No todo es ruido mental: las dos ventajas más frecuentes de estar todo el tiempo hablando con nosotros mismos

No hace mucho tiempo que la psicología y la filosofía se preguntan por esa voz interior que (casi) todos tenemos. Aunque no podemos frenarla voluntariamente, tiene beneficios para nuestra vida cotidiana.

El "monólogo interior", una práctica que durante la niñez es en voz alta y luego se vuelve tan silenciosa como omnipresente. - (Imagen Ilustrativa Infobae)

Es bastante raro que los filósofos empiecen a investigar un área nueva, ya que muchas de las cuestiones que exploran han existido desde la antigüedad. Sin embargo, hay algo que no se ha empezado a estudiar de cerca hasta hace unos 15 años y que se sitúa en la intersección entre la psicología y la filosofía: el habla interior.

También conocido como monólogo interior, es la voz que oímos en nuestra mente cuando pensamos o leemos. Sorprendentemente, la investigación empírica ha descubierto que, aunque la mayoría de nosotros contamos con esa voz interior, no todo el mundo la tiene.

La ciencia y la psicología le han prestado mucha atención. Desde hace más de un siglo sabemos que el habla interior –especialmente al leer un texto– va acompañada de pequeños movimientos de la laringe, lo que demuestra una clara relación entre el habla “interna” y la “externa”.

Los filósofos ya habían reflexionado puntualmente sobre el tema. El conocido conductista Gilbert Ryle consideraba que la voz interior desempeñaba un papel clave en lo que los filósofos llaman “autoconocimiento”. Aprendemos sobre los demás escuchando lo que dicen. En su libro seminal de 1949, The Concept of Mind (El concepto de mente), Ryle sugirió que somos capaces de hacer lo mismo con nosotros mismos “escuchando a escondidas” nuestro propio discurso interior.

El fenómeno ha aparecido en otros contextos filosóficos, pero hasta hace poco no había sido objeto de una atención sostenida en este campo. Los filósofos se están dando cuenta de que hay ciertos aspectos de la voz interior que sólo pueden abordarse mediante un pensamiento claramente teórico.

Psicología versus filosofía

A lo largo de los años, como hemos dicho, los psicólogos han prestado mucha más atención al tema que los filósofos. El psicólogo soviético Lev Vygotsky fue una figura muy influyente en la materia. Vygotsky observó –como sin duda todos hemos visto– que los niños de cierta edad suelen hablar consigo mismos en voz alta, pero que dejan de hacerlo gradualmente a medida que crecen. Sugirió que el habla interior se desarrolla a medida que esta práctica desaparece. Según Vygotsky, la voz interior no es más que la voz exterior interiorizada.

Hay demostraciones científicas de que, al leer en silencio, hay movimientos de la laringe vinculados a "la voz interior".

Muchos filósofos están de acuerdo, pero algunos ven el fenómeno de otra manera, ya que no hay, que sepamos, ninguna otra actividad que podamos realizar tanto interna como externamente. Algunos filósofos han pensado que el habla interior podría no ser realmente habla, sino una representación mental de la misma.

Ray Jackendoff, por ejemplo, ha sugerido que imaginamos cómo suena nuestra voz cuando producimos la voz interior, pero lo hacemos imitando cómo nos expresaríamos si habláramos en alto. No estamos hablando, sino simulando el habla. Se trata de un razonamiento puramente teórico, pero no pretende cuestionar o refutar los planteamientos psicológicos. Al contrario, enriquece la investigación empírica al añadir una nueva y valiosa perspectiva.

Las ventajas de hablar con nosotros mismos

Una pregunta a la que podemos responder, al menos en parte, es por qué producimos el habla interior, aunque nadie más pueda oírla. Hay varias ventajas.

Poner nuestros pensamientos en palabras puede ayudarnos a aclararlos y hacerlos más precisos. A veces sólo podemos elaborar nuestros verdaderos pensamientos diciéndolos en voz alta. A menudo hablamos con otras personas –o escribimos nuestras ideas– para intentar resolver un problema o afrontar emociones. Producir un discurso interior nos ayuda a desarrollar nuestros pensamientos de forma similar.

También puede tener otras ventajas. Hacer consciente un pensamiento o creencia existente expresándolo internamente puede ayudar a avanzar en un proceso de razonamiento, incluso sobre asuntos cotidianos. “Si llego a casa a las 6:30, podré preparar la cena a las 7:30″, puede decir en su fuero interno. Pero esto suscita el siguiente pensamiento: “Ah, pero el partido empieza a las 7. Mejor pido comida para llevar”.

La psicología se ocupó de la voz interior antes que la filosofía. Se trata de un campo de conocimiento novedoso.

Estas respuestas, sin embargo, siguen dejando una pregunta abierta: ¿estamos realmente hablando con nosotros mismos de la misma manera que hablamos con los demás? ¿O sólo “hablamos”?

Controlar la voz de la cabeza

Otro campo en el que cabe la reflexión filosófica es la cuestión de si producir la voz interior es una acción o algo que simplemente sucede. Cuando hablamos físicamente en voz alta, se trata de una acción: podemos elegir hacerlo o no. No puede decirse lo mismo del habla interior, que a menudo no es provocada, o incluso es intrusiva e indeseada.

De hecho, puede ser difícil silenciar nuestro monólogo interno, y hacerlo a voluntad es casi imposible. Compruébelo usted mismo, ahora mismo: concéntrese en intentar no pensar en nada y deje de producir un discurso interno. Es probable que, paradójicamente, se encuentre produciendo más, y mayores esfuerzos para detenerlo sólo lo harán más difícil. Afecciones como el estrés, la ansiedad o la depresión también han demostrado tener vínculos psicológicos con el habla interior.

Podemos decidir producir un fragmento concreto de la voz interior –“decir” una palabra en nuestra mente–, pero a menudo parece que ocurre sin que hagamos nada en absoluto.

En mi investigación he sostenido que producir el habla interior casi nunca es una acción, aunque la cuestión de qué hace que algo sea una acción es en sí misma un tema de debate filosófico. Una teoría prominente sostiene que las acciones son cosas que podemos intentar hacer o que requieren esfuerzo. Producir el habla interior a menudo no requiere esfuerzo y, como hemos visto, incluso nos cuesta detenerla. Esto parece indicar que no es algo que intentemos hacer, sino que simplemente “sucede”. Otras teorías de la acción arrojan un resultado similar: el habla interior casi nunca se ajusta a la definición.

Se ha realizado una enorme cantidad de trabajo filosófico sobre el tema de la experiencia consciente en general. Sin embargo, los filósofos no siempre han prestado atención a fenómenos mentales específicos. La voz interior es un tipo único de experiencia consciente, que parece implicar una actividad típicamente externa –hablar– que tiene lugar en la mente. Investigarla nos llevará sin duda por caminos fascinantes en años venideros.

Este artículo fue originalmente publicado por The Conversation.

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