Cada familia es un mundo. Pero si en algo estamos todos de acuerdo es que no existe la familia Ingalls, es decir, una que esté libre de problemas o conflictos. Aunque estos últimos a veces no persisten más allá de la infancia y la adolescencia, sus secuelas suelen acompañarnos en nuestra adultez, lo que genera que nuestra forma de ser quede limitada a los confines de esos traumas heredados.
Para tratar de dejar atrás viejos esquemas y empezar a vivir una vida mejor, la psicóloga y autora bestseller estadounidense Nedra Glover Tawwab escribió Sin dramas, una “guía para entender y gestionar las relaciones familiares difíciles”.
Editado por Diana, este libro ofrece prácticos consejos para identificar los patrones familiares disfuncionales y elegir el mejor camino con el fin de romper el ciclo y poder seguir adelante.
Desde el trauma producido por la negligencia emocional de parte de padres y madres hasta los casos de progenitores adictos o ausentes, Sin dramas es una guía “clara y compasiva” que ayudará al lector a tomar el control de su vida para ser fiel a la persona que realmente es, y no a aquella a la que lo llevaron las circunstancias.
“Sin dramas” (fragmento)
Qué es la disfunción
Carmen creció en una familia biparental. Lo habitual era que su padre, Bruce, llegara a casa después de trabajar todo el día, se emborrachara y montara en cólera. April, la madre de Carmen, pasaba la mayor parte del tiempo en su dormitorio, desconectada de Carmen y de los dos hermanos de esta. April «bebía demasiado», pero la situación no era tan mala como con Bruce.
Cuando April y Bruce discutían, Carmen y sus hermanos ahogaban sus voces subiendo el volumen de la televisión. Carmen pasaba mucho tiempo con sus amigas para evitar estar en casa. Y fue en las casas de sus amigas donde descubrió que lo normal no era que los padres se emborracharan, discutieran constantemente o desatendieran emocionalmente a sus hijos.
A medida que fue creciendo, Carmen aprendió a acudir a otros miembros de su familia en busca de ayuda. Cuando necesitaba que la llevaran o la trajeran de casa de una amiga, llamaba a su abuela. No se podía arriesgar a que sus padres la recogieran borrachos. Cuando necesitaba ropa para ir a la escuela, llamaba a su tía, que estaba encantada de llevarla de compras. Sin embargo, no tenía a nadie con quien hablar de su vida familiar. Sus amigas no tenían esos problemas con sus padres, y sus familiares hacían como que no los veían, a pesar de que intentaban compensarlos.
Carmen se sentía sola y avergonzada. Durante muchos años, creyó que el problema lo tenía ella, porque nadie más parecía preocupado por cómo se comportaban sus padres. Sus hermanos se ha bían adaptado a esa conducta y el resto de la familia decía cosas como «es que tus padres son así, los tienes que querer tal como son». Y, sí, quería a sus padres, pero su conducta la atormentaba. Y el tormento la acompañó hasta la edad adulta.
La mayoría de las veces, se callaba y aguantaba, pero cuando se plantaba y decía basta, sus familiares la hacían sentir culpable y la acusaban de ser rara y mala persona. Quería que alguien entendiera sus problemas, que validara sus experiencias y le hiciera saber que estaba bien querer algo distinto de su familia.
¿Qué significa tener una familia disfuncional?
Para Carmen significaba tener un padre y una madre adictos, que la desatendían emocionalmente y que, en ocasiones, la maltrataban verbalmente. Una familia disfuncional es una familia en la que el maltrato, el caos y la desatención son la norma aceptada.
En las familias disfuncionales, las conductas perjudiciales se pasan por alto, se esconden bajo la alfombra o se atienden. Como en el caso de Carmen, identificar la disfunción puede ser complicado a menos que se tenga acceso a un entorno distinto y saludable. Y aun en este último caso puede ser difícil alejarse de los patrones disfuncionales.
Si creciste en una familia disfuncional, es probable que lo si guiente te pareciera normal:
♦ Perdonar y olvidar (sin cambios de conducta).
♦ Seguir como si no hubiera pasado nada.
♦ Ocultar los problemas ante los demás.
♦ Negar la existencia de un problema.
♦ Guardar secretos que habría que compartir.
♦ Fingir que todo va bien.
♦ No expresar tus emociones.
♦ Estar junto a personas que te hacen daño.
♦ Usar la agresividad para conseguir lo que se quiere.
Si alguien te dice que hay un problema, créelo
Con demasiada frecuencia, la gente se pone a la defensiva o se resiste al cambio en lugar de reconocer que hay un problema y trabajar para solucionarlo. En el caso de Carmen, cada vez que intentaba hablar con sus padres sobre sus conductas nocivas, estos se ponían a la defensiva o la culpaban a ella por querer algo distinto. No había nadie en la familia dispuesto a escuchar las preocupaciones de Carmen, probablemente porque no estaban preparados para afrontar los problemas.
Carmen no estaba sola, pero tampoco había nadie dispuesto a ponerse de su lado. Su experiencia era exactamente la misma que la de los demás, pero ella era la única con la suficiente valentía como para señalar que había un problema. Quería aprender a afrontar los problemas que todo el mundo parecía dispuesto a asumir o ignorar.
Resiliencia
La resiliencia, o fortaleza emocional, es la capacidad de asimilar lo sucedido. Podemos superar nuestro entorno si contamos con los factores de protección adecuados. Estos son algunos de ellos:
♦ Vínculos fuertes con adultos que nos den seguridad.
♦ Influencias de crianza positivas.
♦ Valores sólidos o propósito definido.
♦ Capacidad de autorregulación, actitud positiva y recursos interiores.
♦ Vínculos sociales saludables.
♦ Apoyo de iguales y mentores.
♦ Programas estructurados continuos que aumenten la exposición a relaciones sanas.
Aunque se suele decir que somos producto de nuestro entorno, también podemos ser fruto de la exposición a relaciones sanas fuera de casa. Las alternativas saludables que vio Carmen en casa de sus amigas la ayudaron a entender su entorno familiar.
Crecí en Detroit (Michigan, Estados Unidos.), estudié en escuelas públicas y recuerdo haber visto programas destinados a ayudar a niños de la ciudad a superar los problemas que pudieran tener en casa. Cuando estaba en primaria, dejé de tirar cosas al suelo porque un grupo nos enseñó que la basura es perjudicial para el medio am biente y nos ayudó a limpiar el barrio cerca de la escuela. Aunque los esfuerzos de limpieza duraron poco, el concepto de no tirar basura al suelo se quedó conmigo para siempre.
Quien no me conoce asume que crecí en un hogar biparental y que viví una infancia sin traumas, pero ninguna de las dos cosas es cierta. Sin embargo, sí que entré en contacto con otras maneras de hacer y con relaciones sanas, y siempre tuve la esperanza de que mi vida sería distinta de adulta.
Sé honesto (al menos contigo mismo) acerca de tu infancia
Ser honesto es no traicionar a nadie. Es ser valiente. Deja de edulcorar tus experiencias y permite que la verdad te libere. Con frecuencia, la gente no explica con exactitud sus relaciones y sus experiencias porque teme admitir que son reales. Sin embargo, la negación te impedirá liberarte de tu pasado.
Cosas difíciles de admitir acerca de un familiar
♦ Es egoísta y hará lo necesario para conseguir lo que quiere.
♦ No escucha.
♦ Cambia, pero durante poco tiempo.
♦ Es cruel, a veces sin motivo aparente.
♦ Exige más de lo que da.
♦ No es perfecto.
No eres lo que te ha pasado. Durante la infancia te enfrentaste a muchas cosas que escapaban a tu control. Gestionar tu entorno no dependía de ti. Por lo tanto, no te puedes culpar de lo que sucedió en ese entorno. Tus experiencias te han hecho tal como eres, pero de adulto tienes la capacidad de elegir si quieres ser un producto de esas experiencias o dejarlas atrás y crear algo distinto.