¿Quién capta el momento? ¿Se puede encarnar desde el arte una época queriendo? ¿O se la interpreta de manera intuitiva, casi sin querer? El acontecimiento literario del año no fue la publicación de un libro sino una gira de shows teatrales. Y el acontecimiento rockero del año fue una especie de show literario.
El fenómeno de Mariana Enriquez hace tiempo que trasciende los límites de la literatura, manifestándose también en shows teatrales que se entrelazan con la escena rockera. En medio de un contexto nacional marcado por la incertidumbre y la dureza, Enriquez logra conectar con un momento que refleja los miedos y ansiedades en un entorno cada día más áspero. Distintos colores hechos de lágrimas.
Lo que inicialmente se trató de una experiencia performática en marzo de este año se expandió a otras ciudades de Argentina, como Rosario, Córdoba y Mendoza. El pasado 18 de diciembre, la obra No traigan flores cerró el año -y, según dijo Enriquez, quizás, su ciclo para siempre, o no, nunca se sabe- en el Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, la escritora multipremiada presentó textos originales y relatos inéditos narrados en primera persona dentro de una puesta artística, musical y estética total ante las 1.700 personas que colmaron el teatro.
Mariana no es solo una escritora de terror pero es difícil escribir algo así en el medio de una realidad que genera más incertidumbre y tensión al mismo tiempo que es muchísimo más tétrica que la ficción. Se trata de un momento complejo del país, otro más, sí, pero mucho más duro que todo lo que hayamos visto en los últimos veinte años, por lo menos.
En este contexto, donde todavía no parece haber una banda o artista de rock -o de cualquier otro género- que logre captar el zeitgeist, lo que está haciendo Mariana conecta con una sensibilidad muy particular que está flotando en el aire. Si los verdaderos miedos existentes históricamente en Argentina tienen que ver con caer en la pobreza o con desaparecer, el primero de esos hoy se encuentra más en carne viva que nunca.
Huesos robados en catacumbas parisinas, vestidos usados que provocan tajos en los cuerpos de quienes los visten, historias de metamorfosis corporales, cartas que no entraron en Nuestra parte de noche. Los textos inéditos son leídos de una forma que hace que los oyentes nunca dejen de prestar atención, pero sin solemnidad.
De hecho, las disgresiones de Mariana le dan un toque de humor que demuestra una capacidad innata para una especie de stand up que se aleja sobremanera de cualquier aura oscura que a priori uno pudiera tener por prejuicio. Una especial mención al equipo que la acompaña en el escenario y que tiene algunos momentos de protagonismo a pesar de que es ella quien se roba toda la atención con justa razón.
El fanatismo que genera entre sus seguidores se parece bastante al que ella demuestra tener por las cosas que le gustan que son muchas y variadas, desde el ocultismo al rock and roll. Es mentira que “ya nadie lee” como se suele decir por ahí de vez en cuando, se trata más bien del mito de la muerte del rock y el fin de la lectura que aparece cada X cantidad de tiempo y siempre se demuestra fallido. Como las ninfas de Este es el mar que retroalimentan a su rockstar y a su vez existen en función suya, al menos durante lo que dura su presencia sobre el escenario, claro.
Hay una canción de Hole, la banda de Courtney Love -mucho más que la viuda de Kurt Cobain- que Mariana nombra en su último libro -Porque demasiado no es suficiente-, “Boys on the Radio”, que dice que cuando la guía es muy profunda podés cerrar los ojos y dormir de verdad. En esa canción, al igual que el disco donde está incluida, el ultra californiano Celebrity Skin, el mar también es un tema central. La referencia a cerrar los ojos y dormir de verdad cuando la guía es profunda se refiere a una búsqueda de refugio o escape en medio de la intensidad mediática y la fama.
Cansado y gastado, Lou Reed cantaba en “Venus in Furs” qué podría dormir por mil años y que miles de sueños lo despertarían. En No traigan flores, si cerrabas los ojos, Enriquez emergía como una guía hacia profundidades donde realidad y ficción se entrelazan. El fenómeno de Mariana no se puede explicar del todo, como tampoco se pueden explicar los tatuajes que sangran y dejan indelebles los nombres en el medio de estas tumbas suburbanas en las que se han convertido las grandes ciudades argentinas.