El último episodio del podcast de Fronteras, que adapta al formato sonoro el libro electrónico gratuito y el documental audiovisual en el que la periodista Lucía Salinas investigó los versátiles límites del norte argentino, es una charla de la autora con tres colegas que desde su expertise ayudan a analizar la complejidad que representa la vida en los bordes de nuestro territorio, allí donde rápidamente el imaginario colectivo piensa en contrabando y narcotráfico pero hay muchos otros escenarios y matices a considerar. La primera consulta es cómo definirían una frontera.
“La frontera es algo que nos divide, algo que nos separa con otro algo. Puntualmente hablando de la frontera norte tiene, en lo que es lo judicial, muchísimas particularidades; tiene muchas historias de jueces que terminaron mal, que se creyeron los dueños de la frontera y que en algún punto lo son, porque tienen un poder demasiado grande y con muy pocos controles”, señala Martín Angulo, periodista especializado en judiciales de Infobae.
Para Gabriela Granata, especialista en política y directora del diario BAE, en los últimos años se resignificó lo que es la frontera de un país. “La regionalización política, los bloques regionales económicos, diluyeron un poco esa idea de que el país termina donde tenés el ‘Aquí se termina la República Argentina’. Esa idea, que es como supranacional, no está abordada en lo que es lo cotidiano, en qué es la ley, donde la norma está yendo atrás de la práctica”.
El concepto de regionalidad queda sobre la mesa y Claudio Zuchovicki, economista y consultor, suma otro elemento. “Cuando era chico me llevaban a comprar un mapa político con el que aprendías las fronteras, límites, flora, fauna de cada lugar; hasta dividía qué producía cada uno. En el mundo de hoy creo que eso se acabó, en finanzas se llama descentralización financiera. Si vos a un mapa político, a las fronteras, les agregás conectividad, fibra óptica, vuelos, y todo lo que hay, no existen más las fronteras. La pandemia fue un caso, nos contagiamos de las mismas cepas y estaba todo cerrado, todo prohibido”.
A este planteo que cuenta con una mirada político-económica, Zuchoviki aporta un elemento más: “Creo que los controles, las prohibiciones, coartar la libertad es un negocio de pocos, un negocio del que tiene el poder de control, el poder de castigo y lo que fuera. Y, cuanto más libre es el ser humano, más conectado está”.
Hay una frase que se reitera en boca de los pobladores de la frontera tanto en Jujuy, como en Salta, Corrientes y también en Misiones: “No hay trabajo, es el único ingreso (el traslado de mercadería) que puedo tener y es con lo que al fin del día yo le puedo dar de comer a mis hijos”.
Al respecto, Martín Angulo responde con un ejemplo interesante: “Escuché una vez a Martín Lousteau hablar de la feria La Salada, de Lomas de Zamora, y decir que en algún momento de crisis, la venta ilegal de mercadería de ropa podría ayudar a mucha gente a subsistir en ese momento, pero que si eso se mantenía en el tiempo terminaría siendo un problema. Y lo que nosotros vemos en la frontera norte es un problema recurrente, porque tenemos contrabando de un montón de cuestiones que sabemos que existen pero que el Estado no puede terminarlas. Creo que es porque el Estado forma parte de ese negocio, de ese problema, lo alimenta. Hay muchos agentes estatales que subsisten de esa ilegalidad”.
En ese punto, Gabriela Granata también se enfoca en el Estado: “Las propias autoridades dicen: ‘Nosotros tendríamos que penalizarlo porque hay un delito pero no lo hacemos porque es la forma que tienen vida’. Si esto no es considerado como un delito grave, si ésta es la forma de subsistencia, si el Estado no le está dando respuestas para que tengan otras formas de vida, si no genera condiciones económicas, sociales para que tengan un desarrollo laboral y puedan vivir, ¿por qué someten a la gente a sentirse en ilegalidad? Es como una especie de clientelismo fronterizo, el dirigente político, el intendente, las autoridades judiciales lo que hacen es tolerar”.
Haciendo un contrapunto a ese criterio, el economista Zuchoviki replica: “No sólo es una función del Estado porque como ciudadanos, si yo compro algo trucho, sabiendo que es trucho, se lo afanaron a alguien, porque es más barato; si le compro a un mantero sabiendo que estoy arruinando a un comerciante, también soy responsable de esa decisión. Me van a decir: ‘Y bueno, pero compro a la mitad de precio, ¿para qué voy a pagar el doble?’”.
En su análisis, el economista continúa: “¿Por qué existe esa brecha? ¿Por qué existe esa diferencia de precio en una frontera u otra? ¿Cómo hago para que desaparezca eso? Porque eso acaba el negocio. ¿Por qué en La Salada las cosas valen un cuarto de lo que valen en otro lado? Porque no pagan impuestos, porque tienen mercadería trucha, porque habrá algunas cosas que son robadas; o al revés, porque el otro tiene exceso de impuestos, tiene exceso de controles, ¿por qué no ponemos una regla? En finanzas, una regla aunque no sea muy buena pero estable en el tiempo, es mucho mejor que la mejor regla”.
La conversación durante el episodio del podcast avanza hacia otro interrogante: “¿Qué es lo primero que pensamos cuando se nos menciona la frontera norte?”.
“Lo primero que sale cuando pensamos en esa frontera es el tráfico y contrabando pero claramente hay un montón de otras cuestiones súper ricas. La unión de dos culturas distintas, lo que enriquece eso. Tener la posibilidad de estar muy cerca de otro país, de conocer otras cosas. No hay duda de que ahí hay una mirada prejuiciosa desde este lugar de la Argentina cuando hablamos de la frontera norte. Y lo mismo si nos vamos a cualquier otro territorio, y por ahí lo mismo ocurre con quienes están en otras provincias pensando sobre lo que pasa en la Ciudad de Buenos Aires, de los porteños. El prejuicio se rompe por ahí conociendo o estando más en el lugar”, afirma el periodista especializado en temas judiciales.
Al rompecabezas, Granata suma una pieza clave, el marco legal. “La Constitución Argentina les abre las puertas a todos los habitantes que se quieran quedar. Entonces, de dónde se construye esta idea de exclusión, sobre todo de quienes viven en países fronterizos. A lo mejor esta idea de que nosotros somos argentinos en las grandes ciudades, pero que no somos todos los argentinos iguales, me parece que es una visión absolutamente desigual respecto del territorio, respecto de sus habitantes. Los argentinos en general tenemos una visión absolutamente desigual y bancamos la desigualdad, es un país que no tiene esa idea de equidad a la que debe tender, esa que la Constitución plantea, y para eso debemos empezar a cambiar un poquito nuestras prácticas”.
Claudio Zuchoviki suma una mirada más de corte liberal: “En la Unión Europea y de Canadá a Estados Unidos el pase es libre y en algunos lugares del NAFTA de México también. Ahí no tenés restricciones, no tenes muros, no tenés problemas Cuando ponés un muro, cuando ponés barreras, creo que ese es el punto. Creo que cuanto más libres somos a la hora de circular menos probabilidad de contrabando hay, menos probabilidad de que alguien decida la vida por mí”.
La charla sobre Fronteras abre nuevos interrogantes.
Estamos ante un entramado que es profundo y que da cuenta de las particularidades de nuestro territorio: Argentina tiene más de 15.000 kilómetros de frontera, de los cuales 9.700 son solo terrestres. En el norte del país hay más de 750 kilómetros de frontera fluvial. El control absoluto no existe sobre esos puntos geográficos.
La peculiaridades geográficas, la extensión de este suelo, dan cuenta del enorme desafío que implica definir políticas de Estado sobre lo que transcurre en nuestras fronteras. En esta frontera norte conviven altos niveles de desocupación, una precarización absoluta de los servicios básicos y una ausencia del Estado en muchos aspectos. Esto ha naturalizado el contrabando diario de todo tipo de objetos.
A la vez, tanto quienes viven en ese extremo del país como las autoridades políticas, los funcionarios judiciales y las fuerzas federales coinciden en plantear que estamos ante un constante incremento del narcotráfico. Y esto no les parece nada natural.
En una geografía donde la separación entre lo legal y lo ilegal se torna difusa, todos comprenden que el tráfico de drogas es el tema más caliente. Ni los paseros, ni los bagayeros -que sostienen que la única actividad de la zona es el traslado de mercadería- quieren involucrarse en el narcotráfico. Nadie tiene dudas sobre la gravedad que encierra. Es ahí donde se requiere una política de Estado que enfrente este avance en un terreno permeable, diverso y sumamente extenso.
Finalmente, lo que esta frontera y sus complejidades expone es que aún estamos frente a un problema grave, profundo que despierta más interrogantes que respuestas. La definición del término frontera sostiene: “Línea real o imaginaria que separa un estado de otro”. Otra de sus acepciones sostiene: “Puesto y colocado enfrente”. Al concluir este recorrido nos animamos a reformular estas ideas y podríamos concluir que la frontera es un lugar sin límites.