Lo habitual, lo que se ha instalado en el inconsciente colectivo, es que las ciudades europeas medievales estaban sucias, olían mal y eran habitadas por personas que estaban sucias y olían mal. Han pasado más de quinientos años desde aquellas ciudades con tan mala reputación hasta nuestros días, y es ahora que una investigación revela que, al contrario de esa casi certeza generalizada, las ciudades de la Europa de la Edad Media estaban en mejores condiciones de las que pensábamos, habitadas por hombres y mujeres que se aseaban a diario, se lavaban los dientes y el cabello, lavaban su ropa con jabón y hasta se depilaban.
Esa idea sobre la falta de aseo surgió en el Renacimiento, época en que se elaboró un retrato pesimista del medievo, como una época carente de higiene y donde era habitual la pobreza, lo que se acentuó en obras de la literatura novelesca e histórica y más tarde se fue perpetuando con las películas del siglo XX.
La investigación de los historiadores Javier Traité y Consuelo Sanz reunida en el libro El olor de la Edad Media. Salud e higiene en la Europa medieval da cuenta de que la población se bañaba con regularidad y que se limpiaban las calles. En ese libro, los autores recurrieron a textos documentales y a restos arqueológicos que rebatieron esa idea. Los fueros de las ciudades, las crónicas de los reyes, los manuscritos médicos, la poesía cortés o los relatos humorísticos de la época también fueron objeto de estudio de los historiadores.
“Estamos viviendo en un imaginario equivocado. Está distorsionado. Algunas realidades son ciertas, pero eso de que era un momento repleto de porquería y fango no se corresponde con lo que encontramos en las fuentes”, explica Javier Traité. Una de las imágenes que circuló en muchas películas ambientadas en esa época es que las personas tenían la dentadura en muy mal estado, a tal punto que los dientes aparecen manchados de negro, lo cual no era así.
“Las fuentes nos hablan de la limpieza de los dientes, y la arqueología, que ha examinado dentaduras de todo del periodo medieval, lo corrobora en toda Europa. Primero, los tenían blancos; segundo, se veían pocas caries por la dieta y la escasez de azúcar. Esta se popularizó a partir del siglo XIV. Lo que sí aparece en los dientes es el desgaste debido a las piedras y la arena que queda al moler el pan”, señalan los investigadores, según publica el diario español La Razón.
Y siguen: “Tampoco tenían demasiado sarro. En los yacimientos, las cantidades de sarro poseen niveles razonables. El motivo es que la gente se lavaba los dientes. Masticaban raíces, como el regaliz, se cepillaban los dientes y recurrían a palillos dentales. Incluso fabricaban dentífricos. Existen un montón de recetas. Los hacen con distintos elementos, algunos con piedra pómez y otros con hierbas. Una de ellas usaba espina de sepia. Además, contaban con productos blanqueadores”.
Para la higiene personal, existían baños comunales y los germanos “tenían saunas y empleaban piedras calientes que generaban vapor. Se echaban cubos de agua y se limpiaban la piel con ramas y hojas”.
En cuanto a las ciudades, la investigación determinó que las calles no eran sucias. “La gente cuidaba las calles, aunque hubiera de vez en cuando algunas embarradas, pero lo normal es que estuvieran empedradas. Tenemos excavaciones con esos empedrados. Había una normativa para limpiarlas y contaban con personal. Tenemos quejas de vecinos por ensuciarlas y multas para aquellos que lo hacían. Es evidente que había ciudades con problemas, como Cracovia, Oxford y York. La edad media no es homogénea”, describen los autores.
Por otra parte si bien no había un sistema de cloacas, “en las aldeas no se acumulaban residuos. Las ciudades tenían letrinas y alcantarillado para las aguas menores, y si a alguien se lo ocurría arrojar el pis por el balcón, lo más probable es que le pusieran una multa”. Las deposiciones humanas se acumulaban en “pozos negros” y, junto a las de los animales, se recogían en carros o en barcos porque “eran un bien muy valioso, que servía de estiércol para el campo”.
¿A qué olía la edad media? “A humo”, coinciden los autores. “A leña, si se prefiere, porque las chimeneas de las casas estaban constantemente encendidas para cocinar y calentar las casas”. También olía a excrementos, porque “caballos, mulas y burros transitaban por las calles, que no estaban adoquinadas, y dejaban sus deposiciones”.
En cuanto a la vestimenta, “en el medievo, hombres y mujeres vestían una camisola interior de lino o de algodón, que recogía el sudor. Todo el mundo, ricos o pobres, tenía al menos dos. Las aireaban cada día y las lavaban como mínimo una vez a la semana. Además, se lavaba la ropa de vestir y la de cama poniendo un lienzo sobre una cuba de agua muy caliente y ceniza por encima que se colaba. Así se fabricaba la lejía y de ahí viene lo de ‘hacer la colada’”.
“Las mujeres se depilaban piernas, axilas y pubis. Usaban pinzas o rasuraban, pero también tenían depilatorios a base de, por ejemplo, cal, malvavisco, sangre de murciélago o bilis de cabra. Es posible que los hombres también se depilasen”, continúan los investigadores. En cuanto a hábitos relacionados con la cosmética, “en la edad media había recetas para blanquear la piel y quitar manchas y polvos para colorear las mejillas y los labios”.
Las mujeres no usaban ropa interior, por eso cuando tenían la menstruación “usaban telas sujetas a las caderas a modo de pañal con una especie de compresas de paño o musgo, aunque es posible que durante el periodo se quedaran en casa”.
Fuente: Télam S.E.