Mariana Enríquez: cuando lo espeluznante y tenebroso te quita el sueño para siempre

“Las cosas que perdimos en el fuego”, doce historias que hacen terror con lo cotidiano y convierten lo normal en pesadilla.

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Demencia y cordura son dos caras de la misma moneda en "Las cosas que perdimos en el fuego", de Mariana Enríquez.
Demencia y cordura son dos caras de la misma moneda en "Las cosas que perdimos en el fuego", de Mariana Enríquez.

Marginalidad, enfermedades mentales, padecimientos físicos y fantasmas son solo algunos de los temas que despliega esta fantástica antología de la autora y periodista argentina Mariana Enríquez. Son cuentos oscuros pero accesibles. Punzantes. Incómodos. Todos, menos uno, son protagonizados por mujeres -niñas, adolescentes, adultas- que en apariencia llevan una vida normal hasta que ¡patapúfete!: todo se va al mismísimo demonio. Pero, por sobre todas las cosas, son relatos impecables, redondos, atravesados por una crítica inflexible a cuestiones sociales y políticas contemporáneas.

“El chico sucio” es el primero y es terrible. Una diseñadora gráfica, que trabaja para el suplemento Moda y Mujer de un diario, se muda a la antigua casa familiar, en el barrio de Constitución. “Mi familia cree que estoy loca”, dice, por haberse mudado a ese lugar “donde la gente de la calle está más abandonada”. Enfrente a su casa, en un edificio tapiado, vive una mujer embarazada que fuma paco y maltrata a su nene, de 5 años. Un día la protagonista se encuentra al chico y le empieza a hablar, a hacerle preguntas, pero el nene no le contesta. Después de ese día, la historia se tuerce y pasan cosas. Horripilantes. Mejor ni te digo. No me animo. Sigamos.

De los 12 relatos de esta antología -uno mejor que el otro- hay tres que recomiendo especialmente. “Mientras la profesora explicaba la batalla de Caseros, Marcela se arrancó las uñas de la mano izquierda. Con los dientes. (…) Los dedos sangraban, pero ella no demostraba ningún dolor”, cuenta la narradora de “Fin de curso”, testigo de aquel acto que dejó a toda el aula –y a mí también– con una imagen en la cabeza imposible de borrar.

Casi en estado de shock, doy vuelta la página y leo “Nada de carne sobre nosotras”, la historia de una chica que vive con el novio que “es perezoso y se está poniendo gordo” y a ella no le gustan los gordos. Un día decide llevarse a su casa un cráneo que encontró en la calle, entre la basura, con el cual termina hablando y al que hasta le pone una peluca y bautiza con el nombre de Vera. Tremendo.

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Cuando Mariana Enríquez empieza así, ¡olvídate! No sabes para donde va a salir la cosa y te corre frío por el cuerpo. La autora argentina es perfecta en este arte y lo sabe. Esto de hacerte sentir miedo es su experticia y logra que el lector intuya lo peor. Y hace bien. Porque pasa.

“Paula espió el patio del vecino (…) un hombre solo, de anteojos, que tenía horarios muy extraños. (…) percibió un movimiento en el patio. No era el gato: era una pierna. Una pierna de niño, desnuda, con una cadena atada al tobillo”, dice uno de los párrafos de mayor suspenso en “El patio del vecino”, un mini thriller que toca problemas matrimoniales, violencia y locura todo junto. Y cuando pensabas “¡ah! ok, ya está, no era para tanto”, al final se te viene una encima que te hace tirar el libro por el aire.

Editado por primera vez en España, en 2016, Las cosas que perdimos en el fuego son 200 páginas de disfrute de literatura de la buena. Son cuentos que perturban, pero atrapan, donde la magia está puesta en lograr que el lector nunca sepa lo que va a venir. Enríquez juega con lo sugerido y lo incómodo, en entornos oscuros donde a veces es mejor no encender la luz.

Demencia y cordura son dos caras de la misma moneda y nos hacen dudar de todo y de todos, todo el tiempo.

En "Las cosas que perdimos en el fuego", Mariana Enríquez demuestra que lo cotidiano es tan terrorífico como posible.
En "Las cosas que perdimos en el fuego", Mariana Enríquez demuestra que lo cotidiano es tan terrorífico como posible.

El último relato de la recopilación le da el título a la obra y es devastador. Se mete de lleno con la violencia de género. Las “mujeres ardientes”, que protestan contra una forma extrema de violencia doméstica, son las protagonistas de este cuento final. Y menos mal, porque te deja sin aliento.

“El drama llegó una madrugada cuando sacaron a Lucila en camilla del departamento que compartía con Mario Ponte: tenía el 70% del cuerpo quemado y dijeron que no iba a sobrevivir. Sobrevivió una semana. (…) Les cuento que a nosotras las mujeres siempre nos quemaron, ¡que nos quemaron durante cuatro siglos! No lo pueden creer, no sabían nada de los juicios a las brujas, ¿se dan cuenta? La educación de este país se fue a la mierda”. En fin . Qué decirte.

En Las cosas que perdimos en el fuego, lo cotidiano es tan terrorífico como posible. La sola idea de que esos mundos macabros puedan asemejarse - bastante- al nuestro, te estruja el alma. Consejo: no recomiendo su lectura antes de ir a dormir. Después no digas que no te avisé.

Quién es Mariana Enríquez

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1973.

♦ Es escritora, periodista y docente.

♦ Escribió libros como Bajar es lo peor, Los peligros de fumar en la cama, La hermana menor: un retrato de Silvina Ocampo y Nuestra parte de noche.

♦ Recibió galardones como el Premio Herralde de Novela, el Premio Celsius y el Premio de la Crítica en Narrativa.

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