El caso de los niños que estuvieron 40 días perdidos en la selva colombiana conmovió al mundo. Los hermanos Lesly Mucutuy (13 años), Soleiny Mucutuy (9 años), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (4 años), y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (un año) encarnan un milagro, luego de que la avioneta en la que viajaban con su madre y otros dos adultos se estrellara en el Amazonas el 1° de mayo de este año. Sobre este caso escribe el periodista y líder de opinión colombiano Daniel Coronell en su libro Los niños del Amazonas.
Coronell es uno de los referentes del periodismo de investigación en Colombia, con una sólida trayectoria. Fue director de noticias de RCN, Noticias Uno y presidente del Noticias Univision, la cadena hispana de Estados Unidos. Desde septiembre de 2021 es el presidente de la revista Cambio. Sus investigaciones sobre corrupción y derechos humanos ocasionaron la salida de sus cargos de altos funcionarios, condenas, procesamientos y encarcelamientos. Pero esta vez, con Los niños del Amazonas, se aferra a la esperanza. “El libro es un acto de fe”
“El libro es un acto de fe”, dice Coronell en diálogo con Infobae Leamos por Zoom y agrega que “el hecho de que los niños hayan logrado sobrevivir a pesar de tantas adversidades, a partir de un trabajo conjunto de las comunidades, bajo la magia de una sustancia inexplicable nos obliga a la confianza en la historia”. Y va un poco más allá: “El caso hace que surja un acto de fe de Colombia y eso no siempre fácil en el país porque es una sociedad muy dividida, que encuentra muy pocas razones para unirse”.
Con una exhaustiva investigación y numerosas entrevistas, el libro tiene varios hallazgos fundamentales. Por ejemplo, las irregularidades en la avioneta que se estrelló, que tenía 44 años volando y que había sido restaurada tras un accidente con características similares. Coronell cuenta cómo el presidente colombiano Gustavo Petro le confesó que había tomado yagé, una bebida sagrada indígena.
¿Cómo se relaciona esto con los niños? El yagé y las visiones de un chamán fueron las claves para encontrar a los niños. El rol de Wilson, un perro rescatista y cómo era la trama de violencia que vivían los niños y cómo la selva fue un refugio para ellos también forman parte del libro.
Antes de la publicación de Los niños del Amazonas, al menos 13 productoras ya habrían intentado contactarse con los abuelos de los hermanos Mucutuy para adquirir los derechos de la historia. Coronell explica que hoy los niños se encuentran en un hogar del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, que están bien de salud y reponiéndose del impacto psicológico. Aunque les cuesta hablar del tema, reciben terapias para que no sea tan doloroso todo. En estos días, la defensora de familia tiene que determinar la patria potestad de los niños, ya que la madre de los cuatro niños murió en el accidente y el padre de los dos menores está preso como sospechoso de cometer abusos.
“El hallazgo de los niños fue una chispita de esperanza, nos reconcilió con la alegría, aunque fuera de manera fugaz”, dice Coronell e invita a ver qué esconde la profundidad del caso que más conmocionó en el último tiempo.
―¿Por qué este caso tuvo tanto interés y relevancia para la sociedad? ¿Cuál fue el impacto?
―Se dieron varias características muy especiales. Primero, que los sobrevivientes fueran niños, incluyendo una bebé de once meses, lo cual hacía un punto menos que imposible a que estuvieran vivos. Segundo, que fueran indígenas. Y tercero, que se hubiera juntado tanta gente tan disímil con el propósito de buscarlos, en especial, dos sectores que tradicionalmente han tenido un enfrentamiento fuerte en la cultura colombiana: los uniformados o la gente armada y los indígenas.
―¿Cómo es esa relación?
―En cualquier parte de Colombia tenemos muchas comunidades indígenas a lo largo del país, pero también es sabido que la relación de militares e indígenas siempre ha sido un poco conflictiva. Entonces, verlos por primera vez juntos, con un propósito común, tratando de entenderse los unos a los otros, y frente a la expectativa de un país profundamente dividido como Colombia, unido por fin en una causa que tenía que ver con la vida, tiene varias capas de significado.
―¿Cuáles son esas capas que trae la supervivencia de los niños en la selva amazónica durante 40 días?
―Los niños forman parte de una comunidad, los indígenas huitotos, que son descendientes de los sobrevivientes de las caucherías, de la época de la fiebre del caucho, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Segundo, que esto pasaba en medio de un lugar que se pensaba que podía tener influencias de disidencias de una guerrilla que firmó la paz y que podían estar ellos en otro tipo de peligro. Tercero, porque por la tensión de medios que había sobre la operación. Prácticamente había información minuto a minuto de lo que estaba pasando, pero también desinformación. Y porque, de alguna manera, integró un pedazo de Colombia que es enorme, pero el país ha vivido de espaldas: el Amazonas.
―¿Por qué?
―El Amazonas colombiano es tan grande como Alemania, pero vive virtualmente aislado por las características de la zona. La enorme mayoría de los colombianos jamás ha ido a las Amazonas ni se le ha ocurrido ir. Es algo que es distante geográficamente, pero sobre todo es distante culturalmente. Hay muy poca comunicación, por río y a través de esta aviación informal, la de la avioneta del accidente. Es un terrible inconveniente para los habitantes de la zona y también es una maravillosa ventaja, porque de alguna manera esa incomunicación ha salvado en buena medida el Amazonas de la codicia depredadora de la gente, a la explotación de árboles y de especies animales con el propósito de buscar ingredientes farmacéuticos o simplemente para tener especies exóticas como mascotas.
―¿Y el narcotráfico?
-También del narcotráfico, que ha derribado enormes zonas de la selva para hacer cultivos de tamaño industrial de coca y hacer laboratorios. La familia de los niños vivía en una zona llamada Puerto Sábalo, y ese aislamiento ha preservado las costumbres y la naturaleza.
―Uno de los protagonistas del rescate de los niños fue el perro Wilson, al que en su libro le dedica un capítulo, ¿por qué?
―Es increíble lo que pasa con esto, pero como uno puede desconfiar de los seres humanos, de su altruismo, de su desprendimiento, pero difícilmente del de un animal. Este perrito encontró el biberón de Cristin, que fue la primera señal de que podían estar vivos, y que apareciera una huella de perro al lado de la huella de un pie de un niño siempre me pareció una presencia esperanzadora. Me habla con profunda ilusión de que aún lo más e irrealizable es posible cuando todos nos unimos en un propósito. Y suena terrible, pero yo creo que Wilson, el perrito, de alguna manera lideró el ánimo de Colombia en un momento mucho más que el presidente de la República, mucho más que los rescatistas e incluso que los niños. Creo que Wilson fue un elemento aglutinador de la fe nacional.
―Decía que el caso del libro sirvió para la unificación de Colombia, ¿persistió ese sentimiento?
―Esta misión fue la más importante en tantos años de la vida militar, tenía que hacer sin disparar un tiro. Y que el General de la República, Pedro Arnulfo Sánchez, el más alto rango que le podía conceder la Fuerza Aérea, y diga que se pone a las órdenes de unos indígenas porque si no, no va a lograr cumplir con la misión, parte de un pensamiento que de ninguna manera es la norma. Ha sido siempre la excepción Colombia. Nos deja una lección a todos. Hay algo que no es propio de los colombianos: reconocer nuestra raíz indígena o mestiza como un valor. La verdad es que muchos colombianos nacen y crecen sintiéndose blancos y europeos, y no lo son tanto. Somos un crisol de razas y verse en el espejo y en lugar de odiarse, reconocer la riqueza de esa tradición. Se trata de entender que tenemos voces del pasado que dicen cosas que interesan al futuro. La capacidad de unirnos en función de la vida de cuatro niños ya lo dejamos, ya es algo de pasado.
―¿Qué rol tuvieron las organizaciones guerrilleras?
―Aparece el Frente Carolina Ramírez, disidencia de una guerrilla ya desmovilizada, como supuesta responsable de las amenazas a la familia. Otras personas dicen que Manuel Ranoque, el padre de los dos menores, estaba saliendo de ahí porque había en conformidad con la comunidad por lo que él había hecho siendo el gobernador del resguardo indígena. En fin, a mí me parece más creíble la segunda versión. No hay evidencia de que en esa zona, en gran parte selva virgen, de presencia actual de la guerrilla. Pero un grupo de indígenas sí encontró un viejo campamento que calculan había sido abandonado un año y medio antes del accidente de la avioneta.
―Para la resolución del caso se recurrió a un chamán indígena y a la toma de yagé, una bebida sagrada que brinda sueños visionarios. Los niños se encontraron a diez metros de donde indicó el chamán, ¿cómo se vivió esto?
―Todo el acierto nace de una equivocación descomunal que arranca del presidente de la República de Colombia, Gustavo Petro. El presidente recibe una información y se emociona. O sea, humanamente lo entiendo. Todos los colombianos, por lo menos la enorme mayoría, queríamos que los niños hubieran aparecido ya. Él recibe una información y, haciendo uso de la red social Twitter, publica que los niños fueron rescatados. Los diarios más importantes del mundo lo registran como breaking news. Y un reportero, cumpliendo el oficio con su deber de escepticismo, dice “a mí no me parece suficiente que lo diga el presidente. Estoy hablando con la aeronáutica civil, con los militares, con la policía y con las comunidades indígenas y nadie me lo confirma”. Entonces no la publicamos. Estaba en Bogotá y recibo una llamada de un altísimo funcionario del Estado furioso, diciéndome: “¿usted se atreve a contradecir a Petro porque es un mandatario de izquierda?”
―¿Entonces?
―Luego, Petro rectificó y dijo que la información era errada. Y ese acto también desata sus consecuencias en todas partes, incluyendo entre los rescatistas. Lo cierto es que el presidente termina hablando con el tío abuelo de los niños, Fidencio Valencia. El indígena lo atiende y sin ningún tipo de protocolo o miramiento a su jerarquía, le dice: “Petro, quiero agradecerle lo que usted ha hecho por los niños. Está muy bien que haya militares, tantos helicópteros, que haya pájaro de aluminio volando por allá. Eso es bueno, pero no es suficiente. Tiene que buscar el yagé porque esto tiene una solución espiritual. Tiene que buscar al Mayor Rubio, que es el hombre más sabio de Araracuara”.
―Uno de los hallazgos del libro es que el presidente de Colombia dijo que en su juventud también había probado yagé en dos ocasiones
―Esto no era conocido antes del libro. Me lo contó en una conversación que tuvimos cara a cara, cuando el libro ya estaba en escritura, pero la entrevista era sobre coyunturas políticas. No tenía la menor idea que lo había probado, ni en su autobiografía aparece esta experiencia. Me cuenta con propiedad que el yagé marcó su vida por dos visiones que tuvo y cómo después de la segunda toma nunca más quiso hacerlo, porque esa segunda toma lo puso en la perspectiva de ver lo que él consideraba ser su muerte.
―¿Cómo impactó este caso en la imagen del presidente de Colombia?
―Es increíble, porque creo que se mezclaron unos episodios de tal manera que la imagen de Petro no terminó beneficiada de ninguna manera con el hecho. El mismo día que rescataron a los niños apareció muerto un oficial de la policía, que era el jefe de las avanzadas de seguridad de Petro y que estaba involucrado en un escándalo de escuchas ilegales, ordenadas desde la casa de Nariño por la jefa de gabinete de Petro. Pero, a su favor, él trató con discreción el tema de los niños.
―¿Cuál es la lección que deja este caso?
―Creo que la gran lección que deja la supervivencia de estos niños es que tenemos la posibilidad de juntarnos con propósitos nobles y comunes y sacar cosas adelante, aún en un país que ha sufrido tanta violencia como el nuestro.
Quién es Daniel Coronell
♦ Nació en Bogotá, Colombia, en 1964.
♦ Es periodista de investigación y columnista de opinión. Sus investigaciones sobre corrupción y derechos humanos han ocasionado la salida de sus cargos de altos funcionarios, condenas, procesamientos y encarcelamientos.
♦ Ha sido director de noticias de RCN, Noticias Uno y presidente del Noticias Univision, la cadena hispana de Estados Unidos. Desde septiembre de 2021 es el presidente de la revista Cambio.
♦ Ha ganado en siete ocasiones el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar; diez veces el Emmy y dos el Peabody.
♦ Desde hace 15 años ha sido el columnista más leído por los líderes de opinión en Colombia.