Por qué es imperdible “Fortuna”, la novela que parece hablar del dinero pero habla de cómo se crea la verdad

El escritor cubano analiza las cuatro partes de la novela del argentino Hernán Díaz que ganó el Premio Pulitzer y, sobre todo, su verdadero sentido. ¿Qué hay detrás de la traducción del original escrito en inglés?

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Leonardo Padura, Hernán Díaz y el libro "Fortuna".
Leonardo Padura, Hernán Díaz y el libro "Fortuna".

Mientras avanzaba en la lectura de Fortuna, la obra de Hernán Díaz ganadora del Pulitzer de novela de este 2023 y traducida y publicada en español por Anagrama, no podía dejar de pensar en un delicioso texto de Augusto Monterroso, “Sobre la traducción de algunos títulos”, incluido en su volumen La palabra mágica, de 1983. Y recordaba mientras me preguntaba qué consideraciones habrían tenido en cuenta el traductor y los editores para publicar en español como Fortuna una novela originalmente titulada Trust, y porque en este caso el título creo que importa, y mucho.

Lo que el genial guatemalteco-mexicano revela allí sobre la “fortuna” que tuvieron las traducciones de algunos títulos del inglés al español es tan memorable que, leído hace cuarenta años, el contenido del artículo me acompaña con persistente fidelidad, pues incluso en algún momento me apoyé en él para titular alguno de mis textos periodísticos, sabiendo lo que hacía, gracias al autor de “El dinosaurio”.

Monterroso escoge varios libros significativos para abrir su muestrario y entre ellos menciona La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, cuyo título en inglés es The Important of Beign Earsnest, literalmente “La importancia de ser honrado”, que le parece a Monterroso “un tanto insípido, cosa que no va con la idea que uno tiene de Oscar Wilde”. Aunque entre “being Earsnest” y “llamarse Ernesto” haya un mundo de distancia.

También recuerda el escritor la traducción de The Turn of the Screw, de Henry James, vertido como Otra vuelta de tuerca, o sea, que el traductor cambió el tornillo por la tuerca y creó una frase que no quiere decir nada “pero suena tan bien que nuestros intelectuales usan ya esa extraña expresión como si todo el mundo supiera su significado”.

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Y deja para el final “la traducción del título de los títulos”, el de El sonido y la furia, la novela de Faulkner que se remite a un pasaje de Macbeth y que en realidad no quiere decir nada: si acaso, dice Monterroso, en español sería algo así como el bla-bla-bla de un demente… un título a todas luces imposible y eso del sonido y la furia no suena mal.

En cada uno de los ejemplos recogidos por Augusto Monterroso descubrimos una constante: los traductores quisieron darle algún sentido a una expresión que, al ser trasladada, perdía su significado y de paso, incluso en algunos ejemplos, demeritaba la obra en cuestión.

El caso de Trust convertido en Fortuna es, desde mi punto de vista diferente, aunque cercano a los ejemplos de Monterroso. Como es fácil saber, la palabra trust tiene varios significados y ellos mismos abren un abanico de posibilidades y de intenciones seguramente tenidas en cuenta por Hernán Díaz al escoger este término para titular su novela: porque trust es confianza, es fideicomiso y es trust (o sea, una gran asociación financiera), y de todo eso habla esta novela. Fortuna, por su parte, nos remite en nuestra lengua directamente a dos significados: tener dinero (o bienes valiosos) o tener suerte, dos de los asuntos que también maneja el autor de esta novela.

La polisemia de ambos vocablos, el inglés trust y el castellano fortuna, provocan que la lectura del texto sea hecha desde alguna de las perspectivas a que remite cualquiera de sus significados, a veces más de uno. Aunque mientras uno lee el libro puede tener la certeza de que está leyendo una narración sobre la confianza, los trust financieros, el dinero y la suerte, pero también está indagando sobre algo que nunca sabremos dónde queda en esta historia: la verdad, the truth.

Díaz escribió la novela en inglés: en el idioma original el título es "Trust".
Díaz escribió la novela en inglés: en el idioma original el título es "Trust".

La verdad no existe

Hernán Díaz es uno de esos escritores de muy complicada clasificación respecto a su pertenencia cultural. Argentino de nacimiento, educado en Suecia donde se refugian sus padres tras el golpe militar de 1976, luego graduado en universidades inglesas y norteamericanas, cuando comienza a escribir decide hacerlo en inglés y con notable “fortuna”: su primera novela, A lo lejos (In the Distance), fue finalista del Pulitzer y la segunda, Fortuna (Trust) obtiene el prestigioso galardón de las letras y las artes estadounidenses. Es, pues, en lo esencial, un autor anglosajón.

Y la trama que cuenta Fortuna es también esencialmente norteamericana: una historia que tiene en su centro a un poderoso financiero que es como el rey Midas de los mercados y que llega a tener tanto poder, dinero, capacidad de maniobra como para haber sido considerado por muchos como el causante del crack de 1929 debido a sus movimientos bursátiles. Un personaje que inmediatamente remite nuestras referencias a El Gran Gatsby, de Scott Fitzgerald, a la era del capitalismo financiero más agresivo y que se ubica fundamentalmente en el espacio urbano de Nueva York, con todas las connotaciones que esta localización implica. Leemos, pues, una obra estadounidense por cada uno de sus costados.

La novela –y aquí las cosas empiezan a ponerse incluso más complejas- está armada con cuatro partes que se conectan por la biografía, literaria o supuestamente real, del magnate de las finanzas Andrew Bebel y su esposa Mildred, una reconocida filántropa.

Pero al abrir el libro entramos en la historia del excéntrico millonario y hombre de negocios Benjamin Rask y su esposa, Helen Breevort, protagonistas de Obligaciones, la novela escrita por un tal Harold Vanner. Arrancando con la historia de los antepasados de Rask y sus estrategias mercantiles y luego el retrato de la familia Breevot, aristócratas venidos a menos, Vanner ofrece un panorama despiadado del carácter y los métodos financieros del casi sicótico Rask (siempre soportados sobre el riesgo, pero también por la fortuna, la suerte) y la extraña personalidad de Helen, una mujer cuyos propósitos nunca están claros y que derivará en la locura que la lleva a la muerte. Se trata de un excéntrico matrimonio en el que jamás estamos seguros de que haya existido el amor (incluso el sexo) y, tampoco, las razones mismas de su existencia, más allá de intereses económicos y de representatividad social.

La actriz Kate Winslet protagonizará la adaptación que HBO hará de "Fortuna". REUTERS/Hollie Adams
La actriz Kate Winslet protagonizará la adaptación que HBO hará de "Fortuna". REUTERS/Hollie Adams

La segunda parte, “Mi vida”, da entrada al “verdadero” Andrew Bebel en el que se inspiró Vanner para crear a su Rask. Son apuntes, bastante impersonales, son su defensa contra lo escrito por el autor de Obligaciones (“el impulso de responder a algunas de esas ficciones y refutarlas se ha vuelto apremiante”, dice) y no nos permiten tener una idea muy diferente, sin duda mejorada (¿cabal?), de la personalidad del gran financiero y su esposa. Al menos sí conocemos de sus obsesiones.

Y llega el tercer bloque de la novela cuando aparece el personaje de Ida Partenza, la joven de origen italiano que es contratada por Bebel para escribir su biografía, mientras el millonario compra y destruye cada uno de los ejemplares que se imprimen de la novela de Vanner, que incluso logra sacar de las bibliotecas. Con Ida Partenza y sus “Recuerdos de unas memorias”, escritos muchos años después de haber estado en relación con el magnate, entramos también y no por gusto en la vida de los emigrantes italianos en el Nueva York de la década de 1920, la del anarquismo que profesa su padre y el propio ejercicio de la creación literaria a la que se dedicará la mujer.

Y cierra el círculo los fragmentos del diario personal de Mildred Bebel, “Futuros”, escrito en los últimos meses de su vida, cuando es internada en un sanatorio suizo, donde pronto morirá de cáncer. A estas alturas de la novela, la reproducción del diario de Mildred poco aporta a lo que hemos podido conocer de la historia, y si acaso está concebido para dar al final otra “vuelta de tuerca” a la historia leída, cuando la mujer confiesa que ella fue el verdadero genio de las finanzas que multiplicó la fortuna de Bebel y realizó las radicales operaciones previas al crack de 1929…

El juego de espejos ha sido organizado.

¿De qué trata en realidad esta novela? ¿El título nos orienta para saberlo?... Pues podría decirse que su asunto es el de los despiadados métodos capitalistas de hacer dinero, de la crueldad del mercado, del carácter frío e inasible de los hombres que, con sus manipulaciones bursátiles, amasan grandes fortunas. Y se habría leído bien la novela.

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Pero creo que Hernán Díaz se proponía en su libro tocar algo más complicado, sórdido, peligroso (¡más que el dinero!) que es la creación de la verdad. The Truth, no The Trust. La existencia de una confianza en que alguien dice la verdad.

Cada una de las partes del libro ofrece no solo información, valoraciones, juicios diferentes aunque complementarios, que giran sobre el mismo tema (los avatares personales y económicos del matrimonio Bebel, real o ficcionalizado), pero con la intención de mostrarnos que no existe una sola verdad y, peor aun, que la verdad puede ser construida, comprada.

Las claves para la develación de esta problemática está quizás en la tercera parte del libro, lo mismo en las conversaciones entre la contratada Ida Partenza y su informante biografiado Andrew Bebel, en las ideas y conceptos anarquistas de su padre y, por supuesto, en las propias percepciones que se va formando la joven que llegará a ser una reconocida escritora y que, desde la distancia de los años y su experiencia, escribe sus “Recuerdos de unas memorias”.

Sobre el dinero, el mercado y hombres como Bebel, opina el padre anarquista de Parteza: “¿Crees que alguna de las cosas que compran y venden esos bandidos del otro lado del río representan algún valor real y concreto? No, para nada. Las acciones, los valores bursátiles y toda esa porquería no son más que promesas de un valor futuro. Así pues, si el dinero es una ficción, el capital financiero es la ficción de una ficción. Con eso comercian todos esos criminales: con ficciones”. Mientras, Ida Partenza descubre cómo ella misma ha ido contribuyendo a la ficción que es en sus memorias la vida de Bebel y, sobre todo, de su difunta esposa Mildred.

"Fortuna" tiene reminiscencias de "El Gran Gatsby", la obra de Francis Scott Fitzgerald.
"Fortuna" tiene reminiscencias de "El Gran Gatsby", la obra de Francis Scott Fitzgerald.

No es para nada fortuito, a estas alturas del desarrollo de Fortuna, recordar que el diccionario de la RAE, entre sus acepciones para la palabra novela, incluye: “ficción o mentira en cualquier materia”. Y, bajo esos truenos, podríamos preguntarnos, ¿una novela, una ficción, nos cuenta una verdad?

Y también, con esta ficción de Hernán Díaz sobre la ficción del dinero y el capital financiero o sobre la personalidad de los individuos, podemos seguir haciéndonos preguntas: ¿Existe la verdad? ¿Es posible crear la verdad? Más aun, ¿es posible comprarla?

En una época de la posverdad (“distorsión deliberada de una realidad”) y las fake news que con su insistencia y difusión crean otra verdad en la medida en que sus contenidos llegan a ser creídos cada vez por más personas, estas cuestiones a las que nos conduce una novela como Fortuna se convierten en algo incluso más inquietante.

En tiempos en que los discursos de los políticos, los líderes, los elegidos, los influencers alcanzan niveles de audiencias nunca antes imaginados, que han superado incluso a la televisión, crear una verdad es más fácil para los demiurgos y más peligroso para los que la reciben y tranquilamente la aceptan.

Quién es Hernán Díaz

♦ Nació en Buenos Aires en 1973. Vivió en Estocolmo tras el exilio de su familia y se instaló en Nueva York hace dos décadas.

♦ Es docente y doctor en Literatura y escribió Borges, entre la historia y la eternidad.

♦ Su primera novela, A lo lejos, le valió convertirse en el primer argentino finalista del Pulitzer.

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