“Drácula”: cómo nació el vampiro diabólico que retrató a la sociedad de su tiempo (y la de hoy)

Se cumplen 176 años del nacimiento del autor de la gran novela vampírica de la literatura universal. Brutal, hipnótico e inquietante, el libro dio cuenta de la compleja trama social de mediados del siglo XIX. Aquí, cómo descargarlo gratis.

Drácula Bram Stoker descarga gratis

Drácula, de Bram Stoker, se publicó por primera vez en 1897, hace más de un siglo y dos décadas, pero sigue siendo moderna, en forma y contenido. Es más, con vampiros y todo, incluso es actual en sus temáticas y todavía dialoga con la realidad. Cada reedición de la novela es una gran oportunidad para para sumergirse por primera vez, o de nuevo, en ese gótico tenebroso, inquietante y fenomenal.

Con casi 500 páginas que se leen casi de un tirón, Drácula se puede descargar gratis de Bajalibros―, es una de las obras literarias de más recepción en la cultura contemporánea. Entre Count von Count, de Plaza Sésamo, y el vampiro romántico que armó Gary Oldman para la versión cinematográfica de 1993, dirigida por Francis Ford Coppola, por poner dos extremos del ejemplo en abanico, hay para todos los gustos, casi literalmente. Y multiplicidad de interpretaciones. O focos. Porque Drácula es un paradigma cultural absoluto. No solo dentro de su contexto histórico y literario, también a lo largo del tiempo. Hoy y, probablemente, en el futuro también.

La novela está escrita de un modo en el que en ningún momento narra el autor. No hay un omnisciente, nadie cuenta la historia. Quien lee, espía documentos. El armado de forma epistolar ya lo había probado con éxito 80 años antes Mary Shelley en Frankenstein o el moderno Prometeo. Stoker suma al formato de las cartas otros soportes como telegramas, desgrabaciones de mimeógrafo y fragmentos de diario íntimo. También agrega elementos científicos puntuales y rotundos, como informes psiquiátricos y transfusiones de sangre.

La historia de Bram Stoker es sobre gente que descubre una fuerza maligna y sus planes. (Imagen ilustrativa Infobae)

De este modo, además de jugar con la variación de puntos de vista para ver un mismo momento desde distintas percepciones, la novela pone en primer plano algo interesante como método narrativo aun hoy: a través de documentos supuestamente auténticos, juega con el verosímil de un modo tan inquietante como inmersivo y convierte la experiencia de lectura en un momento intranquilo y morboso.

Meterse en las páginas de Drácula es ser parte de la investigación de un hecho pavorosamente extraordinario. Más allá del vampiro puntual, lo realmente espeluznante pasa a ser que quien lee se convierte en testigo ―que no puede intervenir― de la lucha perdida de antemano contra un monstruo. El monstruo es la otredad, lo desconocido. Lo angustiante que está en juego, lo que aterra, es que lo combaten hombres y mujeres para preservar su humanidad. Sin medir cómo. Perdiéndola a veces en el camino. Ese procedimiento existencial es el corazón tenebroso que hace latir todo lo gótico.

Escúchelos. Criaturas de la noche. ¡Qué melodía componen!” (en el original “Listen to them ―children of the night. What music they make” y en esta traducción “Escúchelos. Los hijos de la noche. ¡Qué música la que entonan!”). Eso dice el vampiro, que aún no se muestra como tal, pero da pistas, mientras de fondo titila el horror. Se refiere a los lobos que le aullaban a la luna y, también, es la bienvenida al castillo que le da al todavía inocente y desprevenido Jonathan Harker.

Bela Lugosi en su icónica representación de "Drácula", la película dirigida por Tod Browning.

La frase está en Drácula, de Bram Stoker, y también la reproduce, tenebrosa y hermosamente Bela Lugosi en la película de Tod Browning, de 1931, que es la primera adaptación, bastante fiel, de la novela al cine. La anécdota de la trama la conoce el planeta entero, aunque no hayan leído la novela. El subtexto va mucho más allá de atrapar a un vampiro. A lo largo de la historia ―que no es romántica y en dónde Drácula no se enamora de Mina como simplificó en muchos casos el cine―, se tratan varios temas coyunturales. El rol de la mujer, el deseo y la sexualidad, el rechazo a la inmigración y hasta el daño que causa el colonialismo.

La historia de Stoker es sobre gente que descubre una fuerza maligna y sus planes. También es sobre el proceso de revertir escepticismos ante la intención de daño cuando se presenta como una oferta seductora. El conde de Transilvania, insatisfecho y debilitado por reinar solo en sus dominios, un día vuelve a desear más. Escondido, sin que nadie lo perciba, llega a Londres de finales del XIX a pesar y por un joven que lo tienta y que después va a combatirlo. Comienza a asesinar silenciosamente a hombres y mujeres para alimentarse.

Es una pandemia, dicen en la ciudad ante la ola de muertes inexplicables. Drácula, inmoral y diabólico, es el reflejo de la sociedad urbana inglesa. Sus crímenes simbolizan los secretos subyacentes durante el final de la era victoriana. Siglo y pico más tarde, resuena. El personaje es espejo de la mirada social sobre la migración de judíos desde Europa del Este a Gran Bretaña. En ese entonces, el temor era que se diluyera la sangre inglesa. Entonces, se combate, se ataca en legítima defensa. También, en la libertad de elección de género para sus intercambios sensuales, encarna cómo se condenaba el deseo y la sexualidad, la experiencia erótica en general y, puntualmente, la homosexual. Por eso se señala, se evita, se teme y se castiga.

Mina, uno de los héroes de la historia, no es una damisela en apuros. Es independiente. Trabaja, estudia. Habla. Dice lo que piensa. Se sale del rol establecido para las mujeres por la sociedad de esa época. Presentarla así es, todavía, una postura bastante feminista del autor, que no era para nada ajeno al movimiento en su Irlanda natal.

El chico que escribió la gran novela vampírica

Abraham Stoker nació en Dublín en 1847 y supo decir que su primera influencia literaria fue su madre.

Todo lo que sucede en Drácula, a simple vista y por debajo, fue su plan. El chico que escribió la gran novela vampírica, Bram Stoker, no fue un alma torturada a lo H. P. Lovecraft, ni tuvo hijos muertos como Mary Shelly o problemas económicos y un final prematuro como Edgar Allan Poe. El robusto, inteligente y guapo irlandés vivió feliz, de modo intenso y aventurero. Conoció el éxito y escribió Drácula con premeditación profesional, sabiendo bien qué buscaba como autor, cerca de los 50 años. Además, se casó con la chica de sus sueños y tuvieron un hijo.

También disfrutó de una felicidad conyugal, que no lo coartó para tener aventuras por el mundo y juergas varias. Tercero de siete hermanos, Abraham Stoker nació el 8 de noviembre de 1847 en Clontarf, una zona de clase media trabajadora, con pasado vikingo, al norte de la ciudad de Dublín. Su padre era funcionario público y su madre, una gran lectora que, según contó ya adulto, fue su primera influencia literaria, ya que lo crió contándole historias de fantasmas y cuentos con duendes, gnomos, trolls y todo el folklore fabuloso irlandés.

Siempre le dijeron Bram, desde la infancia. Creció y entró a una universidad prestigiosa, el Trinity College en Dublín. Ahí fue campeón de atletismo, presidente de la Sociedad Filosófica y tuvo acceso la enorme biblioteca, que cambió el rumbo de su vida. Leyó y mucho. Conoció la obra del novelista, dramaturgo y cuentista Wilkie Collins, el mundo romántico de Poe y cayó rendido ante la poesía de Walt Whitman.

Walt Whitman, el poeta que tanto admiraba Bram Stocker.

No tuvo que hacer trabajos sufridos para pagar sus estudios, simplemente entró como funcionario en el Castillo de Dublín, sede del gobierno británico en Irlanda, donde su padre tenía un cargo de jerarquía. Otra vez influenciado por su madre, se empezó a interesar por el teatro. Así que comenzó a escribir críticas hasta llegar a ser redactor jefe del periódico The Irish Echo.

Publicó ficción por primera vez a los 25 años. Era septiembre de 1872 cuando su cuento La copa de cristal salió en la revista London Society: An Illustrated Magazine of Light and Amusing Literature for Hours of Relaxation. Lo celebró la crítica y el público. En esa época, también, andaba de parranda con su amigo Henry Irving, uno de los actores más famosos de la escena, que tenía un teatro al que Stoker se sumó como gerente y asesor artístico.

Cuando parecía que nada podría irle mejor, conoció a Florence Balcombe, aspirante a actriz y asidua concurrente a las tertulias que organizaba la escritora y poeta feminista Speranza, nada más ni nada menos que Jane Frances Agnes Elgee, madre de Oscar Wilde. El autor de El retrato de Dorian Gray también formaba parte del círculo y terminó siendo amigo íntimo de la futura pareja. Bram y Florence se casaron y fueron a vivir a Londres. Stoker siguió escribiendo. En total, tiene diez novelas y dos nouvelles. Todas publicadas en vida. También tres libros de cuentos, uno editado póstumo. Hizo no ficción, cuando todavía no se le decía así al género.

Oscar Wilde formó parte del círculo íntimo de Bram Stoker (Crédito: L'Hotel)

Son crónicas sobre sus viajes a Estados Unidos, perfiles de estafadores famosos y sus memorias sobre su gran compinche Henry Irving. La pasó bien. En eso estaba cuando escribió Drácula, una novela para la que usó todos sus recursos: los dramatúrgicos, los de investigación y los literarios. Poesía y filosofía. Feminismo, coyuntura, su observación aguda y pilla de la realidad. El conjunto efectivo puesto en juego con imaginación, inventiva, folklore irlandés y el enorme imaginario fantasmagórico de su infancia. No inventó nada. Stoker capturó algo que ya latía.

Entre sus influencias, en trama y subtrama, palpita la novela corta Carmilla, publicada en 1872, del irlandés Sheridan Le Fanu, autor que venía leyendo desde su juventud universitaria. La historia sucede en Europa del Este y trata sobre una vampira que seduce mujeres, las muerde en el cuello, les produce “síntomas peculiares”. Ahí está el antecedente más directo. El resto de inspiraciones que le atribuyen, son probables, pero no hay registros.

Se dice ― y se quiere creer con todo el corazón tenebroso de sus fans―, que en 1890 Stoker conoció al historiador húngaro Arminius Vambery y él le contó la historia de Vlad Tepes. El príncipe de Valaquia, hijo del monarca Vlad Dracul, al que le decían “el Empalador” porque así asesinaba a sus enemigos. Su leyenda es hipnótica y brutal. El irlandés, se supone, tomó mucho de ahí, además de todo lo que investigó sobre mitología vampírica de Europa del Este.

Así nació su retorcido, certero y fenomenal Drácula, personaje no solo inmortal en la trama de su novela, sino en la historia de la literatura universal. No fue un trabajo fácil. Se calcula que tardó siete años en escribir Drácula, que finalmente se publicó en 1897. Igual que Frankenstein, tuvo versiones teatrales. En su caso, la primera montada por el propio autor. El éxito se fue construyendo de a poco, pero fue contundente. Para cuando murió, el 20 de abril de 1912, a los 65 años, había visto el despegue de su vampiro. Oficialmente se dijo que Stoker tuvo un derrame cerebral, muchos de sus biógrafos aseguran que fue sífilis. Su obra quedó en manos de su esposa, que la custodió celosa y efectivamente.

La polémica en el cine

La historia más famosa de Stoker llegó a la pantalla grande con polémica. El director alemán Friedrich Wilhelm Murnau hizo su versión con adaptaciones muy leves. El conde se llama Orlok, es pelado, anguloso, siniestro a primera vista y en lugar de Londres, todo sucede en Víborg, una ciudad portuaria rusa sobre el mar Báltico.

"Nosferatu", una adaptación de "Drácula" por la que la viuda de Stoker hizo juicio por derechos de autor y las copias debieron ser destruidas.

Es la obra maestra del cine mudo Nosferatu, protagonizada por Max Schreck. Pero en el momento, la viuda hizo una justa demanda por derecho de autor, que ganó, y se destruyeran todas las copias. Quedaron algunas, que fueron rescatadas mucho más tarde. Sí aceptó la propuesta en 1931 de Tod Browning y así Drácula llegó formalmente al cine por primera vez.

Esa es la estética que perdura en el imaginario cultural, la del conde engominado, peinado hacia atrás, con smoking, capa negra y roja, voz tenebrosa y profunda, una gota de sangre en la comisura del labio. La misma estética que también hizo mito Christopher Lee en la versión de la Hammer Films en 1958. Para entonces, el no-muerto que creó Stoker, estaba vivo para siempre por fuera de la literatura.

Se estima que hay 200 filmes que lo tienen como personaje principal. Se hicieron más de 30 versiones para teatro, incluidos los musicales, como el argentino de Pepe Cibrian y Ángel Malher, que fue fue un hit en los años 90. También hay series, miniseries, películas para televisión, juegos electrónicos, cómics, literatura infantil, remeras, inspiración para otros personajes y una marca en todos los casilleros que puede ocupar un verdadero mito de la cultura universal.

Una curiosidad nada menor, para cerrar. Como en la polarización actual con respecto a cada conflicto del mundo, en donde cada postura desconoce y no quiere saber qué pasa o piensa su interlocutor, la coralidad de puntos de vista que construyó con tanta inteligencia Bram Stoker en Drácula nunca muestra la del conde-monstruo. Eso es la encarnación aterradora y perfectamente gótica de la otredad, que persevera, dentro y fuera del tiempo y la ficción.

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