“El crecimiento económico es indispensable pero no suficiente para alcanzar la felicidad”, dice Andrés Oppenheimer. Habla sobre ¡Cómo salir del pozo!, su nuevo libro e invita a revisar soluciones concretas. Con una investigación exhaustiva que lo llevó a viajar por seis años por distintos países del mundo y con un amplio registro de documentos, el reconocido periodista pone el foco sobre un preocupante fenómeno global: el crecimiento de la instatisfacción, el estrés y la depresión.
En diálogo con Infobae Leamos en su visita a Buenos Aires para la presentación del libro, Oppenheimer profundiza en cuáles son las novedosas estrategias que están aplicando los países, las empresas y las escuelas para combatir la infelicidad, basadas en sólidas evidencias. ¿Cuáles son? El reconocido periodista escribe sobre la nueva ciencia de la felicidad, qué tienen los países como Dinamarca, Finaldia, Noruega y Suecia para ser los más felices del mundo. También cuenta sobre las “clases de felicidad” en las escuelas públicas de Nueva Delhi, India, la invención de “el producto bruto de la felicidad”, en Bután, y las diferentes incitativas en el ámbito corporativo de grandes empresas.
Y hace un novedoso aporte: Oppenheimer cuenta sobre una nueva disciplina económica, que sostiene que, además del crecimiento económico son necesarias políticas públicas, empresarias y educacionales que aumenten la felicidad. Entonces, ¿qué hay que hacer? En ¡Cómo salir del pozo!, Oppenheimer emprende una tarea ambiciosa: encontrar las claves de la felicidad. “Son soluciones prácticas, efectivas que se están haciendo en varios países del mundo que funcionan”, dice.
En más de 300 páginas, el periodista da algunas recetas prácticas: hacer crecer la economía, vivir en democracia, combatir la corrupción, medir la felicidad, dar clases de felicidad en las escuelas, más actividades comunitarias, no obsesionarse con el estatus y siempre mirar para adelante. ¿Cree que es posible en América latina y Argentina? Por supuesto, dice Oppenheimer. Y sonreímos como primer paso.
―¿Se puede ser feliz en un contexto de 140% de inflación, 40% de pobres, cuando anticiparon que habrá un ajuste brutal?
―No, pero se puede aspirar a ser feliz. Lo que digo en el libro y que va para Argentina perfectamente, es que hace falta una inyección de optimismo realista. Viajé por los países más felices del mundo y los países que están haciendo las cosas más innovadoras en busca de la felicidad para ver qué es lo que están haciendo y qué podemos copiar de ellos. Y muchas de las cosas que descubrí en todos estos países, como en Finlandia, Dinamarca, Gran Bretaña, India, Bután, Israel, entre otros, es que las relaciones personales, la vida comunitaria, el sentido de propósito, el contacto con la naturaleza son algunas de las claves para la felicidad.
―Según cuenta en el libro, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos descubrió que las personas más felices viven entre 6 y 10 años más, ¿cómo podemos inyectar ese optimismo en Argentina y América Latina?
―Y otro estudio de Stanford, encontró que las monjas de la Orden de Notre Dame que eran optimistas, estudiadas a lo largo de los últimos 100 años, vivieron diez años más que las pesimistas. Lo que me sorprendió al investigar este libro es que el optimismo no necesariamente es algo hereditario, ni algo que depende 100% de las circunstancias, sino que es algo que puedes aprender y ejercitar. Primero, hay que entender que el optimismo es realista. Y enfatizo lo de realista porque tampoco se trata de algo ingenuo. Ejercitarlo te da más energía, te da más dinamismo, más creatividad y te permite ser mucho más productivo que el pesimismo.
―¿Cómo se ejercita el optimismo en un contexto de incertidumbre?
―El optimismo realista no te da la seguridad ni te garantiza la felicidad, pero el pesimismo te garantiza la parálisis, la inercia y el fracaso. Y es muy sencillo. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, y Tal Ben Shahar, profesor de las clases de felicidad de Harvard, me explicaron que el optimismo es algo que se puede aprender y ejercitar. Es un músculo del cerebro que puedes ejercitar como los músculos de brazos haciendo pesas. Si tenés una dosis de energía positiva, vas a tener más energía para levantarte a la mañana, para cambiar tus cosas positivamente, las tuyas, las de tu familia, las de tu país. Si sos una pesimista y estás deprimida, te vas a arrastrar por la calle a tu trabajo, no vas a tener energía, ni creatividad, ni innovación. Los humanos tenemos un pensamiento catastrófico instintivo y se trata de mirar el vaso medio lleno. Es tan simple como recordar todas las noches tres cosas buenas que te pasaron durante el día.
―Con la situación actual argentina, Javier Milei propone un cambio con ajustes sin gradualismos, generando un escenario incierto, asumiendo que los próximos 6 mese no van a ser fáciles, ¿cómo se hace para tener la dosis de energía positiva?
―Obviamente las cosas no van a ser fáciles y hay una gran incertidumbre justificada porque Milei va a ser un presidente que no va a tener una mayoría en el Congreso, ni va a tener gobernadores, ni va a tener un partido político. Se proclama amigo de Trump, de Bolsonaro, pero Trump tenía uno de los dos partidos más grandes de Estados Unidos detrás suyo, el partido republicano. Bolsonaro tenía a los militares y un grupo político que había cultivado durante veinticuos años en el Congreso. Milei tiene a su hermana.
―¿Entonces?
―Creo que hay que darle el beneficio de la duda y que si Milei entiende que tiene que hacer una alianza firme y duradera con Macri, con Patricia Bullrich, pero también con sectores de centro-derecha y del centro para poder gobernar. La Argentina tiene una chance de salir del pozo. Ahora, si Milei piensa que, como arrasó en las urnas con el 11% de diferencia con Massa puede hacer todo solo, ahí vamos a tener problemas.
―En el libro hay una frase sobre los países escandinavos que llama la atención, que dice que “los daneses son felices porque trabajan muy poco”, ¿cómo es eso?
―El libro está repleto de humor. Lo dije medio en serio, medio en chiste, pero lo cierto es que trabajan mucho menos que nosotros en Estados Unidos y que en Argentina. Tienen seis semanas de vacaciones, licencias por enfermedad, paternidad o maternidad. Este modelo, que es muy loable y muy bueno, funciona cuando hay inversión y cuando hay innovación. La regla de oro sigue siendo que si no hay inversión, no hay crecimiento. Si no hay crecimiento, no hay reducción de la pobreza. Si no hay reducción de la pobreza, no hay felicidad. Por eso no somos felices. Argentina nos sale tan mal parada en el rango mundial de la felicidad, está en el puesto 52 de 137, pero podría estar entre los primeros 10.
―¿Qué le falta a Argentina para ser más feliz?
―Crecimiento, inversión y terminar con el engaño kirchnerista. Hay que terminar con el engaño histórico de creer que en la Argentina se puede crecer y reducir la pobreza imprimiendo dinero. Es un disparate por donde lo mires. En ese sentido Milei está haciendo un buen aporte. Si él logra convencer a Argentina de terminar con el engaño de creer que se puede crecer, reducir la pobreza imprimiendo dinero, va a ser un aporte muy constructivo. La democracia, el crecimiento económico son fundamentales. No me vengan con cuentos de autoayuda, de que podés ser pobre y feliz, como dice el presidente de México, y como dijo más de una vez Alberto Fernández. Eso es un disparate monumental. Si sos pobre y no llegas al fin de mes no vas a ser feliz. Hay muchos populistas que dicen “Somos pobres pero felices”. Eso es una idiotez. No puedes ser pobre y feliz; Si no tienes para comer, no vas a ser feliz.
―Hace poco se conoció un estudio de Bumeran que arrojó que el 94% de los argentinos tiene burnout, agotamiento laboral. ¿Qué deberían hacer las empresas y los empleados para ir en sentido contrario?
―Uno de los objetivos del libro es dar a conocer lo que hacen las empresas en otras partes del mundo. Lo principal, como con los países, es medir la felicidad de la gente y preguntarles qué es lo que les causa el burnout y qué necesitan. Y muchas empresas ni siquiera hacen eso. Y a veces resulta que la gente que trabaja en la empresa sería mucho más feliz con cosas elementales como esa. Por ejemplo, empresas grandes como Google, como Deloitte. Deloitte tiene una directora de felicidad y hacen cosas tan sencillas como crear turnos para que la gente no tenga que contar tiempo para hacer cosas por la tarde. En otras palabras, se hacen guardias para cubrirse entre los empleados.
―¿Cuáles son las consecuencias de esto?
―Las empresas tienen que entender que con empleados infelices es mucho menos productiva, mucho menos innovadora y le va a ir mucho peor que una con empleados felices. Los empleados felices van a trabajar contentos, con energía. La energía te da creatividad. Las empresas con empleados descontentos tienen empleados que van arrastrándose al trabajo, que no van a ser ni creativos ni productivos.
―En el capítulo sobre Reino Unido menciona a los “recetadores sociales”, ¿qué son?
―Es un ejemplo de una cosa práctica que se podría hacer en Argentina para aumentar la felicidad de la gente. En Gran Bretaña crearon la figura del recetador social porque, según me explicaron en Londres los directivos de la Academia de Recetadores Sociales, el 20% de la gente que va a un hospital no necesita una receta médica sino una receta social porque la gente está sola y deprimida. El paciente va, habla con el recetador social, el recetador social tiene en su base de datos 10.000 grupos comunitarios. Elige uno y al día siguiente llama a la persona para asegurarse que la recibieron bien, que le gustó, si quiere otro grupo y le da seguimiento. Y con eso no solo se aumenta la conexión social y el bienestar y la felicidad de la gente, sino que los países se ahorran presupuesto en antidepresivos y gastos hospitalarios.
―También se sorprende al descubrir que los jóvenes eran los que más sufrían la depresión, cuánto influyen las redes sociales?
―La ministra de la Soledad de Reino Unido me dijo que, cuando ella asumió, lo que más le llamó la atención es que los jóvenes hoy día están más solos que los adultos. Y las redes sociales tienen mucho que ver con eso. El mayor problema es con las mujeres, con las chicas. ¿Por qué? Las chicas adolescentes se comparan con sus compañeritas y si una chica tiene un like, un me gusta en su Instagram, y le de al lado tiene 50 me gustas, la que tiene solo uno se deprime. Entonces, viven en un constante estado de comparación que produce depresión juvenil y drogadicción. Eso es un problema mundial. Hay que aplicar políticas públicas para atacar todos estos problemas y aumentar la felicidad.
―¿Cuáles podrían ser las acciones para aplicar en las escuelas para que los niños piensen en la felicidad desde chicos?
―Las clases de la felicidad, que también se pueden llamar clases de habilidades socioemocionales, entrenamiento, que son espectaculares. Los chicos aprenden a meditar, a tolerar los fracasos de la vida, la importancia de luchar contra la corrupción, aprenden muchísimas cosas fundamentales para aumentar la felicidad. El caso de la corrupción, que cito de Nigeria, es buenísimo. Y eso también se podría hacer en Argentina, sería espectacular. Historias para niños sobre la importancia de combatir la corrupción.
―¿Cómo salir del pozo en tres palabras?
―Como país, crecimiento, democracia y políticas públicas para combatir el descontento o para aumentar la felicidad. Como persona, el optimismo realista, el amor y la salud.
Así empieza “¡Cómo salir del pozo!”
Una ola de descontento recorre el mundo. Paradójicamente, a pesar de que vivimos muchos más años y tenemos un nivel de vida mucho mejor que el de nuestros ancestros (que no gozaban de privilegios como viajar en auto, tener aire acondicionado o recibir anestesia cuando les sacaban una muela) cada vez menos gente se siente feliz.
Según una encuesta mundial de Gallup, hecha anualmente a unas 150.000 personas en unos 137 países, el promedio mundial de gente que dice no ser feliz es cada vez mayor El porcentaje de encuesta- dos que se sienten más enojados y estresados creció de 24% en 2006 a 33% actualmente 1 Según me señaló Jon Clifton, el CEO mundial de Gallup, en una entrevista: “Hay un aumento global de la infelicidad. Las emociones negativas, o sea, el agregado del estrés, la tristeza, el enojo, la preocupación y el dolor físico, han llegado a niveles récords”.
El aumento de la infelicidad no es, como muchos podrían suponer, el resultado de la pandemia de covid-19 o de la recesión económica en muchos países La gente ya se sentía insatisfecha desde varios años antes de la pandemia. El triunfo de los populismos en todas partes, incluyendo la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y el voto del Brexit en Reino Unido para separase de la Unión Europea en 2016, ya era síntoma de un creciente malestar social mundial.
Y esa ola de insatisfacción y deseo de cambios drásticos también se hizo evidente en América Latina con el triunfo de varios líderes populistas que prometían cambiarlo todo. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones en 2018 prometiendo una “transformación histórica” del país. En Brasil, un hasta entonces oscuro diputado de derecha y exmilitar llamado Jair Bolsonaro fue electo ese mismo año tras proponer un giro radical hacia la apertura económica y el conservadurismo social.
En Chile, los votantes eligieron por mayoría abrumadora en 2021 a Gabriel Boric, un joven político que venía de la extrema izquierda y buscaba alterar radicalmente el “modelo chileno”. En Perú, los votantes les dieron la espalda a los políticos tradicionales y eligieron en 2021 a Pedro Castillo, un maestro de escuela rural casi desconocido, cuyo partido, Perú Libre, se autoproclamaba “marxista” y pretendía una ruptura absoluta con el pasado.
En Colombia, ganó en 2022 el exguerrillero y exalcalde de Bogotá Gustavo Petro, que se convirtió en el primer presidente de izquierda de su país En todas partes, y como confirmando el fenómeno de la ola de insatisfacción global, parecen estar ganando las elecciones los candidatos que prometen arrasar con el statu quo.
Quién es Andrés Oppenheimer
♦ Es uno de los periodistas y escritores más influyentes de la lengua española.
♦ Actualmente es columnista en The Miami Herald, conductor del programa televisivo Oppenheimer Presenta en CNN en Español y comentarista en Radio Imagen de México.
♦ Nacido en Argentina, fue jefe de la corresponsalía de The Miami Herald en México y encargado de la cobertura en Colombia y Panamá. Trabajó en The Associated Press y escribió en The New York Times,
♦ Entre sus libros están ¡Sálvese quien pueda!, ¡Crear o morir!, ¡Basta de historias! y Cuentos chinos.