El fenómeno está hecho de clásicos de la literatura, algunas obras que son estrellas de algún nicho de esos que atraen a lectores muy fieles, y también de viejos cassettes y, sobre todo, nostalgia. Hay espíritu lector y también hay espíritu retro en el surgmiento de los Bookcassettes, y esos mismos ingredientes construyen el interés de parte de los lectores hacia esos objetos que empiezan a sumar seguidores en toda la Argentina. En redes sociales, sí, y también de cuerpo presente, en ferias en las que empieza a asomar esta tendencia.
¿Qué son los Bookcassettes? Son un dispositivo armado con carcasas de cassettes que permiten recuperar, y algo así como “scrollear” pero en su versión analógica, obras de autores que van desde Mery Shelley, pasando por Alfonsina Storni o su amigo Horacio Quiroga, hasta Howard Phillips Lovecraft y Charlotte Perkins Gilman.
Como se hacía unas décadas atrás para rebobinar o adelantar un cassette sin gastar las pilas del walkman, en los Bookcassettes una birome hace girar el rollo de papel con texto e imágenes que Diego Paladino y Agustina Martino encierran en una especie de caja armada con partes de viejos cassettes. El loop sin fin muestra imágenes (color o blanco y negro) que acompañan textos de clásicos algo inhabituales.
Desde El mortal inmortal de Mary Shelley a un volumen con poemas de Alfonsina Storni, como “Dolor” o “La mujer astuta”, resultado de un trabajo de selección inspirado en el álbum “Una niña inútil”, de Cazzu, la rapera, compositora y productora jujeña que es referente del trap en el mundo y pionera femenina del género en Argentina.
El equipo formado por Martino y Paladino lleva publicados nueve autores en versión Bookcassette: la selección Poemas de Storni y el gótico romántico de Shelley son solo algunos. El tapiz amarillo de Charlotte Perkins Gilman, algo así como el primer cuento feminista de terror. Cuatro cuentos de Horacio Quiroga divididos para público infantil y adulto -”Las medias de los flamencos” y “La tortuga gigante” por un lado, “El almohadón de plumas” y “La gallina degollada” por otro-; Ante la ley y Un artista del hambre, de Kafka; y Alicia para niños y niñas de Lewis Carroll. El de Carroll es, hasta ahora, el más vendido, y el único con ilustraciones a color.
“Cada uno tiene su público específico -cuenta Paladino-. Alfonsina es más millennial, más feminista también. Shelley le pega a los góticos pero este cuento es para vestirse de emo. Poe (‘El gato negro’) es el regalo clásico para el pibe que le gusta el terror y el Lovecraft que proponemos es bastante otaku: ‘Los gatos de Ulthar’ y ‘Ex oblivione’”. Algo de lo que hacen y que empieza a llamar la atención de los lectores que también gustan de los objetos literarios puede verse en https://bookcassette.empredienda.com.ar.
La prevalencia del terror en el catálogo tiene que ver, dicen, con que no se quieren “meter” con los derechos de autor. “Usamos todos autores de dominio público” y, en esa búsqueda, “la mayoría de lo que aparece es de ese género”, señala Paladino. Esa praxis va acompasada por la idea curatorial: “Nos guía el deseo de generar un diálogo en el tiempo: escritores del pasado, cassettes retro y una forma de leer moderna; tres generaciones que de alguna manera se juntan en un objeto”, resume.
Hijo de un anticuario, Paladino empezó a leer de muy chico, en la Feria de Antiguedades San Telmo, cuando compartía tiempo filial con su padre los domingos. Después eso fue en los viajes en transportes público (tren y colectivo) que hacía a diario para ir a trabajar. Dos horas de ida y dos de vuelta desde el conurbano natal hasta un programa del Poder Judicial de asesoramiento en villas.
Fue en su paso por el diario Tiempo Argentino donde aprendió a usar los programas con los que ahora diseña los plotters de los Bookcassettes. “Habíamos arrancado con hojas que cortábamos y pegábamos pero era un laburo impresionante”, acota Martino, gestora cultural en este proyecto.
La extensión es importante a la hora de elegir los cuentos. “Los originales no se tocan”, dice Paladino. No los cortan, no hacen adaptaciones. Eligen los que soporten “una fuente legible para cualquiera sin anteojos”. La traducción también, será “la que más argentinizada esté, la más amigable para la lectura actual”. En tanto, a casi cinco años de su creación, los Bookcassettes ya se expandieron por todo el país. “Hicimos el mapita y tenemos al menos uno en cada provincia”, asegura Martino.
El origen de los Bookcassettes se puede seguir en la cuenta de Instagram Lector del Tren, una cuenta que conecta realidad con literatura, acompaña la coyuntura y la relaciona con libros. Durante el Mundial relacionaba poemas de Borges con Messi, por ejemplo, y “de pronto un poema suyo tenía dos millones de vistas”. El “Diario de la guerra del cerdo, de Adolfo Bioy Casares, puede servir para revisar medidas jubilatorias, El nombre del mundo es bosque, de Ursula K. Le Guin, para hablar del filme Avatar además de ecologismo.
Ahí hay una gran comunidad de “personas en situación de lectura”, define el bookstagrammer nacido en Buenos Aires en 1991. Más de 80.500. Y ahí postea las preguntas con que busca identificar prejuicios sobre la lectura. “Está esa idea de que los jóvenes no leen pero hoy se lee más que nunca -asegura-: desde la categoría Literatura Juvenil que antes no existía en las librerías, al webtoon -todo joven de menos de 16 años está con eso, cómics que se leen en el celular scrolleando- y mucho Wattpad, la red social donde dan los primeros pasos muchos escritores y lectores, donde de pronto hay una historia de Messi enamorándose de Floricienta”.
Los nativos digitales “leen un montón -afirma-, capaz que no leen literatura clásica o los libros a los que estamos acostumbrados los millennials, pero están todo el tiempo leyendo contenido de una manera digital: scrolleando y en oraciones cortas: es el ‘sinfín’, no darte cuenta de esto de pasar la página, eso es lo que hacemos todo el día en las redes sociales”.
Con todo esto en mente, el binomio Martino-Paladino buscó llevar esa manera de leer de los nativos digitales a un objeto atractivo para ellos. Lúdico, nostálgico y lindo. Que sea un gancho para que lean cuentos clásicos. Porque el espíritu de Lector del tren es eso: “Difundir literatura clásica de autores reconocidos, capaz que a un cuento de Mary Shelley no lo leen, pero si se lo das en un Bookcassette lo terminan leyendo entero”, resume el autor de la cuenta.
Pero si los jóvenes no se criaron escuchando música en cassettes, ¿cómo sentir nostalgia de lo que no vivieron? “Por un lado les entra a los jóvenes porque el cassette es un objeto que está de moda de nuevo, aparece mucho en series y películas, y por el otro están su padres”, señala. Son millennials como ellos que recuerdan haber usado cassettes, niños en los últimos 90, usuarios del coletazo del grabador.
“Esa idea fue cerrando un poquito después de haber arrancado -cuenta Martino (Buenos Aires, 1991)-. Cuando vimos cómo se armaba el diálogo entre padres e hijos que se encontraban por primera vez con los Bookcassettes, cómo les explicaban eso que capaz los chicos no habían visto nunca antes o que lo habían visto pero en la escuela, y ahí el dispositivo no entraba por el más joven, era un diálogo que se armaba con el pasado desde el presente”.
El proceso de construcción de los Bookcassette descarta el sonido y acepta donaciones. Las cintas magnéticas grabadas o vírgenes que Martino y Paladino reciben en su casa taller -un departamento de dos ambientes en el barrio porteño de Villa Urquiza- son desechadas para que pase a tener preponderancia lo visual y, en esa visualidad, la lectura de texto. La propuesta es scrollear en forma analógica. Lo que antes eran tapas transparentes de cajas anunciando un producto sonoro ahora son pantallas unplugged.
Hay reglas: los cassettes con grabaciones personales no se escuchan. Por pedido de los donantes pero también por falta de tiempo y porque muchos llegan rotos. “Las cintas tienen una vida útil de unos 20 años, después de ese tiempo, si no estuvieron correctamente conservadas, se desmagnetizan, se empiezan a escuchar como en cámara lenta”, explica Paladino.
Recibieron “cassettecas” completas con clases de inglés y francés dictadas en institutos entre fines de los noventas y principios de 2000. Los cassettes que son joyitas -originales de Charly, Rodrigo o Mercedes Sosa por ejemplo- pasan a formar parte de una cassetteca que a veces los acompaña en las ferias y musicaliza las jornadas en iniciativas como Nerdo, Puro diseño, Innovar... Hay cassettes vírgenes, todavía con el sello, que nunca abrieron. “Si alguien los necesita que nos escriba porque tenemos cassettes a rolete”, dice Paladino.
Al resto lo desarman y prolijamente separan las cintas, muchas veces a pedido de artistas plásticos. No ha pasado aún que alguien les pida material para trabajos sonoros, pero una vestuarista tejió un traje completo con cintas magnéticas para una presentación.
“El tema de recircular para nosotros es importante -remarca Martino-, más que nada porque estamos recibiendo donaciones. Y, entonces, también siempre estamos interesados en dar, por eso nos contactamos con la cooperativa de reciclaje Reaccionar, a los que les pasamos los cassettes que estéticamente no nos sirven. Ellos trabajan separando colores, entonces intercambiamos marrones por transparentes”. Las cajas que a ellos no les sirven se funden en esa cooperativa para hacer macetas, mesas, bancos. “Todo recircula”, concluye. También la literatura. Desde hace miles de años y de las formas menos pensadas.
Fuente: Télam S.E.