Más allá del contrabando: el libro de Lucía Salinas que mira las fronteras sin prejuicios ya tuvo 10.000 descargas

“Fronteras” está disponible gratis en la plataforma Bajalibros. A la vez, la misma investigación produjo un documental audiovisual y un podcast. La periodista especializada en judiciales explica cómo fue su investigación y qué prejuicios derribó al llegar al terreno.

En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos, autores y autoras cuentan el detrás de escena de sus libros. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.

En este caso, es la periodista argentina Lucía Salinas quien recorre la construcción de su obra Fronteras, que es un libro electrónico de descarga gratuita en Bajalibros y tiene detrás también un documental audiovisual -que fue premiado en Londres- y su versión podcast. El libro electrónico ya tuvo 10.000 descargas, lo que multiplica las lecturas de una investigación que, ya dirá la propia autora, partió de la idea de contar el contrabando y el narcotráfico en el límite norte del país.

Salinas, periodista especializada en cobertura de noticias judiciales en la sección Política del diario Clarín y columnista del programa de TN Sólo una vuelta más, recorrió fronteras urbanas, de tierra y de agua. Lo hizo en equipo y descubrió allí que, para quienes viven en las zonas que los mapas políticos marcan como un gran límite, ese borde es más una formalidad que una realidad cotidiana.

Encontró una “cultura de frontera” en rincones de la Argentina en los que cambiar de país equivale a cruzar una calle o atravesar un paso clandestino. Una cultura en la que, en algunos casos, la participación en actividades ilegales es parte del día a día de una parte significativa de la población que no encuentra grandes alternativas. Al fin y al cabo, una cultura que invitó a la autora a revisar las ideas con las que había llegado hasta allí, y hasta a considerarlas un prejuicio.

Presentación de "Fronteras" de Lucía Salinas en Salta, junto a Patricia Kolesnicov. (Fotos: Nicolás Cordero)

Cómo escribí “Fronteras”

“Lucía logró interpretar la frontera y la frontera la transformó a ella”. Esas palabras resonaron durante una de las presentaciones de Fronteras. Consideré que sintetizó en gran manera lo que representó este proceso de investigación, realización del documental y escritura del libro. Fue, cada etapa, una sucesión de hechos que fueron modificando mi mirada sobre lo que queríamos contar, sobre cómo contar aquellas historias con las que nos íbamos encontrando, que nos sorprendían, que despertaban cada vez más interrogantes. Fronteras fue y sigue siendo, con sus 10.000 descargas, simplemente transformador.

La idea original que se concentraba en los problemas que se desarrollan en la frontera norte del país fue irrumpida por la cotidianidad de la región. No fue la mera idea de ampliar aquella concepción de lo que transcurre en esa zona del país, sino que fue desarmarlo para volver a construir un nuevo concepto que sea más representativo de la realidad que se construye día a día allí. Lograr un relato más fidedigno de todo lo que allí convive, de la idiosincrasia, la cultura construida.

Romper el concepto inicial fue reconocer que algo se estaba mirando de forma extremadamente acotada. Una primera charla con la antropóloga Brígida Renoldi me ayudó a entender lo que ocurría. Ella trajo un concepto: “desestigmatizar la frontera norte del país”. Cuando leí unos documentos que había escrito y después tuvimos una extensa conversación, entendí que sin pretenderlo mi primera idea sobre Fronteras recaía un poco en ese error.

Estigmatizar la frontera norte argentina era, producto de mi desconocimiento y por qué no prejuicio, intepretarla únicamente desde el delito que gana terreno allí de forma constante. Una geografía propicia para que el contrabando y el narcotráfico perfeccionen sus estructuras ilícitas y busquen construir esa frontera en la puerta de entrada de esos delitos a nuestro país. Mirar ese hecho concreto de la realidad, innegable, era sólo mirar una de las piezas que constituyen el gran rompecabezas que es la frontera norte argentina.

Precario. Cerca de Salvador Mazza (Salta) solo un alambrado separa a la Argentina de Bolivia en uno de los 78 pasos clandestinos en esa zona. (Lihueel Althabe)

Para modificar esa mirada estrecha -entendido así por mirar un sólo elemento de una realidad extremadamente más compleja-, cada viaje fue indispensable. Ir al terreno, recorrerlo con la premisa de buscar pero, por sobre todo, dejarnos encontrar a su vez, por las historias que construyen cotidianidad, que se construyen diariamente en la convivencia con el peligro, el delito, la necesidad. Buscar decodificar aquella Argentina que sobrevive en los bordes de nuestro territorio.

La primera etapa de la investigación comenzó a mediados de 2022. Pude ir sola y recorrer gran parte de estas fronteras que están reflejadas en el libro: la frontera de tierra, la frontera de agua y la frontera urbana. El esquema de viaje fue intenso pero cada uno iba destinado a un tipo de frontera. De cada uno de esos recorridos no regresé con la misma idea. La investigación comenzaba a sufrir modificaciones enormes. Ese objeto inicial de análisis cobraba vida propia, literalmente.

Lo primero que me impactó en esos viajes iniciales fue la geografía extensa, compleja, que esta frontera tiene. Cada frontera cuenta con su propia característica: el monte como único elemento para separar un país del otro, un alambrado, una calle, un río. Unos pocos pasos para estar en otro país, la sensación recurrente de que, en muchas ocasiones, no se tiene certeza del suelo que se pisa.

Entonces lo obvio se hizo palpable: no se puede pensar en una única frontera norte, porque cada región, cada provincia, imprime en esa frontera su idiosincrasia. Y también, de forma dialéctica, eso ocurre a la inversa: la geografía, las características del suelo, las posibilidades orográficas de cada territorio, son intrínsecos a un tipo de cultura, de sociedad que se desarrolla allí.

¿Cómo separar la problemática del crimen organizado de la gente que sobrevive a la misma? ¿Cómo leer como si no convivieran las sociedades que se desarrollan allí con los delitos que frente a sus ojos, a la luz del día, se cometen? Aquellos interrogantes atravesaron todo el proceso de construcción de lo que terminó siendo Fronteras. Al concluir la primera etapa del viaje, el abanico de entrevistas se amplió mucho más. Había más voces tratando de descifrar lo que ocurre en los límites de nuestro país.

La segunda etapa de los viajes inició con esta premisa. Ya no me encontraba sola recorriendo. La mirada de los otros fue indispensable. Recuerdo una cena en Salvador Mazza. Era tarde, estábamos agotados de muchas horas de rutas, del calor agobiante. Las casi dos horas que duró comer en ese bar, en la vereda a la espera de que deje de llover porque si no el rodaje del día siguiente se vería alterado, estuvieron destinadas a charlar sobre lo visto durante todo el día. No fue pretendido. Lo necesitábamos, porque teníamos que resolver cómo contar eso que veíamos.

Fue la primera de muchas charlas que tuvimos después de largas horas en la ruta, de jornadas donde sólo sorteamos problemas geográficos, de las cuestiones determinadas por las inclemencias del tiempo, incluso esos días donde se presentaban cuestiones netamente periodísticas, que necesitábamos y no lográbamos conseguir.

Lo que empezábamos a ver es que la historia se iba construyendo con el testimonio de quienes se animaban a contar, sin ningún prurito, que vivían de actividades ilegales, que no tenían otra opción, que se sentían olvidados, ajenos a lo que nosotros entendemos como la Argentina. De a momentos, sólo era escuchar. Aprender a escuchar de otra manera, sin el asombro en nuestros rostros, sin el prejuicio construyendo cada pregunta.

Ciudad del Este, una de las ciudades recorridas para la investigación. (Crédito: Lihueel Althabe).

El desafío fue descubrir cómo entretejer todas las historias que se iban presentando para evitar cualquier juicio de valor que se pudiera generar. Cada viaje, lleno de sus propias anécdotas, fue determinante. En ellos se produjeron los debates más extensos y amplios sobre el tema. No siempre estuvimos de acuerdo. Retomábamos las diferencias entre chistes, después de muchas horas de trabajo, y muchas veces seguimos sin encontrar un punto de encuentro. “Mañana vamos a pensar mejor, estamos cansados”, era una frase que utilizamos mucho. Guardaba cierto grado de verdad.

Así Fronteras fue tomando forma. Con la mirada de muchos: Lihueel Althabe como realizador, Pedro Gianello en la producción en territorio junto a Lourdes Marchese. En cada viaje éramos cuatro personas interpretando -o intentado hacerlo- un mismo suceso y cada uno aportaba un elemento diferente a lo que después fuimos volcando. Rocío Scarso, editora del documental, logró imprimir una mirada global a todo el material, posiblemente decodificó más rápidamente cuál era el mejor camino para contar Fronteras.

Cada decisión que se fue tomando fue supervisada y dirigida en muchos momentos (sino en casi todos) por Alejo García Sosa. Fue siempre la pausa necesaria para repensar muchas situaciones, la charla acorde al momento del proyecto, la solución inmediata cuando debimos modificar muchas cuestiones. Fueron muchas miradas. Fueron muchas conversaciones. Fue un equipo permanentemente. Fronteras fue un proceso transformador desde el primer momento y fue, sin lugar a dudas, una construcción colectiva.

En las presentaciones del libro y del documental percibí que quedaron pocas respuestas. Y fue finalmente, uno de los objetivos de Fronteras: abrir nuevos interrogantes, generar debates sobre esa Argentina profunda que transcurre en los límites del territorio y que a veces se vuelve invisible, ajena. Pero está allí, ocurre, es parte y en muchos aspectos, nos interpela a la hora de acercarnos a ella.

Por el río. Una imagen de "Fronteras", el libro de Lucía Salinas. (Lihueel Althabe)

Cuando tuve la posibilidad de dialogar con colegas de Salta, de Jujuy, Misiones y Corrientes, una vez que el libro se publicó junto al documental, algo me impactó: el agradecimiento que manifestaban porque viajamos, recorrimos, expusimos una realidad que les es profundamente conocida. Y después, el interés de ellos respecto a qué me sorprendió más de cada frontera, cómo la experimenté, qué me pasó a mí al recorrer estos extremos del país.

Siempre tuvimos en claro que a ellos, a quienes viven en cada una de estas provincias, no íbamos a revelarles algo que no conocieran, no íbamos a explicarles una realidad que es parte de su cotidianidad, y en cada conversación, intercambio, logramos encontrar nuevos interrogantes para analizar esa compleja vida en la frontera norte donde transcurre el delito, y donde ese delito se perfecciona y gana terreno.

También comprender, y Fronteras buscó dar cuenta de ello, de la cultura que se construye en estas comunidades que están en los bordes de nuestro país, que tienen una vida diaria, de convivencia y profundamente hermanada con sus vecinos. Allí la idea de la frontera que separa, divide, nos diferencia, no existe como tal. Conocer y dar cuenta cómo y por qué la frontera se vuelve difusa, casi simbólica, fue también un desafío. Una vez más, recurrimos a las historias en primera persona de quienes construyen esta cultura.

El 8 de septiembre Fronteras fue publicado. Dos meses después nos encontramos en diferentes ámbitos discutiendo sobre el tema, en cada entrevista los debates fueron amplios, las preguntas abrían paso a otras y así continuamente. Llegar a 10.000 descargas parece un número frío, pero son 10.000 lecturas, interrogantes nuevos que de las mismas podrán surgir. Es una forma de cumplir con el objetivo de Fronteras: dar visibilidad a ese entramado intrincado que se desarrolla en cada una de los límites del norte de nuestro país.

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