Los frescos que cubren las paredes de la Capilla Sixtina en el Vaticano, considerados la obra maestra del arquitecto, pintor y escultor renacentista Miguel Ángel, son una de las mayores representaciones pictóricas del cristianismo. Pero pocos saben que, ocultos entre una infinidad de detalles, el artista plantó mensajes secretos que daban cuenta de su acercamiento al judaísmo.
“Miguel Ángel era un iniciado en la Cábala y otras ciencias necesariamente ocultas de la época”, escribe el argentino Silvio Goren en su nuevo libro, Los secretos ocultos de Miguel Ángel en el Vaticano, que puede descargarse gratis en Bajalibros clickeando acá. Y agrega que el célebre artista “encriptó, en la mayor pintura del mundo católico, cantidad de personajes y tradiciones de la Biblia hebrea, omitiendo prácticamente las figuras cristianas, supuestamente en reconocimiento a las raíces judaicas de la religión cristiana”.
Publicado por Leamos, el sello editorial de Infobae, Los secretos ocultos de Miguel Ángel en el Vaticano parte de un exhaustivo trabajo de varios años, numerosas entrevistas y viajes dentro de la Santa Sede por fuera del circuito de “turistas genéricos” para investigar todos los misterios que, casi 5 siglos después, todavía conserva esta obra.
El capítulo dedicado a los “simbolismos hebraicos en la Sixtina” -que puede leerse completo al final de esta nota-, concluye con una cita al profesor Enrico Bruschini, un renombrado experto en historia y arte del Vaticano, que dice: “Llegaremos a apreciar, tal y como subrayan los autores, que el auténtico mensaje de Miguel Ángel es el de un puente tendido entre las dos creencias, el judaísmo y el cristianismo, entre la humanidad y Dios, y, quizá el más difícil de todos, entre cada persona y su ser espiritual”.
“Los secretos ocultos de Miguel Ángel en el Vaticano” (fragmento)
Simbolismos hebraicos en la Sixtina
Indudablemente, por la cercanía y antecedentes de las Iglesias Judía y Cristiana, existen numerosos paralelismos entre ambas.
Recordamos que Miguel Ángel era un iniciado en la Cábala y otras ciencias necesariamente ocultas de la época. Pero aunque no fuera así, suena bastante natural que cuando el artista recibió el encargo de pintar la Capilla, haya querido consultar o cambiar impresiones con verdaderos expertos en el Antiguo Testamento; cosa que fácilmente podía encontrar en el barrio judío (a un kilómetro del Vaticano) o mismo en las calles de Roma.
Esta convivencia era sumamente factible dado que la comunidad judía de Roma es la más antigua fuera de Israel. Incluso también la hubo en la Florencia de los Médici –donde se formó Miguel Ángel- en la que existía una fuerte presencia de cultura y pensamiento judío.
Estos aspectos fueron indagados por Roy Doliner y Benjamín Blech. El primero es un escritor norteamericano fascinado por el arte cristiano y entendido en doctrina e historia judía, mientras que el segundo es un rabino, renombrado internacionalmente profesor del Talmud (tradición oral de leyes, tradiciones, costumbres e historias del judaísmo) de Nueva York.
En su erudito estudio aportan una llave “maestra” con rigurosa evidencia que ha dejado atónitos a la mayoría de los teólogos y estudiosos de la Capilla Sixtina y toda su historia relacionada, afirmando que: siendo el plan original del Papa Julio II que la Capilla fuera el recordatorio eterno del extravagante “éxito” de la familia papal, Miguel Ángel logró tergiversar el proyecto subrepticiamente, plasmando sus propios ideales, en especial vinculados al humanismo, el neoplatonismo y la tolerancia universal.
Los indiscutibles ejemplos que brindan en su libro Los secretos de la Capilla Sixtina muestran la osada genialidad de Michelángelo quien “encriptó” en la mayor pintura del mundo católico, cantidad de personajes y tradiciones de la Biblia hebrea, omitiendo prácticamente las figuras cristianas, supuestamente en reconocimiento a las raíces judaicas de la religión cristiana. Una excepción es representada por las Sibilas (¡de todos modos paganas!), pitonisas que representarían los imperios que habían sido hostiles con los judíos, como Egipto, Babilonia, Roma, etc.
Salvo Jonás, los siete profetas aparecen con libros y escritos que –según los autores- representaría una inculpación hacia Julio II, muy proclive a las guerras aunque poco “afecto a los libros”.
Los investigadores han encontrado incluso docenas de símbolos relacionados a la Cábala, que recordamos, es una doctrina judía de carácter místico y esotérico, en las pinturas de la Capilla. Allí, ciertos personajes menores conforman la imagen de algunas letras hebreas, cuyo significado se asocia a una virtud o un vicio, del que aportan la inicial.
Por ejemplo el pastor David que está a punto de decapitar al gigante Goliat ya caído a tierra- forma la “Guimel” (tercera letra del alfabeto hebreo), proveniente de “gvurá”, que en la Cábala hebrea significa tanto dar una recompensa como un castigo, ya que en la Toráh tienen el mismo objetivo final: la rectificación del alma para que sea apta para recibir la luz de Dios en su completa expresión.
Holofernes- forman la letra “Chet” de “chessed”. Esta palabra es una voz hebrea difícil de traducir por sus diversos significados, y para este caso se la interpreta como «compasión» o quizás «justicia». Estas abstracciones se atribuyen al conocimiento que obtuvo Miguel Ángel en el palacio de los Medici, donde aprendió el alfabeto hebreo y el significado esotérico de cada letra.
Asimismo relatan muchos otros casos con referencias a la cultura rabínica, como “la tentación de Eva” que gira en torno a un higo -como relata un midrash (método de interpretación de un texto bíblico)- y no una manzana, típica de la tradición cristiana. También descubren que el Arca de Noé está pintada como una gran caja –como indica el Talmud- y no un barco con una casa superpuesta; y que al profeta Jonás se lo come un gran pez –acorde a la tradición paleocristiana y judía- en contradicción con la famosa ballena, que aparentemente fue mencionada siglos más tarde.
Presumiblemente en una protesta por la moral represora, hay plasmada una representación insinuadamente sexual que se observa en la posición física de Adán, cuyos genitales se exhiben muy cerca de la cara de Eva; cosa que no pasó inadvertida para la Iglesia, que impidió su exhibición hasta fines del siglo XIX.
También la representación de Jesús aparece tendenciosamente pagana por lo musculoso y sensual, desafiando las representaciones tradicionales, incluso sin barba.
Gracias a la claridad de las imágenes que se logró en la última intervención restaurativa, resaltaron también un símbolo significativo en el brazo izquierdo de Aminadab (uno de los antepasados de Cristo), que se encuentra pintado sobre el lugar donde se situaba el trono papal de Julio II. El símbolo mencionado es un “círculo amarillo” en el manto (manga) del personaje, similar a la insignia amarilla de la vergüenza que en 1215 los judíos estuvieron obligados a coser en sus prendas por orden del Cuarto Concilio de Letrán. También se interpreta en la posición de su mano el gesto obsceno de la cornamenta satánica.
Diríamos que lo más sorprendente termina siendo la manera en que Miguel Ángel logró eludir la censura papal creando imágenes linderas a la burla, como la de los dos judíos situados en el Paraíso, muy cercanos a la figura de Jesús, “señalados” por un Ángel con atuendo rojo. A estos personajes se los reconoce por sus típicos rasgos genéticos, pero especialmente porque uno de ellos tiene un sombrero amarillo, usado por los judíos en la Europa medieval (en color blanco o amarillo), inicialmente por elección; aunque a partir de 1215 fue obligatorio para los judíos varones que debían emplearlo fuera del gueto para “distinguirlos de los demás”.
El otro también tiene sombrero, pero en este caso es el de “dos picos” que los varones judíos estaban obligados a vestir en alegoría a un prejuicio medieval, ya que se suponía que los judíos descendían del diablo y tenían cuernos. Esta significación estaría también expresada en la maravillosa escultura del mismo autor: el Moisés, donde en su cabeza ostenta dos notables y extrañas “protuberancias”, que algunos implican en esta misma interpretación, aunque –como se verá más adelante-, está totalmente equivocada.
Debido a que los judíos empleaban tradicionalmente su cabeza cubierta, la controversia sobre si el uso del sombrero fue o no discriminatorio se define cuando pasa a ser “obligatorio”, por ejemplo en 1267, en Viena. En otras regiones esto dependía de la voluntad de los gobernantes, pero en términos generales tenía características segregacionistas ya que incluso el Papa Pablo IV determinó en 1555 que en los Estados Pontificios el “modelo” de los sombreros debía ser “de pico” y amarillo.
La personificación de dos judíos en el círculo de los justos es una representación severamente blasfema a la que se arriesgó Miguel Ángel, ya que según la Iglesia de la época, los semitas estarían privados de recompensa celestial.
El profesor Enrico Bruschini es un renombrado experto en historia y arte del Vaticano, que ha producido el prólogo para el libro de los investigadores mencionados, diciendo que los frescos contienen un mensaje místico perdido de amor universal. Y concluye: “Llegaremos a apreciar, tal y como subrayan los autores, que el auténtico mensaje de Miguel Ángel es el de un puente tendido entre las dos creencias, el judaísmo y el cristianismo, entre la humanidad y Dios, y, quizá el más difícil de todos, entre cada persona y su ser espiritual”.