Estadio de Ferrocarril Oeste. 26 de diciembre de 1982. Los picos de 40 grados de temperatura no frenan a la limusina rosa que trae a Charly García junto a sus músicos para el concierto. La noche es calurosa y los clásicos chaparrones de verano no tardan en llegar. Esa noche Charly da un recital memorable ante 25.000 personas, presentando su primer disco solista en versión doble: Pubis Angelical / Yendo De La Cama Al Living.
Ningún otro músico había llenado un estadio de esa magnitud antes.
Entre las 22 canciones del repetorio de “No bombardeen Buenos Aires”―cuyo escenario era una ciudad , se cuelan otros cantos, los del público: “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. ¿Cuándo se iba a acabar la dictadura? “El rock pasó de ser perseguido a ocupar un lugar central”, dice el DJ y musicalizador Alejandro Pont Lezica en el libro Se va a acabar. 1983, crónicas de la transición democrática en la Argentina, de Patricio Zunini, que se puede descargar gratis desde la plataforma Bajalibros.
El libro es una investigación minuciosa, que reconstruye de manera exhaustiva aquellos años de la Argentina en que la dictadura comenzaba a tambalear, el gobierno de Alfonsín, la consolidación de la democracia hasta llegar al Juicio a las Juntas ―un hecho inédito en la Argentina y el mundo.
La música, sin dudas, fue uno de los factores clave para la recuperación de la democracia.
40 años de la refundación del rock
“Tal vez la transición democrática no haya comenzado con la rendición en las Malvinas, ni el día que el escritor más importante del país firmó una solicitada en contra del régimen que había apoyado abiertamente”, escribe Zunini en el libro y sigue: “Tal vez el camino hacia la democracia comenzó con el cambio cultural”.
También esa noche es cuando Charly toca por primera vez la ―ahora emblemática― canción Los dinosaurios. Y otro dato de ese recital masivo que apunta el libro Se va a acabar: “mientras [Charly García] recorría los temas de Yendo de la cama al living y tocaba clásicos de Sui Generis, La Máquina y Serú, invitó a cantar a Mercedes Sosa”. La tucumana fue especialmente ovacionada por su reciente regreso del exilio.
Hay una refundación del rock en todo sentido.
“La mejor cantante de esta parte del mundo” y “la gran madre de todos nosotros”, así se refiere Charly a la cantante de música popular argentina. ¿Por qué la figura de Mercedes Sosa es crucial para la transición democrática? ¿Se puede incluir su figura dentro del rock nacional?
Una de las ideas que esboza Se va a acabar es que el rock nacional, lejos de ser un género de bordes definidos, más bien lo caracteriza como movimiento o territorio. Así, sus fronteras se expanden para que bajo su nombre aparezcan figuras como Luis Alberto Spinetta, Serú Girán, Juan Carlos Baglietto, Sandra Mihanovich, Alejandro Lerner, Virus, Pedro y Pablo, Celeste Carballo, María Rosa Yorio, Nito Mestre, Ricardo Soulé; pero también Piero, Víctor Heredia, Zas!, Violadores, Horacio Fontova, Marilina Ross, Julia Zenko.
En los meses siguientes iban a aparecer muchos otros: Los Twist, Los Abuelos de la Nada, Suéter, Sumo, Soda Stereo.
Y también está Mercedes Sosa.
Un gran territorio
Teatro Opera. 18 de febrero de 1982. A las 22.45, la cantante de música popular argentina rompe un silencio de cuatro años, ante más de 2.500 personas. Y muchas otras afuera, en la calle, frente al cartel de “No hay más localidades”. Una noche distinta.
“La transición comenzó la noche que Mercedes Sosa volvió de su exilio”, dice Pont Lezica en Se va a acabar. Acusada de comunista, trotskista y subversiva por el gobierno militar de Jorge Rafael Videla, su último recital fue en 1978, en La Plata. Luego, su exilio era inevitable: primero, París y, en 1980, a Madrid.
El retorno de la cantante a la Argentina, cuatro años después del exilio, se erige como un símbolo de voz que se vuelve a alzar por todos los artistas silenciados por la dictadura militar. Pero la dictadura seguía ahí.
“Tal vez la transición democrática no haya comenzado con la rendición en las Malvinas, ni el día que el escritor más importante del país firmó una solicitada en contra del régimen que había apoyado abiertamente. Tal vez la transición comenzó la noche del 18 de febrero de 1982, cuando una cantante que estaba proscripta volvió al país, salió a escena en el Teatro Ópera y dijo: ‘Me llamo Mercedes Sosa. Soy argentina’”.
Sus 13 shows agotados junto a figuras como Piero, León Gieco o Charly García no sólo marcaron el retorno real de “La Negra” sino también un símbolo de la esperanza democrática y “un punto de inflexión para toda una camada de rockeros nacionales, que vieron legitimado su lugar en la escena local”.
Según detalla Se va a acabar, esas noches Mercedes Sosa tocó Soy pan, soy paz, soy más, con Piero, María va, con Antonio Tarragó Ros, Sólo le pido a Dios, con Gieco ―que también se había exiliado en el ‘78―; tocó temas de Silvio Rodríguez, de Pablo Milanés, de Violeta Parra; tocó Cuando ya me empiece a quedar solo, con Charly García, y el tango Los mareados, con Rodolfo Mederos. Tocó también Cómo la cigarra, de María Elena Walsh.
“Me pregunto qué eco habrá hecho el verso: Tantas veces me borraron / tantas desaparecí”, dice Zunini y sigue: “Ese año empezó con Mercedes dándole lugar al rock nacional, y terminó con el rock nacional coronándola como la madrina del movimiento”.
La música, como mascarón de proa de lo artístico para el retorno a la democracia.
La guerra y la censura
“El rock nacional no fue insensible a la guerra”, se lee en el libro. ¿Cuál era la canción más escuchada durante la guerra de Malvinas? Según cuenta Zunini en Se va a acabar, más que la “Marcha de Malvinas” estaba “Solo le pido a Dios”, de León Gieco, que se había grabado mucho antes en el marco del conflicto del Beagle.
En medio de la guerra, el idioma del enemigo se convierte en ofensa. Las radios prohibieron la música en inglés, dando paso al rock local. Pero esa puerta abierta se transformó en una contracultura contestataria, llenando el vacío musical con himnos contestatarios como la canción de Gieco.
“Las radios, entonces, se quedaron sin el 80 por ciento de su contenido habitual y tuvieron que salir a buscar con urgencia los vinilos de músicos argentinos”, detalla Zunini en el libro. Y, aunque los grandes diarios no hablaban del tema, las revistas independientes ya referían a “La hora del rock nacional”.
“No había un límite claro entre el rock y la canción contestataria”, recuerda Pont Lezica en Se va a acabar. La música levantaba banderas como el compromiso con la libertad, el respeto, el pensamiento: todo lo que no teníamos. “La palabra libertad la vas a encontrar en un montón de canciones”, concluye.
El rock nacional ganaba status y lograba lo que antes no había podido: alzar la voz y hacer girar la rueda hacia la transición democrática.
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