Carla Guelfenbein vivió un amor salvaje y escribió sin pudor: “Erotizar al lector no es difícil”

En su novela “La naturaleza del deseo” la escritora chilena apuesta a una pasión que puede ser incorrecta y causar dolor. Aquí, dice que sin riesgo no hay vida y que las regulaciones en el amor son medievales. Cuenta que su libro excita a los lectores.

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La escritora Carla Guelfenbein y
La escritora Carla Guelfenbein y una exploración sobre el deseo.

No, Carla Guelfenbein ya hace mucho que no vive en Londres -como la mujer apasionada de su última novela- pero sí, vivió allí y no cualquier tiempo: la novelista chilena llegó a Inglaterra a los 16 años con sus padres, que huían de la dictadura de Pinochet. Allí fue a la Universidad, se hizo adulta. Así que conoce bien Inglaterra, tiene lo que hace falta para saber cómo es la vida de S., el personaje de La naturaleza del deseo.

Guelfenbein sabe de Londres pero sobre todo parece saber del deseo. Con mayúsculas, el DESEO. Ese que te cura o te mata. O, más bien, te cura Y te mata.

Porque de eso se trata -lo dice el título- La naturaleza del deseo. De un deseo que recuerda un poco al que atraviesa a la mujer de Los daños materiales, la novela que Matilde Sánchez publicó en 2010. Sin pudor, sin autodefensa, un deseo que se regodea en la caída.

Y, en este caso, un deseo que -esto lo digo yo, Guelfenbein lo va a discutir- viene a salvar a S. tras una tragedia: se murió su hijo y, después, se separó de su esposo. Demasiado sufrimiento para esa pareja. “No podíamos soltar el dolor, no queríamos dejarlo ir. Mientras este permaneciera ahí, intacto, Noah seguiría con nosotros. Olvidarlo siquiera por un instante era hacerlo desaparecer de una forma aún más definitiva que la muerte”, narra S.

“Si iba a eludir ese roce de piel con piel, ese deseo bruto, el proceso del contacto erótico, mejor escribía otra novela”

Así que bueno, las cosas terminan. Y entonces S. -una escritora chilena que vive en una Londres donde -cómo no- llueve y llueve, conocerá a F. No sé si es una buena noticia.

Sobre estas cosas la autora de esta historia -y de las detalladas descripciones sexuales que la conforman- se sienta a conversar con Infobae Leamos. En el café de un hotel en Buenos Aires.

Al final de la charla vamos a hablar de hasta dónde se puede ir con estas cosas en la novela. Así:

-¿Tuviste alguna precaución para que el personaje no se pasara de rosca? Digo, cuando la ata prácticamente le pide permiso.. es un juego.

-Es un juego, es un juego, ¡es un juego!

Dirá, casi gritando.

Pero para eso falta un rato, la charla se irá calentando lentamente, falta que hablemos de las relaciones en nuestros tiempos y que me diga que “el famoso poliamor resulta como tan moderno, ¿no? ¡Que modernidad, podemos tener varios amores al mismo tiempo!” Falta que termine contando que tuvo un amor del calibre del de novela. Y otras cuestiones.

Mejor empecemos desde el principio.

-Me llamó la atención en la novela la idea del deseo como salvación, incluso de salvación de un pozo tan profundo como la muerte de un hijo.

-Creo que la palabra “salvación” no es precisamente la palabra que yo usaría. A ver... este personaje viene de de vivir un la muerte de un hijo y y entra en esta vorágine que ya tú conoces, pero yo creo que es el deseo como una fuerza motriz, como una fuerza que te saca, como un torbellino, casi como un mecanismo. El deseo es una fuerza motora gigante que remueve No necesariamente como salvación. Hay una particularidad que tiene que ver con el deseo y es que transcurre desde que tú deseas hasta el instante en que ese deseo está cumplido. Y en ese lapso se produce el deseo, el deseo de lo que no tienes. Una vez que lo tienes, quiero un café caliente, te tomas el café caliente...

-Y después quiero otro.

-Mmm no... El deseo es transitorio, es un estado transitorio, es un tiempo finito que ocurre entre el instante que deseas y el instante en que ese deseo de alguna manera es satisfecho. Después puede volver de nuevo. El deseo es efímero, es transitorio, es un estado que pasa, por lo tanto no es la salvación. Por eso yo te digo que no es que yo me esté alejando de tu pregunta, sino que la salvación tiene esa connotación de definitivo...

“Todas esas restricciones lo que están intentado es resguardar el corazón de cada uno y que no se desangre”

-Y sí, salís, te salvás. De una depresión... No te salvás para siempre pero..

-Aquí es el desafío. Es el trasladar las emociones desde el lugar de la pérdida al lugar de la conquista. Más, en este caso, el hecho de tener que salir de su entorno, que es importante.

-Ellos se van encontrando por el mundo; en general no se dice en qué ciudad pero más o menos uno puede darse cuenta. Cartagena, Sitges, París...

-Nueva York. Pero las ciudades no tienen nombre y los personajes tampoco.

-¿Por qué?

-Porque el protagonista es el deseo. Yo al principio pensaba escribir un ensayo-novela. Me demoré muchísimo en escribir esta novela... cinco años. Creo que con la que más me he demorado y es tal vez la más simple. Era complejo.

-El deseo acá es cualquier cosa menos dulce.

-No, ni el amor romántico, nada.

-Y la descripción... son escenas muy explícitas.

-Eso también fue... complejo.

-A ver...

-A ver: esta es la novela que yo quería escribir. Tampoco es que yo derivé en una novela explícita. Yo quería que fuera así porque, porque si no, ¿para qué iba a escribir esta novela? No tenía ningún sentido. Si iba a eludir la esencia que es ese roce de piel con piel, ese deseo bruto, el proceso del contacto erótico. Si iba eludir eso entonces mejor escribía otra novela porque creo que eso es la parte central. Es central en la novela no eludir eso, estar ahí presente. Porque creo -queá sé yo, yo no soy lectora de la novela, yo soy la escritora de la novela-, siento que la única manera de entender es estando ahí, que uno de como lector pueda estar dentro de ese cuerpo.

La chilena Carla Guelfenbein. (Foto
La chilena Carla Guelfenbein. (Foto Sergio Alfonso López)

-También un poco a través de lo que pasa en la cama uno empieza a darse cuenta de que la historia se va a ir al diablo.

-Cómo empieza el poder, cierto dominio.

-Claro, que también puede ser excitante. Abrís esa puerta: todo es horrible y también excita.

-Exacto. Esto me lo han dicho mucha, mucha, mucha gente: es una novela que erotiza. Yo quería esa fuerza. Es una novela erótica que produce eso. Estaba la posibilidad de eludir eso y hacer una suerte como de novela “mujeril”. O escribir una novela vulgar también. Novelas eróticas hay ochocientas mil. En los sex shops hay películas, novelas, no sé. Erotizar al lector no es difícil.

-Lo dífícil es...

-El punto es cómo, dónde. Si tú te das cuenta, en la novela lo físico está siempre directamente relacionado con lo emocional. O sea, hay siempre un correlato de lo emocional, cómo se siente lo que está pasando, cómo se siente esta relación de poder que él empieza a ejercer sobre ella, que es excitante sexualmente, pero psicológicamente... se empieza a entender ciertas cosas. Entonces, ese correlato psicológico es el que aleja esta novela de la pornografía. Porque todo tiene un impacto en sus emociones, que no siempre son claras. Son emociones confusas. Algunas mujeres me escribían “qué boluda esta mujer”, o las chilenas: “qué huevona...” Y después.. “que siga, que siga”. O sea, se produce esa sensación de que ella se está metiendo en un pantano. Pero eso empieza a ser excitante y es vida, es energía, es vida, no salvación pero sí excitación. Ese es el de la vida, que es un poco lo que hace ella, no?

-Cómo resulta todo eso en esta época de relaciones virtules y corrección política? Y, en definitiva, esta es una historia de un hombre con una amante a la que le miente...

-Yo siento que hay una reivindicación de la pasión de alguna manera. Hay una paradoja gigante en el mundo moderno con el amor. Por ejemplo, el famoso poliamor que resulta como tan moderno, ¿no? ¡Que modernidad, podemos tener varios amores al mismo tiempo! Pero es terriblemente autoritario. Está regido por restricciones, por acuerdos, incluso en ciertos casos por acuerdos firmados en los cuales se establece cómo se va a producir ese poliamor, cuáles van a ser los márgenes, bueno. Por lo tanto, es terriblemente reglado, no? Y arreglado Por qué? Porque en el fondo es un resguardo al dolor.

Erotismo. Guelfenbein escribió una novela
Erotismo. Guelfenbein escribió una novela explícita.

-Claro.

-Todas esas, todas esas restricciones que lo que están intentado es resguardar el corazón de cada uno y que no se desangre. Y bueno, y lo que yo digo es que eso no sirve, eso no es moderno. Eso es terriblemente convencional para mí. Es casi como de la Edad Media.

-E inútil.

-Inútil. No es que yo haya escrito una novela para implantar una tesis pero hay algo atrás. Yo creo en ese amor. O sea, yo viví un amor parecido, no ese amor. Pero sí puedo decir yo viví un amor de esa intensidad. Y digo “qué suerte que he tenido de haber vivido ese amor con esa intensidad” No lo viviría de nuevo, eh.

-¿Cuántos años tenías?

-Menos de 50. 46. 47.

-¿Y dónde vivías?

-En Chile. No, no, no soy ella. Pero la hice escritora; podría haberla hecho cualquier cosa. Me gustaba ese juego. También sé que uno tiene que jugar. Yo escribo ficción. Pero de pronto también es divertido engañar un poco, no? Y eso de que sea escritora, de que sea mujer, de que viva en Londres en el mismo barrio donde yo viví cuando vivía en Londres...

-Sugiere.

-Es como sugerir. Y por supuesto que en Chile, donde me conocen, produjo mucho morbo. Pero hay una decisión narrativa que tiene que ver con que no importa quienes son ellos y no importa la ciudad en que estén porque siempre, como ella dice estamos siempre en el mismo cuarto, enfrentados con los mismos cuerpos, con nuestro mismo ego, con nuestra misma carencia.

-Me hizo acordar a un libro de este año de Carolina Sanin, Tu cruz en el desierto. Es una relación muy muy apasionada pero nunca se ven en persona. Ella está desesperada por verlo; él vive muy lejos, en China, pero cuando viene a la zona -ella está en Colombia- tampoco la ve.

-Guau. Hay algo que tiene que ver con mi personaje... acá se ven y se acuestan pero finalmente hay un espacio de él que queda vedado. Es totalmente egoísta.

-¿A vos te parece que hay algún cambio en las masculinidades o seguimos siendo así?

-Yo no sé. Veo a los hombres muy ahí todavía. A pesar de que... A ver, yo tengo un hijo de 26 años. Guapo, que ni te digo de guapo. Y tiene muchos problemas con las chicas porque no sabe... Está transitando en un territorio que le resulta muy difícil de entender. Él tiene clarísimo el cuento del abuso, el cuento de la transgresión con una chica, entonces no quiere ni siquiera insinuársele porque podría estar cometiendo un pecado de transgredir límites que tampoco entiende muy bien cuáles son. Están cambiando pero con mucho dolor.

-¿Y se van a perder todas estas cosas? La salvajada del amor, digo.

-La salvajada. El amor también viene con dos elementos. Dos elementos que less hace muy difícil vivir el amor de una manera plena. Uno, este este terreno aún no trazado entre el hombre y la mujer, un terreno que se está en formación. Y, por otro lado, el tema del dolor. Entonces: riesgo, cero; vida, finalmente, cero.

-¿Tuviste alguna precaución para que el personaje no se pasara de rosca? Digo, cuando la ata prácticamente le pide permiso.. es un juego.

-Es un juego, es un juego, ¡es un juego!

-Peor es cuando le dice “no salgas de la habitación”.

-¡Muy bien! No hagas, no sonrías, a quién vas a ver. Eso es salvaje.

Ficha

Título: La naturaleza del deseo

Autor: Carla Guelfenbein

Editorial: Alfaguara

Precio (en Argentina): En papel: $18200 En digital: $3836

La naturaleza del deseo (Fragmentos)

Cuando por fin entramos a nuestro cuarto, F dejó mi maleta en el suelo y me abrazó. Escondí el rostro en su hombro. Sentí que llegaba a un sitio que ya conocía. Un sitio familiar y deseado.

...

Ahora ambos estamos tendidos de espaldas en la cama, una pierna mía sobre la suya. Me cuenta que su padre dejó a su madre cuando él tenía doce años. Una tras otras se sucedieron las novias, todas de huesos largos y tez clara. Yo le cuento que mis padres tenían siempre las maletas preparadas, esperando el momento en que Pinochet fuera destituido o asesinado. Las guardaban bajo las escaleras y de tanto en tanto mi madre sacaba la ropa, la lavaba y la volvía a su lugar. Durante diez años. Los primeros diez años de mi vida.

...

Experimentábamos la continuidad de nuestros cuerpos, pero no porque estuviéramos fundidos —como dicen los malos poemas— sino porque cada uno podía buscar y explorar la forma de satisfacción que se le antojara, sabiendo que el otro lo seguiría. Nunca entendí mejor que entonces que el sexo es acerca de uno mismo. Cuanto más crece el gozo, más se vuelve el otro un sueño

Quién es Carla Guelfenbein

♦ Nació en Santiago de Chile el 30 de noviembre de 1959.

♦ Se exilió con sus padres en Londres en 1976, debido al golpe militar de Pinochet.

♦ Estudió biología en la Universidad de Essex, especializándose en genética de población.

♦ También estudió diseño en la Escuela de Arte Saint Martin, hoy Central Saint Martins College of Art and Design.

♦ Regresó a Chile en 1987 y trabajó como diseñadora, directora de arte y editora de moda.

♦ Comenzó a publicar novelas a los 40 años, su primera obra fue El revés del alma, editada por Alfaguara en 2002.

♦ Su novela Contigo en la distancia ganó el Premio Alfaguara de Novela en 2015. En 2022 esa novela fue censurada en Irán.

♦ Sus obras han sido traducidas a más de 14 idiomas.

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