La doctora en Historia estadounidense Erika Denise Edwards viajaba por Argentina durante el 2002 cuando algo le llamó la atención: “Al ser una mujer joven negra en un país muy blanco, resaltaba. Personificaba al ‘otro’. Al principio, me sentía incómoda, pero luego me di cuenta de que mi negritud no significaba lo mismo en la Argentina que en los Estados Unidos. Mi negritud, que, en los Estados Unidos, define mi identidad, se volvía invisible en la Argentina”.
En su libro Escondidas a plena vista, la profesora de historia Latinoamericana en la Universidad de Texas investiga la construcción que se hizo de la Argentina como un país blanco en el que la explicación más difundida ante la ausencia de personas afrodescendientes, según afirma, es: “No hay negros. Desaparecieron”. Pero, para enfocar su investigación, Edwards la acotó a la historia de las mujeres negras en Argentina.
Escribe la autora: “Mi foco en las mujeres afrodescendientes logra dos objetivos. Primero, su examen revela que, a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, las políticas sociales y las actividades económicas acrecentaron la invisibilidad negra, lo que las mujeres de ascendencia africana usaron en su búsqueda de blancura. Segundo, hace de las mujeres de ascendencia africana las protagonistas en lugar de las víctimas. Estas mujeres se liberaron de la ‘mancha’ de su color; de este modo, negociaron su propia invisibilidad”.
Editado por Prometeo, Escondidas a plena vista. Las mujeres negras, la ley y la construcción de una República Argentina blanca detalla cómo las decisiones sociales, maritales y sexuales de las mujeres afrodescendientes cambiaron para siempre la composición racial de Argentina.
Ficha
Título: Escondidas a plena vista
Autora: Erika Denise Edwards
Editorial: Prometeo
Precio (en Argentina): En papel: $10285
Así empieza “Escondidas a plena vista”
La investigación para este libro comenzó inesperadamente en 2002, mientras estaba estudiando en la Argentina. Al ser una mujer joven negra en un país muy blanco, resaltaba. Personificaba al “otro”. Al principio, me sentía incómoda, pero luego me di cuenta de que mi negritud no significaba lo mismo en la Argentina que en los Estados Unidos. Mi negritud, que, en los Estados Unidos, define mi identidad, se volvía invisible en la Argentina. A pesar de alentar a los argentinos a que me llamaran “negra”, encontraban para describirme otros términos como “morocha” (una palabra inofensiva para referirse a personas que tienen la piel más oscura) o “mulata” (una mezcla de ascendencia africana y europea). Aunque la mayoría de los argentinos se rehusaban a llamarme “negra”, eso no significaba que no usaran el término.
Al contrario, ¡escuché a los argentinos usar sin dudar la categoría “negro” para referirse a otros que, para los estándares estadounidenses, no se veían como fenotípicamente negros! “Negro” describía cariñosamente a los seres queridos o hacía referencia negativamente a los pobres. Ya sea usado como una expresión de cariño o una ofensa, “negro” se aplicaba a cualquiera que físicamente no se adecuara a la definición de blancura de la Argentina. Sin embargo, yo, una afrodescendiente, seguía siendo invisible a pesar de lucir fenotípicamente negra.
El irónico uso inclusivo y excluyente de “negro” despertó mi interés y comencé a explorar la historia negra de la Argentina haciéndoles a los argentinos la siguiente pregunta: “¿Qué pasó con la población negra?”. La respuesta más habitual que recibí fue: “No hay negros. Desaparecieron”. Seguí haciendo esta pregunta en los siguientes viajes a medida que desarrollaba mi investigación.
Recibí varias respuestas, por ejemplo, que el gobierno argentino usó soldados negros como carne de cañón durante las guerras de la independencia (1810-1819) y luego en las guerras civiles (1820-1861) y en la guerra del Paraguay (1864-1870); que los negros contrajeron fiebre amarilla y murieron; o que los negros migraron a Uruguay. Pero la frase más común formulada en la Argentina fue: “No hay negros. Desaparecieron”.
Con el tiempo, hice dos observaciones a partir de esta breve respuesta popular. Primero, la frase “no hay negros” perpetuaba el relato nacional de la excepcionalidad argentina. Muchos países latinoamericanos reconocen su diversidad étnica, ofreciendo a menudo un relato nacional de mestizaje (identidad mixta). Argentina no se ajustaba a ese modelo. En cambio, la imagen de la Argentina sigue siendo una excepción debido a la inmigración europea, que la convirtió en un país blanco en lugar de mixto.
Segundo, la respuesta “desaparecieron” sugería que lo que le ocurrió a la población negra seguía siendo un misterio. Si los negros desaparecieron, entonces, habían existido previamente. Sobre la base de estas observaciones, una población negra no se ajusta a la imagen nacional de la Argentina. Cuando reconocí este problema, modifiqué mi investigación.
Mientras que, anteriormente, tenía un enfoque estrecho que no permitía detectar una causa específica de la desaparición negra, comencé a examinar los orígenes de la invisibilidad negra, lo que terminó produciendo un estudio completo de la identidad en la Argentina. La invisibilidad negra es el proceso de “editar” o borrar las contribuciones de los afrodescendientes a la narrativa nacional. Como ha señalado George Reid Andrews, “la mayoría de los países pueden reconocer la esclavitud”, pero, después de la abolición, los descendientes de africanos “se integraron pacífica y exitosamente a una sociedad nacional, dejaron de existir como un grupo separado, identificable y ‘visible’”. Profundizar en las características que definen la identidad dentro de la Argentina reveló que la cuestión de la invisibilidad negra marcó la forma de construir las categorías raciales en el país.
La raza no es una característica fija en la Argentina: las condiciones políticas, económicas y sociales constantemente la forjan y crean una identidad que sigue en estado de flujo. Por ejemplo, la noción de blancura equivale a privilegio, riqueza, libertad y educación, y tiene sus raíces en el período colonial (entre los siglos XVI y XIX). A la inversa, la noción de negritud equivale a desventaja, pobreza, esclavitud e ignorancia, y también comenzó en el período colonial. Como resultado, la elección ideal para muchos descendientes de africanos, a lo largo de la historia de la Argentina, ha sido, cuando fuera posible, la blancura.
Escondidas a plena vista traza el ascenso de las afrodescendientes a la blancura, no solo a partir de una serie de decisiones tomadas por ellas mismas, sino también como un proyecto institucionalizado construido por las autoridades gubernamentales y eclesiásticas. Sostengo que la invisibilidad negra está arraigada en las relaciones íntimas creadas entre las afrodescendientes, por un lado, y los dueños de esclavos y sus familias, las autoridades eclesiásticas o las elites políticas, por el otro. Para examinar estas relaciones íntimas, me centro en las mujeres afrodescendientes debido al rol que desempeñaron en la casa, un espacio clave de la intimidad.
Mi foco en las mujeres afrodescendientes logra dos objetivos. Primero, su examen revela que, a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, las políticas sociales y las actividades económicas acrecentaron la invisibilidad negra, lo que las mujeres de ascendencia africana usaron en su búsqueda de blancura. Segundo, hace de las mujeres de ascendencia africana las protagonistas en lugar de las víctimas. Estas mujeres se liberaron de la “mancha” de su color; de este modo, negociaron su propia invisibilidad. Más aún, las mujeres de ascendencia africana aprendieron las reglas de la blancura y, cuando fue posible, mejoraron sus vidas y las vidas de sus hijos. Su decisión de adquirir blancura revela cómo algunas mujeres de ascendencia africana sobrevivieron a la esclavitud y lograron la libertad. Esta decisión no puede ser subestimada; la blancura significó una vida mejor para las mujeres de ascendencia africana que podían alcanzarla y, para algunas, esa fue la única opción.
Me centro en cómo las concubinas, las esposas, las madres y las hijas de ascendencia africana navegaron y aprendieron los contornos de la blancura y forjaron sus propias experiencias. Sin embargo, reconozco –y el libro lo detalla– que la blancura no estuvo a disposición de todas las mujeres de ascendencia africana. Algunas no adhirieron a las reglas del patriarcado y la blancura, y otras carecieron de las relaciones necesarias para alcanzarla. No obstante, rastreando la adopción de blancura de las mujeres de ascendencia africana, este libro examina los orígenes de la invisibilidad negra en la Argentina e incorpora la literatura existente sobre la invisibilidad en dos áreas: la periodización y el género.
Quién es Erika Denise Edwards
♦ Es doctora en Historia, escritora y profesora universitaria.
♦ La investigación de Edwards aboga por un nuevo aprendizaje del pasado negro de Argentina y los origines de anti-negritud en las Américas.
♦ Ha ganado varias becas para apoyar su investigación y abogacía. Algunos de ellos incluyen las becas Fulbright y Ford.
♦ Edwards ha escrito varios artículos, blogs, y op-eds como “Por qué Argentina no tiene más jugadores negros en el Mundial?” para The Washington Post.