Si hubiera que escribir la vida de la escritora rusa Helena Blavatsky, no alcanzaría un solo libro para contar todas las intricadas vueltas del destino que la llevaron a convertirse en una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y en una de las ocultistas más importantes del siglo XIX.
Sin embargo, lejos de profundizar en su propia historia, esta mujer -nacida en 1831 en el entonces Imperio Ruso- se dedicó a estudiar la sabiduría antigua y las ciencias ocultas para plasmar compartir sus hallazgos, los cuales tampoco entraron en un solo libro.
La doctrina secreta, cuyos seis tomos pueden descargarse gratis en Bajalibros, es tal vez, junto a Isis sin velo, la obra más importante de Blavatsky, en la que la autora busca “rescatar de la degradación las verdades arcaicas que son la base de todas las religiones; y descubrir, hasta cierto punto, la unidad fundamental de la que todas brotan; oriental como occidental”.
Escribe Miguel M. Algranti en su reseña de La doctrina secreta: “Desde la interpretación mística de escrituras arcaicas hasta la crítica de la ciencia y religión de su era, Blavatsky tejió una urdimbre donde ciencia, religión, filosofía y arte convergen en una sinfonía de pensamiento unificado. Sus escritos sugieren una comprensión global y cíclica del cosmos, un universo donde lo visible y lo invisible se entrelazan en una danza eterna de conocimiento”.
Así empieza “La doctrina secreta”
Desde que apareció la literatura teosófica en Inglaterra, se ha hecho costumbre llamar a sus enseñanzas «Buddhismo Esotérico». Y habiendo llegado a ser una costumbre, sucede lo que dice un antiguo refrán basado en la experiencia de todos los días: «El error se precipita por un plano inclinado, mientras que la verdad tiene que ir penosamente cuesta arriba».
Los antiguos aforismos son, con frecuencia, los más sabios. Es difícil que la mente humana permanezca enteramente libre de prejuicios; y con frecuencia se formulan opiniones decisivas antes de que un asunto haya sido examinado por completo, bajo todos sus aspectos. Digo esto con referencia al doble error que prevalece, ya limitando la Teosofía al Buddhismo, ya confundiendo los principios de la filosofía religiosa predicada por Gautama, el Buddha, con las doctrinas presentadas a grandes rasgos en el Esoteric Buddhism. Difícilmente podría imaginarse nada más erróneo que esto. Ha facilitado a nuestros enemigos un arma eficaz contra la Teosofía, porque como ha dicho con mucha razón un eminente sabio pali, en el volumen citado no había «ni esoterismo ni Buddhismo».
Las verdades esotéricas exhibidas en la obra de Mr. Sinnett han cesado de ser esotéricas desde el momento en que han visto la luz pública; tampoco contiene el libro la religión de Buddha, sino tan solamente unos cuantos principios de enseñanzas hasta la fecha ocultas, y que son ahora completadas y explicadas por otras muchas más, en los volúmenes presentes. Pero aun estos últimos, a pesar de que dan a luz muchos de los principios fundamentales de LA DOCTRINA SECRETA del Oriente, solo levantan una de las puntas del tupido velo. Porque a nadie, ni aun al más grande de entre todos los Adeptos vivientes, le sería permitido, ni podría aunque se le permitiese, declarar de golpe a un mundo burlón e incrédulo, lo que tan eficazmente ha permanecido oculto durante largas edades.
El Buddhismo Esotérico es una excelente obra con un título muy desdichado, si bien no da a entender más que el título de la presente obra: LA DOCTRINA SECRETA. Ha sido desdichado, porque las gentes siempre acostumbran juzgar las cosas por las apariencias más bien que por su significación, y porque el error se ha hecho ahora tan universal, que hasta la mayor parte de los miembros de la Sociedad Teosófica han venido a ser víctimas del mismo. Desde el principio, sin embargo, los brahmanes y otros protestaron contra el título; y para hacerme justicia a mí misma, debo decir que el Buddhismo Esotérico me fue presentado como un volumen completo, y que yo no tenía la menor noticia de la manera como pensaba el autor escribir la palabra «Budhismo».
La responsabilidad de esto recae por completo sobre aquellos que habiendo sido los primeros en llamar la atención sobre el asunto, omitieron indicar la diferencia que existe entre «Buddhismo», el sistema religioso de moral predicado por Gautama, denominado así por su título de Buddha, el «Iluminado»; y «Buddhismo», de Budha, «Sabiduría o Conocimiento (Vidyâ)», la facultad de conocer, procedente de la raíz sánscrita Budh, conocer. Nosotros los teósofos de la India somos los verdaderos culpables, si bien por aquel entonces hicimos todo lo posible para corregir el error. Hubiera sido fácil evitar esta deplorable confusión; bastaba alterar la escritura de la palabra, y de común acuerdo, pronunciar y escribir «Budhismo», en lugar de «Buddhismo».
Esta explicación es absolutamente necesaria al principio de una obra como ésta. La Religión de la Sabiduría es la herencia de todas las naciones del mundo, a pesar de la afirmación que figura en el Buddhismo Esotérico, de que, «dos años hace (o sea en 1883), ni yo, ni ningún otro europeo viviente, conocíamos el alfabeto de la Ciencia, aquí por vez primera expresado en forma científica»), etc. Este error debe haberse deslizado por inadvertencia. La que estas líneas escribe conocía todo cuanto fue «divulgado» en el Buddhismo Esotérico, y mucho más muchos años antes de llegar a contraer el deber (en 1880) de comunicar una pequeña porción de LA DOCTRINA SECRETA a dos caballeros europeos, uno de los cuales era el autor de Buddhismo Esotérico; y sin duda alguna esta escritora posee el indudable privilegio, para ella más bien equívoco, de ser europea por su nacimiento y por su educación.
Además, una porción considerable de la filosofía expuesta por Mr. Sinnett fue enseñada en América, aun antes de publicarse Isis sin Velo, a dos europeos y a mi colega, el Coronel H.S. Olcott. De los tres maestros que este último ha tenido, el primero fue un Iniciado húngaro, el segundo egipcio y el tercero indo. Conforme al permiso otorgado, el Coronel Olcott ha dado publicidad a algunas de estas enseñanzas, de diversas maneras; si los otros dos no lo han hecho, ha sido simplemente porque no se les ha permitido, por no haberles llegado todavía su hora para dedicarse a la obra externa. Pero llegó para otros, y los varios e interesantes libros de Mr. Sinnett son una prueba tangible de ello. Es importante, además, tener siempre presente, que ninguna obra teosófica adquiere el menor aumento de valor por razón de pretendida autoridad.
Âdi o Âdhi Budha, el Uno, o la Primera, y Suprema Sabiduría, es un término usado por Âryâsanga en sus tratados secretos, y en la actualidad por todos los místicos Buddhistas del Norte. Es una palabra sánscrita, y una denominación dada por los primitivos arios a la Deidad desconocida; no encontrándose la palabra «Brahmâ» ni en los Vedas ni en las obras primitivas. Significa la Sabiduría Absoluta, y Fitzedward Hall traduce Âdibhûta, la «primitiva causa increada de todo». Debieron transcurrir evos de duración indecible, antes de que el epíteto de Buddha fuera humanizado, por decirlo así, para aplicarlo a los mortales, y apropiarlo finalmente a uno, cuyas virtudes y sabiduría incomparables dieron motivo a que le fuera concedido el título de «Buddha de la Sabiduría inmutable».
Bodha significa la posesión innata de la inteligencia o entendimiento divino; Buddha, la adquisición de la misma por los esfuerzos y méritos personales; mientras que Buddhi es la facultad de conocer, el canal por el que el conocimiento divino llega al Ego, el discernimiento del bien y del mal, y también la conciencia divina, y el alma espiritual, que es el vehículo de Âtmâ. «Cuando Buddhi absorbe nuestro Ego-tismo (lo destruye) con todos sus Víkâras, Avalokiteshvara, se nos manifiesta, y se alcanza el Nirvâna o Mukti»; Mukti es lo mismo que Nirvâna, o sea la libertad de los lazos de Mâyâ, o la ilusión. Bodhi es igualmente el nombre de un estado particular de condición extática, llamado Samâdhi, durante el cual el sujeto alcanza el punto más elevado del conocimiento espiritual.
Son unos ignorantes aquellos que, en su ciego y hoy día intempestivo odio al Buddhismo, y por reacción al Budhismo, niegan sus enseñanzas esotéricas que son también las de los brahmanes, simplemente porque el nombre les sugiere lo que para ellos, como monoteístas, son doctrinas perniciosas. Ignorantes es el término correcto que debe emplearse para su caso, puesto que la Filosofía Esotérica es la única capaz de resistir en esta época de materialismo craso e ilógico, los ataques repetidos a todo cuanto el hombre tiene por más querido y sagrado en su vida espiritual interna.
El verdadero filósofo, el estudiante de la Sabiduría Esotérica, pierde por completo de vista las personalidades, las creencias dogmáticas y las religiones especiales. Además, la Filosofía Esotérica reconcilia todas las religiones, despoja a cada una de ellas de sus vestiduras humanas exteriores, y demuestra que la raíz de cada cual es idéntica a la de las demás grandes religiones. Ella prueba la necesidad de un Principio Divino y Absoluto en la Naturaleza. Ella no niega la Deidad como no niega el Sol. La Filosofía Esotérica jamás ha rechazado a Dios en la Naturaleza, ni a la Divinidad como al Ente abstracto y absoluto. Rehúsa únicamente aceptar los dioses de las llamadas religiones monoteístas; dioses creados por el hombre a su propia imagen y semejanza, caricaturas impías y miserables del Siempre Incognoscible.
Por lo demás, los archivos que vamos a presentar al lector abrazan los principios esotéricos del mundo entero, desde el principio de nuestra humanidad; y en ellos el ocultismo Buddhista ocupa su lugar correspondiente, y no más. A la verdad, las porciones secretas del Dan o Janna (Dhyâna) de la metafísica de Gautama, por grandes que aparezcan a los que no están enterados de los principios de la Religión de la Sabiduría de la antigüedad, constituyen tan solo una pequeña porción del total.
El Reformador indo limitó sus enseñanzas públicas al aspecto puramente moral y fisiológico de la Religión de la Sabiduría, a la ética y al hombre únicamente. Las cosas «invisibles e incorpóreas», el misterio del Ser fuera de nuestra esfera terrestre, no fueron tratados en manera alguna por el gran Maestro en sus enseñanzas públicas, reservando las verdades ocultas para un círculo selecto de sus Arhats. Estos últimos recibían la iniciación en la famosa Cueva Saptaparna (la Sattapanni de Mahâvansa) cerca del Monte Baibhâr (el Webhára de los manuscritos palis). Esta cueva estaba en Râjâgriha, la antigua capital de Magadha, y era la Cueva Cheta de Fa-hian, como justamente sospechan algunos arqueólogos.
El tiempo y la imaginación humana disminuyeron la pureza y la filosofía de estas enseñanzas, cuando, durante el curso de su obra de proselitismo, fueron trasplantadas del círculo secreto y sagrado de los Arhats, a un suelo menos preparado para las concepciones metafísicas que la India; o sea, en cuanto fueron llevadas a China, Japón, Siam y Birmania. La manera como fue tratada la prístina pureza de estas grandes revelaciones, puede verse estudiando algunas de las llamadas escuelas buddhistas «esotéricas» de la antigüedad en su aspecto moderno, no solamente en China y en otros países buddhistas en general, sino hasta en no pocas escuelas del Tíbet, abandonadas al cuidado de Lamas no iniciados y de innovadores mongoles.