Rolando Rivas. ¡Taxista! fue la creación icónica de Alberto Migré. Su primera temporada fue en 1972. El éxito de los éxitos.
Como todas las demás del mismo género era una historia de amor. Pero, por alguna razón (o miles de ellas) rompió los cánones conocidos y los por venir.
Claudio García Satur era Rolando, arquetipo del treintañero de esos años, pelo largo, fumador, canchero y familiero, que se cruza en la vida de Mónica Helguera Paz.
Ella era rubia, desfachatada, de clase pudiente pero no clasista y venía envuelta en la sonrisa y talento de Soledad Silveyra. Juntos fueron dinamita. Los martes a las 22, cuando comenzaba a sonar la porteña melodía, el país se detenía. Literalmente.
Las escuelas nocturnas cambiaron sus horarios y finalizaban el dictado de clases a las 21 para evitar la deserción de alumnos. Hasta se aseguró que el presidente de facto, el general Alejandro Agustín Lanusse, había mudado las reuniones de gabinete para los lunes porque no quería perderse ni un capítulo.
El éxito continuaría en 1973 pero con cambios. La heroína Mónica emprendía un viaje interminable dejando solo a Rolando porque Solita Silveyra se ponía al frente de otro “tanque” junto a Arnaldo André: Pobre Diabla fue otro éxito del dúo Migré y Canal 13.
Pero como se sabe que el hombre no debe estar solo, el corazón del conductor del vehículo negro y amarillo fue atrapado por la fulgurante aparición de Natalia (Nora Cárpena) que llegaba con un hijo a cuestas, el comprador Marcelo Marcote.
El rating llegaba a 40 puntos cada semana pero su creador ya había decidido que, a fin de año, daría por terminada esa historia. Y, para hacerlo, apeló a un recurso que, cincuenta años más tarde, sigue asombrando: un genial cruce entre ficción y realidad que resulta impensable para la televisión de los setenta.
El último episodio de Rolando Rivas se emitió el 27 de diciembre de 1973. La escena muestra a Rolando conduciendo su taxi y un pasajero subiéndose al coche.
- “¿Dónde lo llevo?” pregunta el chofer. - “Lejos, lejos” responde el hombre que no es otro que el mismísimo Migré.
Así comienza un diálogo en el que el único que no entiende lo que sucede es Rolo. El público sabe que Migré es Migré y que habla desde la realidad con su héroe de ficción.
-¿”Pero vos quién sos”? se impacienta el chofer
- “Y si te digo…Rolando Rivas”?
- “¿Y entonces…yo quién soy?
- Vos sos Claudio García Satur y hoy se nos terminó…
Así, en el cruce entre fantasía y realidad, ambos deciden ir a un último destino: la casa de Rivas donde está reunido todo el elenco.
Entre palabras de agradecimiento y reflexiones varias, Satur (¿o Rolando?) estalla en un llanto incontenible.
Final apoteótico para la gran novela nacional.
(...)
A modo de cierre
La temporada finalizó con la nacionalización de los canales hasta entonces en manos de privados.
Se dictaron nuevas normas: programas para niños de, por lo menos, una hora de duración, espacios culturales en todas las grillas y una obligación de cumplir una cuota de 60 por ciento de producción nacional en las pantallas.
El sueño de una industria televisiva nacional pujante y exitosa con participación más activa de los trabajadores sindicalizados (técnicos, personal de planta, productores y actores reunidos en gremios) llegaba con la fuerza del mismo sueño en otros ámbitos.
La historia muestra otro destino.
1973 fue un año turbulento, encantador, furioso y renovador al mismo tiempo.
Un año lleno de talento y amor en la pantalla y peleas interminables fuera de ella. Un año para recordar a color aquellas imágenes en blanco y negro.
Sobre “El 73″
“¿Por qué un libro sobre 1973?”, se pregunta Silvana Boschi en la introducción a “El 73″. Cuando todo cambió. Y responde: “Porque se cumple medio siglo de un año con una intensidad y una velocidad llamativas: terminó una dictadura, hubo dos elecciones, cuatro presidentes en un mismo año, volvió Juan Domingo Perón tras 18 años de exilio, se produjo la masacre de Ezeiza, el asesinato del líder sindical José Ignacio Rucci, hubo un récord de secuestros extorsivos, el aumento de la represión ilegal, y una mujer -María Estela Martínez de Perón- integró la fórmula presidencial ganadora por primera vez en la historia de nuestro país”.
Pero no todo era política en ese año turbulento. La cultura revivía y se renovaba: Julio Cortázar regresaba al país para presentar El libro de Manuel. Rodolfo Walsh volvía a desplegar el cruce entre literatura y periodismo con su obra Caso Satanowsky. Tomás Eloy Martínez publicaba La Pasión según Trelew, y otro escritor proveniente del periodismo, Osvaldo Soriano, lanzaba con éxito de ventas su primera novela, Triste, solitario y final.
En la música también pasaban cosas buenas: María Elena Walsh editaba su disco Como la cigarra, Luis Alberto Spinetta comenzaba con Artaud, una obra fundamental del rock nacional. El español Joan Manuel Serrat llenaba el Luna Park, mientras León Gieco y el brasileño Roberto Carlos peleaban el ranking junto a Palito Ortega, con su tema Yo tengo fe. Pese a que Ortega no era un cantante de protesta, ese tema fue leído dentro de la celebración de la vuelta de Perón a la Argentina. También llegaba al cine Rock hasta que se ponga el sol y los discos Confesiones de Invierno de Sui Géneris y Mi cuarto, de Vivencia, entre muchos otros éxitos musicales.
En la pantalla chica también se vivía un cambio: crecía la programación de la TV nacional, se veían series extranjeras a la hora de la cena, continuaba el éxito de telenovelas nacionales como Rolando Rivas taxista, se estrenaba el film de Leonardo Favio, Juan Moreira, censuraban la película El último tango en París, y nacía el bebé de Crespi en la continuación de un aviso donde -el año anterior- Hugo Arana se había emocionado al descubrir unos escarpines en la mesa familiar.
Todo esto ocurría en Argentina el mismo año del golpe cívico-militar en Uruguay y del de Augusto Pinochet, quien comenzaba su larga dictadura en Chile tras derrocar al presidente Salvador Allende, quien se suicidó en la Casa de la Moneda. Además, a principios de ese año, Estados Unidos retiraba sus tropas de Vietnam, y crecía el escándalo del caso Watergate, que derivó en la renuncia del presidente Richard Nixon. En 1973 también se desató la Guerra de Yom Kipur, un conflicto bélico entre una coalición de países árabes, liderados por Egipto, e Israel.
Por todo esto, hacemos un libro sobre 1973.
Escriben en él:
‣ Silvana Boschi, Eduardo Aulicino, Julio Bárbaro, Martín Kanenguiser, Gustavo Sierra, Gabriela Saidón, Diego Lerer, Víctor Pintos y Martín Teitelbaum.
* Una guía sencillisíma para descargar y leer libros electrónicos se puede encontrar en este enlace.