Iván Hochman se hizo conocido al interpretar a Fito Páez en la serie El amor después del amor. Pero además de actor, docente, dramaturgo y director de cine, este joven argentino de tan solo 29 años demostró que no solo es capaz de interpretar textos ajenos, sino también de escribirlos él mismo.
En Por qué te vas, su primera novela, Hochman condensa “las ansias de toda una generación” con una historia que gira en torno a uno de los problemas más grandes de la juventud actual: la dificultad de abandonar el nido e irse a vivir solo.
El protagonista de esta novela es Milo, un joven que vive con sus padres y su hermana, pero se quiere independizar. Mientras recorre la ciudad en bicicleta, visita departamentos en alquiler y se cruza con personajes desopilantes, alguien le va dejando, como pistas que no llevan a ningún lado, notas en las que se repite una pregunta: “¿Por qué te vas?”.
Esta novela, editada por Alfaguara, es una obra polifónica donde los testimonios de amigos que dieron el salto, las listas de pendientes y ciertos objetos queridos cuentan una historia e iluminan un futuro. ¿Qué se hace cuando la independencia no es una opción?
Así empieza “Por qué te vas”
Parte 1
Es el atardecer. El aire uniforme de un color que se extingue. La noche que erosiona lo que quedó del día. El ritmo artificial, la vorágine, el silencio que se deja envolver por un cardumen de sonidos, hombres como peces boquean humo de burbujas, todo una misma cosa. La ciudad bajo el agua.
Hay en esta luz algo final. Casi lo nombro y desisto.
Es el atardecer y la velocidad de la bicicleta: veo mal o veo distinto; todo me pasa como flashes: una vieja arrastra un caniche y me grit, dos espal das encorvadas por el peso de las bols, un grupo de adolescentes disfrazados como en una pel, cuatro cabezas metidas en sus cuatro celul, atravieso el paisaje, nada me toca, no soy parte. Rojo.
Respiro. Una gota de sudor cae de mi ceja y me recorre la cara. Un pájaro azul pasa volando sobre mi cabeza. Un escalofrío. Lo sigo mientras sobrevuela negocios, carteles de publicidad, edificios. La gota de sudor sobre los labios. El pájaro se esconde atrás de un cartel y lo pierdo de vista. El gusto a sal en la boca. Enmarcado entre dos edificios, un hueco color mar invadido por las últimas nubes rosas. Inspiro. El viento fresco en la cara. Y una frase: tu vida sería perfecta. El semáforo se pone en verde. Pero no avanzo. Ato la bici a un poste y entro.
Godoy Cruz 3038, 4 amb., ctrafrte., balcón, ¡muy lum!, 3 bañ.
Toco timbre y espero a que abran la puerta del cuarto B. En primaria era del B. Los del A eran cancheros y en las fiestas bailaban lentos y chapaban. Los del C se portaban mal y los profesores siempre estaban retándolos. Los del B éramos tranquilos, buenos, infantiles. Una noche de cuarto grado planeamos con dos amigos del B ponernos de novios con chicas de otros grados. Yo decidí enamorarme de Marina, que era del C, pero tan buena y tranquila que parecía del B. Ella me dijo que no quería ser mi novia, una actitud muy del A, y durante más de un año me la pasé llorando para que dijera que sí. Al final, aceptó. Solo nos hablábamos por carta y nunca, ni una vez, nos dimos un beso. En algunas fiestas bailábamos lentos. Para mí era lo máximo, podía abrazarla y no tenía que pasar por la vergüenza de hablarle porque sonaban bien fuerte las canciones de un tipo horrible que se llamaba Álex Ubago. ¿Seguirá vivo Álex Ubago?
—Hola, vengo en busca de mi infancia.
La señora que me abre la puerta del departamento no sabe qué decir, su boca se contorsiona entre la duda y la sonrisa.
—Es un chiste, vengo a ver el departamento.—Demasiado pronto me apiado; podría haberme divertido un poco más.
Se sienta en una silla y mira el celular. No me considera un verdadero cliente.
Los mosaicos del piso, los marcos de las ventanas, la bañadera antigua, la cama con respaldo de hierro; termino de recorrer las habitaciones y me siento en el suelo. Busco el techo y lo encuentro demasiado lejos. Inalcanzable para alguien como yo. Saco el cuaderno de la mochila y arranco un rectángulo de papel. Escribo un nombre y un número de teléfono. Me acerco a la señora, que sigue mirando el celular.
—¿Conoce a Álex Ubago? —le pregunto.
—No personalmente, pero escuché las canciones.
—Son buenas, eh. Muy buenas.
—Sí, sí, me gustan.
—El departamento es para él.
—Para… ¿el cantante?
—Sí, para Álex. Para Álex Ubago. Soy su agente. Me pidió que le consiga departamento durante su estadía en Buenos Aires. Acá le dejo mi tarjeta, cualquier cosa me llama.
Abandono el departamento perfecto con un portazo.
Pedaleo por una callecita que desemboca en el río. En mi cuadra viven, además de la mía, otras pocas familias, sus casas empotradas entre terrenos baldíos y jardines silvestres. Un perro inmenso galopa hacia mí y lo paso de lar, la dueña lo corre, se queda sin aire, putea a los grit, un nene sentado sobre el cordón con frutillas en las rod, avanzo hacia mi casa zigzagueando sobre la bici. Entonces escucho el saxo del vecino de enfrente. Nunca logra terminar una canción sin equivocar las notas. Salto de la bici y camino hasta el portón. El vecino del saxo interrumpe su canción con un soplo afónico. Pienso que va a rendirse, pero vuelve a intentarlo.
Cuando entro a mi casa con la bicicleta al hombro, mamá sale a recibirme con un abrazo. Tan fuerte que me corta la respiración. Papá, sentado en el sillón con la computadora sobre las piernas, me guiña el ojo. Mi hermana está en su cuarto tocando la guitarra. Dejo la bicicleta y subo corriendo las escaleras.
En casa hay ventanales, una terraza y un jardín donde papá me jugaba a los penales. Un único árbol, alto, de hojas puntiagudas. Los sonidos del río no llegan hasta la casa, pero se lo ve por todas las ventanas y se escuchan los pájaros temprano, desde la madrugada. El viento y la lluvia suenan fuerte y claro cuando hay tormenta; mucho más que en la ciudad, donde los edificios frenan las corrientes. En la ciudad lo que se escucha es la ciudad, sus lamentos: el humo, las bocinas, los negocios, los boliches, los colectivos. Desde la habitación de mis papás es desde donde mejor se ve el río: plateado, con los primeros naranjas del atardecer, el cielo que se derrumba sobre la superficie del agua.
Bajo las escaleras a oscuras. Pegado sobre la puerta de mi habitación encuentro un papel en el que alguien escribió una pregunta: ¿por qué te vas?
Quién es Iván Hochmann
♦ Nació en 1994 en Buenos Aires, Argentina.
♦ Es actor, director de cine, dramaturgo y docente.
♦ Escribió y dirigió el cortometraje Yo, Ella y Superyohn.
♦ Participó en las obras de César Brie El paraíso perdido, La Mansa y Karamazov, al igual que en Mishiadura bailable de Manuel Longueira, entre otras.
♦ Como dramaturgo, en 2021 ganó el concurso Nuestro Teatro, organizado por el Teatro Nacional Cervantes, con su obra Decir te amo es un atentado.
♦ En 2022, tras figurar en un episodio del seriado web El fin del amor, fue elegido para interpretar a Fito Páez en la serie El amor después del amor, estrenada en 2023 por la plataforma Netflix.