Han Kang. Durante cinco meses repetí tantas veces su nombre como un mantra. Han Kang. O, más bien, como un deseo lleno de perseverancia. Porque cuando leí La vegetariana quería más, quería hablar con ella. La aclamada escritora surcoreana, ganadora con ese libro del prestigioso Premio Man Booker Internacional, había tocado una fibra íntima con una narrativa delicada, sutil, conmovedora, entre el dolor, la violencia y la belleza.
“El mundo es una ilusión y la vida es un sueño -murmuré para mis adentros. Sin embargo, mana la sangre y brotan las lágrimas”, dice la protagonista de La clase de griego, su nuevo libro, publicado por Random House. El libro narra la historia de una mujer que “no es joven ni especialmente atractiva” que pierde el habla por segunda vez.
Como la protagonista de La vegetariana, esta mujer mantiene la boca bien cerrada. Silencio. “El lenguaje, que la aprisionaba y la hería como una prenda hecha con miles de alfileres, desapareció de un día para otro”, a la vez que pierde a su madre y la tenencia de su hijo. Pero quiere recuperar el lenguaje -y todo- por su propia voluntad. Ella, como Kang, también escribe poemas, un lenguaje silencioso.
Para eso se anota en clases de griego antiguo en Seúl. Allí conoce al profesor, que también enfrenta otra pérdida paulatina: la de la vista. Y la pista aparece en la primera línea de La clase de griego. Han Kang comienza su libro con Jorge Luis Borges, María Kodama, la ceguera del máximo escritor argentino y su relación con el budismo.
A través de sus voces íntimas, la autora de Actos humanos y reciente ganadora del Premio Médicis Extranjero propone un recorrido por la filosofía, el lenguaje, la violencia, el dolor, los sentidos y la ternura. Han Kang, así, camina entre la prosa y la poesía, en esa cornisa en la que hace un fino equilibrio y vuelve a dejar sin respiración al lector. Sentidos obturados mientras otros se expanden. La oscuridad que da paso a la luz y el silencio a la palabra. Leanla, hagan la prueba.
Ahora, en comunicación por correo electrónico (la insistencia valió la pena), la galardonada escritora de Corea del Sur cuenta que durante un bloqueo creativo no podía leer ficción, excepto los cuentos de Borges. Y La clase de griego ―cuenta con la traducción al español de la reconocida traductora coreana (y argentina por adopción) Sunme Yoon― se puede leer en diálogo con el autor de El Aleph y su vida.
También cuenta que en su juventud disfrutaba mucho leyendo obras de escritores latinoamericanos ―además de Borges―, como César Vallejo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Manuel Puig y Ariel Dorfman. Y agrega que entre sus últimas lecturas estuvieron otras dos argentinas: Samanta Schweblin y Mariana Enriquez.
“El lenguaje es como una flecha que nunca alcanza el blanco, algo que la confina e incluso le causa heridas”, escribe Han Kang por mail para hablar de la protagonista del libro. Lo que ella no sabe es que su prosa poética y la belleza de su obra nos atravesó como una flecha.
―La clase de griego, su nuevo libro, comienza con una frase de Jorge Luis Borges y la figura del escritor argentino atraviesa todo el libro, ¿por qué?
―Este libro es mi quinta novela. Antes de comenzar a escribir esta novela, mientras trabajaba en mi cuarta novela durante cuatro años y medio, tuve un bloqueo de aproximadamente un año. Fue un periodo en el que no tenía deseos de escribir ni de leer novelas, y solo veía documentales en lugar de películas de ficción. En ese momento, pasaba la mayor parte del tiempo leyendo libros de astrofísica. Curiosamente, de ficción, únicamente podía leer los cuentos de Borges. Recuerdo especialmente haber disfrutado y releído sus últimas obras. Después de este periodo de bloqueo, pude completar mi cuarta novela y, de manera natural, surgió en mi mente la protagonista de la siguiente novela, una mujer que había perdido la capacidad de hablar. También el protagonista masculino que lee a Borges.
―Borges escribió en “El poema de los dones” que Dios le dio “a unos ojos sin luz que solo pueden leer en la biblioteca de los sueños”, ¿qué relación tiene el escritor argentino con el personaje de profesor de griego de su novela?
―Las condiciones mentales de este protagonista masculino son similares a las de Borges. Al igual que en Borges, la filosofía budista también está profundamente arraigada en su pensamiento. En mi mente, los dos están conectados de manera sutil.
―El profesor de griego de La clase de griego se va quedando ciego en la novela, ¿de qué es metáfora la ceguera?
―Su condición es también un reflejo de todos nosotros. Todos nos movemos gradualmente hacia la oscuridad y la desaparición, al igual que este personaje.
―¿Y el silencio de la protagonista?
―Ella maneja el lenguaje, siendo este su medio fundamental. Sin embargo, en un mundo irreconciliable, el lenguaje que facilita la comunicación con el mundo y carga de emociones, se desgarra cuando las emociones se desgastan. Ella se esfuerza por superar este silencio y finalmente encontrar el lenguaje. Este libro es, en parte, el proceso de cómo ella recupera el lenguaje.
“Quería profundizar en las partes más suaves, recordando que somos seres humanos. Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este”
―El personaje femenino que no habla, ¿tiene alguna relación personal con esa experiencia?
―Quizás sea porque comencé a escribir en verso. Tengo emociones complicadas hacia el lenguaje, pero a pesar de eso, sigo escribiendo con palabras. Cuando la armonía con el mundo y la vida se vuelve difícil, también surge un conflicto con el lenguaje. Imagino que la situación más extrema de ese conflicto sería perder la capacidad de hablar. Aunque personalmente no he experimentado tal pérdida, puedo imaginar a un protagonista que sí lo ha hecho.
―En la actualidad, la mirada, la vista, lo audiovisual, las pantallas y lo inmediato son ineludibles, ¿qué relación tiene La clase de griego con los tiempos que vivimos?
―El protagonista masculino está perdiendo la visión, mientras que la protagonista femenina ha perdido la capacidad de hablar. Me pregunté cómo podrían encontrarse. Un día, se me ocurrió una escena: un dedo con pinzas en la oscuridad, con las uñas recortadas tan cortas que no lastiman, escribiendo sobre la palma de la mano. Quería dibujar ese momento táctil que se amplía como si fuera eterno.
“Todos nos movemos gradualmente hacia la oscuridad y la desaparición”
―La escena a la que hace referencia es en la que la protagonista le escribe con el dedo en la mano al profesor, en silencio. Una escena de suavidad, de dulzura, de delicadeza. Los personajes se encuentran, ¿cómo irrumpe esta novela y la sensibilidad de los personajes en un mundo en medio de guerras sangrientas, odios e individualismo?
―Al escribir esta novela, me enfoqué en los sentidos: ver, escuchar, oler y especialmente el tacto. A medida que nos adentramos en la parte final de la novela, la velocidad disminuye gradualmente y algunos momentos se inflan como eternos. En este ritmo pausado, la intensidad de los sentidos se magnifica. Sin embargo, esto no significa que la novela sea simplemente silenciosa. Bajo la superficie tranquila, hay una tensión. Cuando los dos personajes revelan sus partes más suaves y salen juntos de la lupa de los momentos compartidos, de repente nos damos cuenta de cuán violento es el mundo que los rodea. Al escribir esta novela, reflexioné sobre qué aspecto de la humanidad debería explorar. Quería profundizar en las partes más suaves, recordando que somos seres humanos. Deseo no olvidar, especialmente en un mundo tan violento como este.
―Tanto en La clase de griego como en La vegetariana los personajes femeninos no están narrados en primera persona, ¿por qué?
―En La vegetariana, la protagonista Yeong-hye es descrita principalmente como el objeto de las observaciones, deseos, odio, malentendidos y empatía de otros narradores, a excepción de los monólogos oníricos. Intencionalmente, no le he otorgado a Yeong-hye una voz propia. A través de las voces de los narradores que la eligen como su objeto, pero que al final fallan en comprenderla y captar la verdad, esperaba que los lectores pudieran encontrarse con ella. Por otro lado, en La clase de griego, la protagonista femenina lucha con todas sus fuerzas para recuperar el lenguaje y finalmente recupera la primera persona ‘yo’ en la última página. Este personaje persiste en el silencio para avanzar hacia su propia voz, buscando recuperar el mundo, el lenguaje y el amor.
―La vegetariana fue la puerta de entrada a su obra en Argentina e Hispanoamérica. Allí, el personaje central, Yeonghye, está casada con un hombre muy convencional y egoísta. A partir de los sueños violentos que la abruman se rebela decidiendo no comer carne. ¿Por qué eligió ese modo de resistencia?
―Yeong-hye decide practicar el vegetarianismo como un intento de convertirse en una entidad que no comete violencia, creyendo que al convertirse en planta puede alcanzar esa perfección y se abstiene de comer cualquier cosa que no sea agua. La ironía emerge cuando, en su búsqueda de redimirse, se acerca cada vez más a la muerte. Quería retratar a una mujer así y junto a ella, también deseaba pintar a In-hye. Este personaje, al final de la novela, está mirando por la ventana “como esperando una respuesta, como protestando contra algo”.
―La vegetariana narra una historia de resistencia pacífica utilizando el propio cuerpo, remite al “preferiría no hacerlo” que lanza el Bartleby de Melville. ¿Por qué cree que es importante decir “No” y sostenerlo?
―El Bartleby y Yeong-hye parecen compartir la característica de crear un pequeño espacio mediante la negación para preservar su dignidad. Una de las líneas de diálogo de Yeong-hye que consideré crucial al escribir fue: “Padre, no como carne”. En esa frase, encapsulo la historia que quería contar en esta novela.
―El marido de Yeong-hye se violenta y llega a violarla; sin embargo los padres de ella son los que le piden perdón a él. Su padre, incluso, la golpea ¿La sociedad surcoreana todavía tiene esa impronta machista y patriarcal?
―Las situaciones en la novela están exageradas, especialmente el padre de Yeong-hye, quien participó en la Guerra de Vietnam, desempeña un papel crucial en el tema general de la violencia que aborda toda la obra. La sociedad coreana tiene una naturaleza híbrida, con muchos valores que chocan y coexisten. Mujeres valientes y progresistas, movimientos que buscan la diversidad, así como el patriarcado y la discriminación de género coexisten en la sociedad coreana.
―En una entrevista usted dijo que se sorprendió por la forma diferente en que recibieron a su novela La vegetariana en distintas partes del mundo. ¿Por qué?
―Es fascinante cómo somos percibidos de manera ligeramente diferente por los demás. Sin embargo, lo aún más intrigante son las partes que universalmente se aceptan. Comenzamos a darnos cuenta de que somos seres más comunes de lo que pensamos, capaces de conectarnos sin barreras.
Así empieza “La clase de griego” (Fragmento)
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Borges le pidió a María Kodama que grabara en su lápida la frase «Él tomó su espada, y colocó el metal desnudo en tre los dos». Kodama, la hermosa y joven mujer de ascendencia japonesa que fuera su secretaria, se casó con Borges cuando este tenía ochenta y siete años y compartió los últimos tres meses de la vida del escritor. Ella fue quien lo acompañó en su tránsito postrero, que acaeció en Ginebra, la ciudad donde el escritor pasó su infancia y donde de seaba ser enterrado.
Un crítico escribió en su libro que esa breve frase grabada en su lápida representaba «el filo acerado». Sostenía que esa imagen era la llave que permitía el acceso a la obra de Borges, que esa espada separaba la literatura realista anterior de la escritura borgiana. A mí, en cambio, me sonó más a una confesión personal y callada.
La breve frase es la cita de un antiguo poema épico nórdico. La primera y asimismo última vez que un hombre y una mujer pasaron juntos la noche, una espada colocada sobre el lecho separó a ambos hasta la madrugada. ¿Qué otra cosa pudo ser ese «filo acerado», sino la ceguera que aquejó a Borges en sus últimos años y lo aisló del mundo?
Aunque he estado alguna vez en Suiza, nunca he ido a Ginebra, pues no me apetecía visitar la tumba de Borges para verla con mis propios ojos. En su lugar, recorrí la biblioteca de la abadía de San Galo, que de seguro habría provocado en el escritor argentino una fascinación sin límites si la hubiera conocido.
Hasta me parece sentir en este momento la aspereza de las zapatillas de fieltro que nos hicieron calzar para proteger el suelo de madera de mil años de antigüedad. Luego tomé un barco en el embarcadero de Lucerna, que navegó por el lago hasta el atardecer bordeando la costa de los valles alpinos cubiertos de nieve.
No tomé fotos en ningún sitio. Los paisajes quedaron impresos en mis retinas. La cámara no puede registrar los sonidos, olores y texturas, pero estos se grabaron con todos sus pormenores en mis oídos, nariz, cara y manos. En aquel entonces, la espada no me separaba todavía del mundo, así que me bastó con eso.
Quién es Han Kang
♦ Nació en Gwangju, Corea del Sur, en 1970. Ha trabajado como profesora en el departamento de Escritura Creativa del Instituto de las Artes de Seúl hasta 2018. En la actualidad se dedica por completo a la escritura.
♦ La vegetariana, su primera novela traducida al inglés, ganó en 2016 el Premio Booker Internacional. Su siguiente novela, Actos humanos, le valió el Premio Manhae de Literatura de Corea y el Premio Malaparte en Italia en 2017. El libro blanco fue finalista del Booker International en 2018.
♦ Otros galardones que recibió son el Premio Médicis Extranjero, Yi Sang, el Artista Joven del Año, el 25.º Premio de Novela Coreana, el de Literatura Hwang Sun-won y el de Literatura Dong Ri.
♦Su obra fue traducida a más de treinta idiomas.