Se los piensa como un objeto artístico y también como una manualidad refinada. Lo cierto es que los “book nooks” son una especie de pequeñas “escenografías” tridimensionales que se han vuelto enormemente populares en distintas ciudades del mundo y que reconstruyen fragmentos de alguna historia de ficción, habitualmente literaria, o de alguna historia personal.
En la Argentina comenzaron a hacerse conocidos a partir de la tarea de artistas como Giselle Lalo, que los descubrió hace poco más de un año y los adaptó para ofrecer opciones que van desde recreaciones de Harry Potter, Cortázar o Borges hasta diseños personalizados que recrean mundos imaginario o reales.
Los “book nooks” aparecieron en la vida de Giselle Lalo de manera azarosa, pero como sucede en muchos casos, lo contingente hizo asomar una nueva vocación y disparó un cambio de vida. Hace poco más de un año, tras un viaje por Europa su hijo regresó con un regalo para ella: “Esto junta todo lo que vos hacés”, le dijo mientras sostenía en sus manos uno de estos objetos tan visualmente convocantes por la sutileza de su composición estética. “Efectivamente era verdad. Era algo totalmente desconocido”, recuerda la artista.
Los orígenes de estos objetos artísticos se remontan al siglo XIX, cuando se conocían como “dioramas”. Eran modelos a escala que representaban viñetas de la vida real o de la naturaleza. Con el tiempo, las temáticas se expandieron y se incluyeron escenas literarias de libros clásicos. Gracias a las redes sociales, este objeto artístico y pequeño se hizo cada vez más conocido. Ahora mismo, una simple búsqueda a través de Mercado Libre alcanza para saber que los más accesibles se consiguen a partir de los 22.000 pesos y que, de ahí para arriba, hay para elegir.
El teatro, las manualidades, las artes plásticas y la literatura confluyeron en la formación de Lalo para dar origen a estos “book nooks” que ofician de objeto decorativo, separador de libros y también una obra de arte en sí misma que condensa ideas en un pequeño rincón (en inglés nook). El book nook “es un pequeño escenario, puede ser un camarín, una biblioteca, lo que sea, pero sí es un pequeño escenario”.
La artista nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1966. Cuando repasa su recorrido artístico, señala que fue largo. “Tengo 57 años y trabajo en el arte desde los 15, así que pasaron muchas cosas -destaca-. Siempre estuve relacionada con todo lo que era manualidad y creatividad. El teatro y el canto. Soy doblajista, clown, hice magia y me gusta mucho leer. Tengo la sensación hoy que todo eso se conjugó para que yo haga esto”, observa Lalo.
Lalo cuenta que durante muchos años tuvo talleres en Palermo y unos meses antes de la pandemia se volvió muy díficil solventar los gastos. Dio de baja el alquiler y trasladó el taller a la casa de su tía, que tenía una habitación muy grande disponible. Con la pandemia, mudó todo a su casa, donde actualmente su living se fusiona con cuadros, maderas, porcelanas y pinturas.
“Siempre me gustó lo personalizado. Me parece que eso tiene una riqueza”, subraya Lalo y recuerda su primer book nook: “Fue un estudio de danza que tenía un espejo, una barra muy despojada, unas zapatillas de ballet, unos discos de música clásica y la luz”.
Al estudio de danza le siguieron muchos otros book nooks: de Harry Potter, Cortázar, Borges y más. Las personas se dieron cuenta de que era más importante regalar “una emoción que un simple objeto”; una revelación aconteció en la pandemia. “La gente no podía ir al shopping a comprar ropa, ni probarse, ni cambiarla. La única forma era regalar desde el afecto”, explica la artista.
En su historial de producción no hay dos book nooks iguales, aunque puedan compartir el tema. Porque, en caso de que a la persona agasajada le guste por ejemplo el personaje de Hermione (de la saga Harry Potter) no faltará su varita, pero si en cambio la idea es incluir la golosina preferida, entonces aparecerá otro detalle que resignificará el escenario. “Cada uno tiene su guiño personal”, subraya Lalo.
La artista se presenta en Instagram como @yonocoso.arte. Allí, comparte sus producciones temáticas inspiradas en Harry Potter, Notting Hill, Alicia en el país de las maravillas, equipos de fútbol o figuras del espectáculo.
“Es un rincón entre libros. Está pensado originalmente para poner entre los libros”, define la artista. Cuenta que, a veces, el regalo tiene destinatarios que no disponen de bibliotecas. “‘¿Y qué hago?’, preguntan. Yo respondo que lo pongan en una mesa, o donde quieran”, explica.
Cada book nook tiene detrás un proceso de documentación. Una vez que está clara la idea, Lalo pone manos a la obra. Prepara los papeles para imprimir, moldea objetos a mano, confecciona elementos con porcelana y une con pegamento las miniaturas. Si una biblioteca, por ejemplo, tuviera un potus que cae desde una de las repisas, Lalo recrearía con porcelana las hojitas. Para ampliar la profundidad de la escena del book nook, la artista coloca un espejo por detrás. También agrega objetos que le gusten a las personas: el celular o algún elemento relacionado con su trabajo. Si es médico, a lo mejor, incluiría un estetoscopio.
El tiempo de producción estimado es entre 20 días y un mes. Por ahora, tiene tantos pedidos que a los nuevos recién podrá entregarlos en marzo. La confección es enteramente de ella. “Siempre tuve asistentes hermosas que me han ayudado en mi taller, pero por ahora no encontré para qué y no puedo delegar porque yo sé qué es lo que quiero poner en un book nook. Tal vez puedo darle a alguien para que me arme los libritos pero todo lo demás lo modelo yo y necesito conectarme con eso”, explica la artista.
Los materiales de los book nooks son diversos. Desde una caja o estante, a materiales de cartón, papel, goma eva hasta pequeños objetos y accesorios que pueden estar diseñados con porcelana. Son fundamentales el pegamento, la tijera, y los pinceles. La clave está en los detalles.
Cuando Lalo conoció estos objetos peculiares, buscó información y empezó a documentarse. “Notaba que eran muy caseros o muy apurados, cortados a laser, todos igualitos, que está genial pero a mí no me atraviesa”, señala la artista, que en cada trabajo se preocupa porque los book nooks sean personalizados y tengan protagonismo los detalles”, dice.
Los precursores de esta nueva faceta artística fueron las miniaturas que ya confeccionaba desde tiempo atrás. “Fueron apareciendo en la utilería teatral y en las decoraciones para las fiestas. Después esas miniaturas se plasmaron más que nada en cuadros con fotos”, recapitula la creadora.
Lalo trabaja con una medida estándar: aproximadamente 22 centímetros de alto, 19 de ancho y 9 centímetros de espesor. “A eso hay que agregarle el aparatito que va atrás, que viene con pilas”, detalla la artista y ofrece precisiones de distintas objetos: “Un mate, por ejemplo, mide 2 centímetros, un termo; 4 centímetros, y los libros, entre 3 y 3.7 centímetros”.
Además de los materiales y el ojo clínico, el secreto de un buen book nook está en escuchar a quien lo encarga. “Necesito hablar por teléfono, escucharte, que me cuentes para quién es. No es lo mismo para un hermano que para una pareja, que para un hijo. Necesito que te involucres, porque si no se regala un cajón lleno de cosas que no tienen alma ni corazón. El corazón lo pone el que lo regala porque es quien te conoce”, dice Lalo. Por eso, dedica varios intercambios a la confección de un book nook, para poder traducir los sentimientos y rasgos de la personalidad del agasajado en objetos que compongan la obra.
Sobre la tensión entre el arte manual y el digital, Lalo se muestra conciliadora. “Uso mucho la parte digital, primero porque me encanta la tecnología, uso mucho la computadora porque hay cosas que diseño ahí, para después imprimir en el tamaño que me gusta”, responde.
Sin embargo, cree que la cuestión cambia con la utilización de la Inteligencia Artificial que licúa o elimina imperfecciones que resultan un aporte artístico a los book nooks. “Los libros pueden tener una puntita levantada, puede que estén sus hojas amarillas. No es un pedazo de telgopor”, explica y recuerda que una vez una clienta, sin ánimos de ofender pero con crudeza, le dijo: “Al final lo que vos hacés son papelitos pegados en cositos”. “Es verdad, ¡pero qué papelito!”, se defendió Lalo.
Con información de Télam S.E.