Una veintena de personas que llamaron desde distintos lugares del mundo se turnaron para leer la última página de Finnegans Wake, una novela de 1939 de James Joyce que tiene fama de ser difícil de leer y entender.
“A way a lone a last a loved a long the”, concluye la novela, en mitad de una frase. Algo que podría traducirse por: “Un camino un solitario un último un amado un largo el”.
El grupo empezó a leer el libro en octubre de 1995, cuando unas dos docenas de personas se sentaron alrededor de una mesa en una biblioteca de Venice, California. El primer martes de cada mes, los miembros leen una o dos páginas en voz alta y comentan sus interpretaciones.
A lo largo de los años, algunos miembros fallecieron. Muchos abandonaron el club. Otros se unieron. El lugar de reunión cambió varias veces.
Algunos creen que Joyce predijo tanto la bomba atómica como la presidencia de Donald Trump
Pero mientras el mundo cambiaba a su alrededor, los miembros del club de lectura seguían reuniéndose mensualmente. Después de leer en bibliotecas durante años, el club empezó a reunirse en Zoom durante la pandemia de coronavirus. El mes pasado, el club terminó por fin su edición de 628 páginas de Finnegans Wake. Los miembros del club de lectura que hablaron con The Washington Post dijeron que no se arrepienten ni un segundo de los años que dedicaron a la novela.
Hablar del libro ha sido “lo más gratificante de mi vida”, dijo al Post Peter Quadrino, de 38 años.
Después de que Joyce terminara Ulises, pasó 17 años escribiendo Finnegans Wake. Joyce esperaba que el libro fuera difícil de leer, y en una ocasión escribió que el lector ideal sería alguien “que sufriera un insomnio perfecto”.
El escenario y los personajes del libro alternan entre la realidad y el sueño. Y el significado de la novela ha sido objeto de debate durante mucho tiempo, incluso entre los miembros del club de lectura de Venice.
“Se trata de todo lo que ha ocurrido y ocurrirá”, afirma Gerry Fialka, fundador del club.
Fialka comparó el libro con una bola de cristal y dijo que la experiencia de leerlo es un poco como crear un “lenguaje en código secreto que tienes con tu mejor amigo”.
“No hay significado en Finnegans Wake, excepto que tú puedes tener significado”, concluyó Fialka.
Quadrino dijo que Joyce “tomó la enciclopedia y el diccionario y los metió en una batidora y extrajo de ahí un poema”.
Duncan Echelson, socio del club, de 78 años, dijo que el libro es una “lente cosmológica, que nos obliga a mirar realmente en profundidad el lenguaje, las relaciones, la historia, la religión”.
Fialka, cineasta de 70 años, dijo que encontrar diferentes interpretaciones es el objetivo del libro. La gente procesará las palabras de forma diferente dependiendo del año en que lo lea, de con quién lo haga y de los problemas a los que se enfrente el mundo en el momento de la lectura, explicó.
Mientras estudiaba Arte moderno y Teoría del cine en la Universidad de Michigan a principios de los 70, Fialka sintió predilección por la obra del filósofo canadiense Marshall McLuhan. Tras trasladarse a California en 1980 para trabajar como ayudante de producción, Fialka siguió estudiando Filosofía, lo que le llevó a la obra de Joyce. Soñaba con convocar un grupo con el que debatir y procesar Finnegans Wake.
En 1995, distribuyó octavillas de su club de lectura por Venice y puso anuncios en los periódicos locales. Fialka no pensó en el tiempo que llevaría leer el libro, pero ese octubre, él y un pequeño grupo de lugareños interesados en la filosofía se reunieron para discutir la primera página. Cada reunión duraba unas dos horas, y Fialka declaró a Los Angeles Times en 1996 que esperaba terminar un tercio del libro en 2010.
Los estudiosos creen que Joyce utilizó léxico de más de 60 idiomas en Finnegans Wake y también creó sus propias palabras a lo largo de la novela. Hizo referencia a un funeral con la palabra “funferal” (fun, en inglés, es “diversión”) aunque algunas de sus palabras inventadas eran más largas, como “bababadalgharaghtakamminarronnkonnbronntonnerronntuonnthunntrovarrhounawnskawntoohoohoordenenthurnuk”, que se supone que representa una caída.
Al leer despacio, el grupo de Venice pudo debatir decenas de temas del libro: qué ocurre después de la muerte, cómo se crea el lenguaje, cómo vivir el presente y cómo evitar depender de la tecnología.
Quadrino, contable, empezó a interesarse por la Filosofía hacia 2009, obsesionado con la lectura de Joseph Campbell y el aprendizaje de los valores budistas. Cuando descubrió a Joyce, encontró una publicación en el blog de Fialka sobre su club de lectura.
Una vez al mes, Quadrino conducía unas tres horas hacia el norte desde su trabajo en San Diego para asistir a las reuniones. Quadrino dijo que escuchar las interpretaciones de otros miembros del club, cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 95 años, le introdujo en nuevas perspectivas.
“Es un grupo de amigos gigantesco, y es como si estuvieras leyendo un poema -básicamente un poema multilingüe y multirreferencial- con tanta gente diferente”, dijo Quadrino, que cree que Joyce predijo tanto la bomba atómica como la presidencia de Donald Trump en el libro.
Quadrino se mudó a Austin en 2011 y fundó su propio club de lectura de Finnegans Wake. En las últimas décadas han surgido clubes del libro en todo el mundo, como en Nueva York y Boston y en Suiza y Australia.
Echelson, que vive en Dripping Springs (Texas), lleva mucho tiempo interesado en la Filosofía. Pero perdió su salida para ese tipo de conversaciones extensas después de la muerte de su esposa y su mejor amigo. Entonces, en 2018, oyó hablar de un club Finnegans Wake de Texas. En su primera reunión, no tenía ni idea de lo que hablaban los miembros, pero disfrutó de la camaradería. Dos años después, se unió al grupo de Venice.
Los miembros del club de Venice admiten que no comprenden del todo el significado del libro, pero afirman que la novela cambió sus perspectivas vitales. Los que hablaron con The Post dijeron que el libro les ayudó a darse cuenta de lo insignificantes que son en el gran esquema de la historia y de que todo el mundo es imperfecto.
Antes de leer la última página el 3 de octubre, Fialka pidió a los aproximadamente 20 miembros presentes que respiraran hondo con él. A continuación, cada miembro leyó dos líneas hasta llegar al final. Tras el debate del grupo, Fialka programó la reunión del mes siguiente.
El 7 de noviembre, el grupo volvió a reunirse a través de Zoom. Se cree que la frase final del libro engarza con la frase inicial de la primera página, así que el club empezó el libro desde el principio.
(The Washington Post)