Un amor sin ley. Un hijo suyo y de nadie más. Una mujer que se gana el sustento. Todo eso aparece en La loba, un poema que define a la argentina Alfonsina Storni. Un grito de identidad y de libertad que Lorena Vega -actriz, dramaturga, directora- interpreta con hondura y personanlidad.
Así la retrata a Alfonsina Storni Marina Mariasch en el prólogo de la Poesía Completa que publicó Infobae Leamos y que se puede descargar de manera gratuita: “La cuenta total para Alfonsina incluye entonces a una mujer brava, que pasó por las tablas, que fue -porque quiso seguir adelante con semejante faena- madre soltera, que bajo el disfraz de las formas puras sacó los dientes de loba autosustentada, que fue oveja también pero descarriada y que intervino -absoluta precursora- en los medios de comunicación con columnas de opinión que torcieron el lugar común”.
Y María Moreno, en el artículo sobre Storni que incluye en su último libro, Pero aún así, dice: “Par de los varones, pero sin que encontrara en ninguno de ellos un amor simétrico que ella pudiera reconocer como tal, impar entre las mujeres, Alfonsina era la loba, la oveja descarriada, la que no tiene plata para comprarse medias. Cuando muere, no solo sigue siendo una mujer despareja, sino que le falta un pecho”.
La loba se publicó en 1916, en el libro La inquietud del rosal. Por ese entonces Alfonsina tenía 24 años. Había nacido en Suiza, crecido en San Juan, estudiado para maestra rural en Coronda, Santa Fe, y ahí ya había tenido que trabajar para mantenerse. En 1911 había llegado a Buenos Aires y el 21 de abril de 1912 había nacido su hijo Alejandro, en lo que hoy es el Hospital Ramos Mejía. Había trabajado en una farmacia y en una tienda y había conseguido el puesto -la única mujer entre cien postulantes- para redactar cartas y avisos publicarios para una empresa que importaba aceite.
En eso estaba cuando terminó La inquietud del rosal. Una loba en plena batalla.
La loba
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor...
Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor...
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
El hijo y después yo y después... ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
(De La inquietud del rosal, 1916)