Irène Némirovsky, escritora de lengua francesa nacida en Kiev, en una familia burguesa judía, convertida al catolicismo, detenida, deportada y asesinada en agosto de 1942 en Auschwitz, es la autora de la novela Suite francesa, editada por Penguin Random House en octubre de 2023. Una descripción sobre los comienzos de la ocupación nazi de Francia hasta la partida de las tropas alemanas en el momento de la invasión de Rusia en 1941. Un ambicioso retrato de época -he aquí su paradoja- sin ningún personaje judío.
Némirovsky nació el 11 de febrero de 1903 en lo que actualmente es la capital de Ucrania . Era una niña rica con un modo de vida privilegiado pero que, después de la Revolución de 1917, tras la amplitud cada vez mayor de las manifestaciones de antisemitismo, debió exiliarse junto a su familia. Primero en Finlandia, luego en Francia, donde Némirovsky llegó cuando tenía casi veinte años. Allí estudió Letras y publicó sus primeras novelas El malentendido (1923) y David Golder (1929), su primer éxito centrado en el trágico destino de un financista judío.
Antes de su deportación, su esposo, Michel Epstein, había entregado a sus hijas -Denise, de 13 años, y Elisabeth, de 5- un manuscrito inédito de su madre guardado en una maleta. Se trataba de Suite francesa, de la cual Denise Epstein cuidará durante más de seis décadas, antes de publicarlo en 2004, sesenta y dos años después de la muerte de Némirovsky. De ese manuscrito hay dos versiones: la publicada en 2004, y otra que fue descubierta en 2013 y que cuenta con los prólogos de Nicolás Dauplé, nieto de la autora, un prefacio de Olivier Philipponat, experto en la obra de la escritora, y un posfacio de Teresa Lussone, filóloga e investigadora italiana quien examina cuidadosamente la transición de una versión a la siguiente, revelando el trabajo de la autora y su proceso creativo.
En 1940, refugiada junto a su familia en Issy-l’Évêque, pueblo ocupado por los alemanes, redactó un proyecto de novela en cinco partes, de las cuales solo las dos primeras serán publicadas en un único volumen bajo el título de Suite francesa: la primera lleva el título de Tempestad en junio, donde narra el caos y la huida sin rumbo de algunos franceses cuyos recorridos se cruzan en las rutas del éxodo, y una segunda parte, Dolce, en la que explora de un modo casi suspendido en el tiempo, todos los matices de Bussy, un pueblo ocupado por los alemanes, donde ahonda en la complejidad de las relaciones entre los ocupantes y los ocupados, explora temas como la colaboración, la resistencia y el amor en tiempos de guerra. Suite francesa relata sin complacencia y casi en simultaneo, el estado de ánimo de los franceses tal como la autora los percibe a comienzos de 1940.
A lo largo de la novela cruzaremos, entre muchos otros personajes, a los Péricand, una familia burguesa diseminada por la guerra, que huye del avance alemán en París y cuya preocupación principal es preservar su rango social entre una multitud de anónimos. También seguiremos el itinerario de Gabriel Corte, un escritor fracasado, egoísta y oportunista preocupado ante todo por salvar sus manuscritos; la granjera Madame Labarie y sus hijos; o el personaje de Lucile Angellier, cuyo marido cae prisionero y que se enamora de Bruno Von Falk, un oficial alemán, músico y de gran cultura.
Inacabado, el libro deja en suspenso el destino de la mayoría de estos personajes que la novela tiende a unificar y que se cruzan, se encuentran y se enfrentan de manera frecuente a causa de la guerra. En una de sus notas transcriptas en el prefacio, Némirovsky avanza su proyecto de escritura: “Unos pocos días de junio vividos por mucha gente… Campesinos, grandes burgueses, funcionarios, políticos, ancianos a los que se olvida, a quienes se decía respetar, pero se abandona como a perros, madres que muestran una resistencia y un egoísmo prodigiosos para salvar a sus pequeños. Vidas corrientes en su rutina cotidiana y, luego, cómo se comporta cada uno durante los bombardeos, durante la huida. ¡Sí, pero para escribir bien esas dos novelas necesitaría libertad y diez años de vida asegurada!”
Otros de los temas abordados es el odio de clase, muy presente, como cuando escribe sobre uno de los personajes: “En el fondo de su corazón había como capas de odio que se superponían sin confundirse: la de la campesina que de manera instintiva detesta a la gente de la ciudad, la de la criada cansada y amargada por haber vivido en casas ajenas y la de la mujer fea y mal vestida que envidia a las burguesas ociosas y acicaladas”.
O cuando el escritor Corte dice a propósito de la gente que cruza en el camino: “La fealdad, la vulgaridad, la espantosa mediocridad de esta muchedumbre penetran en mi cerebro, se graban en él, me degradan, me matan porque yo solo puedo crear belleza”. Némirovsky tiene también una mirada a la vez sarcástica y lúcida que la lleva a describir con humor ciertas situaciones o rasgos del carácter de un personaje, como cuando Florence, la amante interesada del escritor mundano Gabriel Corte, elige llevar en su equipaje sus productos de belleza en lugar de los manuscritos de su enamorado.
Por otra parte, sobre la ocupación alemana, la autora observa la variedad de las apreciaciones de los habitantes de diversas capas sociales. A través de los pensamientos, gestos y reacciones de muchos de sus personajes se manifiesta la incertidumbre de la guerra. Como cuando el narrador escribe: “…porque en esa época, se esperaba que intentaran invadir Inglaterra en cualquier momento”.
Las dificultades dolorosas ante las opciones que se les presentan, la obligación de decidir qué actitud tomar ante una situación de ocupación, el deseo de paz, la búsqueda por escapar de la guerra, son otros de los temas que atraviesan toda la segunda parte de la novela y la convierten en una obra de gran ambición. Guerra y paz y Anna Karenina de Tolstoi, fueron algunas de sus fuentes de inspiración.
La autora describe con cierta afinidad las contradicciones íntimas de las personas y ese vínculo invisible que une a los franceses prisioneros de un mismo destino. “En el caso de Tempestad -escribe Teresa Lussone en el posfacio- los destinos individuales están unidos por la experiencia común del éxodo, que no perdona a ninguna clase social, ni siquiera a la mas privilegiada”. Se focaliza en mostrar las múltiples contradicciones -¿las suyas?- que recorren las vidas de personas enfrentadas a los sufrimientos de la guerra en los comienzos de la ocupación alemana.
Irène Némirovsky pudo esperar que sus contribuciones a la literatura francesa le otorgarían un estatuto de excepción y los salvarían a ella y a los suyos de la suerte de los judíos extranjeros. Pero esto no sucedió. Las experiencias de sus dos hijas, Denise y Elizabeth, de doce y cinco años respectivamente en 1942 y que vivieron un año escondidas en la casa de la madre de su niñera hasta que sus padres las recuperaron en junio del ‘40, muestran cómo cada una intentó reconquistar una memoria materna y literaria contra la destrucción y la muerte: Denise guardó los manuscritos, Elizabeth publicó su biografía (El mirador).
La pregunta que nos deja la trayectoria trágica de Némirovsky es, sobre todo, una pregunta sobre la asimilación de una familia judía francesa. Nada más actual, cuando el periodismo francés habla de un “antisemitismo cotidiano”.
De todas las novelas de esta escritora judía de origen ruso -a quien el régimen de Vichy (régimen xenófobo y antisemita que gobernó Francia durante la Segunda Guerra Mundial) le denegó en varias ocasiones su solicitud de nacionalidad francesa, que su conversión al catolicismo en 1939 no protegió ni de las leyes raciales, ni de la deportación, ni del asesinato en Auschwitz-, la única que obtuvo un inmenso éxito mundial póstumo fue Suite francesa. Una novela y una trayectoria personal que nos arrojan un interrogante mayor: cómo huir del destino colectivo sintiéndose visceralmente ligada a él.