Pedro Zuazua se rinde a la pasión por los gatos: “Dominan el mundo”

En “Días para ser gato”, el periodista y filólogo español Pedro Zuazua Gil explica el poder de los felinos. En diálogo con Infobae Leamos el autor de “En mi casa no entra un gato” cuenta sobre el amor, la vida con gatos, la adopción y las claves para que los humanos “seamos más gatos”.

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Los gatos que reinan en la vida de Pedro Zuazua.
Los gatos que reinan en la vida de Pedro Zuazua.

Para comenzar este artículo, querido lector, debo hacer una aclaración: una vez que lea estas líneas y el nuevo libro de Pedro Zuazua Gil, Días para ser gato, querrá ir corriendo a adoptar un gatito. Y si ya tiene uno, sumar otro a la familia (y, naturalmente, ir a comprar el libro). Hay algo misterioso y enigmático que tienen estos pequeños felinos domésticos que ganan el corazón de cualquiera (y todos los espacios de la casa), se convierten en seres esenciales de nuestra vida cotidiana y queremos más.

Eso le pasó a Zuazua Gil y quizá a usted desde ahora. Pedro no quería tener gatos, se cansó de decir “en mi casa no entra un gato”, hasta que entró. Desde que tiene a Mía, esa gatita tan hermosa como dominante ―e influencer (su cuenta de Instagram es @enmicasanoentraungato)― descubrió “una parte del amor que no conocía. Les debo mucho a mis gatos”, reconoce el escritor en diálogo por Zoom con Infobae Leamos. Quiero contarle, querido lector, que el hielo ya se había roto entre nosotros al mandarnos fotos de nuestros gatos, como “padres” orgullosos.

¿Cómo cambió de opinión sobre los gatos? Anécdotas, miedos y aprendizajes de esa etapa quedaron en las páginas de su primer libro, En mi casa no entra un gato. La casa puede ser pequeña pero el corazón grande, más cuando se trata de gatitos. Garritas peluditas, ronroneos, amasados infinitos y ternura. Diría Ernest Hemingway que “un gato simplemente lleva a otro gato”. Y así fue.

Después de cuatro años de convivencia de a dos, llegó Atún, un gatito precioso, de pelo blanco y gris, con ojos cautivantes, de “buen tipo”, según lo define Zuazua Gil. Así surgió Días para ser gato, publicado por Duomo Ediciones, que llega a librerías en Argentina la semana próxima, como una guía de convivencia de una familia gatuna con un nuevo “hermano menor” felino. Y cómo los gatos dominan la vida.

¿Las claves de la convivencia? “Abandonar toda esperanza de educación” es el primer primer punto que marca Zuazua Gil y sigue: “Enterrar tu ego, porque te van a poner en tu sitio en el mundo, que es insignificante, o sea, te lo hacen saber todos los días, y el tercero, dedicarse a disfrutar”. “Dominan el mundo”, dice entre risas, pero “ponen carita para hacerse los adorables como son, pero en el fondo son máquinas de matar”.

La identificación con cada línea es inmediata, con un recurso efectivo: el humor. Querido lector, las risas al leer el libro serán en voz alta y querrá ir a besar a su gato (o ir a buscar uno para hacerlo). Fontanarrosa es una lectura que formó este tono, según cuenta Zuazua Gil.

En el libro, el periodista y filólogo español cuenta, por ejemplo, cómo fue la odisea de la adopción de Atún, los primeros días de convivencia de los gatos en su casa, los cuidados, las manías, los miedos, las vacaciones, las reuniones, presentarles y los gatos en primer plano. Y en primera persona, porque el libro incluye un popular artículo publicado en El País en el que Mía escribe en primera persona sobre cómo fue adoptada. “Es muy peculiar el enganche que tienen los gatos, tanto que es uno de los términos más buscados en Google”, dice el autor.

De areneros, rasguños, sillones “intervenidos”, rascadores, juguetes, premios y hasta cuando habló con Karen (la real, esa que dio origen al apelativo en redes sociales como sinónimo de dueñas de gatos). En definitiva, esas escenas de la vida cotidiana con dos gatos, las que tenemos todos ―y que usted también podría si se anima a abrirle la puerta a la felicidad gatuna― en las que estamos dominados por completo por los michis.

Querido lector, cuando escribí sobre la identificación en Días para ser gato, sé por qué lo digo. “Ya saben que hay dos cosas que un gato no tolera: que se le diga que no y que se le cierre una puerta”, escribe Zuazua Gil. Hay más: “De todas las actividades cotidianas del hogar, la que más atrae a Mía y a Atún –con notable diferencia sobre la segunda– es la de que los humanos vayamos al baño”, expone. Sí, los gatos saben nuestro mayor momento de vulnerabilidad en el baño (El que se imagina, sí).

Mía y Atún, los gatos por los que Pedro Zuazua Gil escribió sus libros "En mi casa no entra un gato" y "Días para ser gato". (Gentileza Pedro Zuazua Gil).
Mía y Atún, los gatos por los que Pedro Zuazua Gil escribió sus libros "En mi casa no entra un gato" y "Días para ser gato". (Gentileza Pedro Zuazua Gil).

Zuazua Gil identifica esas situaciones hogareñas en que los gatos imponen sus reglas y los momentos de auténtica felicidad: como cuando Mía se acerca al escucharlo llorar, cuando Atún duerme entre sus piernas o cuando Mía se acurruca junto a él los domingos por la mañana, mientras escribe sus columnas. “Decía Stendhal que lo que engancha del amor es la incertidumbre”, dice Zuazua.

Y sigue: “Les demostramos amor, pero ellos esperan de nosotros que les demos comida y les limpiemos el arenero, básicamente. De vez en cuando, nos dan cariño. Pero, eso sí, ha de ser la cantidad exacta que ellos quieren. Como te pases un poco, adiós muy buenas”. ¿Estamos en una relación tóxica con los gatos? Le preguntaré sobre eso más adelante, querido lector. Siga leyendo, por favor.

Pedro Zuazua Gil en diálogo con Infobae Leamos.
Pedro Zuazua Gil en diálogo con Infobae Leamos.

Hay un mensaje lindísimo que deja el libro y que el autor retoma de Filosofía felina, de John Gray. Los gatos “no le buscan un sentido a la vida. Tampoco al sufrimiento. No tienen miedo a la oscuridad. Van avanzando sobre la marcha. No intentan hacer de su vida un relato, porque no se puede saber cuál será la siguiente línea. Ni la última”, dice en Días para ser gato. ¿Podríamos disfrutar más de acariciar sin pensar o de una travesura que nos arranca una sonrisa?

Los enigmáticos felinos son, también, un espejo para reflexionar sobre la condición humana, el amor, los miedos y la sociedad actual.

Antes de la firma de ejemplares en Buenos Aires ―el jueves 23 de noviembre a las 18 en Yenny Palermo Soho, Jorge Luis Borges esquina Soler―Zuazua Gil conversó sobre Días para ser gato, el amor indescriptible por los gatos, qué nos enseñan y cuánto nos parecemos. Querido lector, deje hipnotizarse por un gatito (y por este libro). Mientras, le abro la ventana a mi gata para que salga a jugar.

El prólogo de Días de gato dice que “quienes dicen que no les gustan los gatos, no los conocen. O, quizás, les falta conocerse un poco más a sí mismos”, ¿por qué?

―Honestamente, en el fondo es una excusa para hablar de mí a través de los gatos, como todos hacemos en realidad. Creo que todos los seres humanos proyectamos sobre nuestras mascotas, en este caso los gatos, nuestros miedos, temores y nuestras ilusiones. Durante una etapa de mi vida que, por ejemplo, tenía los gatos y no abría las ventanas en ningún momento, para que no salieran, pero era por miedo. Después de mucho tiempo y mucho psiquiatra, me di cuenta que esas ventanas que no estaba abriendo eran las ventanas de mi alma, preocupaciones que no me atrevía a verbalizar. Los gatos te invitan a conocerte y quienes no los quieren, no los conocen. El hecho de contar, sentirte cómodo hablando de uno mismo a través de los gatos, que dicen mucho de uno mismo.

¿Por qué decís que los gatos son parecidos a los humanos?

―Porque tienen ese punto de interesados. Sospecho que lo que más les interesa a nuestros gatos es que les damos de comer, les limpiamos el arenero, les damos premios de vez en cuando y juguemos con ellos, para ponernos en nuestro lugar en el mundo.

Mía y Atún, los gatos de Pedro Zuazua Gil. (Gentileza del autor)
Mía y Atún, los gatos de Pedro Zuazua Gil. (Gentileza del autor)

En el libro decís que “comenzamos a sentar las bases de un idilio desigual: yo me moría de amor por ella y ella me hacía caso cuando le daba la gana. Y eso hacía que la quisiera todavía más. Porque así es como funcionan la vida, en general, y el amor, en particular”, ¿estamos en una relación tóxica con los gatitos?

―Para solucionar un problema, primero hay que primero aceptarlo, ¿vale? Y esto tiene que ver con aquello que decía Stendhal, que lo que engancha del amor es la incertidumbre. Al final lo que a uno le engancha del amor, del fútbol y de todo lo que nos gusta de la vida es que haya un poco de tensión. Creo que una de las partes que los gatos han desarrollado durante estos miles de años es que se han dado cuenta de que los humanos queremos que nos hagan caso. Entonces, van desarrollando su displicencia de una manera que la tienen tan perfeccionada y por eso nos enganchan. Cuando Mía me hace un gesto de amor es que me da ganas de contárselo al mundo. Al final estoy agradecido con que me haga todo eso, no me quejo.

Y también identifican cuando estás más vulnerable, con una sensibilidad particular.

―Que es cuando estás en el retrete con los pantalones bajados y no puedes no puedes huir a ningún lado. Pero tienen otra cosa: la sensibilidad. Una vez me rompí la rodilla en fútbol y cuando me dijeron que me tenían que operar, llegué a casa y me puse a llorar del miedo. Con mis manos cubría mi cara y cuando las abrí estaba Mía pegada a mí, porque había oído que estaba llorando. Y entonces ahí también te das cuenta de que hay algo. Cuando estoy más nervioso, un poco de ansiedad o algo, notas que ellos también están alterados. Para rematar tienen el juego de mirar algo, cuando decimos que ven fantasmas.

Pedro Zuazua Gil, pasión por los gatos.
Pedro Zuazua Gil, pasión por los gatos.

En el libro te definís como “padre primerizo”, hablás de “hermano menor” para referirte a Atún, tu madre preguntaba por sus nietos y todos los que tenemos los tratamos como parte de la familia, ¿por qué humanizamos a los gatos?

―Creo que los que convivimos con gatos vemos una diferencia importante con los perros. El perro siempre ha sido la imagen de la familia feliz, completa. Y el gato es como un animal macarra, que siempre está enredando, haciendo trastadas. Los gatos han tenido muy mala prensa durante muchos años. Los gatos son diferentes porque, al final, los tenemos de puertas para dentro, como algo íntimo.

Pero, ¿cabe tratarlos como hijos?

―No, un hijo es un hijo, un gato es un gato. Otra cosa es que a mis gatos los quiero muchísimo, los adoro, los cuido, los respeto. Y pues, seguramente, como mucha gente quiere a sus hijos. Los gatos me han dado una empatía con los animales y con los seres humanos que no tenía. Me han enseñado una parte del amor que no conocía. Yo les debo mucho a mis gatos. Este es un debate que tenía mucho con mi madre. Ella me decía: “no traigas hijos a este mundo porque es una mierda, vas a sufrir tú, van a sufrir ellos”. Porque también tener hijos me parece un acto de generosidad o sea, me parece que es un acto de generosidad excepcional de tiempo, de sentimientos, de todo.

"En mi casa no entra un gato"
"En mi casa no entra un gato"

Ya tenías a Mía, ¿por qué adoptar a Atún? ¿Por qué adoptar un gato?

―Porque a lo mejor quería probarme a mí mismo si era capaz de querer. Se trata de cuidar a alguien, tener una responsabilidad. Todo eso para mí ha sido un gran aprendizaje.

Escribiste En mi casa no entra un gato y ahora volves sobre la escritura, ¿por qué?

―En la pandemia me pasaba el día observándolos, porque pasaba mucho tiempo en casa. En el periódico nos iban pidiendo un poquito historias porque todo era sobre covid. Y coincidió luego también con la parte final de la enfermedad de mi madre, que me dijo: “yo de mayor quiero ser gato. Porque es que no hacen nada, les dan la comida, les limpian el arenero, tienen casa, tienen todo, nadie les dice que tienen que ir al colegio, no tienen pareja, no discuten, no tienen que hacer la cama, era como todo ventaja”. De ahí el título.

En el libro escribís que los gatos tienen una forma de estar en el mundo, con una plena conciencia del presente. En una época de tanta desesperanza, tantas guerras, polarización y radicalización, ¿cómo se puede ser más parecido a un gato?

―El mundo se acaba varias veces al día, todos los días. Ya no sabemos qué es lo siguiente histórico que va a suceder en el día de hoy. Esa pausa, ese observar, ese poco de distancia es muy sano. Y luego esa pequeña ilusión por pequeñas cosas, como mirar una escoba, porque sorprenderse al final es empezar a entender. Es decir, no juzgar, sino mirar con ojos de “oye, ¿Qué está pasando aquí? ¿Esto que es diferente a lo que yo estaba viendo? ¿Por qué es así?” Esa ilusión y esa vida contemplativa creo que sería mucho mejor que la vida ajustada que llevamos.

Yuval Noah Harari se pregunta en sus libros por qué el ser humano fue el que dominó el planeta y no otra especie. ¿Por qué no fueron los gatos?

―Podría rebatir a Harari que en realidad sí que lo dominan.

Así empieza “Días para ser gato” (Fragmento)

¿Dos mejor que uno?

Entre la felicidad de mi gata o ser una persona de palabra, elegí lo primero.

En junio de 2016, después de repetir por activa y por pasiva a todo el que quisiera escucharme que en mi casa no entraba un gato, apareció Mía. Aquel ser minúsculo, adorable y juguetón transformó mi vida de una forma que nunca hubiera imaginado.

No es un lugar común: desarrollé un amor por los animales que no sabía que existía, pasé a ser un inquilino en mi propia casa, escribí un libro que se vende en varios países y, sobre todo, me convertí en el número de teléfono preferido de todas las personas que conozco que entraban en contacto con un gato.

Da igual el tipo de relación. ¿Que quieren adoptar? Me escriben. ¿Que se cruzan con uno por la calle? Me escriben. ¿Que les llega un vídeo, una foto o un montaje? Me lo reenvían. Desde junio de 2016, el 80 % de las imágenes que tengo en mi móvil son de gatos. La gente que investiga lo que hacemos con nuestros teléfonos debe de estar flipando.

Al mismo tiempo que Mía se hacía con el control del hogar, se iba consolidando una rutina bastante placentera para los dos. Superadas las primeras semanas, en las que llegar a casa era una lotería de pequeñas novedades en forma de destrozos, comenzamos a sentar las bases de un idilio desigual: yo me moría de amor por ella y ella me hacía caso cuando le daba la gana. Y eso hacía que la quisiera todavía más.

Porque así es como funcionan la vida, en general, y el amor, en particular. Al regresar del trabajo, salía a recibirme a la puerta. Se tumbaba boca arriba y reclamaba caricias. Después de cenar, cuando me echaba en el sofá, venía, se subía sobre mi barriga y comenzaba a amasarme con sus patas delanteras. Hay personas que siempre están persiguiendo unos abdominales de acero. Si van a adoptar un gato, es más recomendable tener un poco de tripa, porque es blandita y la pueden amasar a su gusto.

Se me olvidó incluir este cambio vital en el párrafo inicial: antes tenía los abdominales marcados y un cuerpo escultural. Que no, que es broma. Ya venía muy bien equipado de serie para tener una gata.

Quién es Pedro Zuazua Gil

♦ Nació en Oviedo, España, en 1981.

♦ Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el Instituto de Empresa.

♦ En 2010 fue nombrado director de comunicación del diario El País, puesto en el que continúa y al que ha sumado nuevas responsabilidades en la compañía.

♦ Su primer libro, En mi casa no entra un gato, fue un éxito de ventas.

♦ Vive en Madrid en el piso de Mía, una gata (nada común) europea, y de su hermano pequeño e imitador nato, Atún.

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