“¿Cómo hace la democracia para defenderse a sí misma? ¿Cómo se defiende desde adentro la democracia?” La voz resonante que plantea estas preguntas pertenece a Carlos Pagni, que habla en un amplio salón dominado por una mesa de madera lustrada. Alrededor de ese gran mueble se han dispuesto por lo menos tres filas de sillas donde se sienta un grupo de espectadores y espectadoras que escuchan atentamente la presentación del nuevo libro de Andrés Rosler: Estado o Revolución. Carl Schmitt y el Concepto de lo Político (Katz, 2023) en la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.
Abogado, máster en Ciencia Política, doctor en Derecho por la universidad de Oxford y actualmente profesor de Filosofía del Derecho en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, Rosler se ha concentrado en el estudio de la Teoría Política y del Derecho desde un punto de vista histórico-conceptual. En el evento de presentación de su flamante libro lo acompañan Pagni, Carlos Rosenkrantz -Vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia- y Enrique Zuleta, quienes se han turnado para comentar el texto exhaustivamente, destacando y discutiendo sus principales ejes temáticos.
Luego de una breve presentación del editor Alejandro Katz, Zuleta, que realizó sus estudios doctorales con Julien Freund, discípulo de Schmitt, en la Universidad de Estrasburgo, abrió el panel admirando la combinación de erudición, entusiasmo y pasión de Rosler quien cayó “bajo el embrujo” del jurista alemán y su análisis de la especificidad de lo político. También se refirió a los términos extremos del debate schmittiano: “a todo o nada”, “ahora o nunca”, “por sí o por no”, estó último en alusión a las 150 preguntas que el fiscal norteamericano le planteó en el Juicio de Núremberg, pero también al debate presidencial del domingo pasado en que Sergio Massa impelía a Javier Milei refrendar o rechazar los postulados de su campaña.
“Schmitt es una pasión argentina”, dijo, aunque agregó que en todo el mundo la bibliografía sobre el autor sumaba quince libros en 1915, sesenta en el ‘65, cuatrocientos en 2010 y, en los últimos veinte años, llegaron a más de 700, además de que las consultas por el jurista en Google alcanzan los 24 millones. Schmitt concibe la política como lucha, con el conflicto y la diferencia en el centro de la discusión y recalca su modelo de espectador comprometido, que, en el marco de la década del ‘30, debía ceñirse a una de las dos opciones posibles: el comunismo o el nazismo.
Schmitt centró su estudio en el conflicto social y la guerra como aspectos fundamentales de la Ciencia Política en una obra atravesada por los sucesos políticos de su país y de Europa a lo largo del siglo XX. En 1933 se unió al Partido Nacionalsocialista y bajo el régimen nazi ejerció diversos cargos entre 1933 y 1936 hasta que las amenazas de las SS lo apartaron del primer plano de la vida pública.
“Rosler sale al rescate de un autor polémico”, afirma Pagni, tomando la palabra en segundo lugar y destacando que Estado o revolución propone una lectura que separa la obra de la persona y se enfoca en la obra cumbre del jurista, El Concepto de lo Político, originalmente publicado en 1932 y reeditado con modificaciones al año siguiente para volver a publicarse la primera versión en 1963, esta vez acompañada de una nueva introducción y un corolario.
Pagni admira la consistencia del trabajo de Rosler, considerando el tiempo de estudio como una excepción particularmente productiva que le permite recorrer la bibliografía de Schmitt y ponerla en diálogo con otros pensadores, pero también con guionistas de cine y con lecturas de lo político en William Shakespeare. También lo considera de “extraordinaria actualidad”, en un contexto en que se empieza a ampliar e innovar la mirada sobre la década del ‘30 en Europa, con libros como Síndrome 1933 de Siegmund Ginzberg o la obra de Antonio Scurati sobre Mussolini, M. El hijo del siglo y M. El hombre de la providencia.
El presentador observa asimismo la estructura de Estado o revolución, que se desarrolla en círculos concéntricos que van enriqueciéndose y creciendo en complejidad. Pagni destaca entre los conceptos principales la noción de política como conflicto: solo la admisión de relaciones conflictivas garantiza un paradigma político contrario al autoritarismo. En esta propuesta, el conflicto no se resuelve, no puede eliminarse al adversario, pero sí podrá contenerse mediante un conjunto de reglas. Corresponde al Estado el reconocer los conflictos y moderarlos, ejerciendo el monopolio de la decisión política. En caso de que otros actores, como corporaciones, por ejemplo, se adjudicaran esta decisión, debería ser anulada por la democracia.
Entonces se plantea la pregunta por los bordes de la democracia liberal, el dilema de si defenderla a través de la ley o por fuera de ella. ¿Y cómo se defiende en la Argentina? Si la politización no se restringe al Estado, Schmitt advierte que da lugar al autoritarismo, regulando esferas de la vida privada de las personas.
O sea: por un lado, la exclusión de la dialéctica amigo / enemigo que postula el jurista alemán o la fantasía de unidad en la democracia también deriva en regímenes autoritarios; por el otro, Pagni señala que la imagen del “espejo invertido” de las preocupaciones liberal-conservadoras de Schmitt, consiste en la “fantasía de reducir la sociedad a un conjunto de reglas abstractas”. En este momento su voz grave pronuncia el nombre del candidato de La Libertad Avanza: Milei.
En tercer lugar hizo su exposición el juez Rosenkrantz, que se preguntó por el sentido de “rescatar” el pensamiento de Schmitt, al tiempo de minimizó su participación en el régimen nazi, asegurando que se trató simplemente de un momento de “oportunismo”, pero que el jurista nunca compartió las ideas hitlerianas. En concordancia con el libro de Rosler, asegura que Schmitt debe leerse como contrario al nazismo y a toda forma de totalitarismo: las limitaciones a la libertad deben imponerse solo por ley, pero también establece los límites de la autoridad del Derecho y la autonomía de la política.
Explicó que en el terreno de la política rige la idiosincrasia del amigo / enemigo, así como en la moral rige la oposición entre lo bueno y lo malo o en lo estético, entre lo bello y lo feo. Esta lógica considera a amigo y enemigo como pares y requiere una moralidad específica, “simplemente respetar al enemigo político” –dice Rosenkrantz–, moderando la necesidad de criminalizar al adversario, es decir, modera el conflicto e impone deberes. “Al enemigo no hay que eliminarlo” –agrega–. Esta lógica “no es una invitación a la violencia, no es Maquiavelo”. Y se pregunta también: “¿Quién es el guardián de la Constitución?”
Por último, habló el autor del libro. Rosler se extendió sobre la relación de los judíos alemanes con la cultura germana, incluyendo episodios su propia vida familiar, por ejemplo, que sus padres sobrevivieron como judíos al Holocausto en Europa, para luego extenderse sobre la correspondencia de Schmitt con su editor, también judío.
Pero fundamentalmente, se encargó de explicar la influencia del jurista en la elaboración del proyecto de Constitución del Estado de Israel de 1948 -Israel no tiene Constitución sino un conjunto de leyes básicas-, que tomó conceptos Schmitt para diseñar un régimen de gobierno, pero especialmente, un poder judicial que se caracterizó, por lo menos hasta años recientes, por su independencia. “Schmitt siempre criticó a las corporaciones que se apoderan del Estado y al anarquismo y a los defensores de la inclusión total que termina en totalitarismo” –sintetizó–.
La ponencia concluyó con una frase del jurista: “Si un pueblo no tiene la energía o la voluntad de mantenerse en la esfera de lo político, de este modo lo político no desaparece del mundo. Solo desaparece un pueblo débil”. El panel se levantó sin abrirse a las preguntas del público.