Violencias silenciosas de la vida cotidiana: la novela que revela la crueldad contra las empleadas domésticas

La escritora chilena Alia Trabucco Zerán acaba de publicar “Limpia”, una historia protagonizada por Estela que visibiliza las desigualdades y los abusos en las relaciones laborales de todos los días.

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Estela, una trabajadora doméstica, es la protagonista de "Limpia". (Foto: Twitter@HOAC_es)
Estela, una trabajadora doméstica, es la protagonista de "Limpia". (Foto: Twitter@HOAC_es)

“Para qué habrán traído al mundo a alguien tan triste”, piensa Estela García, empleada doméstica, 40 años, protagonista y narradora de esta historia. Es ella quien estuvo al cuidado de la niña que muere ahogada apenas comenzada esta novela. Limpia, editada por el sello Lumen, es la segunda de la escritora chilena Alia Trabucco Zerán (Santiago de Chile, 1983), también autora de La resta (2014), que le valió ingresar en la lista del Man Booker International y recibir el Premio Mejor Novela Inédita del Ministerio de las Culturas de Chile, a la que siguió un ensayo, Las homicidas (2019), libro en el que contó la historia de cuatro mujeres que protagonizaron homicidios resonantes.

En este caso, Limpia toma la forma de un monólogo interior, de una catarsis y se construye, precisamente, en función de una voz.

Así, sabremos que Estela también está triste. Otras veces siente rabia. Trabaja en casa de una familia acomodada de la capital chilena y pareciera que ya no es capaz de reprimir lo que siente: nos sumergirá en sus reflexiones cotidianas y su vida de objetos y comidas, de rutinas pautadas (por otros), su mundo de “pequeñas” violencias naturalizadas, a las que se somete cada día.

Estela también sueña con una fuga a la que nunca se atreve (¿como cada uno de nosotros?).

Piensa: “La vida tiende a ser así: una gota, una gota, una gota, una gota, y luego nos preguntamos perplejos, cómo es que estamos empapados”. Y el lector sabe -presiente- que algo va a pasar, que toda podredumbre puede, repentinamente, estallar en una pesadilla. O, quizás, ya lo era.

Sirvamos los canapés, Estela.

Refrigeremos la champagne.

Ella siente el cansancio “abultándose en los párpados”, mientras finge, simula, oculta; asume que la cara también arrastra “las sonrisas de cortesía” y “las incontables horas de mal sueño”.

Estela, tráeme la comida

Retiremos los platos de la mesa.

Pero Estela también ha decidido expresar lo que piensa.

Pregunta: “Les incomoda mi voz, ¿me equivoco? Hablemos de eso, de mi voz. Esperaban otra, ¿no es verdad? Una más mansa y agradecida. ¿Están registrando mis palabras? ¿Están grabando mis digresiones? ¿Qué les pasa ahora? ¿La empleada tampoco puede usar la palabra digresión? ¿Me prestarían el listado de palabras suyas y mías?”.

También descubre: “¿Saben qué hay en el corazón de una historia como ésta? Medias negras de mugre, una niña infeliz, una mujer que aparenta y un hombre que calcula, que lleva la cuenta de cada minuto, de cada peso, de cada conquista. Que se levanta antes del amanecer para así alcanzar a trotar, que se lava los dientes mientras ordena, que revisa su agenda mientras trota, que lee el diario mientras come.

Un hombre que no se desvía de su plan ni siquiera cuando muere su madre, ni cuando pelea con su esposa, ni cuando su hija se vuelve intratable y lo distrae de la comida y la lectura. Aunque ya se sabe que la vida y la muerte trazan su propio plan, más allá de nosotros.

Estela es quien relatará los hechos previos a la muerte de la niña, que tuerce el destino de todos.

Escena de "Roma" en la que la protagonista, Cleo, habla con Sofía, su patrona. (Netflix)
Escena de "Roma" en la que la protagonista, Cleo, habla con Sofía, su patrona. (Netflix)

-¿Cómo trabajaste esta voz, la de Estela, para que sea verosímil pero al mismo tiempo no caer en lugares comunes, en la tentación de hacer una “representación de clase”?

-Me importaba mucho eso, no caer en los lugares comunes, no ser condescendiente con el personaje, y que Estela no cayera en un lugar que representara la mera sumisión. No quería que fuera una voz imitativa: “vengo a mostrarte la manera en que habla una empleada doméstica, o una nana”, como decimos en Chile. No. Necesitaba crear algo distinto y que el lector pudiera creerle a esa voz: que Estela tuviera el poder de cuestionar y subvertir lo que se espera de ella, romper con esas preconcepciones. En eso consistió el desafío, en cómo volverla creíble, que sea un “sujeto popular” pero sin recaer en el lugar común…

-Siempre la singularidad en la literatura, como remarcaba Hebe Uhart…

-Contar una historia, no todas las historias, no caer en una abstracción. La historia de Estela, en este caso, y sabía que me metía en un terreno difícil. Fue un problema interesante, porque yo sentía que existiría esa expectativa de representación de la clase trabajadora, de las empleadas de las casas particulares, y tenía que sortear ese escollo.

-¿Fue un trabajo arduo?

-Siempre lo es, no creo en el “rayo divino” que cae sobre el autor, escribir ficción es un trabajo muy arduo y yo soy una fiel trabajadora: pasé años puliendo cada oración, buscando las palabras justas, el ritmo que “esa voz” reclamaba… Estela, después de muchos años, cuenta su historia, no “la” historia. Su versión de los hechos y con las palabras que ella quiere usar.

-Indirectamente, la novela trata también el tema de la violencia de clase y las violencias naturalizadas en la sociedad. ¿Fue deliberado o fue esa voz la que impuso este tema?

-Diría que la trajo esa voz. El tema de la violencia de clase era habitual que se planteara en el siglo XX, en la actualidad está menos tratado que otras violencias, como la violencia de género. Sin embargo, sigue atravesando la vida social y atraviesa todas las otras formas de desigualdad, en Limpia abordo el tema de una manera directa. Estela vive esas microviolencias cotidianas y las tiene naturalizadas, pero también siente rabia, y lo que quise hacer fue un trabajo en que su vida quedara reflejada en los detalles: ella está en todos los rincones de la casa pero al mismo tiempo “no está”, está en su mundo, pensando en su madre, en el lugar al que pertenece y del que se alejó por necesidad.

"La resta", uno de los libros que consagraron a Trabucco Zerán.
"La resta", uno de los libros que consagraron a Trabucco Zerán.

-Construís esa mirada subjetiva, la de una mujer que además sueña con una fuga a la que no se atreve y que al mismo tiempo, por alguna razón -o por el estilo de vida contemporánea- a su vez parece representarnos a muchos…

-Me llama la atención el nivel de identificación que generó este personaje, esta nana que no es escuchada y que, claro, también representa sin proponérselo la alienación del trabajo, la esclavitud a la que nos somete el sistema.

-Adoptás, para narrar esta historia, el punto de vista de esta nana que ve todo pero a su vez pasa casi inadvertida en esa casa… Recuerda el caso de Vivian Maier, que observaba las vidas de los ricos y los retrataba casi sin que ellos lo advirtieran, y también aquella película, Roma, que nos traía el personaje de Cleo, una mujer originaria de Oaxaca que trabaja como empleada doméstica para una familia de la colonia Roma y se enamora de un hombre que la abandona al saber que la embarazó...

-Esa película tiene una mirada burguesa sobre la empleada, creo que ofrece una visión más tranquilizadora que mi novela: al verla no te quedas con una sensación de inquietud respecto del lugar que ocupa la empleada, y yo quería subvertir eso, mostrar, además del cariño, la rabia, el resentimiento, una zona más contaminada entre ambos mundos…

-La hija de este matrimonio no come bien, se autolesiona, ¿también expresa la violencia que indirectamente recibe y nadie asume?

-Ese personaje es fundamental porque también habla de la alienación del sistema, y de cómo los padres exigen a sus hijos: otra forma de violencia. Muchos padres crían a sus hijos como productos, y la niña expresa esa ansiedad, esa incomodidad con esa exigencia, con su propia niñez. Las niñeces contemporáneas revelan esa exigencia, la misma con la que cargan los padres y transfieren a sus hijos. Esta niña está despojada de la inocencia infantil, y ella también ejerce el poder de clase, lo aprende y lo replica: sabe que es la hija de la patrona y juega a ocupar ese lugar, hay una escena muy fuerte en ese sentido. Pero al mismo tiempo padece. Son violencias que se incorporan y naturalizan desde muy temprano.

Alia Trabucco Zerán nació en Chile en 1983. Foto: Lorena Palavecino - Penguin Random House
Alia Trabucco Zerán nació en Chile en 1983. Foto: Lorena Palavecino - Penguin Random House

-La violencia sobre las empleadas domésticas suele quedar asociada a las mujeres dueñas de casa, pero acá el hombre también aparece y es quien ejerce presión.

-Como históricamente es la esposa la que “delega” su rol de ama de casa, es la que queda más expuesta en relación al tema de las empleadas; lo cierto es que el hombre acá aparece señalado también: el patrón tiene un rol fundamental en estos vínculos, casi siempre..

-Se trata, en definitiva, de una novela profundamente política, siendo vos una autora chilena no parece casual…

-Yo viví buena parte de mi vida fuera de Chile y sin embargo mi trabajo con la literatura sigue representando problemas “muy chilenos”, y muy latinoamericanos: la violencia, el clasismo. En mis tres libros hay una cuestión que tiene que ver con la exploración formal de la propia escritura -la exploración con las voces, por ejemplo-, y eso me define. Y también que hay temas que reaparecen y son evidentes: hablo de las distintas formas de violencia. En La resta me meto con la violencia de la dictadura; en Las homicidas, con los casos de mujeres que mataron desde una perspectiva feminista, y aquí una ficción que se desprende de la no ficcion. La violencia y sus manifestaciones múltiples son el tema que sobresale en mi obra.

-Acá, te “lleva” la voz, la visión de Estela. ¿Te divierte no saber exactamente hacia dónde puede conducirte una vez que aparece un personaje?

-Me deja perpleja. Me deja sencillamente perpleja que me habiten otras voces que se aparten de la mía, y eso es lo que me enseñó la literatura. Me deja perpleja funcionar de esa manera y que pueda “tomarme” la melodía de una voz, que es un ritmo y es el lenguaje mismo. Las voces de todos nosotros son construcciones, y cuando aparece una de ficción, también me siento a ver qué hay detrás: en mis textos la trama siempre es secundaria a la voz, es el lenguaje, diría que eso me interesa más allá del contenido. El lenguaje nos constituye.

-¿Qué estás escribiendo ahora?

-La resta fue un deseo que convertí en una novela, y con cada libro las ideas surgieron de manera diferente. Las homicidas nació más bien una inquietud intelectual, una idea: qué pasa con las mujeres transgresoras y por qué la sociedad las castiga de una manera tan distinta a la de los hombres. En Limpia exploré una voz que condujera el relato. Ahora estoy escribiendo un ensayo que tiene muchos componentes de novela, que se compone de ambas cosas. Me llevará unos años más.

Quién es Alia Trabucco Zerán

♦ Nació en Santiago de Chile en 1983.

♦ Estudió Derecho, Escritura Creativa y Literatura Hispanoamericana.

♦ Entre sus libros se cuentan La resta, Limpia y Las homicidas.

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