Los Carmen Mola: “¿Cómo que nos estamos ablandando? ¡Hemos metido un feto dentro de un cadáver!”

Los autores españoles que triunfaron bajo un seudónimo de mujer estuvieron en Buenos Aires para presentar su última novela, “El infierno”. En diálogo con Infobae Leamos hablan sobre la esclavitud, del “Madrid luminoso del siglo XIX”, los prejuicios en la literatura y los demonios de hoy.

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"España fue el último país
"España fue el último país europeo en abolir la esclavitud", dicen los Carmen Mola sobre su nueva novela, "El infierno" (Foto: Gustavo Gavotti)

¿Cómo es el infierno? ¿Hay uno solo? ¿Acaso el paraíso se parece mucho al infierno? En El infierno, el nuevo libro de los Carmen Mola ―el seudónimo de Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero―, el reverso tenebroso está escondido en la esplendorosa La Habana de mediados del siglo XIX. Allí, el lujo escondía un infierno de torturas, mutilaciones y el horror al extremo. La esclavitud golpeaba con fuerza y el infierno también tienen máscaras encantadoras.

Para los Carmen Mola, quizá, el infierno tuvo cara de polémica en 2021 cuando ganaron el Premio Planeta. Tras el anuncio, el auditorio esperaba que se develara, finalmente, quién era esa misteriosa mujer a la que denominaban la “Elena Ferrante española”. Ninguna mujer: subieron al escenario tres hombres. Genios del marketing, les decían. Ellos hasta pidieron perdón.

Pasaron por Buenos Aires para presentar El infierno ―que es una de las grandes apuestas con una tirada récord de 400.000 ejemplares para Hispanoamérica― y Díaz dice a Infobae Leamos que “la polémica duró poco”. “Aquella polémica hizo que se hablara muchísimo más del Premio Planeta de lo que se habla cualquier otro año”, suma antes de viajar a Santiago de Chile, Bogotá y participar de la Feria del Libro de Guadalajara.

“Nosotros preferimos vender mucho que ser listos”

Y toca la sensibilidad del corazón argentino: “Por una vez la gente hablaba del premio y no del último gol de Messi”. Después, millones de ejemplares vendidos, adaptaciones audivisuales y giras de promoción. ¿Comparten un archivo para escribir de a tres? Son guionistas y están acostumbrados, se reúnen tres veces por semana y se dividen el trabajo.

Antes de empezar la entrevista en un coqueto hotel de Recoleta cuentan cómo es la dinámica: cada uno responde una pregunta, siguiendo un orden. Y así se mantiene durante toda la conversación sobre El infierno, un libro fiel al estilo Carmen Mola: tapas de cerebros abiertas con gusanos, disparos, sangre, asesinatos. En definitiva, violencia, pero esta vez incluyen una historia de amor. El amor, el amor imposible y el no correspondido también es un infierno”, dicen.

En esta Madrid convulsionada se conocen Leonor, una bailarina que actúa en el Teatro Variedades (que hoy ya no existe) y Mauro, un estudiante de Medicina, en medio del levantamiento del ejército contra la reina Isabel II, después del cólera. El destino los lleva hasta la colonia más importante de España: Cuba, donde “el problema desconocido es que hubo también esclavos españoles en los ingenios”. Teatro madrileño, bufones, bailarinas y vanguardias artísticas traídas de París y un guiño a Divina Comedia, de Dante Alighieri, también forman parte de sus páginas. “Queremos que la gente diga ‘qué buen rato me he pasado’”, coinciden porque, el infierno también puede ser entretenido.

El infierno está situado en la segunda mitad del siglo XIX, parte en España y parte en La Habana, cuando Cuba todavía era una colonia española ¿Por qué poner el foco sobre este período histórico tan especial para España?

―Antonio Mercero: La Bestia está ambientada en 1834. Era un Madrid muy oscuro el que contábamos ahí y nos apetecía seguir explorando el siglo XIX. Esta novela la situamos en 1866, que es un Madrid más luminoso, donde la gente se está divirtiendo. Nos gustaba mucho ese contraste con la novela anterior, hay teatros de variedades, hay cafés cantantes, un mundo más bonito, pero las características del siglo XIX español se mantienen: la enorme desigualdad social, la crisis económica, la miseria de mucha gente y el espíritu levantisco revolucionario constante que recorre el siglo entero.

Carmen Mola. Tres plumas para
Carmen Mola. Tres plumas para una escritora (Javier Ocana)

¿Y Cuba?

―Antonio Mercero: Descubrimos a Cuba, la esplendorosa La Habana, que era el lugar más próspero de España entonces. El lugar más lujoso escondía un reverso tenebroso que fue la esclavitud. España fue el último país europeo en abolir la esclavitud, el penúltimo en Occidente ―solo superado por Brasil y sólo por dos años―. Esto no es una cosa muy conocida ni siquiera en España. Nos parecía interesante volver a pensar en España, que fue una potencia esclavista. Y a los personajes queríamos llevarlos a lo que ellos creen que es una escapatoria y, en cierto modo, un paraíso, un remanso, un refugio, pero que, en realidad, es la boca del lobo, es el infierno donde está la esclavitud.

Hay una frase en el libro que dice: “Madrid lleva lamentándose de su reina, de la miseria y de nuestros políticos demasiado tiempo”. ¿Qué pasa hoy?

―Antonio Mercero: Hoy no nos lamentamos tanto de nuestro rey actual, sí de su padre, pero eso ya pasó. El lamento hacia los políticos es común en cualquier país. En todos los lugares del mundo despotricamos de nuestros políticos, parece que no están a la altura. Ahora mismo hay un fervor absoluto por la política en España. Acabamos de tener un presidente que ha pasado la investidura y las críticas son feroces hacia todo lo que está pasando allí. La desafección hacia los políticos la reconozco en mí desde que tengo uso de razón. Y la miseria, nada comparable a la desigualdad social que había en el siglo XIX. La desigualdad social que es uno de los temas de las últimas novelas de Carmen Mola. La miseria es una dominante en cualquier siglo, existe y es la gran injusticia de la vida..

Carmen Mola en la segunda
Carmen Mola en la segunda visita a Buenos Aires en diálogo con Infobae Leamos (Foto: Gustavo Gavotti)

¿Alguna vez tuvieron miedo de ser cancelados por mostrar este costado esclavista español?

―Javier Díaz: No. No nos metemos en ninguna cuestión que se pueda cancelar. Sí que teníamos miedo cuando empezamos a escribir las novelas de Carmen Mola, que estábamos escribiendo sobre violencia y maldad. Teníamos miedo que nos rechazara una parte del público. Pero es que nos llevamos la sorpresa de que es todo lo contrario. Como nosotros queríamos escribir la novela que nosotros queríamos, y además como en aquel momento nadie sabía quiénes éramos, podíamos ser unos francotiradores que hicieran lo que les diera la gana. Decidimos mantenerlo, aunque algunos nos dicen: “os estáis ablandando”. Y decimos, “pero ¿cómo que nos estamos ablandando? ¡Que hemos metido un feto dentro de un cadáver!” Hay que dar más.

Hablan de un ablandamiento y en esta novela incluyen por primera vez una historia de amor, el hilo conductor del libro. En una entrevista con Infobae Leamos, Luz Gabás, otra Premio Planeta dijo que “cuando un hombre escribe una historia de amor es algo sublime, pero si lo hace una mujer es algo menor”, ¿qué opinan?

―Agustín Martínez: En general, hay mucho prejuicio respecto a los autores. Hay mucha idea preconcebida de qué puede escribir un hombre y qué puede escribir una mujer, que no responde a la realidad. Yo echo la vista atrás a los libros que he leído últimamente y hay novelas escritas por mujeres que son extremadamente violentas. Mariana Enríquez, por ejemplo, o Fernanda Melchor, que es brutal, o la novela Claus y Lucas, de Agota Kristof. ¿Por qué es patrimonio del hombre escribir sobre la violencia y de la mujer escribir sobre el amor? Son ideas de una sociedad machista. Hay que dejar de diferenciar por género. La literatura no es de géneros sino de autores, algunos escriben de una forma y otros de otra.

Mariana Enriquez (Cortesía de Fundación
Mariana Enriquez (Cortesía de Fundación Telefónica. Fotografía de Irene Medina)

En el libro incluyen al personaje de Arderius, un productor teatral que fue real, ¿por qué decidieron incluirlo y escribir sobre el teatro popular español?

―Antonio Mercero: Arderius es el primer personaje que aparece, porque toda esta novela nace de un rombito de esos que ponen en las ciudades. Había uno en la calle Magdalena de Madrid que decía que en ese lugar estaba el Teatro Variedades, que ya no existe, sede de los Bufos madrileños. No sabíamos quiénes eran. investigamos y descubrimos que había un género teatral que estaba arrasando en París: obritas de intrigas muy bobas, en las que de pronto salía un grupo de bailarinas así picantonas, enseñando las piernas y bailando. Arderius trajo este espectáculo a Madrid convencido de que aquí también iba a triunfar y tenía razón porque triunfó y fue la sensación en el año 66 que es cuando empezó la novela. Queríamos enseñar un Madrid más festivo, más divertido, más luminoso. La sociedad madrileña era un poquito retrasada en cuanto a vanguardias teatrales y artísticas y todas esas cosas eran muy celebradas.

La literatura comercial, en general, es asociada con lo popular y caracterizada como literatura menor, pero con muchas ventas. ¿A ustedes qué les pasa con eso? ¿Hay una fórmula?

―Jorge Díaz: Nosotros preferimos vender mucho que ser listos. Algunos prefieren que la historia no se entienda. Eso es lo suyo. Pero si se entiende, eres un “tramista”. Sabemos que si vende mucho y está en los primeros puestos de ventas, debe ser algo más. Nosotros no seguimos una fórmula y somos guionistas antes de ser escritores. Tenemos un mandamiento que nos grabaron a fuego, que es “no aburrirás”. Si aburres, estás fracasando. Nosotros tampoco queremos aburrirnos nosotros trabajando. Eso sí, lo vamos a hacer a nuestra manera. En El infierno utilizamos todas las claves del folletín decimonónico.

―Agustín Martínez: Me parece muy ingenuo cuando la gente cree que existe la fórmula del éxito, es una visión super naíf del mundo de la literatura, del entretenimiento en general del cine, de la televisión. El mundo de la literatura desprecia el entretenimiento y está un poco atrasado con eso. Ese aprendizaje que sí está en el cine está atrasado en el mundo literario.

El infierno también es una clara alusión a la Divina Comedia, ¿por qué?

―Jorge Díaz: Quisimos usar en el libro esa cuestión muy decimonónica de un manuscrito que aparece, desaparece, que lo quieren destruir, esconder, robar... Después porque se refería a un viejo ingenio en el Oriente de la Isla al que llamábamos “el Infierno”. ¿Por qué? Porque estaban sucediendo cosas que se escapaban a todo entendimiento humano. En la novela se habla mucho de encontrar al demonio y de que ha llegado a la isla. Y decidimos leer a Dante Alighieri por primera vez: la experiencia fue tediosa. El séptimo círculo del infierno es la violencia, y las novelas de Carmen Mola hablan de violencia y queríamos revalorizar este texto clásico.

¿Qué es el demonio hoy?

―Agustín Martínez: El ser humano es el demonio. Y por desgracia tenemos muchos ejemplos en la faz de la tierra estamos viviendo unas guerras que son terroríficas a nuestros alrededores, están cometiendo actos de violencia que parecen fuera de las posibilidades del ser humano. Pienso en Israel y Gaza, y pienso en los dos lados. Buscar excusas más allá de nuestra propia responsabilidad es una tarea de escapismo.

¿Qué imagen creen que es la mejor para graficar el infierno?

―Antonio Mercero: Para mí la imagen sería que dentro de dos años está entrevista en lugar de estar aquí, esté un robot haciendo las preguntas. Y en lugar de nosotros, usted encuentra estos robots.

―Agustín Martínez: La desigualdad. Vi una imagen que me impactó muchísimo, que fue en los movimientos migratorios en el Mediterráneo, de la gente que cruza. Es una foto muy famosa de un bebé muerto en la orilla de una playa.

―Jorge Díaz: Me he quedado con el infierno de los androides y los robots Me basta ese pero se puede hablar de miles de infiernos.

Así empieza “El infierno” (Fragmento)

El infierno. Primer círculo

—¿Quieres ser tan poderoso como la reina? Nunca vas a tener palacios ni joyas o ejércitos, pero sí puedes ser como ella. Incluso más. Quítale la vida a alguien, a un gato, a uno de esos ropavejeros que no saben ni su nombre, quítasela despacio, que sepa que te la estás llevando, y en su mirada verás que, en ese momento, para esa persona, eres más que la reina, eres más que Dios.

Estábamos sentados en las escaleras de la iglesia de San Sebastián, dos niños de unos diez o doce años —nunca he sabido con exactitud en qué año nací— que esperaban la salida de misa para pedir unas monedas. Fantaseábamos con abandonar los harapos de huérfanos y no solo tener un plato de comida caliente al día, sino un carruaje tirado por caballos árabes, un castillo, un país, cuando él, con la mirada traviesa, me confesó cómo podría ser aún más grande que la reina.

Mi memoria ha regresado muchas veces a aquel Madrid que boqueaba exhausto tras el cólera, mísero y sucio, arrastrándose a los pies de unos pocos que refulgían como emperadores bañados en oro. A aquellas palabras. Habrían de pasar muchos años hasta entender que no tenían nada de inofensivo.

Mi vida, errática y equivocada, me sacó de aquel Madrid, me dejó olvidado en un convento de Calatrava donde, a pesar de los monjes —fieras que usaban a aquel niño y después adolescente como a un mulo de carga—, aprendí las letras y a tener el valor necesario para huir. Todavía era ajeno a que ese sería el signo de mis días: la huida, siempre inútil, porque el cobarde nunca logra escapar del todo, y yo no soy otra cosa que un cobarde al que persiguen el miedo y la culpa, como ese ojo sin párpado del relato de Philarète Chasles, pegado a mi espalda, observándome.

No pretendo erigirme en protagonista de nada, ni siquiera del viaje al infierno que es mi vida; no merece la pena detallar las vicisitudes que me trajeron a esta isla de las Antillas, como tampoco importa mi nombre.

Hay tantos nombres que, algunos, los quiero olvidar, y los que recuerdo prefiero omitirlos. Me falta el valor ciego de los héroes, ese que no mide las consecuencias. Solo consignaré uno aquí: Santa Catalina de Baracoa. Un nombre que también es una historia. La de un navío, un barco fantasma que fue hallado en 1852, en la ensenada de Cochinos, en Cuba.

Según contaban, dos pescadores criollos y analfabetos de la Ciénaga de Zapata fueron quienes lo encontraron: Anatael y su hijo Bardo. Decidí buscarlos, averiguar si podía haber alguna relación entre ese barco fantasma y el lugar que había destruido mi vida.

Quién es Carmen Mola

♦ Nació en 2017, en Madrid, cuando los autores Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero decidieron lanzarse a la creación colectiva y utilizar el seudónimo.

♦ Su primera novela en conjunto fue La novia gitana, que se convirtió rápidamente en un best-seller. Le siguieron La red púrpura, La nena y Las madres.

♦ En 2021 Carmen Mola obtuvo el Premio Planeta con La Bestia, un thriller histórico que se convirtió en la novela más vendida de su obra.

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