza a leer y parecen calmos y hasta convencionales, y que promediando la lectura comienzan a tomar impulso hasta convertir ese impulso en una fuerza arrasadora.

Una autora macedonia llegó inesperadamente a Buenos Aires. Su nombre es Rumena Bužarovska (la z con el signo arriba se pronuncia como la “y” de “yo” de los argentinos) y nació en 1981 en la que es la actual capital de Macedonia del Norte, Skopje (la “j” se pronuncia como una “i”). Además de escritora, Rumena es docente y traductora literaria del inglés (entre los autores que tradujo al macedonio están Lewis Carroll, Truman Capote y J. M. Coetzee).

Si su visita fue una sorpresa, otra gran y hermosa sorpresa resultó poder leer en español uno de sus tres libros de cuentos, Mi marido, un título que podría hacernos pensar en alguna comedia argentina de TV de los años 70, aunque, lejos de ese género, es un volumen compuesto por once cuentos que narran historias de amor y desamor, y también de tedio, y de hartazgo y de competencia y de desprecio. Y de odio.

Un libro que crece, de esos que uno empieza a leer y parecen calmos y hasta convencionales, y que promediando la lectura comienzan a tomar impulso hasta convertir ese impulso en una fuerza arrasadora, que hace que sobre el final uno cierre el ejemplar, eleve los ojos al cielo y diga:

— Guau.

Son once narradoras que le hablan al lector -ok, le hablan más a la lectora- y cuentan historias que tienen que ver con familias, con maridos, con amantes, con hijos. Muchas son historias de maternidad o de la presión social por la maternidad, narradas por voces de mujeres que son madres y/o fueron hijas. Mujeres insatisfechas, oprimidas, resentidas, también. Mujeres que saben que están para más, aunque la historia no termine de darles ese espacio.

Bužarovska firmó ejemplares el día
Bužarovska firmó ejemplares el día de la presentación de su libro de cuentos.

No hay drama en sentido estricto; hay anécdotas dramáticas pero hay algo en el tono, en el clima de los relatos, que diluye cualquier atisbo de tragedia. Una narrativa modelo Agota Kristof pasada por la procesadora del grotesco, algo así. Podría decirse que son dramas por lo que cuentan pero, en realidad, lo que hay en los relatos de Bužarovska es grotesco, humor, ironía y acidez, incluso en lo más trágico que puede ofrecer la vida.

Lo que impera, en todo caso, es un tono de tragicomedia y no es casual que las historias de parejas y familias que componen este libro estén siendo llevadas al teatro en varias ciudades del mundo. Hay algo visceral en los monólogos de las protagonistas de los cuentos que resulta muy interesante para pensarlos arriba de un escenario.

En uno de esos días sauna que nos regala el veraño porteño estas semanas, el libro Mi marido (escrito en lengua original en 2014 y publicado en español por Impedimenta) se presentó en la librería Dain de Palermo, ante un público lector entusiasta, que celebró la simpatía y la inteligencia de su autora, quien se brindó a la conversación en un inglés fluido y colmado de anécdotas y humor de calidad.

De aquella tarde, esta entrevista.

— Me gustaría conocer el origen de tu libro, saber por ejemplo si te propusiste escribir un libro con este tema como eje o si, por el contrario, un día te despertaste y dijiste: “Uy, tengo cinco cuentos sobre el mismo tema y esto puede ser un libro”.

— Bueno, es una muy buena pregunta porque me parece que de alguna manera resume qué es un libro de cuentos. De hecho, yo escribí otros dos pero quizás los cuentos no estaban tan relacionados. Yo estaba en un bar con una amiga, en mi bar favorito que se llama La caña, ahí en Skopje, y le empecé a comentar que tenía estas historias en las que siempre había una mujer, y había un esposo por detrás. Entonces ahí me di cuenta de que quizás tenía otras historias que no estaban narradas en primera persona, es decir,y eran sobre este tema pero no en primera persona, entonces las cambié y las pasé a la primera persona. Y en general todos tratan sobre una mujer casada que, de alguna manera, vive a la sombra de su esposo. Y ese esposo tiene su profesión. Mi marido, el ginecólogo, mi marido, el diplomático... Después está el marido muerto, que no tiene profesión. De alguna manera es como que estas mujeres se identifican por eso, por la profesión del marido, que es lo que sucede en la sociedad patriarcal. La primera historia que escribí fue la del poeta, que la escribí bastante rápido porque estaba bastante molesta con los poetas (N. de la R: un poeta engreído, muy presuntuoso). Creo que en media hora salió. Y así fue que fui escribiendo todas.

El libro de Bužarovska fue
El libro de Bužarovska fue escrito en lengua original en 2014. Son once cuentos narrados en primera persona.

— Algo particular es que las historias están narradas lejos de cualquier clase de sentimentalismo. Me gustaría saber cómo es tu vínculo con las emociones pero, en realidad, tal vez lo que me interesa saber es por dónde pasan las emociones de tus heroínas, que son heroínas de los Balcanes, una región sobre la que en América latina en general sabemos poco.

— Sí, hay muchas emociones, pero como yo odio el sentimentalismo, entonces le meto mucho humor y grotesco. Hay una escena en uno de los cuentos, en el último, y donde debería haber mucho sentimentalismo hago que vomiten: metí diarrea, metí vomito. Ese cuento se llama “8 de marzo”, que el Día de la Mujer, y yo estaba muy enojada por cómo se estaba celebrando ese día en mi país. De hecho ese cuento lo escribí a mis 32 años, que es ese momento en el que la sociedad te presiona para que tengas un hijo, una hija, y te lo dicen todo el tiempo, ¿no? Desde que tenés 24 hasta que ya no hay más esperanzas… Entonces yo, de alguna manera, a través de este cuento es como que los mandé a cagar. Y yo era profesora universitaria, y en una época mis colegas me decían todo el tiempo: “Ay, ya que tenés novio, ¿por qué solo conviven? Casate, mejor”. Y la verdad es que yo sabía que no era gente muy genial porque me vendían toda esta mierda y después iban y engañaban a sus parejas. Entonces, un día hablando con una amiga le conté todo esto y me dice: ¿por qué no los envenenas?. Y dije: qué buena idea, voy a hacer que mis personajes coman hígado, tomen alcohol, quieran tener sexo y que terminen los dos vomitando. Entonces, sí, hay emociones pero creo que de alguna manera también están suprimidas. Suprimidas porque hay mucha mentira a lo largo de todo esto. Me parece que esa también es la magia de la primera persona, porque la narradora te está diciendo una cosa pero por detrás se percibe -por la forma en que está escrito- que hay otras cosas sucediendo, también. Lo que trato de hacer con estas relaciones es sugerirlas a través del humor y también con el humor trato de destruirlas.

Y con respecto a la parte de la pregunta acerca de las emociones de las mujeres de los Balcanes, me parece que estas cosas les pasan a las mujeres en todos lados. Si al libro le va bien en otros lugares es porque funciona así: es el patriarcado.

— Hay algo del orden de la fiesta, de las reuniones sociales que aparece mucho en los relatos. Hay reuniones sociales incluso el día del nacimiento de un bebé. Hay un cuento en el que el marido organiza una fiesta en su casa mientras la mujer está en el hospital, ya que acaba de parir. Esto es bastante extraordinario, no es algo a lo que estemos acostumbrados en todos los países, me parece. En ese sentido yo preguntaba por las mujeres, por la cultura de los Balcanes, ¿no?

— Yo creo que todas las historias ya fueron contadas por la literatura. O sea que, en ese sentido, no creo que haya originalidad sino que lo que puede ocurrir es que se narra algo con una perspectiva local. Me gustó que lo detectaras porque yo incluí estos elementos de manera intencional: la comida, las fiestas. Y hay algo que me molesta mucho, bueno, habrán notado que me molestan muchas cosas en general, pero que muchas veces tenemos como una adaptación desde una perspectiva colonial. En los libros, sobre todo cuando se ponen las notas al pie, la nota del traductor o de la traductora, con una explicación, y yo leí muchísima literatura y a mí nadie me puso nunca una nota al pie de algo que fuera de otra cultura. Entonces sabés qué, googlea. Hoy en día existe Google. Entonces tomate un segundo más y, si hay algo que no conoces, vas y lo googleas.

Y, sí, es verdad que tenemos muchas tradiciones, por ejemplo en los Balcanes tenemos las fiestas, y yo creo que esto también tiene que ver con la pobreza y el sentido de comunidad que genera. Y también en el sentido de que cuando no tenés un Estado tan consistente del que puedas depender, una se apoya mucho en la familia, en amigos, amigas, y se genera mucho esto de la fiesta, de juntarse, y también la presión social que existe alrededor de ello. Entonces, sí, tenemos esta tradición que está en Macedonia y supongo que en algún otro país de los Balcanes, no sé si en Grecia también, que cuando una mujer pare, mientras la mujer está en el hospital desangrándose porque acaba de parir, el esposo hace una fiesta. Invita a sus amigos con una especie de picada y se festeja el nacimiento mientras la mujer está casi muerta en el hospital (N. de R: risas de la autora y del público). Es muy típico de nuestra cultura eso de la cultura de juntarse. Pero bueno, de día estamos bárbaro y de noche nunca se sabe: ya hemos tenido nuestras matanzas, no sabemos lo que puede pasar.

La escritora macedonia asegura que
La escritora macedonia asegura que detesta el sentimentalismo, por eso en sus relatos aún los temas más trágicos son tratados con humor e ironía. (Telam)

— Me gustaría leer un fragmento. “Esa misma noche mi marido dio una fiesta en mi honor. Invitó a casa a todos nuestros parientes y amigos a comer mekitsas, según la costumbre. En total, por nuestro apartamento pasarían más de cincuenta personas. Entrarían sin quitarse los zapatos, usarían mi baño para mear y quizá cagar en mi inodoro. Alguno de ellos abriría el pequeño armario detrás del espejo y hurgaría en mis cosméticos y perfumes, vería mis compresas higiénicas y tampones caducados. Desparramarían trozos de queso por la moqueta nueva. La pisarían, meterían mugre en lo más profundo de sus hebras. Mi primo Žarko se posicionaría en el pasillo, junto a la puerta del baño, para acechar a las mujeres que salieran de allí y tratar de impresionarlas a voces con su deficiente sentido del humor. Mientras tanto, mi marido tocaría la guitarra, brindaría con todo el mundo entre canción y canción, y derramaría aguardiente por todas partes. «¡Un primogénito y, además, varón!», gritarían todos. «¡Bien hecho, maestro!»”. Éste es el tono del cuento del que hablábamos.

Antes dijiste que te parece que no hay temas originales. Al mismo tiempo hablamos de lo que significa incluir cuestiones locales como para marcar alguna diferencia. Y yo pensaba, mientras hablabas del patriarcado, que cada vez hay más mujeres escribiendo y publicando y, en general, muchas narran muy lejos del estereotipo romántico. Escriben relatos de género, mucho terror; relatos que tienen que ver con lo más brutal, lo más horrible, casi como si estuvieran vomitando monstruos.

— Bueno, sí, como el caso de Mary Shelley, que escribió terror de joven, o las hermanas Bronte y esas fantasías donde no tenías poder. Y, de hecho, en la cultura queer también hay mucho de eso, no sé, historias de vampiros. Por ejemplo la serie True Love, que estoy viendo ahora y que me parece brillante, pero como que hace 10 años no entendía muy bien por dónde venía y ahora la estoy entendiendo un poco más. Entonces, yo creo que se ve mucho esto de las mujeres contra la corriente, ¿no? Y creo que es de alguna manera por ellas, por todas las antecesoras digamos, que yo tengo la voz, la oportunidad y los conocimientos para escribir como escribo. Pero igualmente a las mujeres siempre se las mantuvo como en los márgenes dentro del canon. Por ejemplo, Mary Shelley muchas veces no aparecía en las listas de lectura. Y una vez un académico en Macedonia dijo algo así como: “Bueno, pero no era tan buena”. ¿¿¿Cómo no era tan buena??? ¡Escribió Frankenstein! Seguimos hablando de Frankenstein todavía. Y de hecho otra persona también dijo —era mi padre—, algo así como “las mujeres quizás no están tan acostumbradas a cosas”, y como que en ese momento, cuando me lo dijo, yo era muy joven y no supe muy bien qué responderle. Pero esto de que las mujeres siempre se mantuvieron en los márgenes y que no integraran el canon se fue de a poquito cambiando, y cada vez más van siendo parte del mainstream, del escenario principal. Y el hecho de que yo pueda escribir así creo que tiene que ver también con todas esas abuelas del mundo que vinieron antes que yo y que me fueron dando ese poder. Me hace feliz poder ser parte de este momento histórico.

— En tu libro aparecen muchos modelos de hombres. Puedo imaginar la recepción que tuvo y tiene este libro en las mujeres de diferentes culturas. Me gustaría que me cuentes cómo lo reciben los hombres. Qué cosas te dicen de este libro.

— Bueno, tengo un montón para contarte, como lo que me pasa por ejemplo cuando voy al extranjero. Una vez estaba haciendo una lectura en Alemania y tenía un público, no sé, de veinticinco mujeres y un hombre. Termino la lectura y el moderador dice: ¿Alguna pregunta? Y, por supuesto, el único hombre levanta la mano y empieza a hacerme mansplaining, empieza a decirme qué es lo que debería haber escrito. Así que es algo que pasa bastante. Diría que hay muchos hombres que se comportan así y hay otros que, quizás son más normales, y les gusta lo que hago. Y hay algunos que también dicen cosas como, por ejemplo, “Bueno, para su liga”, o sea refiriéndose a que soy una mujer, “está bien.”

"Yo creo que todas las
"Yo creo que todas las historias ya fueron contadas por la literatura", dice Bužarovska (Foto: Wikipedia)

— “Está bastante bien”.

— Claro, está bastante bien. Zafa. Pero como soy una mujer que no escribe algo quizás más basado en lo histórico, en el fondo pueden llegar a pensar que soy mediocre, por ejemplo. En Austria me pasó una vez que vino un tipo y me dijo “Vos escribís sobre sexo”. Yo ni siquiera había escrito Mi marido, todavía. Y le digo: no, no escribo sobre sexo. Quizás puedo tener alguna escena, pero desde un punto de vista más grotesco. Pero no, para él no; él vio una mujer y pensó mujer-romance-sexo y lo tiró por ese lado. Y al lado mío había un poeta que para él automáticamente ya era un capo, un genio, porque, no sé, citaba a Nietzsche. Entonces, como que lo ven desde esa perspectiva. Y de hecho yo digo que en general a las mujeres les gusta este libro pero, además, no sé si alguien tiene porcentajes o cifras, pero las mujeres son mucho más lectoras. Sé que en Alemania es alrededor del 70%. Y de hecho en mi Instagram, el 75% de mis seguidores son mujeres. Y diría que un 20% son personas gays. Entonces muy poquitos varones heterosexuales me siguen lamentablemente. Pero bueno, estamos tratando de que de a poquito se vayan sumando.

— Estamos hablando del progreso del feminismo en un momento y en un país en donde hasta hace muy poco la certeza era que íbamos en esa dirección y hoy ya no parece tan claro que sea así. Me refiero a que en Argentina estamos viviendo una especie de reacción conservadora importante. Me gustaría saber qué pensás sobre este tema, es decir, cómo evaluás esta situación de la emergencia de partidos y de gobiernos de ultraderecha en Argentina, en Europa e incluso la posibilidad de que Trump regrese al poder en los Estados Unidos.

— Bueno, en este contexto es difícil ser optimista pero, de alguna manera, no queda otra que pelear. Siempre nos vamos a encontrar con obstáculos. Siempre nos vamos a encontrar con estos retrocesos. Pero hemos llegado muy lejos. O sea, evaluemos lo que ha pasado históricamente: el derecho al aborto lo logramos recién hace 100 años. Hubo siglos y siglos donde no teníamos nada y ahora dentro de todo pudimos evolucionar un montón en el último tiempo. Como dijo Ruth Bader Ginsburg, la ex jueza de la Corte Suprema de Estados Unidos, es como un péndulo que oscila para un lado y para el otro. No se puede borrar la historia de la revolución ni se puede borrar la historia de las dictaduras. En los Balcanes estamos muy acostumbrados a los dictadores y a las dictaduras. De vez en cuando aparece algún gobierno democrático y a veces pasa que la gente no se termina hallando tanto por estar tan acostumbrados y acostumbradas a las dictaduras. Y siempre creo que estos gobiernos de derecha van a tratar de hacernos retroceder, y vamos a tener que salir de nuestra zona de confort para pelear y para seguir cuidando nuestros derechos. Y creo que con los derechos de la población LGBT va a pasar algo parecido, también, van a ir atacándolos cada vez más. Y hoy en día hay un rasgo de este capitalismo tóxico que es que no te podés apagar del todo, no podés desconectarte del todo, entonces, de alguna manera, estás al tanto de lo que está pasando y te convertís en mano de obra gratis para proteger o para luchar por lo que querés luchar. Nosotras en mi país teníamos aborto libre porque teníamos al partido socialista, que también fue el que nos dio el derecho a voto aunque solo podíamos votar a un partido, el comunista, pero bueno, después vino una dictadura y esa ley de aborto libre que teníamos fue abolida. Y sé que acá hay una situación similar (N. de la R.: se refiere a la voluntad del oficialismo de derogar la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo). Lo que termina pasando es que una tiene que dedicar su tiempo libre a pelear contra el gobierno. Decir bueno, hoy voy a dedicar cuatro horas a escribir un artículo, ir a una marcha, proteger los derechos. Y es duro. Es complicado. Pero la otra opción es quedarte en casa y dejar que los tipos con armas ganen: y no, eso no es opción.

— Te escuchaba y pensaba que Macedonia para nosotros es un país prácticamente desconocido. Podemos saber lo que fue la ex Yugoslavia. Podemos tener una idea sobre los Balcanes, sobre todo porque en los 90 conocimos mucho lo que tuvo que ver con las guerras fratricidas y con la intervención de la OTAN y demás. Pero conocemos poco a Macedonia y nos cuesta entender, por ejemplo, que alguien como vos, que viviste en Estados Unidos y viajás tanto; que podrías vivir en países centrales en donde publican tus libros o que podrías venirte acá mismo, a Argentina (N. de la R: risas), sin embargo volvés a tu país. ¿Por qué volvés?

— Bueno, de hecho escribí un libro sobre eso que se traduciría como algo así como No me voy a ningún lado. Muchas personas me dicen: “Pero ándate, qué haces acá”. Yo creo que hay un tema con la migración, que es un problema y que pasa en muchos lugares, como que siempre se piensa que la vida es mejor en otro lado. Y sobre todo si otro lado es un país occidental rico, ¿no? Y con respecto a venirme acá, lo estoy considerando. De hecho, tengo amigos acá que vinieron de Canadá y que vinieron a vivir a Argentina. Esta ciudad me encanta, es una ciudad hermosa, muy urbana, tiene aire, tiene agua, tiene árboles, tiene una muy buena infraestructura. Incluso con el calor que está haciendo me está encantando y es mejor que Skopje contaminada y con frío, en este momento. Pero bueno, lo que pasa con los Balcanes es que, de alguna manera, somos Europa, estamos en Europa, pero no. Como que muchos países de Europa, sobre todo de Europa occidental, no nos ven como parte de Europa, sienten que tenemos como esa vibra oriental y es como que no nos quieren mucho. Nos consideran como “estos salvajes que comen, chupan y bailan”, básicamente. De hecho, en Croacia, que también queda en los Balcanes pero ahora está en la Unión Europea y por eso se creen superiores, una vez estaban montando este libro como obra teatral y veo que habían puesto un banner enorme de Alejandro Magno, que es como la imagen del nacionalismo que yo detesto (N. de la R: hay ahí además una confusión, una mezcla entre la histórica Macedonia del rey Alejandro y la actual Macedonia del Norte, una de las seis repúblicas de la ex Yugoslavia). Cuando lo vi me quedé tipo: ¡¿qué?! Dije: qué onda esto, qué pasa. Y bueno, me dijeron que habían contratado un catering macedonio en mi honor y no sé, servían kebab, y yo la verdad me puse a tomar bastante vino para tratar de abstraerme un poco de lo que estaba pasando. Pero ponían música típica. Y es como que después me costó explicarles por qué algo así como lo que habían hecho podía ofenderme. Macedonia es un país chico. Somos solamente 1,8 millones de habitantes. Pero tenemos una cultura regional, una cultura balcánica que incluye esta especie de choque entre la cultura occidental y la cultura oriental. Y a mí me gusta vivir ahí y a la vez no me gusta. O me gusta no vivir ahí, porque me muevo por todos lados pero no deja de ser mi base. No deja de ser mi hogar. Y siento que puedo aportar algo, como que puedo contribuir con algo ahí.

"Macedonia es un país chico.
"Macedonia es un país chico. Somos solamente 1,8 millones de habitantes. Tenemos una cultura regional, una cultura balcánica que incluye esta especie de choque entre la cultura occidental y la cultura oriental". (Buzarovska)

— Mencionaste la obra de teatro, hay diferentes puestas en varios países. Me gustaría que contaras un poco cómo se está desarrollando eso porque a lo mejor, teniendo en cuenta la gran tradición teatral que hay en Argentina, a alguien se le ocurre montar la obra acá.

— Bueno, sería genial que estuviera acá. Como obra, se montó ya en seis lugares: en Serbia, Croacia, Macedonia, Eslovenia, Budapest y Grecia. La mayoría de las personas que la montaron fueron mujeres, con actrices mujeres también. Y en la mayoría de los casos están las mujeres que le hablan directo al público. Yo creo que eso está bueno porque genera como una conexión. La mayoría hacen dramatizaciones y hacen monólogos. Y está bueno porque se genera cierto dinamismo también. Pero también sé que ahora el teatro va variando, es diferente.

Y otra cosa que está buena es que en los cuentos son todas mujeres de diferentes edades. No son el típico papel de, no sé, la mamá del príncipe o la vieja bruja, o como eso que vemos en Hollywood también, ¿no?, donde una señora interpreta a una abuela y eso es todo lo que puede hacer. Y algo que me gustó, por ejemplo, en Eslovenia es que la directora contrató a un montón de mujeres de entre 40 y 50 que no estaban siendo contratadas, no les daban papeles por la edad, porque a esa edad ya la mujer muchas veces no es tenida en cuenta.

— Lo último. Después de leer tu libro una puede intuir qué pensás del matrimonio como institución. Pero me gustaría que me dijeras en dos palabras qué pensás del matrimonio.

— Bueno, si tienen que ser dos palabras: es un “mal necesario”. Y esto lo digo desde básicamente desde un punto de vista legal porque está bueno tener derechos cuando tu pareja fallece. Y, además, la obra social.

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