Un campesino llega a un tribunal, pero el guardián le impide la entrada. Así comienza y así concluye el relato “Ante la Ley”, de Franz Kafka. En el medio, cuando el campesino atisba a través de la puerta abierta hacia el interior de la sala, el guardián lo desafía a entrar a pesar de la prohibición. “Pero recuerda que soy poderoso –le dice–. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón hay otros tantos guardianes, cada uno más poderoso que el anterior. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo soportar su vista”. Así describía el autor checo, que también era abogado, su visión del sistema jerárquico judicial.
En Argentina, Mario Augusto Fernández Moreno es abogado y se desempeña actualmente como Secretario Federal del Juzgado Federal N° 1 de Bahía Blanca en la Secretaría de Ejecuciones Fiscales, aunque su formación y su especialidad corresponden al área penal y de Derechos Humanos. Este año publicó Dogmática, interpretación y crisis del Derecho Penal: una aproximación a los peligros de la interpretación a partir del nazismo, una reformulación de su tesis de Maestría en la Universidad de Sevilla.
El texto se concentra en la historia del nazismo para analizar su política judicial, más precisamente, los mecanismos por los cuales el régimen de Hitler conservó la estructura jurídica de la República de Weimar, pero también la debilitó en detrimento de su autonomía y a favor de legitimar sus propios objetivos y acrecentar su poder.
El período es especialmente ilustrativo de cómo un sistema puede corromperse y desvirtuarse no solo por sus características extremas, sino también porque está enmarcado en un principio, con la asunción de Hitler en 1933, un desarrollo que se prolonga hasta 1945 y una etapa final de revisión y pruebas con los Juicios de Nürenberg.
Fernández Moreno se enfoca en la noción de “interpretación” de las normas, la cual se estudia en Derecho con objetivos muy distintos que en terrenos más laxos como el psicoanálisis o la literatura. “En Derecho se estudia justamente para poder limitar la libre interpretación de las normas –explica– porque eso conlleva un riesgo: si cada cual puede sacar de un texto legal la conclusión que le plazca, puede hacer que una norma diga algo que no dice. Precisamente, la dogmática jurídica es la que se ocupa de analizar los textos para poder alcanzar cuál es su significado. Ahí es donde radican las claves esenciales para poder distorsionar lo que dice la ley”.
En síntesis, el libro busca entender “cómo puede ser que los jueces ignoren la letra de las leyes cuando irrumpe alguna cuestión política o ideológica. Eso es lo central y todo aspira a tratar de entenderlo y mi explicación gira en torno del miedo o la ambición”.
-¿Ambición que es también oportunismo?
-Sin dudas.
-Pero en la práctica, en la aplicación de las leyes, ¿se puede evitar la interpretación?
-La interpretación no es mala en sí misma. Todo el tiempo interpretamos las normas jurídicas los abogados, los jueces, los fiscales, todos los operadores judiciales tratamos de ver dónde encaja el caso que se nos presenta. Entonces cotejamos los hechos con las distintas normas que existen en el ordenamiento jurídico.
-¿Entonces en qué situaciones se produce una alteración de esas normas que existen?
-Vos tenés un texto escrito, que no va a cambiar. Solo puede cambiar cuando el intérprete empieza a jugar con los conceptos jurídicos y logra alterar el sentido original que tenía ese texto. Eso es lo que pasó con el nazismo. Arrancó con un código penal de la República de Weimar, pero a través de los intérpretes, todos jueces afiliados al nazismo o que compartían sus postulados, empezó a operar sobre el código penal y todas las leyes; fue algo transversal a la realidad jurídica del nazismo.
-¿Y en qué se veía eso que describís?
-Apelando a recursos como “el sano sentimiento popular”, decían “el que matare a otro, comete homicidio”. ¿Pero quién es “otro” [en esa formulación]? Ellos respondían que “otro” es el alemán de raza aria. De esa forma, en lugar de significar cualquier persona, en Alemania tenía determinada característica racial y de nacionalidad. Si se mataba a un judío, no era “otro”. Es un delirio, pero es básicamente lo que fue pasando.
-¿Qué era el “sano sentimiento popular”?
-Nadie sabía. El contenido lo buscaban en los postulados del nazismo, en los discursos de Hitler o en lo que salía en los diarios afines al partido nacionalsocialista. Cualquiera podía poner en ese “sano sentimiento popular” la llave para abrir o cerrar el significado que quisieran encontrar en una norma. Básicamente operó de esa manera lo que fue la distorsión del Derecho en Alemania. Pero cuando tenés una bajada de línea tan brutal para distorsionar las normas, aparece gente tan politizada e ideologizada, que en lugar de preservar las normas cree que su función es distorsionarlas. Y después hay mucha sutileza en cómo se relatan las cosas. Según lo que quieras transmitir, vas a contextualizar el dato en un lugar o en otro.
-¿Cómo debería la justicia contextualizar los datos?
-La justicia tiene que tratar de preservar el sentido original de las normas porque pasaron un procedimiento para que se aprueben, que es lo que garantiza los derechos de los ciudadanos. Cuando pasan por el Congreso y son aprobadas –lo mismo pasaba en la Alemania nazi–, están sujetas a la votación de quienes representan a toda la población. Por eso es tan eficaz el mecanismo de interpretación para distorsionarlas, más aún que cambiarlas, que fue lo que hizo el nazismo. Vos tenés un código penal, pero como no podés modificarlo porque no te dan las mayorías, además de que el procedimiento lleva tiempo porque hay que generar el proyecto, pasar las comisiones, etc etc., es más fácil nombrar un juez que sea afín o adicto y él, en el caso a caso, lo va a ir modificando. Y así se saltea todo el proceso legislativo.
-¿Y cada caso va sentando jurisprudencia?
-Ahí te das cuenta de la importancia que tiene una Cámara de Apelaciones o la Corte Suprema: si a la Corte no le importa lo que diga la ley, sus jueces son 100% politizados y solo quieren congraciarse con quien los nombró, pueden dictar un fallo ilegal, pero por la “Doctrina del Leal Acatamiento”, que establece que todos los jueces inferiores deber seguir sus mismos criterios, impacta automáticamente en todo el sistema de Justicia. Y así se retroalimenta la conformidad con ese criterio porque hay distintos tribunales y cámaras que recurren a ese fallo y como una cascada va decantando hacia abajo. Entonces todos están aplicando un criterio ilegal, pero que viene de arriba. Eso pasó mucho durante el nazismo.
-¿Puede aplicarlas en un sentido u otro según a quién beneficia y a quién no?
-Todos estamos atravesados por la política, pero nosotros tenemos que hacer el esfuerzo de abstraernos de lo que pensamos política o ideológicamente. Nosotros tenemos que ser independientes.
-¿En resumen, las normas están bien pensadas, pero mal aplicadas cuando hay un sesgo?
-Exactamente.
-Volviendo a la Alemania nazi y todas las leyes antisemitas a partir de 1933 que el libro enumera, ¿cómo pensás que afectaban al ciudadano común, a la persona que no era judía? ¿podía percibir la dimensión de lo que estaba pasando o seguía con su vida cotidiana?
-Es una pregunta difícil porque ¿cómo puede uno sentenciar si la gente sabía o no? Yo creo que una de las dificultades que atravesó la población en Alemania era poder verse a sí mismos en un proceso involutivo que iba cercenando derechos, generando esta discriminación tremenda, clasificando a las personas, es uno de los interrogantes de la humanidad. Me parece que muchas veces el interés que despierta el nazismo se vincula con buscar una respuesta a esta pregunta. Lo que sí tengo claro es que la implementación y el dictado de normas y leyes para llevar a la práctica los planes del nazismo retroalimentaron negativamente el proceso.
-¿Por qué?
-Esas normas legitimaban la discriminación, el asesinato, todas las injusticias, desde la más micro hasta las más grandes, desde prohibir cambiar el nombre de las personas -que fue una de las leyes-, expropiar las casas, echar de los trabajos; empezó así. Me resulta muy increíble que la gente no se diera cuenta porque los judíos estaban totalmente consustanciados, mezclados, en la sociedad alemana de ese tiempo. Todo el mundo conocía una familia judía y veían que esa gente quedaba totalmente relegada.
-¿Pero a algunas personas les convenía esa situación en su vida cotidiana?
Ahí vuelve a irrumpir la ambición. Las casas de las que echaban a los judíos, se las daban a los alemanes, el trabajo que perdía el judío en la universidad o en cualquier organismo público era asignado a un nazi. Así operaba lo que yo llamo “la palmada en la espalda”.
-Además en un contexto de crisis económica, desempleo e inflación, ¿qué cosas habría que tener presentes y estar atentas y atentos para preservar los valores democráticos? En la Alemania nazi clasificaban a las personas, entonces deberíamos observar siempre a quién se discrimina y a quién le dan “la palmada en la espalda”. Otra cosa que aparece mucho en el libro es el argumento de autoridad, cuando en lugar de dar motivos y razones, se argumenta con el nombre de la persona que dice las cosas.
-Eso fue tremendo y perverso. Creo que muchas de las cosas que hizo el nazismo fueron al voleo, no estrictamente premeditadas, pero les fue dando resultado. Respecto del argumento de autoridad, los nazis se ocuparon de revitalizar algunas personalidades y convertirlas en una suerte de voceros, que eran los que iban bajando línea, diciendo constantemente incoherencias, cosas que no resisten el análisis, pero eso generaba que aparecieran todo el tiempo este tipo de personajes. Todo el tiempo había gente diciendo disparates, el más gravoso o el más discriminatorio contra los judíos o el más racista o más consustanciado de toda la ideología nazi, como si se generara una competencia.
-¿Cómo era el rol de esos voceros?
-Estas personas, los voceros, tenían posiciones sociales extraordinarias, llenas de títulos, multiplicación de cargos y cobraban por cada función, por ejemplo, rector de una universidad, director del Instituto de Derecho Penal, profesor adjunto de otra universidad y juez de la Corte. Evidentemente esa persona se hacía con un caudal de dinero al que el simple abogado que recién empezaba no accedía. Y eso se replicó en distintos lugares de la administración y de la sociedad y creo que también fue uno de los factores que hizo que se sostuviera la debacle.
-En el libro hablás mucho de cómo durante el nazismo se construía con lujo de detalles la imagen pública del poder. Creo que hoy en día es todavía más extremo porque estamos viendo imágenes todo el tiempo. Esto no debería incidir en el sistema jurídico, pero de hecho sí sucede.
-En Alemania se fue incrementando el control paralelamente con el crecimiento del terror. A medida que iban aumentando las sanciones por todo lo que podía perjudicar al régimen, los ciudadanos se iban compenetrando con eso para poder mantenerse indemnes frente al régimen. Llega un momento en que la amenaza es tan grande, que para prevenir el peligro tomás la posta de la denuncia y empezás a denunciar a los que están alrededor, creyendo que, al ser denunciante, quedás excluido del colectivo de los denunciados. Es más bien una cuestión propia de la sociología, pero llevado al terreno jurídico, el Poder Judicial está instaurado en la sociedad, más allá de que debería mantenerse independiente. Después hay otro tema: cuando el poder político, más allá de mostrar su poderío de manera visible con marchas, pancartas, lo que sea, pone en riesgo la continuidad de tu trabajo por mantenerte independiente.
-¿En realidad no debería ser al revés?
-Pero cuando tenés jueces políticos, lo que buscan y lo que quieren es hacer política dentro de la Justicia. Por eso las designaciones son claves. La sociedad debería estar atenta a las designaciones de jueces y fiscales, casi más que ninguna otra designación de ningún tipo. Porque cuando tenga enfrente al Estado con un poder enorme, los únicos que los van a salvar a los ciudadanos de a pie son los jueces independientes; los jueces políticos van a tirar al ciudadano a las fauces del Estado y van a sentir que están cumpliendo su función.
-¿Tomás el caso de la Alemania nazi porque es extremo y porque se puede analizar como una totalidad casi cerrada, con principio y fin?
-Sí. Creo que el peligro está siempre latente. Todos los países que conocemos tienen sistemas judiciales. La Venezuela de Chávez tiene un sistema judicial y ¿qué está pasando con los derechos de las personas detenidas que no sabés dónde están? En China hay un sistema judicial ampliamente conocido, en que gobernadores e intendentes tienen personas privadas de su libertad, hay como cuatro millones de detenidos no judiciales y el sistema de Justicia lo tolera.
-En cuanto a las detenciones, están las que no son judiciales, las que son por averiguación de antecedentes, por tiempo indeterminado. Acá, durante la dictadura, se reclamaba el hábeas corpus. ¿Cuáles otras cosas deberían disparar una alarma roja respecto de las garantías ciudadanas?
-Sí, en la época de la dictadura hubo un sistema judicial en la Argentina que se acomodó a las pretensiones y políticas del Proceso de Reorganización Nacional y pasaron las atrocidades que se fueron sabiendo y se conocieron más detalladamente después. Son ejemplos claros que nos muestran que el mismo sistema judicial que tenemos hoy, si empieza a debilitarse y si vos tenés un gobierno con la deliberada intención de degradarlo y someterlo, se abre un espectro de peligros ilimitado. Por ejemplo, ¿qué puede haber peor que milicias rondando por la ciudad y deteniendo opositores? No sé si hay algo peor. En la Venezuela de Chávez ocurre eso y no ves a las milicias detenidas y enjuiciadas.
-¿Qué podemos hacer como ciudadanos y ciudadanas, cuáles son nuestros recursos?
-Primero, ya el hecho de que estemos hablando del tema me parece totalmente disruptivo respecto de lo que viene pasando. Escribí el libro en lenguaje accesible para cualquier persona interesada en la temática y traté de condimentarlo con datos concretos que sirvan para entender de qué se trata. Segundo, me parece fundamental revalorizar lo que antes se llamaba “Instrucción Cívica” en las escuelas, que hoy es “Ciudadanía”. Poder transmitirles a los chicos que tienen la libertad de opinar como quieran, pero que sepan que el Estado son tres poderes, independientes unos de otros –o deberían ser–.
-¿Y qué debería enseñarse en ese espacio, además?
-Tengo un hijo en la escuela y le enseñan cuántos diputados y senadores hay por provincia; respecto del poder judicial, que hay una Corte Suprema y cómo se organiza en las provincias, pero ¿qué hace? Vos tenés que saber, siendo chico, que si te detiene la policía, te tiene que poner un juez a disposición inmediatamente, eso es básico. Además, explicar que si vos tenés un problema, vas a tener que acudir a la Justicia y vas a necesitar jueces independientes, a los que no debería importarles contra quién te enfrentes, si contra el Presidente, un senador o contra un consejero de la Magistratura o contra otro juez. Los chicos deberían salir de la escuela sabiendo eso.
-¿El establecimiento de la causalidad puede derivar en arbitrariedades?
-La causalidad es un concepto que trata de conectar lo que es una causa con una consecuencia. Muchas veces, las personas que durante la dictadura fueron llevadas a los centros clandestinos de detención, después de que las interrogaran, aparecían muertas en “enfrentamientos armados”. Se instruían causas judiciales por eso y en su momento se cerraban, estableciendo que había sido un tiroteo. Pero vos leés esos expedientes y encontrás que si hubiesen hecho una pericia balísitica, la víctima aparece muerta por una herida de bala que le atraviesa la cabeza en sentido descendente y le traspasa el omóplato.
-¿O sea que alguien estaba atrás disparándole?
-La causa se cerró como “enfrentamiento”, están las actas policiales, pero nadie investigó.
-¿Es un formalismo, digamos?
-Es un formalismo. Lo mismo, personas que murieron como resultado de la tortura y el certificado de defunción dice “paro cardiorrespiratorio”. Pero el cuerpo estaba todo magullado, moretones, etc., pero el expediente se cierra como muerte natural. En la causalidad, que es un mecanismo que nos sirve para establecer si las cosas guardan relación, también puede operar la interpretación. En el libro hay ejemplos de algunos “suicidios” cometidos dentro de las cárceles en que la persona aparece ahorcada desde un radiador, pero sentada en el piso. Por la posición, nunca se puede haber generado tensión en el cuello. Eso pasaba como “suicido”. [El jerarca nazi] Hermann Göring se suicidó en la celda del tribunal que lo iba a condenar, todo indica que le hicieron llegar una pastilla de cianuro, pero ahí quedó.
-Ante una estructura tan jerárquica y kafkiana, ¿en qué medida tienen las personas la posibilidad de enfrentarse a un poder tan grande y tan corrompido?
-Yo destaco tres figuras a lo largo del libro. Fritz Bauer fue un juez-fiscal que sostuvo la resocialización de los delincuentes jóvenes. Lothar Kreyssig fue un juez que se opuso formalmente al programa de eutanasia T4, durante el cual mataron como a 200 mil personas con problemas mentales. Después de hacerles estudios, el régimen las asesinaba en centros médicos, pero los familiares empezaron a notar coincidencias entre los lugares y fechas de defunción. Y así se descubrió que eso lo hacía el régimen nazi por orden de Hitler, pero sin ningún tipo de regulación. Entonces, cuando iban a detener a la gente para trasladarla, los familiares interponían un amparo y el juez Kreyssig les hacía lugar, impidiendo que los mataran. Finalmente, lo llamó el Ministro de Justicia de aquel entonces, lo convocaron a una audiencia, pero él se opuso formalmente por escrito. Terminó jubilándose.
-¿Y el tercero?
-Hans Litten era un abogado que patrocinaba a comunistas y le hicieron la vida imposible hasta que lo detuvieron y lo llevaron de un centro clandestino a otro hasta que finalmente se suicidó. Ellos representan, de ambos lados del mostrador, ejemplos de que, por más radicalizado que sea el gobierno, cada persona puede elegir en definitiva dónde pararse y qué hacer con su función. Obviamente, aceptando los riesgos que eso conlleva.
Quién es Mario Augusto Fernández Moreno
♦ Es abogado, egresado de la Universidad del Salvador.
♦ Desde 2008 se desempeña como Secretario Federal del Juzgado Federal N° 1 de Bahía Blanca.