¡Salí de ahí, amiga! Esta hubiera sido mi advertencia para la autora francesa Annie Ernaux, que en su libro Pura pasión (1992) cuenta, con pelos y señales, el romance cuasi enfermizo que mantuvo con un tipo casado al que le gustaba usar trajes de Saint Laurent, corbatas de Cerruti y manejar autos caros. Un diplomático de Europa del Este, con aires de superioridad, entregado a vivir a su antojo sin reparar en el resto.
Imagínate eso. ¡Peligro, peligro! La pobre mujer debe de haber cortado siete millones de clavos y esperado mil millones de años para que al final no pase más que lo que pasa siempre: nada. Él sigue con su esposa. Ella, sola.
Leer esta confesión agota. Sí. Es apabullante. Sí. Pero también hace de espejo para tantas que andan enredadas por ahí en esa telaraña pegajosa y destructiva del amor apurado y sin futuro. “Desde septiembre del año pasado no he hecho más que esperar a un hombre: he estado esperando que me llamara y que viniera a verme. (…) Todo mi horizonte se limitaba a la siguiente llamada telefónica para concertar una cita. (…) cuantos más días transcurrían sin que me llamara, más segura estaba de que me había abandonado”.
La autora revela sin pudor que todo en su comportamiento era artificial, ya que los únicos momentos en que actuaba con voluntad genuina eran los que guardaban alguna relación con ese hombre que le dolía en el cuerpo. Y sí. Mucho antes de Annie Ernaux, ya lo había entendido, y muy bien, Jorge Luis Borges, cuando escribió su poema “El amenazado”: “la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. (…) Estar o no estar contigo, es la medida de mi tiempo. (…) es el amor con sus pequeñas magias inútiles”.
Como sea, la confesión de la amante de un hombre casado es tan antigua como el mundo. Sin embargo, es la intensidad de la narración detallada, sincera y entrecortada, lo que le imprime a la obra cierta urgencia y desesperación que atrapa. Casi casi, como si fuera una miniserie de Netflix, pero de 74 páginas y protagonizada por la reconocida autora francesa, heroína de este desfachatado intríngulis amoroso. Algo parecido me pasó cuando leí El acontecimiento, el relato de la misma autora que da cuenta de su propio aborto, en la clandestinidad más absoluta, siendo apenas una adolescente, en una Francia donde se consideraba delito interrumpir un embarazo.
Vuelvo a Pura pasión y a su explicación de lo inexplicable. Porque el amor no se explica, y la pasión menos, ¿no?, pero puede tener algunos síntomas evidentes. Por ejemplo, entrar en un estado de trance y empezar a hacer todo tipo de pavadas que nunca jamás antes se nos hubieran ocurrido. La autora enumera una cuantas: prometerle al cielo que si él la llamaba donaría dinero a alguna entidad de beneficencia, pensar en hacerse leer las cartas por alguna vidente y después no atreverse, ponerse la misma ropa que llevaba el día de aquel beso como si eso se tradujera en una llamada de él o un encuentro en la calle.
En fin, ¿qué decirte?. Porque, para ella, esta no era una historia cualquiera, con una cronología que contar. Para Ernaux, el tiempo se explicaba solo a través de la presencia o ausencia de aquel objeto de su amor (como el poema borgiano). Y no tenía ningún interés en dar explicaciones de aquella pasión sin sentido, que la estaba carcomiendo hasta el caracú: “todo era una carencia sin fin, salvo el momento en que estábamos juntos haciendo el amor”. Es que explicar equivaldría a “considerarla un error o un desvarío por los que hay que justificarse”. Y no. No era nada de eso. Olvidate. Hasta que el tipo, de un día al otro, se esfumó. Te lo dije.
Pura pasión, editado por Tusquets, reflexiona -en pocas líneas- sobre el delirio al cual puede conducirnos una relación amorosa obsesiva y fuera de pista. Define a la pasión y a la escritura al mismo tiempo, en un texto que provoca empatía, espanto y compasión.
“Me pregunto si no escribo para saber si los demás no han experimentado cosas idénticas o, al contrario, para que les parezca normal experimentarlas (…) como un recurso para defenderse de la pena”. Y, al final de todo, reconoce que escribir (o su pasión por la escritura) le permitió exorcizar la experiencia y darse cuenta de que, aún en las locuras que se llegan a hacer por amor (ponele), habría un aprendizaje y algo para rescatar.
“He descubierto de lo que uno puede ser capaz, que equivale a decir ser capaz de todo. De deseos sublimes o letales, de falta de dignidad, creencias y comportamientos que tildaba de insensatos en los demás, hasta que yo misma recurrí a ellos. Sin que él lo sospeche, me ha ligado más al mundo”. Entonces me pregunto: ¿vale la pena tanta desazón ? ¿Y a qué precio? Y ella me responde: “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de piel, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”. ¿Será?
Quién es Annie Ernaux
♦ Nació en Francia en 1940.
♦ Es escritora y profesora de letras.
♦ A los 82 años, fue galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2022.
♦ Su obra literaria es mayormente autobiográfica. Entre ellas se destacan El acontecimiento, El lugar, La vergüenza, Una mujer y Los años.