“Una vez elegido, sea quien fuere el desgraciado a quien el voto del país coloque en la silla difícil de la presidencia, se lo debe respetar con la obstinación ciega de la honradez”, escribía Juan Bautista Alberdi en Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, un trabajo que el político escribió allá por 1852 y que les gustó tanto a Javier Milei y su gente que casi casi copiaron el título para su Ley Ómnibus. Esa ley que se está debatiendo se llama Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos.
El texto de Alberdi fue una especie de borrador de la Constitución que se votó en 1853. De hecho, en gran parte nos hicimos sobre esas ideas, aunque si se analiza en detalle su propuesta y lo que se votó, se verá que tampoco al prócer le salió “con fritas”.
Si aquello quería ser el arranque -y el perfil liberal- de un país que estaba empezando a hacerse, lo de Milei se propone como una continuidad de ese proyecto. Por eso habló de las ideas de Alberdi en su discurso de apertura.
Nunca fue fácil ser Presidente, por lo menos en la Argentina y aunque Alberdi se compadece del “desgraciado”, pide respeto para él pero no como hombre sino “como a la persona pública del Presidente de la Nación”. Alberdi tendrá mucho para decir -y no siempre lindo- sobre cómo debe ser un presidente para el país que está imaginando. Pero ¿facultades delegadas? ¿Aceptaba Juan Bautista Alberdi, el padre de la Constitución, dar al Ejecutivo un poder tan grande como el que pide ahora Javeir Milei? ¿Sigue Milei por la senda de Alberdi al pedirlas o se corre a una forma de gobierno más autoritaria?
Otra época, los mismos gobernadores
Cuando se lee las Bases de Alberdi no hay que olvidar que escribía en medio del siglo XIX, apenas treinta y seis años después de la declaración de la Independencia, cuando todavía no estaba oficialmente abolida la esclavitud y las mujeres estaban lejos de tener derechos políticos. De hecho, las elecciones de 1853 se hicieron con voto cantado -¿qué libertad hay si no es secreto?- y participó apenas el 1 por ciento de la población. Así ganó Justo José de Urquiza.
Alberdi escribe para un país que todavía tiene que unirse y propone un régimen mixto, entre federal y unitario. Desconfía de las provincias -¿habrá leído esas partes la gente de Milei- insiste en que el gobierno central debe tener poder, debe tener dinero y debe estar en condiciones de decidir cuánto tiene que aportar cada uno. “Como poder nacional, sus resoluciones deben tener supremacía sobre los actos de los gobiernos provinciales, y su acción en los objetos de su jurisdicción no debe tener obstáculo ni resistencia”, dice. No sería tan sencillo.
Pero, sobre todo, Alberdi deja claro que una ley se adapta a su tiempo y al objetivo que tengan quienes la dictan, que no es sagrada e inamovible, que es un instrumento al servicio de un proyecto.
Los poderes especiales
Entonces, este hombre que pensó todo un edificio para la democracia argentina, que lo comparó con otros, que lo adaptó, lo perfeccionó y hasta lo criticó... ¿estaba de acuerdo con que en ciertas circunstancias el Ejecutivo tuviera facultades “de más”, atribuciones que en realidad corresponden a otros poderes? ¿Está esta figura en la base de la democracia argentina?
Bueno.. sí.
“Yo no veo por qué en ciertos casos no puedan darse facultades omnímodas para vencer el atraso y la pobreza, cuando se dan para vencer el desorden, que no es más que el hijo de aquéllos”, escribe Alberdi.
Claro, el prócer liberal argumenta que, si no es tan raro dar poderes especiales en caso de agresión externa o guerra -en la antigua Roma se elegía a alguien para eso y se lo nombraba “dictador”-, por qué no hacer lo mismo cuando lo que ataca es la miseria. Javier Milei podría algo bastante parecido.
“Hay muchos puntos en que las facultades especiales dadas al poder ejecutivo pueden ser el único medio de llevar a cabo ciertas reformas”
Alberdi va más lejos aún: “Hay muchos puntos en que las facultades especiales dadas al poder ejecutivo pueden ser el único medio de llevar a cabo ciertas reformas de larga, difícil e insegura ejecución, si se entregan a legislaturas compuestas de ciudadanos más prácticos que instruidos, y más divididos por pequeñas rivalidades que dispuestos a obrar en el sentido de un pensamiento común”. Como cualquier político, Alberdi sostiene que lo que él dice responde al bien común y lo que quieren sus adversarios, a rencillas entre ellos.
Y el punto: ¿qué tipo de reformas precisan una sola cabeza, poderes concentrados, mano firme? Justamente, las económicas: “Tales son las reformas de las leyes civiles y comerciales, y en general todos esos trabajos que por su extensión considerable, lo técnico de las materias y la necesidad de unidad en su plan y ejecución, se desempeñan mejor y más pronto por pocas manos competentes que por muchas y mal preparadas”.
Cómo ejercer ese poder
Con todo, Juan Bautista Alberdi no quiere una autocracia, es el hombre que está redactando una Constitución. Fuerza sí, pero en un marco legal: “Dad al poder ejecutivo todo el poder posible, pero dádselo por medio de una constitución”, escribe en Bases.
Alberdi hace mucho hincapié en la figura fuerte del presidente y el respeto a su autoridad como clave para asegurar la unión y la prosperidad. “El respeto al Presidente no es más que el respeto a la Constitución en virtud de la cual ha sido electo: es el respeto a la disciplina y a la subordinación, que, en lo político como en lo militar, son la llave de la fuerza y de la victoria”, dice, negro sobre blanco y sin pelos en la lengua.
Y, en tiempos en que la corrección política no existía -esto también lo toman muchos ahora- compara las virtudes inglesas con el “salvajismo” indígena, en términos de adhesión a un superior: “Una simple cosa distingue al país civilizado del país salvaje; una simple cosa distingue a la ciudad de Londres de una toldería de la Pampa: y es el respeto que la primera tiene a su gobierno, y el desprecio cínico que la horda tiene por su jefe”.
Entonces
Entonces, se podría decir que, en lo que respecta a los poderes delegados, la asunción de funciones legislativas por parte del Poder Ejecutivo, los superpoderes, las Bases de Milei son coherentes con las Bases de Juan Bautista Alberdi. Alberdi creía que había que poner todo el poder de fuego en avanzar hacia la prosperidad, de la manera en que él entendía que se avanzaba. Y que para eso valía la pena romper unas cuantas precauciones.
¿Qué es lo que está pasando ahora en el Congreso argentino, con una mega ley que el Ejecutivo envió y no para de cambiar? Discusión, cruce de intereses, proyectos enfrentados y muestras de poder. Cambios en un artículo que significan modificaciones fundamentales en la distribución de la plata. Eso es la democracia.