Alguna vez, Luciano Lamberti —autor de La maestra rural, La masacre de Kruger y Para hechizar a un cazador, entre otros títulos— comparó a Jack Reacher con los protagonistas de las series de TV de los años 70 y 80. La caracterización es perfecta.
Reacher es un hombre de treinta y pico, un policía militar retirado con el grado de mayor que lleva una vida errante por los Estados Unidos y se asemeja a los míticos héroes de la infancia como Richard Kimble —El fugitivo— o, mejor, como el monje shaolin Kwai Chang Cane. Reacher es el forastero que llega al pueblo, hace justicia y sigue su camino sin esperar recompensa. Lo hace porque así se lo dicta el imperativo categórico.
Como buen héroe, la cuestión moral es lo que más se destaca en Reacher. No miente, no traiciona, evita la violencia pero cuando debe usarla lo hace sin regodearse en el dolor del otro y cuando mata —porque esa es una de las grandes diferencias con los personajes ochentosos— lo hace rápido y con precisión. Tampoco es un vengador; es una máquina entrenada para hacer justicia.
Y como buen héroe americano, sabe muchísimo de la cultura estadounidense —y casi nada más—, puede vivir a base de chesseburgers, le gusta el blues y el béisbol, no se entrega a los placeres del consumismo, viaja sin equipaje —apenas tiene un cepillo de dientes—, prefiere los pueblos a las grandes ciudades, las tartas de durazno, usa la tecnología pero no se entrega a ella.
Quién es Jack Reacher
Reacher es el gran personaje de Lee Child, un escritor inglés que supo crear el personaje arquetípico de Estados Unidos, que es admirado por Stephen King y que cuando eligió un seudónimo —su verdadero nombre es James Grant— pensó en uno que le permitiera ocupar el mismo estante de Raymond Chandler y Agatha Christie. De alguna manera, Reacher homenajea a ambos.
El primer libro de la serie, Zona peligrosa, salió en 1997. Desde entonces se han publicado más de veinticinco. Los primeros en español salieron por la editorial RBA: ahí están Trampa mortal, El enemigo, El camino difícil, etc. Pero desde hace cinco años, la editorial Blatt & Ríos adquirió los derechos y con una traducción más cuidada a cargo de Aldo Giacometti ya lleva publicados Sin fallos, Mañana no estás —en coedición con Eterna Cadencia—, Escuela nocturna, Luna azul, Noche caliente, Sin segundo nombre, y ahora El asunto. Todos títulos brevísimos, de dos palabras. Tres como mucho.
Volvamos a la comparación con las series de TV. Recién con HBO y Netflix empezamos a verlas en orden. En los 80 las mirábamos a los saltos. Con esa forma de mirarlas, no sólo veíamos que festejaban la Navidad en julio o pasaban el invierno en noviembre, sino que también revivían personajes que habían muerto meses atrás y los recién casados volvían a ser novios o festejaban el cumpleaños de su segundo hijo; se entremezclaban viajes, accidentes, había muchas repeticiones y raramente el “continuará” se resolvía en el capítulo siguiente.
Esa confusión de avances y retrocesos también se da en la manera en que salen las traducciones de Reacher. El asunto, por ejemplo, es de 2011. Pero lo episódico de cada novela hace que se pueda entrar por cualquier historia. Y todas se disfrutan.
Fin del misterio: por qué el héroe deja el ejército
El asunto sucede en 1997, en otro siglo y otro mundo. Antes del 11 de septiembre de 2001 que partió la historia en dos. Aunque es la 16ª de la serie, cronológicamente podría ser la primera. Porque, si bien antes de El asunto sabíamos que Reacher había dejado el ejército, no sabíamos por qué. Era la pieza ausente en el rompecabezas.
Reacher vivió toda la vida en bases militares. Es hijo de un oficial y nació cuando el padre estaba destinado en Berlín Oriental. Joe, el hermano mayor —que ha muerto pero como una figura fantasmática está presente en todas las novelas y es con quien él secretamente se compara—, también fue militar. Por supuesto, sus pocos amigos son todos militares.
Reacher ve la realidad a través de la mirada castrense. Más aún: podría decirse que tiene su fe puesta en ese territorio. Para él, las normas y regulaciones no son imposiciones arbitrarias sino cuestiones prácticas que resuelven la vida e igualan a todos los integrantes. Esa es otra cuestión crucial: más allá de las jerarquías, el ejército, para Reacher, es el lugar donde hay verdadera igualdad de oportunidades, donde —a diferencia del mundo civil— una persona puede sobresalir sin importar su origen, aspecto, sexo, raza, color.
Pero, entonces, ¿por qué se va? Lo primero que hay que decir es que él sabe que se va sin irse. Como dice al comienzo de Un disparo: “uno puede dejar el ejército pero el ejército nunca te deja”. Ahora bien, más allá de esa sutileza, la respuesta está en el El asunto. En poco más de 400 páginas, Lee Child explica las motivaciones de su personaje. Y uno no puede sino rendirse ante él.
La novela comienza con la muerte de una civil en una base de Mississippi donde en total secreto se entrenan las tropas que irán a Kosovo. Reacher tiene el encargo no de resolver el crimen, sino de actuar como agente encubierto para verificar que el otro policía militar que lleva la investigación esté haciendo lo que hay que hacer. Pero, como demanda el género, las cosas nunca son sencillas: aparecen más muertes, hay silencios, desconfianzas, información que no puede revelarse, pistas falsas, corrupción política, y hay también una sheriff mujer que es brillante e inteligentísima.
Esta es otra clave de la saga: la fuerza física es necesaria, pero nadie vence a una mente brillante. Y en esta novela hay tres: el mayor Duncan, que investiga el caso, la sheriff Deveraux —que no casualmente fue marine— y, claro, Jack Reacher. Tres versiones de la misma persona.
Dos temporadas de éxito
Los libros pedían a gritos una adaptación cinematográfica. Lee Child, de hecho, trabajó casi veinte años en la producción televisiva y recién se puso a escribir cuando se quedó sin empleo. Se podría decir: qué pena que no pasó antes.
Hace unos años se filmaron dos películas protagonizadas por Tom Cruise —Elvio Gandolfo decía en el prólogo de Noche caliente que después de salir del cine sintió que tenía que convencer a los editores de Blatt & Ríos para que publicaran las novelas—: Jack Reacher (2012) y Nunca vuelvas atrás (2016).
Las películas están muy bien, pero quedaba claro que Tom Cruise no era el indicado para hacer de Reacher. El personaje es un tipo muy alto, rubión, con cuerpo trabajado. Lee Child escribe en El héroe que tiene la impresión de que Reacher no le tiene miedo a nadie, salvo a sí mismo. Por eso, Cruise, a quien le va muy bien como Ethan Hunt en las películas de Misión Imposible, no hizo pie con esta saga.
El Reacher que uno esperaba encontrarse es el de la serie de Amazon Prime: Alan Richtson mide 1.88, hizo el casting para hacer de Thor y, un dato no menor, sus dos padres son veteranos. A diferencia de las series de los 80, Amazon toma un libro por temporada. En la primera se tomaron nueve episodios de cincuenta minutos para contar Zona peligrosa —Lee Child aparece como personaje de reparto—, la segunda adapta Mala suerte.
“Espera lo mejor, prepárate para lo peor” es el mantra de Reacher: los lectores podemos relajarnos y olvidarnos de la segunda parte de la frase.