Historia del Caballero Encantado es la primera traducción al chino de Don Quijote. Su traductor, Lin Shu, no sabía español, así que trabajó con un asistente, Chen Jialin, que se lo leía en inglés. El resultado de esta superposición de idiomas y traductores es un Don Quijote “al uso chino”, que anda entre monjes que son médicos y cheng yü, los refranes chinos. Publicado originalmente en 1922, ese texto circula hoy en día como un libro autónomo, diferente de las traducciones modernas de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Pero “es diferente queriendo ser igual” -aclaran desde Mil Gotas, la única editorial argentina específicamente dedicada a la literatura china, que un siglo después publica el Don Quijote chino en español con traducción, notas e introducción de Alicia Relinque y un prólogo de Damián Tabarovsky-.
A fines del siglo XIX y principios del XX, el Imperio Chino sufría las consecuencias de las Guerras del Opio contra el Imperio Británico. El primer conflicto comenzó en 1839 y duró hasta 1842 y el segundo, en que también se implicó Francia, estalló en 1856 y duró hasta 1860. China salió debilitada y, al interior del imperio, la cultura tradicional comenzó a sufrir un desplazamiento en favor de la cultura occidental, según cuenta la lingüista Florencia Sartori.
En 1905 quedaron abolidos los exámenes imperiales para formar parte del funcionariado, que exigían un gran conocimiento de los clásicos confucianos. En 1911 cayó la Dinastía Qing y al año siguiente comenzaba la República, poniendo fin a un imperio de 22 siglos. En este contexto, Lin Shu, sin conocer ninguna lengua occidental, se propuso traducir las obras más emblemáticas de la literatura europea para contribuir al desarrollo de su propia cultura.
“Es difícil imaginar un período tan convulso como el que vivieron Lin Shu y sus contemporáneos” -escribe la traductora Relique-. Y prosigue: “La admiración que había nacido en el último tercio del XIX por los países occidentales y Japón sufrió un serio revés e hizo florecer en los escritores chinos un sentimiento nacionalista”. En 1915 comenzó una tendencia con una serie de actos de rechazo al imperialismo exterior y a la debilidad interior que se consideraba consecuencia directa de la tradición confuciana e “irrumpen al mismo tiempo corrientes literarias occidentales, como el romanticismo, el realismo, el naturalismo o el simbolismo de la mano de una llegada indiscriminada de literatura occidental (también japonesa), que provoca la necesidad de encontrar un camino propio”.
En síntesis, los escritores chinos buscaban modernizar el lenguaje, atribuyendo el estancamiento de su propia cultura a un apego excesivo a la cultura tradicional. Entre las propuestas, un grupo pretendía dejar de lado el chino clásico que se empleaba para la escritura en favor de las formas más coloquiales del idioma. Otros preferían conservarlo con toda su riqueza literaria, pero incorporando obras de narrativa y géneros como la novela, que en las letras chinas no habían proliferado como formas de literatura alta.
Entre estos últimos se puede contar a Lin Shu. Había nacido en 1852 “en el seno de una modesta familia de comerciantes en la provincia de Fujian, con vínculos comerciales y familiares en Taiwán. A pesar de no proceder de una tradicional familia de letrados, entre 1856 y 1866 se dedicó al estudio de los clásicos con algunos profesores, completando su educación de forma autodidacta y leyendo con avidez todo lo que caía en sus manos, algo que queda patente en la diversidad de textos y referencias que manejaba con soltura” -prosigue la introducción de Relinque.
A partir de las primeras páginas el sacerdote -”cura- será “médico”
En 1897 publicó su primera antología de poemas, escrita en lengua hablada (baihua), titulada Nuevos yuefu del distrito de Min. Ese mismo año falleció su esposa, lo que determinó un giro fundamental en su vida y, para arrancarlo de la tristeza, su amigo Wang Shouchang (1862?-1925), que había estudiado Derecho Internacional en la Universidad de París, lo convenció para que juntos tradujeran La dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo (1824-1895). Esta primera traducción, realizada en lengua clásica (wenyan), obtuvo un éxito inesperado tanto entre el público como entre los círculos intelectuales; se reeditó rápidamente y sus ventas se dispararon. Según Relinque, el impacto de esta traducción “cambió para siempre la consideración de la literatura extranjera, elevándola a los ojos de los intelectuales chinos; estimuló el desarrollo de la traducción literaria [y] elevó la categoría del género de la novela, despreciada hasta entonces”.
Desde aquel momento Lin Shu no dejaría de traducir y siempre lo hacía en colaboración con otros. “No conozco lenguas occidentales -escribía en 1907-, ello me obliga a tener junto a mí a dos o tres caballeros del ámbito de la traducción que me cuentan con la boca las palabras [escritas]. Mis oídos las reciben y mi mano las sigue. Cuando cesan sus voces, el pincel se detiene. En un día, con cuatro horas de trabajo consigo escribir seis mil caracteres. Es una gran fortuna para mí que mis traducciones, plagadas de errores que no se tienen en cuenta, sean aceptadas por los hombres ilustres de nuestro país”.
Si bien sus detractores criticaban el empleo del wenyan para estos textos, supieron también reconocer que la forma en que Lin Shu forzaba el lenguaje al producir sus versiones chinescas había “beneficiado a la revolución de la lengua en la literatura china” (Relinque). Es también por ese tipo de contribuciones que Tabarovsky afirma en su prólogo que “la traducción expresa el estado de la lengua en un momento dado. Traducir y retraducir a los clásicos -en este caso El Quijote- actualiza y reactualiza la lengua y el estado de la escritura”.
Lin Shu inició su labor de traducción con la novela de Dumas y la continuó hasta su fallecimiento en 1924. Con Chen Jialin (1880-?) produjo versiones chinas de obras de Shakespeare, Tolstoi y Balzac. Para la Historia del Caballero Encantado trabajaron a partir de dos o quizá tres versiones de la primera parte de El Quijote de la Mancha en inglés, principalmente la de Peter Anthony Motteux, la cual no se caracteriza justamente por su fidelidad al original, sino principalmente por haber sabido difundir el Quijote en Inglaterra; “dar a la gran mayoría de los ingleses una versión escrita en la lengua que les era familiar; presentarles a unos personajes que les resultaban próximos, sin perder su naturaleza exótica, […] al mismo tiempo que lo distante de su origen les transportaba a tierras lejanas donde todo tipo de aventuras y maravillas eran posibles” (Relinque).
Hay evidencia de que los criterios de Lin Shu, -que a veces se encargaba de explicitar, aunque no en el caso de Historia del Caballero Encantado-, fueron variando a través de los años y de los textos que traducía. Concretamente, “añadía, eliminaba o transformaba el texto original teniendo presente siempre al público al que iba dirigido, los lectores chinos del momento” -apunta Relinque-.
Respecto de su versión de El Quijote, se le critica la eliminación del prólogo y cualquier referencia al verdadero autor ficticio de la historia, Cide Hamete Benengeli. “Hay quien considera que solo con esto, la obra de Cervantes queda completamente desvirtuada y que, por ello, no ha de ser tenida en cuenta -afirma la traductora-. A lo largo de todo el texto, además, hay discursos resumidos— sobre todo cuando contienen argumentos muy complejos—, simplificación de situaciones complicadas o de detalladas descripciones, y, por último, la abreviación de nombres propios, sean estos personajes —históricos o literarios— o nombres de lugares. Aparecen menos poemas que en el Quijote original, pero esto puede atribuirse a la versión de Motteux, que con frecuencia reduce su contenido”.
Otras modificaciones incluyen el referirse al protagonista utilizando uno de sus sobrenombres, Quisada, en vez de Quijote. Tampoco se sabe si la modificación del título del libro corresponde a una decisión del traductor o de la editorial. En el interior del relato, la relación entre Quisada y Sancho toma la forma del vínculo entre maestro, “master” en la versión de Motteaux, y discípulo, tomada “precisamente, del texto que más estrechamente se ha vinculado con Confucio (551–479 a.C.) —el Maestro por excelencia—, las Analectas”, destaca Relinque, a la vez que observa que “al resto de escuderos que van apareciendo los denomina qinu (literalmente, ʻel criado que va montadoʼ)”.
Otra alteración notable es que el personaje del cura, que aparece desde el primer capítulo entre los amigos del protagonista y que la mayoría de los traductores ingleses denominan “priest”, en la versión de Motteaux se denomina “curate”. A partir de las primeras páginas, entonces, el sacerdote -cura- será “médico” en Historia del Caballero Encantado. “Este cambio de oficio provoca situaciones extrañas, como, por ejemplo, cuando Sancho le sugiere a don Quijote que se despose con la princesa Micomicona y dice que el propio médico, “que también es pastor” [para Lin Shu], puede realizar la ceremonia” -dice Relinque, que además toma en cuenta que seguramente la distinción entre protestantes y católicos no era de gran relevancia en China.
El traductor intercala a los “cheng yü”, citas intertextuales que constituyen una herramienta muy propia de la lengua china.
El traductor intercala a su vez los cheng yü, citas intertextuales que constituyen una herramienta muy propia de la lengua china. Relinque los define como “un tipo de expresión fijada en la lengua, de cuatro caracteres —es decir, cuatro sílabas—, procedentes de algún texto anterior” y que podríamos acaso nombrar como “refranes” en castellano, aunque no se trata exactamente del mismo concepto. A los ojos del lector chino de su tiempo, el texto se transformaba de esta forma “casi en una obra partícipe de su propia tradición que le haría evocar, página tras página, sus referentes literarios más familiares” (Relinque).
En alemán, el término compuesto übersetzen, formado por la preposición “über” (sobre) y “setzen” (colocar) corresponde a un verbo, que según cómo se conjugue, puede usarse en un sentido literal para significar “cruzar algo de una orilla a otra” o emplearse en su sentido metafórico, que equivale a “traducir”. O sea, el mismo infinitivo que nombra la acción de traspasar de una lengua a otra lleva implícita la idea física del traslado.
En este sentido, Lin Shu fue sin dudas un gran “übersetzer”, llevando al chino más de ciento ochenta obras, pero “privilegiando más bien una idea de cercanía que de precisión” -explica la especialista en Siglo de Oro Julia D’Onofrio-. Y además, como bien demostró Jorge Luis Borges en su cuento Pierre Menard, autor del Quijote, una transcripción literal del original, sin siquiera cambiar de idioma, implicaría también una forma de traslado y un cambio de contexto y, por lo tanto, tampoco conservaría el sentido que le quiso dar Miguel de Cervantes a su texto de 1604. En 2023 retorna Don Quijote ahora encantado y en un castellano moderno.
Quién fue Lin Shu
♦ En 1852 nació en la provincia de Fujian
♦ Entre 1856 y 1866, a pesar de no proceder de una tradicional familia de letrados, se dedicó al estudio de los clásicos con algunos profesores, completando su educación de forma autodidacta
♦ En 1872 empezó a trabajar como profesor en una escuela en Taiwán
♦ En 1882 obtuvo el título de Graduado Provincial tras aprobar el primer nivel de los exámenes imperiales, un logro que no muchos alcanzaban
♦ Entre 1884 y 1895 se unió a otros letrados para realizar diversas actividades políticas; entre ellas, se sumó a un grupo que detuvo los caballos de los hombres del general Zuo Zongtang (1812-1885), en protesta por falsear los informes a la corte por el bombardeo francés de la armada china en el puerto Mawei.
♦ En 1897 publicó su primera antología de poemas, escrita en lengua hablada (baihua), Nuevos yuefu del distrito de Min.
♦ En 1899 publicó bajo seudónimo la traducción de La dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo (1824-1895)
♦ En 1909 empieza su colaboración con Chen Jialin, con quien produjo la primera traducción de El Quijote al chino, publicada en 1922 baja el título Historia del Caballero Encantado. En total, Lin Shu llegó a traducir 184 títulos
♦ Falleció en 1924 en Pekín
Historia del caballero encantado (Fragmento)
Capítulo I
En la Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla. En aquel lugar vivía un hombre apegado a las antiguas tradiciones que gustaba de usar lanza y adarga, caballo veloz y perro cazador; aquellas eran armas de antaño, y como el hombre veneraba el pasado, las seguía usando resistiéndose a abandonarlas. Se alimentaba sobre todo de vaca, y se abstenía de cordero. Y así era día tras día, sin variar de ningún modo5. Su renta no era pequeña, pero en el yantar consumía de ella tres partes. La cuarta restante la destinaba al vestido. Siempre vestía de terciopelo, tanto para sus sayos como para su calzado, y con ropajes de paño tejidos en casa. Aquel hombre no había contraído matrimonio. Tenía en casa un ama que pasaba los cuarenta, una sobrina que no llegaba a los veinte y un criado que se ocupaba de trabajar el campo y alimentar al caballo, de correr cuando un asunto urgente lo requería y de regar el jardín cuando era preciso. Frisaba su edad los cincuenta. Aun enjuto y seco de carnes, era fuerte y amigo de la caza. Algunos dicen que su apellido era «Quisada», otros que «Quijada». Yo en mi libro solo me referiré a él como «Quisada», aunque, si nos atenemos al sonido y al sentido, llamarlo «Quijana» sería lo correcto.
Quisada, hombre de provecta edad, andaba ocioso, así que se daba a leer continuadamente libros de los que relataban historias de antiguos caballeros errantes que combatían a los poderosos y socorrían a los débiles. Tan embriagado estaba en los humores de aquellos libros que olvidó casi el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda, y hasta tal punto prendieron en su corazón aquellos hombres del pasado, que llegó a vender sus fanegas de tierra tan solo para comprar esos libros, y en esta lectura invertía todos sus días. De todos, ningunos le satisfacían tanto como los que compuso Feliciano de Silva, por la claridad de la descripción, una trama en extremo interesante y un lenguaje redondo como perlas. Los libros describían, de una forma vivaz, cómo los caballeros errantes andaban entre la vida y la muerte, las venganzas que por otros tomaban, o los encuentros gozosos entre hombres y mujeres. En los libros se decía: «Vuestras razones de las mis razones difieren, y malinterpretando mis intenciones actuáis, hasta el punto en que mis palabras os hieren, y por ello a que no las uséis de modo desvariado vuestro siervo ahora os requiere». Y recogían también: «Grande es el universo mundo, altas las estrellas y constelaciones, así de grande sois vos en esta era; en este mundo de altos cielos y vasta tierra habitáis, y la grandeza de este cielo y esta tierra habréis de disfrutar».
Ficha
Título: Historia del Caballero Encantado. Adaptación china de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Autores: Miguel de Cervantes Saavedra y Lin Shu
Traducción, introducción y notas: Alicia Relinque Eleta
Prólogo: Damián Tabarovsky
Edición: Mil Gotas, Argentina, 2023. Con el apoyo del Instituto Cervantes y de sus centros en China (Biblioteca Miguel de Cervantes de Shanghái e Instituto Cervantes de Pekín), la colaboración de la Embajada de España en la República Popular China.