“En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino del poder que viene del cielo”, dijo el libertario Javier Milei en su primer discurso como nuevo presidente de la Argentina. La frase, que se convirtió en un slogan de su campaña, es una cita bíblica perteneciente al Libro de los Macabeos, una antigua obra literaria hebrea que narra la sublevación y rebelión de los judíos ante el intento forzoso de “helenización” por parte del rey Antíoco IV Epífanes.
“No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá, la fiesta de la luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz por sobre la oscuridad, y sobre todas las cosas, de la verdad por sobre la mentira”, dijo el líder de La Libertad Avanza durante su asunción frente a las escalinatas del Congreso de la Nación.
Y agregó: “Recuerdo que en una entrevista me habían dicho, pero si ustedes son dos en 257, no van a poder hacer nada. Y también recuerdo que ese día la respuesta fue una cita del libro de Macabeos 3.19, que dice que la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo. Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos, y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío”.
Quiénes fueron los Macabeos
Se conoce como macabeos al movimiento judío de liberación que luchó y consiguió la independencia de Antíoco IV Epífanes, rey de la helénica dinastía seléucida que había prohibido la práctica de la religión judía y había profanado el Templo de Jerusalén. El nombre proviene del apellido de Judas Macabeo, líder de la rebelión e hijo de Matatías el Asmoneo, un sacerdote rural que encendió la chispa de la revuelta.
Como se negaba a rendir culto a los dioses griegos, Matatías mató a un judío que intentaba hacerle un sacrificio a un ídolo helénico. Así, el sacerdote tuvo que huir junto a sus cinco hijos a las montañas de Judea. Tras su muerte, un año más tarde, su hijo Judas Macabeo lideró un ejército de judíos disidentes a la victoria contra los seléucidas.
Sus tácticas, basadas en la rapidez, la estrategia y la sorpresa, les permitieron derrotar a un ejército más poderoso incluso teniendo un número mucho más reducido de soldados. En el año 165 a. C., los macabeos lograron la tan esperada victoria, que se concretó cuando purificaron el Templo de Jerusalén y restablecieron el culto judío tradicional. A partir de entonces, los macabeos gobernaron Judea durante más de un siglo. Su rebelión es considerada un hito en la historia del judaísmo, ya que marcó el inicio de la era del nacionalismo judío.
El Libro de los Macabeos, que cuenta la historia de esta rebelión, es considerado como un texto deuterocanónico -textos y pasajes del Antiguo Testamento considerados por la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa como canónicos pero que no están incluidos en la Biblia hebrea- por los judíos rabínicos y caraítas, por los judíos mesiánicos, y por los cristianos protestantes, anglicanos y restauracionistas. Sin embargo, este libro ha sido aceptado como canónico por los católicos, ortodoxos, y los ortodoxos orientales.
El milagro del candelabro
Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces o Luminarias, es la festividad judía que conmemora la rededicación del Segundo Templo de Jerusalén y la rebelión de los macabeos contra el Imperio seléucida. Celebrada cada año durante 8 días, en 2023 durará del atardecer del 7 de diciembre al anochecer del 15 de diciembre.
Cuando se recuerda esta rebelión que terminó en victoria, la tradición judía habla de un milagro: aunque tenían una cantidad mínima de aceite que alcanzaba para encender el candelabro del templo por un solo día, este permaneció iluminado por ocho días consecutivos.
Esto dio origen a la principal y más conocida costumbre de la festividad, que es la de encender progresivamente un candelabro llamado januquiá, que posee nueve brazos en total: uno por cada uno de los días que el candelabro permaneció encendido más un brazo “piloto”.