En estas semanas estuve releyendo un libro que había leído no sé, alrededor de 2002. O antes. Se llama Todo debe ser demasiado y es una biografía de Delia del Carril. ¿Escuchaste hablar de ella? Si la ponés en Google, lo primero que te va a decir es “pintora y dibujante argentina”. Pero no es sólo eso: Delia del Carril fue la segunda mujer de Pablo Neruda, tenía veinte años más que él y junto a ella él se hizo la figura internacional que llegó a ser.
Su historia tiene mucho de apasionante pero hoy no te voy a hablar de ella —me la estoy guardando— sino de algo que encontré casualmente en ese libro. Y es un episodio complicado de Gabriela Mistral, la poeta chilena que ganó el Premio Nobel en 1945.
Esto pasó diez años antes. Fernando Sáez, el autor de Todo debe ser demasiado -hoy, director ejecutivo de la Fundación Pablo Neruda-, lo cuenta para explicar cómo llegó Neruda a Madrid. Y fue así.
Neruda era el cónsul chileno en Barcelona y Mistral tenía el mismo cargo pero en Madrid. ¡Dos poetas a cargo de delegaciones diplomáticas! Pero en octubre de 1935 la revista La familia publicó, en Santiago de Chile, una carta de Mistral a su amigo Armando Donoso. Una carta que una cónsul no tenía que haber escrito.
La representante del país sudamericano opinaba sobre los españoles.. ¡y las cosas que opinaba!
Cartas abiertas
Mistral- cuenta Hernán Soto en su artículo Gabriela Mistral y España, le había escrito una carta personal “a un matrimonio muy cercano, íntimo”. Un periodista amigo de la familia estaba haciendo una crónica sobre lo que pasaba en España. Pidió ayuda y su amigo le dio una carpeta, donde estaba la carta. Fue demasiada tentación: la publicó.
¿Y qué pasaba en España? Eran tiempos de la Segunda República. Había gobernado Manuel Azaña, como la cara de una coalición republicano-socialista que intentó modernizar el país. Luego, en 1933, había subido la derecha, que quiso deshacer las reformas anteriores. En 1934 había habido una insurrección anarquista y socialista. En 1936 ganaría una coalición de izquierda, el Frente Popular, y meses más tarde llegaría el golpe de Francisco Franco. Pero falta para eso. Mistral estuvo en el consulado desde 1933, escribe dos años más tarde.
Textuales de Gabriela Mistral
En su libro sobre Delia del Carril, Fernando Sáez transcribe la carta completa. Aquí dejo algunos párrafos que hablan solos.
1. “Vivo hace dos años en medio de un pueblo indescifrable, lleno de oposiciones, absurdo fraude, hasta noble, pero absurdo puro. Hambreado y sin ímpetu de hacerse justicia, analfabeto como los árabes vecinos (tan lamentable casta), inconexo (...)
2. Envidioso por infeliz y no por otra razón. No sé si perezoso, como dice el mundo europeo, desorganizado hasta un punto que no se sabe decir. Pueblo de pésima escuela y lindo hablar donoso, pueblo sin la higiene más primaria, sin médico, sin salario, para curar hija o mujer.
3. (...) pueden llamarle estoico por cuanto es capaz de soportar; alegre, por el lenguaje verde-alegre genuino el andaluz y el vasco. ¿Pero cuándo fué español el vasco? Puede decirse que es señor, pues conserva, en algunos modos y hasta en la cara, huellas de lo que fué, dueño del mundo. Pueden decirle fuerte, ya que aún no los deshace el hambre y hasta en la basura municipal halla tres calamidades que comer.
4. Azaña no robó, ni persiguió, promovió a los intelectuales y llenó la administración de gente leída, informada. No hicieron nada; no hicieron nada válido. Eran y son tan españoles como los otros. Es decir, les parece más o menos natural la miseria asiática, la mugre asiática nacional, el paro trágico de los obreros, el desposeimiento de tierra del campesino. Y tienen igual ritmo ñoño que los otros e igual sombrío fanatismo interno e igual desdén de la justicia.
5. Son fofos, gente sin columna vertebral, hablantines, amigos de lucir.
6. Vino la reacción. Ya sabe: el mujerío español —cosa sin redención y sin nombre— votó según su ignorancia y su tontería, que no sólo es ignorancia. Votó a las derechas en bloque. Y los campesinos decepcionados y necios, igual. Es fantástica la falta de inteligencia en el mujerío y el campesinado; parecen criaturas de tribu.
7. Como al español le gusta parecer, ya que no tiene volición para ser (...)
8. El catalán ha hecho un país bajo el ejemplo francés; ha creado una gran industria; tiene razón, está vivo, ha vuelto la espalda al sepulcro de Castilla y se ha labrado con mar, comercio, clásicos griegos y latinos y con un espíritu regional de los más sabios y maravillosos de Europa. No es que sean separatistas, es que desde siempre fueron otra raza, otro ritmo, otro sentido de la vida.
9. Es agria, desnuda, seca, paupérrima y triste la vida española para quien no viva metido en cafés, borracho de charlotes, necio, zahumando la abulia para no verla y borrando con humo de cigarrillo la tragedia del país.
10. Yo no gusto del toreo, no me soporto un café, no importa la miseria del pueblo, me repugna la mentira de los patriotismos nuevos, y creo en la política como economía y no más. Vivo aquí muy infeliz, sin ninguna alegría, cargada de visitas ociosas, que no dejan trabajar, oyendo bobadas de política o jacobina o sacristana, en un clima malo que me ha aumentado el reuma y la presión arterial. No sé qué hago aquí.
Bueno, lógicamente, después de esa carta la cónsul voló. Trató de argumentas que tenía derecho a tener opinione privadas pero en menos de 48 horas el gobierno chileno la sacó a Portugal. Neruda -que ya estaba viviendo en Madrid por decisión del Cónsul General- se hizo cargo del consulado en la capital española. A él le tocará la Guerra Civil y a su tiempo, en 1937, escribirá España en el corazón, un libro de poemas que es un canto de amor a esas tierras y a la gesta republicana.
“España, cristal de copa, no diadema,/ sí machacada piedra, combatida ternura/de trigo, cuero y animal ardiendo”, dicen algunos de sus versos.
Atrás quedaba el escandalete de Gabriela Mistral que, desde Lisboa, trabajó para evacuar desde la España golpeada por Francisco Franco a académicos, artistas, y médicos, como cuenta la doctora en Literatura Elizabeth Horan en un trabajo. Juntó plata para sacar a Francia niños vascos y aportó lo ganado con su poemario Tala, de 1938.
La difusión de esa carta, sin embargo, había golpeado su vínculo con España. Filtraciones. Cosas que pasan.
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