Jazmina Barrera y su diario de maternidad: “Espero que los hombres se involucren cada vez más en los cuidados”

¿Se puede ser original escribiendo sobre ser madre? La escritora y editora mexicana demuestra que sí con su libro “Línea nigra”, un recorrido por su embarazo, los cambios en el cuerpo y la relación con otras mujeres. “La originalidad no es el valor que a mí más me interesa en la literatura”, dice.

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Línea nigra es un registro del embarazo, parto y lactancia. Jazmina Barrera se propuso llevar un diario sobre cómo cambiaba su cuerpo —y todo lo que está alrededor— cuando comenzó a maternar. O al menos esa era la idea: “Este libro debería empezar con el embarazo y terminar con el destete. Ese era el plan: que el hilo narrativo fuera el cuerpo, las transformaciones en el cuerpo. En el plan de este libro no había terremotos ni madres con cáncer”, escribió la autora, reconociendo los imprevistos que surgieron en la trama (y en su vida).

En diálogo con Infobae Leamos, Barrera reconoce que la maternidad es una lección de mucha humildad: “Tienes que ser muy flexible, tienes que adaptarte todo el tiempo”. También lo es la literatura.

Barrera es autora de Punto de cruz y Cuaderno de faros, entre otras obras. Además, es socia fundadora y editora de Ediciones Antílope. Línea nigra fue publicado en México en 2020 y editado en Argentina este año por Almadía. La escritora reconoce que hace 6 años, cuando comenzó a escribirlo, no encontraba muchos libros que toquen la temática con una perspectiva actualizada de la época, sobre todo en Latinoamérica.

Esta obra, señala la autora, fue concebida con la convicción de que la literatura puede abrir mentalidad y generar empatía: “Creo que la literatura es una forma de lucha, de resistencia y de activismo, quizás mucho más lenta, quizás más indirecta que otras formas, pero yo creo en ella”.

Con la curiosidad que la caracteriza, su devoción por la lectura, sus datos científicos y su conexión con la naturaleza, fue tejiendo los fragmentos que componen este diario—ensayo—crónica—novela. Este texto libre, como lo auto define la autora: se reconoce como alguien que relaciona la escritura con el placer, el juego y, sobre todo, la libertad. Le huye a las clasificaciones de los géneros.

Barrera compara a la maternidad con un terremoto, con un eclipse, con un desplazamiento, con magia. Y no solo se vale de fenómenos naturales para componer su texto; constantemente cita autoras que han escrito sobre el tema, armando un collage con ideas propias y ajenas, que generan una obra con muchísima profundidad y capas de sentido. Al final de Línea nigra, reúne en una lista los más de 60 libros que leyó mientras amamantaba. Además, busca referencias literarias y se espeja en la fotografía, en la pintura o en cualquier lenguaje artístico. “Es el libro más orgánico que he escrito”, cuenta.

Desde la publicación de Literatura infantil, el diario de paternidad de Alejandro Zambra, su pareja, Línea nigra suma una nueva capa de diálogo. Al leer ambos libros, el lector siente que asiste a la experiencia vicaria de lo que significa que llegue un niño a su vida, su hogar, su rutina. “En Argentina salieron los dos al mismo tiempo, veo que eso ha provocado lecturas muy particulares que me encantan”, dice Barrera. “En mi escritura hay mucho que le debo a Alejandro”, agrega.

"En mi escritura hay mucho que le debo a Alejandro (Zambra). Hay muchas experiencias conjuntas, hay mucho que decir", señala Barrera.
"En mi escritura hay mucho que le debo a Alejandro (Zambra). Hay muchas experiencias conjuntas, hay mucho que decir", señala Barrera.

Escribiste este libro hace 6 años pero recién se editó este año en Argentina. ¿Creés que hoy se lee distinto?

―Sí, se debe leer diferente. Hace 6 años algunas cosas eran distintas, en esa época me costaba mucho trabajo encontrar referentes a la maternidad en literatura en español. Una vez que empecé a buscar estaban ahí, pero no eran tan evidentes, no estaban en el centro de la conversación. Creo que ahora muchos sí lo están, pero eso no le quita vigencia, funciona todavía como un documento de lo que pasó y de cómo estaban las cosas en el mundo literario en ese momento en que lo escribí.

Se avanzó mucho en la lucha feminista pero, al mismo tiempo, se puede decir que algunas voces, tanto en Argentina como en México, hacen un contraataque a los derechos adquiridos del feminismo. ¿Creés que la literatura juega algún papel ahí?

―La lucha del feminismo no ha terminado ni mucho menos, por lo menos en México, y creo que en buena parte de Latinoamérica y del mundo. Tenemos 11 feminicidios diarios en México todavía. Los derechos que hemos conquistado están todo el tiempo en tela de juicio y en disputa, así que creo que no podemos sentarnos a dormirnos en nuestros laureles y tenemos que seguir hablando de esto. Creo que la literatura es una forma de lucha, de resistencia y de activismo, quizás mucho más lenta, quizás más indirecta que otras formas, pero yo creo en ella. Creo en el poder de la literatura para abrir mentalidades, para cambiarlas, para generar empatía, para complejizar los problemas.

Marcha feminista en el Zócalo de CDMX el 8M de 2023 (Fotografía: Cuartoscuro)
Marcha feminista en el Zócalo de CDMX el 8M de 2023 (Fotografía: Cuartoscuro)

Recién mencionaste la capacidad de generar empatía. Lográs muy bien el traslado de la experiencia en primera persona, pero además, tenés una manera muy amable y profunda de colar datos duros en tus libros. ¿Cómo es el proceso de investigación de esa información?

―Es de lo que más me gusta. Uno de los motores más importantes para mí al escribir es la curiosidad. Casi cualquier tema me puede llegar a fascinar, me puede parecer muy atractivo. Y además me encanta leer, no sólo libros de literatura, de difusión de ciencia, de física, biología, de Historia del Arte. Me encantaría haber sido científica o museógrafa, se me ocurren mil posibilidades. Creo que la literatura es una forma de acercarme y de abrir mi mundo a todo esto. Siempre tengo el temor de que toda esa información pueda parecer pesada o que parezca que tengo ganas de presumir, pero es todo lo contrario: son ganas de invitar a otras personas a interesarse por ciertos temas.

En Línea nigra traés la pregunta de si es posible ser original escribiendo sobre maternidad. ¿Te suele paralizar esa idea de que ya está todo escrito?

―Sucede lo mismo con todos los grandes temas porque son parte de nuestra experiencia. Hay muchas cosas que se repiten, pero la originalidad no es el valor que a mí más me interesa en la literatura. De hecho, me interesan mucho los ejercicios que tienen que ver con la copia, con la traducción, con la reinterpretación, creo que hay descubrimientos muy valiosos en todos esos procedimientos. Me pareció interesante en ese momento la pregunta, responde un poco a este discurso que ha surgido de contraataque a este llamado boom de libros de maternidad, estas voces que dicen que estos libros son una moda, que son todos lo mismo, que eso es aburrido.

¿Y cuáles son los valores que más te interesan en la literatura?

―Depende mucho del proyecto que esté buscando, hay veces que me interesa más la empatía, transmitir asombro o provocar sensaciones, sentimientos en alguien más. O incluso el entretenimiento es un valor que me llega a interesar, la belleza o lo contrario. Depende muchísimo del libro o incluso del pasaje, de la oración que esté trabajando en ese momento.

¿Cómo creés que funciona el espejo entre tu diarios de maternidad y el diario de paternidad de Alejandro (Zambra)?

―Para mí es difícil decir, porque ese diálogo existía en ese momento en que estaba escribiendo ese libro. Hay algunas cosas que Alejandro escribió en ese momento que acabaron en Literatura infantil, otras que acabaron en Tema libre. Nosotros leemos nuestros textos, los trabajamos, los compartimos, pero me imagino que lo que pasó en Argentina es distinto de lo que ha pasado en en otros lugares porque en México, Línea nigra se publicó hace cuatro años y Literatura infantil se acaba de publicar; en Argentina, salieron los dos al mismo tiempo. Yo veo que eso ha provocado lecturas muy particulares que me encantan. En mi escritura hay mucho que le debo a Alejandro. Hay muchas experiencias conjuntas, hay mucho que decir.

“Yo quería escribir un ensayo sobre el embarazo. Siempre quiero escribir ensayos, es decir experimentos, sin compromisos ni clímax ni tramas ni extensiones. Leí algunas páginas de este archivo a unos amigos y uno de ellos me dijo ‘es un relato’. El embarazo es transformación en el tiempo, es cuenta regresiva, y en eso, quiera o no, hay trama, hay relato”, escribiste. Me quedo con esa primera intención: la de la escritura como experimento. ¿Es así? ¿Para qué escribís?

―La intención es distinta en cada ocasión. En Línea nigra tenía que ver con el cuerpo. Era el experimento de registrar y documentar los cambios en el cuerpo y cómo esos cambios repercutían en muchísimas otras cosas: en mi psicología, en mi relación con mi familia, con mi pareja, con el tiempo libre, con mi autopercepción, con mi identidad en general, con mi relación con otras mujeres, con mi genealogía, con mi forma de percibir el mundo, con la literatura, con los espejos que encontraba yo en esas obras literarias y artísticas de otras mujeres que también hicieron este tipo de investigaciones. Ese era el experimento. Creo que este ha sido el libro más orgánico que he escrito.

“Este libro debería empezar con el embarazo y terminar con el destete. Ese era el plan: que el hilo narrativo fuera el cuerpo, las transformaciones en el cuerpo. En el plan de este libro no había terremotos ni madres con cáncer”. ¿Qué otros imprevistos fueron surgiendo en el proceso?

―Los imprevistos principales están ahí, pero después en general son pequeños imprevistos uno tras otro: el sexo de mi hijo era un imprevisto, el doctor que terminé eligiendo fue un imprevisto, y el tipo de parto que tuve también fue algo que yo no me imaginé. Todo en la maternidad es un poco así. Además la maternidad está llena de imprevistos, los niños se enferman todo el tiempo, cambian tanto y tan rápido que cuando ya tienes una rutina y crees que ya estás adaptada de pronto, ya no se duerme a las mismas horas, ya no se puede arrullar en la mecedora de pronto, ya no quiere tomar biberón o hay que cambiar el pañal. Es una lección de mucha humildad. Tienes que ser muy flexible, tienes que adaptarte todo el tiempo.

La maternidad como un espacio de improvisación, flexibilidad y cambios constantes (Imagen ilustrativa Infobae)
La maternidad como un espacio de improvisación, flexibilidad y cambios constantes (Imagen ilustrativa Infobae)

Me quedo con el terremoto de la cita anterior, y con un eclipse, sensaciones animales y con otros fenómenos naturales mencionados en el libro, en comparación a la maternidad. ¿Descubriste esa conexión con el embarazo o considerás que siempre estuviste conectada con la naturaleza?

―Siempre me ha interesado ese vínculo entre la escala humana y la escala del macrocosmos, la biología del cuerpo y la biología de los ecosistemas. Este movimiento entre lo pequeño y lo inconmensurable me fascina y me interesa muchísimo.

Este es un libro escrito entre interrupciones y con el celular. ¿Cuánto creés que influyen las condiciones de escritura en relación al resultado final?

―Sí, sin duda. Línea nigra se escribió así por los ritmos de la maternidad, quería dar cuenta de eso. quería hacer eso evidente y señalar lo que sucede en muchos libros de maternidad. Me gustan esas interrupciones que marcan el ritmo: esa repetición puede ir generando un nuevo género, un nuevo cánon.

Solés decir que tus libros no entran en las reglas canónicas de los géneros. Dejando de lado los géneros, ¿cómo definirías tu obra, bajo qué reglas, qué parámetros?

―Estudié en una escuela a las afueras de la ciudad de México que tenía el método Freinet. Parte de este método era que cada cierto número de días, la maestra nos pedía que escribiéramos un texto libre. Desde los cinco años hacíamos esto y hacíamos pequeñas antologías con eso. Ahí empecé a escribir y a asociar la escritura con el juego, con el placer, con el disfrute y, sobre todo, con la libertad. Sigo escribiendo textos libres, sigo tratando de jugar en cada texto con las posibilidades de todas las herramientas literarias que hay. Si tuviera que definirlos, los definiría como textos libres.

Tapa de "Los nombres de los animales", de Jazmina Barrera.
Tapa de "Los nombres de los animales", de Jazmina Barrera.

¿Cómo es tu vínculo con las exigencias del mercado?

―En la literatura, por suerte, el mercado es algo totalmente impredecible, incluso en la literatura comercial. Es muy difícil determinar qué va a ser un éxito y yo no escribo por eso. Incluso si lo hiciera sería una tarea imposible porque no creo que J. K. Rowling se imaginara el éxito que iba a ser Harry Potter, o ninguno de los muchísimos editores que rechazaron el libro se lo imaginó nunca. Entonces, creo que no se puede escribir a partir de eso, es medio imposible y es medio un despropósito hacerlo. Yo escribo por otros motivos.

En Punto de cruz hay un pasaje en el que la narradora dice: “Las mujeres que le dieron afecto, le salvaron la vida”. Y esa idea del poder oculto pero potente de la red de mujeres vuelve a aparecer en Línea nigra. ¿Creés que hay una clave en esa red femenina?

―Sí, sin duda. Sin irme a algo esotérico en un plano muy terrenal es algo que tiene que ver con la economía de los cuidados. Las mujeres hemos sido siempre las educadas para cuidar y las encargadas de hacerlo en tantas sociedades. Eso ha moldeado nuestra percepción, nuestra empatía, nuestros vínculos con otras mujeres, con otros hombres, con el medio ambiente y con todo lo que nos rodea. No es casualidad que sean tantas las mujeres hoy en día las que cuidan el medio ambiente. Espero que eso cambie. En algunos casos, vamos por buen camino, pero espero que sean cada vez más los hombres quienes cuiden también, que se involucren cada vez más en los cuidados. Los cuidados tienen que estar en el centro de de nuestro interés, de nuestras conversaciones, de nuestras de nuestra economía, de nuestras políticas públicas, si queremos salvar a la humanidad.

Una última para cerrar: ¿cómo te llevás con tu rol de editora en Ediciones Antílope?

―Es un rol muy complementario. La escritura es un trabajo a veces solitario, por supuesto es un trabajo que dialoga siempre con la colectividad, pero en última instancia soy yo la que toma las decisiones de lo que sí todo digo. Y en Ediciones Antílope, la responsabilidad es compartida y también las alegrías, las satisfacciones, las equivocaciones. Es una experiencia muy distinta, me ha abierto los ojos a otra dimensión de los libros, a su materialidad, a su economía y a su circulación en el mundo. Espero y creo ser una escritora más comprensiva desde que soy editora.

Así empieza “Línea nigra” (Fragmento)

Esta mañana, en la sala de espera, llegué por azar a un calendario de eventos astronómicos. Habrá este año una lluvia de estrellas, una superluna en diciembre, un eclipse parcial de luna en Asia y, dentro de algunos meses, un eclipse parcial de sol, aquí en México. Durante el camino de vuelta a casa, en medio de la sorpresa, la emoción y el desconcierto, pensé de pronto: nunca más voy a estar sola. No de verdad. Sentí terror y alegría.

*

La espera del embarazo es un frutero. Las aplicaciones te dicen cada semana a qué fruta se parece el feto conforme crece. Son extranjeras, no toman en cuenta la variedad de frutas que hay en México, los muchos tamaños diferentes que existen de mangos y aguacates. Alejandro dice que las mandarinas mexicanas son del tamaño de las naranjas chilenas y que las mandarinas chilenas son del tamaño de un limón mexicano. Además, lo que yo llamo limón a secas él lo llama limón de pica, y lo que él llama limón a secas yo lo llamo limón amarillo.

*

Fuimos hace algunos días a un ultrasonido y escuchamos su corazón. La enfermera dijo que latía muy fuerte. Es del tamaño de un arándano y gran parte de su cuerpo es un corazón que late. Está difícil no encariñarse con un ser del tamaño de un arándano que tiene un corazón, que es casi por completo un corazón que late fuerte.

*

Siempre me gustó el olor a pan, fantaseaba con un perfume llamado Panadería, pero ahora el tufo que escapa de la bolsa, la sola idea del pan con mermelada me dan unas náuseas espantosas. Le cuento a Alejandro y él me recomienda que escriba las cosas que me pasan para no olvidarlas después. No le dije que ya estoy escribiendo porque me parece un poco trillado esto de escribir un diario de embarazo. Es de hecho tan cliché que recomiendan hacerlo en el libro Qué se puede esperar cuando se está esperando.

*

También estoy releyendo Los argonautas, de Maggie Nelson. Hoy leí esa parte donde dice que nadie habla lo suficiente de lo oscuro que puede ser el embarazo. Ella no tuvo un embarazo fácil: sentía mucho miedo y sufrió varios accidentes. Estuvo cerca de morir. Yo tampoco imaginaba que el embarazo tuviera momentos tan difíciles. Mi madre y mis amigas solo me habían hablado de una transformación maravillosa, de lo increíble que fue el parto, y ahora resulta que tenían náuseas todo el tiempo y se sentían fatal. Hasta ahora me lo dicen. Claro que también hay alegría, muchísima, como cuando hablamos de nombres o cuando imagino su cara. Pero eso lo veía venir, lo esperaba; la oscuridad, no.

*

Me cuesta lidiar con la idea de que media humanidad ha pasado por esto. Es lo más común del mundo y me parece tan distinto, incómodo y desconcertante.

Quién es Jazmina Barrera

♦ Nació en Ciudad de México en 1988. Es escritora.

♦ Entre sus libros se cuentan Cuerpo extraño, Punto de cruz y Línea nigra.

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