Camila Fabbri, una de las plumas jóvenes más talentosas de la literatura contemporánea argentina, resultó finalista del Premio Herralde de Novela de Anagrama con La reina del baile, una historia concebida en un ir y venir temporal que construye, con una prosa punzante y gran manejo de la tensión, el desplazamiento de las relaciones entre unos personajes complejos que se mueven sin rumbo claro y oscilan entre el sarcasmo y la ternura.
El título del borrador original de esta novela era “No hay nadie”. Es un título que Fabbri viene mirando con ganas hace bastante tiempo, pero nunca le encontró el texto adecuado. Cuando supo que su historia había sido elegida finalista del Premio Herralde y que tenía un plazo de tiempo para la publicación, decidió que le iba a buscar el nombre perfecto.
Cuando no encuentra títulos, Fabbri apela a la música: “me funciona mucho Aspen”, dice, y se ríe. Una lista de temas retro la paseó por distintas canciones de los 80 hasta que dio con “Dancing Queen”, de ABBA. Y así llegó La reina del baile, un título que funciona irónicamente y por contraste con el espíritu de Paulina, la protagonista de esta novela.
Paulina no es una reina del baile: no se siente ni joven, ni linda, ni deseada. En una crisis de los casi 40 y tras una separación dolorosa, decide emprender un viaje al pueblo de donde es oriunda su amiga Maite. La protagonista de esta novela combina sarcasmo y ternura, arrastra la dualidad tanto como las contradicciones en casi todas sus formas y, mediante este personaje multifacético, Fabbri habla de la soledad, de los vínculos amorosos e incluso, de un modo novedoso y sin clichés, del deseo de maternar.
Camila Fabbri es escritora y directora teatral. Publicó Los accidentes, su primer libro de relatos, El día que apagaron la luz, su primera novela de no ficción y Estamos a salvo, su segundo libro de relatos. En 2021 fue seleccionada por Granta como uno de los mejores 25 narradores en español menores de 35 años. La película Clara se pierde en el bosque, su debut como guionista y directora audiovisual, fue estrenada en la 71.ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Ella se convenció, durante mucho tiempo, de que no era una escritora “de novelas”. Cuando tenía por delante textos más bien largos, empezaba súbitamente a aburrirse de sus personajes. Pero con Paulina le pasó algo distinto: nunca se aburrió. Y la historia llegó al final. Y la consagró. En un bar de Colegiales y recién llegada de España, Fabbri profundiza sobre el proceso de gestación de su obra.
-Empezaste a escribir La reina del baile en 2019 y se publicó en 2023. ¿Cómo evolucionó la historia en relación al paso del tiempo?
-El grueso de la novela lo escribí en 2019. Como todo proceso de libro llevó muchos años, después hubo tiempo de reescritura, por momentos lo abandoné porque me parecía que ahí no había nada. En un momento dado empezó la discusión interna de ¿es una novela o no? Un poco pensaba que no me gustaba escribir novelas, pero catalogar así también va un poco en contra de los procesos creativos.
-¿No te gusta catalogar lo que escribís?
-No inicialmente. Después el libro termina tomando forma y estoy de acuerdo con que haya sido una novela, pero decir “yo hago tal cosa o tal otra” creo que limita. Y arma esta idea de que el cuentista no escribe novela, que el novelista no escribe cuentos. Y creo que eso es un poco falso. De hecho esta historia empezó como un cuento que comenzaba con esta mujer que se despierta en su propio auto chocado. Después fueron apareciendo los elementos que necesariamente hicieron que la anécdota creciera hacia atrás.
-Entonces cuando empezaste a escribirlo no sabías dónde y cómo iba a terminar.
-No, fue surgiendo en el proceso. Incluso en un momento la novela terminaba con esa escena en la que ella está en el hospital, rodeada de gente.... y después vino esa especie de epílogo en el que se reencuentra con Lara. Tenía un cierre más lúgubre, pero después entendí que la novela podía ir a un lugar un poco más amable. El final es un poco más luminoso porque tiene que ver con algo más adulto, al menos desde mi historia personal, es una decisión más porosa y más optimista con el personaje. Quizás esos dos años de reescritura fueron la posibilidad de que ese final decante en algo más amable, que no suele ser como yo venía contando historias.
-Hay algunas lecturas que sostienen que La reina del baile es un libro feminista. ¿Lo considerás así?
-No. No hubo una búsqueda deliberada de encarar la historia en temas de agenda. Me parece que en realidad el enfoque está puesto en la vida de una mujer de “la mediana edad”, bueno, nosotros le decimos mediana edad a los treintipicos. Una mujer que recién se separa y que tiene una forma particular de ver las cosas que la rodean. Después es contingente lo que pasa: el encuentro con el adolescente en una fiesta... Lo que pasa ahí no es el estribillo de la novela para nada, es algo más que incluso ni siquiera se merece un lugar protagónico.
-De hecho en esa escena quizás, como lector, uno espera que la situación se vuelva más violenta y no termina pasando...
-No, eso no se termina instalando. Quizás es una forma de nombrar algo con lo que todas las mujeres convivimos y sin embargo la vida sigue. La novela no se derrama sobre eso. Después hay varias cosas que cruzan al personaje que no tienen que ver con el género femenino, ella no está ahí haciendo una guerra con el mundo. Es un recorte mucho más pequeño el que hago ahí, es un personaje al que le pasan muchas cosas.
-¿De qué modos tu actividad como cineasta, guionista y directora de teatro se entrecruzan o retroalimentan con la prosa?
-No sé si lo tengo tan claro. Siempre quise ser actriz, pero creo que la escritura fue tomando distintas formas conforme las personas que me fui encontrando y cruzando. En un momento tuvo un vínculo más con lo teatral. Después, debido a El día que apagaron la luz, Diego Dubcovsky me acercó la idea de desarrollar un guion para que yo lo dirigiera. Yo tenía cierto recorrido en el trabajo con actores en rodajes, y aunque nunca había dirigido sentí que podía hacerlo y tuve el equipo necesario. Hay un movimiento en Argentina de artistas que se van adecuando a distintas disciplinas, un grupo muy grande de gente que va del teatro al cine, del cine al teatro, de la narrativa a la dramaturgia. Es un grupo de gente de la misma generación, vamos trabajando en proyectos cercanos entre sí. Yo crecí viendo obras de Rafael Spregelburd, de Mauricio Kartun, películas de Martín Rejtman, de Lucrecia Martel, Rosario Bléfari. Hay algo de crecer viendo artistas interdisciplinarios que te da la sensación de que vos también lo podés hacer.
-En La reina del baile hay una construcción muy sutil del sarcasmo, Paulina tiene momentos de mucha gracia. ¿Hubo una intención en ese sentido?
-Sí, quizás al principio hubo una búsqueda un poco más tímida, y hacia las últimas reescrituras en algunas zonas eso se estiró un poco más, y me fui dando cuenta que estaba construyendo una mirada irónica sobre todo lo que la rodea, y por momentos también altanera sobre el resto del mundo. Ella se cree un poco por encima. Después del accidente eso se tuerce y se pone más vulnerable, se humaniza. Respecto al humor del que muchos me hablan no sé si fue buscado, y es algo que me suele pasar, pero quizás de eso se trata el humor: uno puede hacerlo sin notarlo.
-También hay un trabajo sobre lo que no se puede decir, sobre el lenguaje, la voz propia y la de otros personajes. ¿Qué sentidos tiene esto?
-La novela es un gran soliloquio, en eso encuentro algo de la escritura teatral, que fue en su momento muy primordial para mí. La voz de Paulina tiene algo de eso, casi la podés escuchar, y eso tiene mucho que ver con el teatro. Las dudas que tiene, si dice algo o no lo dice: está el presente y la velocidad de su cabeza ante todo y eso permite que aparezcan determinados silencios, deliberados, porque hay cosas que ella no puede decir. Es como si le hubieran subido el volumen de la cabeza y uno pudiera estar escuchando su banda sonora.
-De un modo sutil y sin miradas clásicas aparece también la idea de la maternidad: maternar como un acto que no implica necesariamente tener hijos.
-La idea de la maternidad aparece siempre de distintas maneras en las cosas que escribo. En Los accidentes desde el punto de vista de los hijos que tienen una madre que es de una u otra manera. En este libro, y también en la película, hay algo de personas que pueden maternar. Lo materno aparece desde distintos puntos de vista, con el personaje de Lara termina pasando algo de eso. Estamos en un momento en donde hay muchas mujeres que no tienen pareja o no quieren tenerla, y quieren ser madres, entonces me gusta pensar en qué dimensiones posibles hay para que eso pase. Todo cambia mucho fuera del cuerpo de una mujer, culturalmente y socialmente. Todo avanza y lo único que no cambia es lo orgánico. El tiempo para maternar quedó demasiado desfasado de la realidad. Lo orgánico termina teniendo algo hostil sobre las necesidades y los deseos de la mujer. Y creo que eso es una especie de angustia de época, quieras o no ser madre, está ahí y hay que atenderlo sí o sí. Tenemos celulares inteligentes para hacer todo y a su vez los tiempos para maternar siguen siendo los mismos. Eso, en esta época, me parece raro.
Fuente: Télam S.E.