“Contestame, baila mi danza”, es el verso de Muriel Rukeyser que da nombre a la antología de poetas norteamericanas, seleccionadas y traducidas en 1984 por Diana Bellessi, que permitió leer en Argentina, en muchos casos por primera vez, tanto a Rukeyser como a Denise Levertov, Adrienne Rich, June Jordan, Diane Prima, Irena Klepfizs y Barbara Deming.
Cuando se publica ese libro, referencia absoluta de la poesía norteamericana en Argentina y reeditado en 2019 por Salta el Pez, todas las poetas antologadas aún estaban vivas y escribiendo, excepto Rukeyser, la poeta que abre la antología, fallecida en 1980.
Rukeyser, la más grande del grupo, nacida en 1913, había surcado “el primer siglo de guerras mundiales”, como ella lo llamaba, bajo la premisa “Absorbe experiencia, exhala poesía”. Así decía el primer poema de su primer libro, Teoría del vuelo (1935), con el que ganó el premio Yale para Jóvenes Poetas a los 21 años. Este vitalismo donde existencia y obra funcionaban de manera indisociable fue el sello de una autora polifacética, cuyo activismo poético- político y social sería una constante a lo largo de toda su vida.
En su obra crítica, La vida de la poesía de 1949, articula una posible respuesta a la pregunta: “Y la poesía, entre todo esto, ¿dónde está el lugar para la poesía?”. Daría la impresión al leerla, que toda su vida estuvo respondiendo esta pregunta a través de la práctica literaria, su oficio.
A los veinte años viaja a Alabama para cubrir el juicio a los «Scottsboro Boys», nueve adolescentes afroamericanos acusados injustamente de violación. Termina en prisión por manifestarse y allí contrae fiebre tifoidea. Al año siguiente comienza a colaborar con una revista de filiación comunista.
Muchos de sus libros incorporan material documental, en particular la serie U.S.1, donde en El libro de los muertos, mediante un complejo y novedoso entramado que cruza denuncia política y experimentación técnica combina testimonios, declaraciones judiciales, leyes y entrevistas para documentar una de las tragedias industriales más grandes de los Estados Unidos: la construcción del túnel por el cual fallecieron de silicosis miles de mineros, en su mayoría afroamericanos.
Documentalista, feminista, periodista durante la Guerra Civil Española, militante a favor de los derechos de las minorías étnicas, presidió la división norteamericana del Pen Club y se pronunció contra la Guerra de Vietnam y los corredores de la muerte en Corea del Sur. En una entrevista, el poeta Kenneth Rexroth la definió así: “Muriel Rukeyser era todo lo que sus enemigos decían que no era. La gran poeta de la izquierda, una mujer de pensamiento profundo.”
Mujer, judía, bisexual, madre soltera, feminista y con un pensamiento siempre alineado hacia las ideas de izquierda; a lo largo de su vida Rukeyser no siempre fue reconocida por sus contemporáneos y por el canon literario norteamericano, ya de por sí bastante conservador; se destaca su su ausencia en antologías y homenajes.
Pese a todo, se convirtió en una autora de referencia para poetas que reivindicaron su figura como una pionera en el marco de la llamada segunda ola feminista; Alice Walker la consideró su mentora, Sharon Olds acudió a sus talleres en Nueva York y Anne Sexton acuñó la expresión: “Muriel, la madre de todas”. Adrienne Rich le dedicó un ensayo en 1993 titulado: Muriel Rukeyser: su visión, donde deja plasmada la centralidad pionera de esta poeta y activista que nunca permitió que lo personal se separara de lo político: “Llegué a Rukeyser en mi madurez, cuando mi propia vida se abrió y empecé a confiar en las directrices de mi propia obra. Gradualmente, hallé que era la poeta que más necesitaba para hacer mis poemas y vivir mi vida. En el pasado cuarto de siglo, cuando muchas voces silenciadas -especialmente voces de mujeres-empezaron a dar testimonio, la capacidad anticipadora y amplitud de su percepción se me hicieron más claras, ya que ofrece una visión inconfundiblemente relevante para nuestras vidas ahora en este continente.(…) Escribió desde el deseo sexual de una mujer, el embarazo, el amamante nocturno, en una época en que era muy valiente hacerlo, especialmente como ella lo hizo -sin disculparse-, como una gran mujer de mente y cuerpo vivos, capaz tanto de violencia y desesperanza como de deseo”.
Por primera vez en Argentina, el sello Salta el Pez ha publicado un libro completo de esta autora polifacética, con traducción a cargo de Yaki Setton y Sergio Waisman. Anteriormente contábamos con traducciones de poemas sueltos en antologías; la mencionada de Diana Bellessi y una de Alberto Girri de 1969. Infobae Leamos conversó con ambos sobre el proceso de traducción “a cuatro manos” que comenzó en el 2020.
“La idea de traducir La velocidad de las tinieblas -cuenta Setton- surgió en el 2020, en la pandemia; veníamos de traducir al inglés a Diana Bellessi y Mirta Rosenberg y vimos que no había libros completos de Rukeyser traducidos al castellano; nos parece una poeta central de la poesía norteamericana, cuya figura resulta muy actual hoy en día. La antología de Diana Bellessi de poetas norteamericanas, Contéstame, baila mi danza, la dio a conocer aquí a mediados de los 80 y su reedición del 2019, todavía más; por lo cual, nos imaginamos que las y los lectores de esa antología iban a ser, naturalmente, también las lectoras y lectores de este libro. Traducir ‘a cuatro manos’ implica trabajar con dos cabezas lectoras, con nuestros comentarios, dudas e interpretaciones. Por lo cual nuestras versiones y correcciones eran interminables, hasta tener que tomar la decisión de detenernos. En las traducciones la impresión es que siempre hay más cosas para corregir porque son versiones; no es el original, único y definitivo. Por lo tanto, la versión final es más producto de que hay que terminar para publicar, que de dar por terminado el texto, que seguimos corrigiendo en nuestra cabeza aun cuando ya tenemos el libro en nuestras manos”.
En el prólogo de La velocidad de las tinieblas, ambos traductores dan cuenta de algunas de las cuestiones que tuvieron en cuenta al momento de traducir a Rukeyser :”Dada la importancia de la política sexual, el feminismo y la celebración del amor entre mujeres en la vida y en la obra de Rukeyser, otro de los dilemas que tuvimos fue de qué modo traducir lo ‘neutro’ del inglés, desde la perspectiva de la ausencia de género gramatical, a la de una lengua romance como el español con género femenino y masculino. Por un lado, decidimos que la voz poética siempre fuera femenina. En cambio, en el caso de la segunda persona del singular o la tercera del plural evaluamos poema a poema esa decisión. Así, definimos un criterio: en los poemas amorosos cuando aparece la segunda persona amada o cuando no se explicita su género lo interpretamos como amor lésbico, en femenino. (…) En cambio, cuando la voz poética es plural, pero no se trata de un poema amoroso, lo traducimos como un nosotros”.
Al consultarle acerca del carácter político de esta decisión, Waisman nos comentaba: “Sí, fue una decisión estética y también política, exactamente. Y llegamos a ella porque nos pareció, después de muchas idas y vueltas, la mejor manera de recrear hoy la poesía de Rukeyser en el Río de la Plata. Una poesía en “vos” y cuya lírica amorosa es, en algunos poemas, la del amor entre mujeres” y agrega: “Tal como planteamos en el prólogo, este libro implicó para Rukeyser volver, en los 60, a ocupar un lugar central en la poesía norteamericana. Ese “¡Basta de máscaras!” del primer poema del libro muestra su voluntad de ocupar ese lugar. De tomar y hacer escuchar la voz de las mujeres en la vida y la poesía”.
Tal como supo escribir Diana Bellessi: “Rukeyser se ha llamado a sí misma una she-poet y, sin duda, no hay texto suyo donde no seamos conscientes que es una mujer la que escribe”.
Traductora de autores tan diversos como Brecht, Rimbaud y Octavio Paz, Rukeyser consideraba la traducción como una práctica inseparable de su faceta como autora y lectora, para ella el traductor es “solo un grado más del lector”.
Sus publicaciones, borradores y notas dan cuenta de esta concepción de la traducción como una forma activa y comprometida de leer. En el número VIII del proyecto Lost & Found (Perdidos y Encontrados), Chris Clarke reúne y publica una carpeta de Rukeyser cuando tenía 20 años, con borradores de dos versiones diferentes de Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud, acompañadas por notas y reflexiones. Clarke nos hace saber que Rukeyser tradujo dos veces cada poema original “ya sea para dar al destinatario la posibilidad de elegir cuál debe ser, o bien para demostrar la dificultad de su traducción”.
Clarke destaca la especial atención al ritmo y el particular tratamiento de la puntuación que hace Rukeyser en sus traducciones: “la puntuación es biológica”, se lee en una nota al margen. Tal era la importancia que daba a este aspecto, que mandó a hacer un sello con el que imprimía, al final de sus manuscritos, la siguiente leyenda: «PLEASE BELIEVE THE PUNCTUATION», (POR FAVOR, CREE EN LA PUNTUACIÓN).
Con respecto a estas cuestiones centrales, Sergio Waisman relató para Infobae Leamos los desafíos que surgieron al momento de decidir ese gran acierto que fue traducir la poesía de Rukeyser en español rioplatense: “La velocidad de las tinieblas presenta una gran diversidad de voces y registros, a veces orales, otras más literarios o bíblicos. El desafío fue tratar de encontrar en el castellano rioplatense registros y voces análogos. Queríamos volverlo un libro tan cercano al oído como suena en inglés. Subrayar lo oral y cotidiano en sus tonos, sus palabras, en su puntuación, sus pausas, sus silencios y en su musicalidad”.
La velocidad de las tinieblas es un libro actual, que experimenta y fusiona con éxito temas personales y políticos, en un tono libre de sentimentalismos. Publicado en 1968, en plena guerra de Vietnam, su nombre proviene de la última serie del libro y como se detalla en el prólogo, la edición argentina elige conservar esa polisemia que pareciera reverberar con El corazón de las tinieblas, libro de 1899 de Joseph Conrad, en el que años después, en 1979, se basaría el guion de Apocalipsis Now.
Por otro lado, también podría resultar interesante constelarlo hacia el futuro con Cosas que hago en la oscuridad, el libro de June Jordan de 1977 que por momentos pareciera establecer cierto dialogo temático formal con Rukeyser. Tal es el caso del poema Algunas personas, de Jordan: “Algunas personas me desprecian/ porque tengo un monte de Venus/ y no un pene// ¿Eso/ te suena/ bien?”. Casi diez años antes, en 1968, Rukeyser escribía: “Quien desprecia el clítoris desprecia el pene/ Quien desprecia el pene desprecia la concha/Quien desprecia la concha desprecia la vida del hijo”. Ambos libros ofrecen pistas, claves a descifrar con respecto a los estereotipos de luz y oscuridad.
Las tinieblas, si bien pueden funcionar como el lugar de lo ominoso también en algunos textos recuperan la oscuridad como vacío primordial, como potencia del origen que da lugar a la palabra, a la escritura: “el papel bajo la luz blanca, escribís lo que fluyó/de vos en las tinieblas/hacia vos bajo la oscuridad” o: “de noche/ despertamos para intentar, como signos, semillas del comienzo,/venidas de las tinieblas y recordando las tinieblas,” o: “Pero este mismo silencio se ha vuelto palabras/ Con la velocidad de las tinieblas”.
¿Para quién escribía Rukeyser? es una buena pregunta y al mismo tiempo una buena hipótesis sobre sus posibles lectoras y lectores, agrega Setton. Creo que varios de los poemas de La velocidad de las tinieblas responden al presente: en particular a las tensiones del “primer siglo de las guerras mundiales” como ella lo llamaba, de la “guerra fría” y de la lucha por los derechos civiles a mediados de los años 60. Otros, como el poema que da nombre al libro, es un manifiesto escrito desde el malestar del presente para el malestar del futuro que aún hoy inquieta y resuena fuerte”.
Muriel Rukeyser nos dejó catorce libros de poesía y seis de prosa en una obra que reúne traducciones, ensayos, biografías, libros infantiles, guiones cinematográficos y crítica. Testigo y participante de su época, se mueve a través del siglo XX, plena de vigencia, invocándonos a nosotras, a nosotros, fantasmas del futuro que aguardamos nuestro momento en las tinieblas del tiempo: “Mi noche despierta/ mirando fija la ancha joya en bruto/ el techo cobrizo de enfrente/ pensando cuál poeta/ aún sin nacer en esta oscuridad/ será la garganta de estas horas. /No. De esas horas. / ¿Quién hablará estos días, / si no yo, / si no vos?
Cinco poemas de Muriel Rukeyser
Poema
Yo viví en el primer siglo de guerras mundiales.
La mayoría de las mañanas estaba más o menos loca,
Los diarios llegaban con sus artículos desprolijos,
Las noticias brotaban de varios aparatos
Interrumpidas por intentos de vender productos a los no-visibles.
Llamaba a mis amigos por otros aparatos;
Estaban más o menos enojados por las mismas razones.
De a poco llegué a la pluma y el papel,
Hacía mis poemas para otros no-visibles y aún no-nacidos.
De día algo me hacía recordar a esos hombres y mujeres
Valientes que ponen señales entre grandes distancias,
Considerando un modo de vivir sin nombre, con valores casi inimaginables.
Cuando las luces se oscurecieron, cuando las luces de la noche brillaron más,
Tratábamos de imaginarlos, de encontrar al otro.
De construir la paz, hacer el amor, reconciliar,
Despertar durmiendo, cada uno con el otro,
Cada uno con su propio ser. Tratábamos de cualquier modo
De alcanzar nuestros propios límites, de alcanzar nuestro propio más allá,
De abandonar los modos, de despertar.
Yo viví en el primer siglo de estas guerras.
Todavía no
Tiempo de destrucción. De los poderes más rígidos en ascenso.
Complots secretos contra ellos, trabajo abierto contra ellos en edificios redondos.
Todos fallan. Cualquier esfuerzo hacia la fluidez, hacia la libertad, falla.
Batallas. La aniquilación de ciudades llenas de gente.
Largos trayectos de devastación.
En una ciudad: escena de refugiados, cada uno se puede llevar
una valija con sábanas, frazadas, nada más. Un hombre viejo, un profesor.
Escondió algunos libros y dos estatuas chicas en una frazada
e hizo su equipaje. Se presenta con su turno a la mesa de registros.
Le cuesta la mentira que necesita decir. Miente, no declara nada.
Igual, después de la mentira tiran la valija por el acantilado
donde están todas las estatuas rotas, los libros, fotos, los discos.
Largos paisajes de devastación. Colores modulados entre
escasos monumentos rígidos. Largos paisajes naranjas
pasan a naranja-amarillo para mostrarlos a una generación.
Largos pasajes de tiempo hacia el amarillo. Solo estas élites,
su ejército pisotea el terreno amarillo. Sus escuelas. Sus hijos.
Una tradición de rigor, odio y ruina es ahora
–generaciones más tarde– la única tradición propia.
Estoy mirando la época y el tiempo como a un sueño.
Como a un sueño recurrente de un cuarto bajo llave.
Pienso en la solución al misterio del cuarto sellado
de la gallina y el huevo, en el cual la gallina
se alimenta de su célula, crece fuerte en el cuarto sellado
y al final
con fuerza
come su prisión
perfora su cáscara.
¿Cómo puede cambiar este cuarto de estado?
Veo su cielo, sus hijos. No me puedo imaginar.
Miro las caras jóvenes de los niños
en esta tradición, muchos colores de años después.
Aún están repitiendo sus consignas apagadas
con “guerra” sustituida por libertad. Pero sus caras brillan.
Los niños son maravillosos, cantando entre las guerras.
Necesitaban los significados y sus caras muestran
esto: la solución.
Las palabras han asumido
todos sus significados prohibidos. Las palabras significan su opuesto.
Deben ser así, se las necesita.
Caras de niños, con luz, sin luz,
la cara de un niño
La transgresión
Esa medianoche de verano bajo su aurora
boreal igual pasamos la frontera.
Dos hacen una maldición, una da, otra recibe.
Hacen falta dos para romper una maldición
transformada por fin una en los ojos de la otra.
Me senté en la cama desnuda del espacio
todas las cosas se convierten en algo distinto a lo que parecen
en el despertar de noche, en la revelación
estruendosa de un tabú después del imperativo
roto, mientras los antepasados grotescos se desvanecen
con vos respirando a mi lado a través de nuestro sueño:
cama de cosas prohibidas finalmente conocidas–
arte del símbolo golpeado, vivo y hecho.
Una rama verde levantada del shock muerto de piedra.
Los seis cánones
Aprovechá la estructura.
Ajustate a lo real.
Fusioná espíritu y materia.
Conocé tus secretos.
Anunciá tu alma descubriéndose.
Andá hacia la esencia, el impulso de creación,
donde el poder viene en música desde el sexo,
donde el poder viene en música desde el espíritu,
donde sexo y espíritu son una misma
pasando entre
y actuando sobre todas las cosas
y sus relaciones,
moviendo las constelaciones de todas las cosas.
El derrocamiento de la una de la mañana
es mi preocupación. Es este momento,
cuando apoyo los codos sobre el marco de la ventana
y siento la ciudad en medio de sus zonas horarias, en medio de sus mares,
en medio de los noticieros de la noche, un diluvio
de todo a la vez, guerras, sueños, noche de invierno.
Luz en bancos de nieve hacen que las chicas jóvenes
acostadas y despiertas se enamoren esta noche
solas en la cama; o los niños
a quienes le llueve fuego en mitad del mundo esta noche –somos nosotros–
llamando a alguien –somos nosotros– para que venga
y los ayude.
Ahora veo en la frontera de las tinieblas
el extremo de la luz de la luna.
Sola. Todas mis esperanzas
esparcidas en gente a un cuarto mundo de distancia
a medio mundo de distancia, más allá de cualquier oído.
Me digo:
Confiá en la experiencia. Y en los ritmos.
Los ritmos profundos de tu experiencia.
Para mi hijo
Venís de poetas, reyes, deudores, predicadores,
de deudores quebrados, constructores de ciudades, vendedores,
los grandes rabinos, los reyes de Irlanda, almaceneros quebrados,
de bellas mujeres de las canciones,
grandes jinetes, padres tiránicos en la orilla de un océano, las madres
occidentales que miran al oeste por sus ventanas,
de las familias escapándose por el mar a toda prisa y de noche –
las torres redondas de la puesta violeta del sol celta,
los difuntos, los brillosos, voladores, hombres expulsados del pueblo,
el hombre sobornado por sus primos para que se quede fuera del pueblo,
maestras, el cantor litúrgico del viernes a la noche, los diarios morbosos,
mujeres fuertes manteniendo con elegancia relaciones, la niña judía
que va al colegio parroquial, los niños que juegan carreras con sus barcos
sobre el hielo en Lakes,
la mujer quieta frente al diamante en la ventana de terciopelo, dice
“Maravilla de la naturaleza”.
Como todos los hombres,
descendés de cantantes, de guetos, de hambrunas, guerras y rechazos de guerras,
hombres que construyeron aldeas
que crecieron hasta ser nuestras ciudades solares, estudiantes, revolucionarios,
derrame de edificios, los diarios del mercado,
un sastre pobre en un cuarto en penumbras,
un hombre del desierto, el héroe de las minas, el astrónomo, una mujer
con cara pálida que enseña piano hora tras hora con su muñeca coja,
como todos los hombres,
no has visto la cara de tu padre
pero lo conocés desde siempre en una canción, la costa de los cielos, en un sueño,
donde sea que se encuentre el hombre jugando su rol de padre, padre entre
nuestra luz, entre nuestras tinieblas
y en tu ser hecho completo, completo con vos y completo con otros,
las estrellas tus antepasados.
(De La velocidad de las tinieblas, Salta el Pez, Argentina, 2023)