El sábado 28 de octubre, a escasos dos meses de su cumpleaños número 101, falleció Maruja Vieira, la poeta colombiana que se destacó en medio de una importante generación de mujeres protagonistas de la escritura en su país, convirtiéndose en una de las figuras femeninas más influyentes de su tiempo.
Nacida en Manizales en 1922, con el nombre de María Vieira White, su influencia ha trascendido los vaivenes de las letras nacionales.
Hija de Joaquín Vieira Gaviria y Mercedes White Uribe, a los 17 años, comenzó a publicar sus escritos en el suplemento literario de El Tiempo. Su primera maestra, Claudina Múnera, fue de vital importancia para su formación, permitiéndole confrontarse con los ideales educativos que la época establecía para las niñas, además, incentivó su gusto por las historias y los libros.
Su identidad como poeta surgió popularmente gracias a un encuentro con el chileno Pablo Neruda, en una de sus visitas a Colombia durante el año 1943, quien la bautizó con el nombre de Maruja y le abrió las puertas al reconocimiento. Fue, desde entonces, de las pocas mujeres que logró abrirse camino en el mundo de la academia. Formó parte de movimientos literarios, destacándose especialmente como parte de Los Cuadernícolas, y al interior de círculos periodísticos de Colombia y Venezuela. Además, fue de las pocas mujeres que consiguió asistir a las tertulias literarias del legendario café El Automático de Bogotá.
En 1954, Gabriel García Márquez escribió un texto en El Espectador en el cual elogiaba un artículo de la poeta que había sido publicado en el suplemento Dominical del mismo diario, en el que respondía a los clichés de la sociedad patriarcal de la época respecto a la incómoda pregunta que se le hacía a las mujeres que ya superaban cierto rango de edad: “¿Cuándo se casa?”. El autor de Cien años de soledad tituló aquellas palabras como “La importancia de llamarse Maruja”.
La poesía fue su bastión. Compartió con varias de las grandes voces de la literatura colombiana y latinoamericana de su tiempo. Luis Vidales, León de Greiff y Germán Arciniegas; Eduardo Carranza y Jorge Rojas; Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Álvaro Mutis, Rogelio Echavarría, Matilde Espinosa y Meira del Mar, entre muchos otros nombres.
Publicó más de veinte libros, desde Campanario de lluvia en 1947 hasta Una ventana al atardecer en 2019. Su obra, traducida a múltiples idiomas, abarcó temas de profunda conexión con la vida, el amor, la ausencia y la existencia humana.
Su vida no solo estuvo marcada por la pluma poética, sino también por su labor periodística. Escribió para periódicos como El Espectador, El Siglo, El Nacional, y revistas como Mito, dejando un legado de reflexiones lúcidas y críticas sobre la realidad política y social de su tiempo. Incursionó en la radio y la televisión, participó en publicidad como jefe de propaganda de J. Glottmann en Bogotá. Fue presentadora de televisión en Venezuela en un programa llamado “diálogos con la poesía”, un año antes de que se inaugurara la televisión en Colombia, forjando así una influencia significativa en el ámbito de las comunicaciones.
El andar de Maruja Vieira fue una constante lucha por la igualdad y los derechos de la mujer. Defendió activamente la causa del voto femenino, se destacó como gestora cultural y formó parte de diversas organizaciones culturales y literarias tanto en Colombia como en Venezuela. Fue catedrática en universidades colombianas, ejerciendo su influencia en la educación y el pensamiento.
Reconocida a nivel nacional e internacional, Vieira fue honrada con diversos premios y condecoraciones, destacando el premio Vida y Obra otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia en 2012 y la inclusión de sus obras en la Biblioteca de Autoras Colombianas en 2022.
El nombre de antes fue el título que vio resurgir a Vieira en 2022, de la mano de Sincronía Casa Editorial, el sello independiente que compartió la publicación con el Ministerio de Cultura. Se trata de una compilación de distintas etapas de su poesía, desde aquellos versos que dedicaba inocentemente a su padre y esos en los que contemplaba la Manizales de su época, hasta los que condensaban su anhelo de volver al encuentro con su difunto esposo. Poemas conmovedores y otros sumamente reflexivos, escritos a lo largo de los años y unos más recientes, ya en su fase nonagenaria.
En conversación con Infobae Leamos, la editora Rocío Cely, directora de Sincronía Casa Editorial, dijo en su momento que este libro es como una panorámica de su vida y de su obra, una puerta de entrada a sus amistades, sus amores, sus búsquedas, sensibilidades y anhelos más profundos.
EL NOMBRE DE ANTES
No es fácil escribir el nombre de antes.
Es como volver a un traje antiguo,
unas flores, un libro,
un espejo amarillo por los años.
Con aquel otro nombre
era como tener entre las manos
toda la luz del aire.
Ahora vuelvo a mi nombre de antes,
mi nombre de ceniza,
el que anduvo conmigo por el tiempo
y por las soledades.
Pero escucho una risa
y unos pequeños pasos.
Todo no se ha perdido.
Aquí estoy otra vez, frente a la vida,
con mi nombre de antes.
“Bruja y cartuja riman con Maruja, y lo hacen porque Maruja concita el poder y la sabiduría de las demonizadas brujas de antaño”, escribió un día el poeta Federico Díaz-Granados. “Para lograr esa sabiduría trabajó durante más de ochenta años con la disciplina y la soledad propia de las cartujas o abadías también de antaño”.
A lo largo de un siglo, rememora Díaz-Granados, Vieira generó una ola literaria con trece libros de poesía y un ensayo. Participó en nueve antologías y obtuvo reconocimiento. Su vida se diversificó entre relaciones públicas, publicidad, periodismo, docencia y la venta ambulante de enciclopedias. A pesar de no tener fortuna, poseía un inolvidable apartamento en la calle 48 de Bogotá, un clásico de la arquitectura de los años 50. Este hogar albergaba una impresionante biblioteca separada del comedor por puertas de cristal, revelando un mundo encantado: su enorme estudio. En este espacio convivían tres o cuatro obras de arte destacadas y una colección de cinco mil libros que, con el tiempo, se expandió por pasillos y habitaciones.
Maruja Vieira, una figura que iluminó con su poesía, su valentía y su voz crítica, dejó un legado que trasciende el tiempo. Su partida, aunque significativa, no hará más que avivar el legado de una mujer que, a lo largo de un siglo, dejó una huella imborrable en la literatura y la historia colombiana.