Virginie Despentes (Nancy, Francia, 1969) tiene 54 años y quiere hacer las paces con su época. Entenderlo todo. Es decir, la pandemia, la violencia, el ultra liberalismo, las redes sociales, el alcohol, las drogas, el envejecimiento, la adicción, la ternura, la paternidad, la maternidad, el feminismo, el acoso sexual, las lesbianas, los homosexuales, la música, el movimiento Me Too. Con la edad que avanza, parece decirnos Despentes, hasta los rebeldes más implacables se sientan a negociar.
Para lograrlo, Despentes se apropió de un género del siglo XVIII, el intercambio epistorlar, a través del cual evoca cuestiones que son tanto íntimas como políticas. Escribió una declaración de amor a la amistad entre hombres y mujeres, al modo en que se acompañan mutuamente para ayudarse y cambiar. Se trata de liberarse de los roles que la sociedad impone, o que los hombres y mujeres se han impuesto a sí mismos.
Como en las reuniones de Narcóticos Anónimos, que inspiraron a la escritora para este texto, cuyo principio es salirse de sí para compartir sus debilidades con los demás. Una novela epistolar que es también un ensayo sobre nuestro tiempo. Un intento por comprender al otro. Lo hace en su último libro: Querido comemierda (Random House, 2023). Un título donde la palabra más importante es “querido”.
Virginie Despentes, cuyo apellido (des-pentes, pendientes) es un pseudónimo que remite al barrio de la Croix-Rousse en Lyon, ciudad en la que vivió varios años, describió en su última triología Vernon Subutex (publicada entre 2015 y 2017), a toda una generación atrapada entre el final de las utopías de los años ‘70 y la precariedad de los años 2000. La autora, entre otros, de Fóllame (1994) , su primera novela, y del exitoso ensayo Teoría King Kong (2006) -convertido en la biblia feminista de una joven generación- abandonaba entonces la violencia de sus primeros escritos y mostraba cierta indulgencia para con sus personajes. Vuelve a hacerlo en Querido comemierda.
Esta vez se trata de una novela epistolar en la que hay un intercambio en tono de confidencia entre un exitoso escritor cincuentón, Oscar Jayack, y una estrella de cine, Rebecca Latté, de la misma edad. En esta correspondencia se inmiscuye la voz de la joven feminista Zoé Katana, ex responsable de prensa que acusa a Oscar de acoso sexual.
Las cosas empiezan bastante mal entre Oscar y Rebecca cuando él publica en Instagram: “Me crucé con Rebecca Latté…Trágica metáfora de toda una época que se esta yendo a la mierda: una mujer sublime que, cuando estaba en su apogeo, inició a tantos adolescentes en el hechizo de la seducción femenina, convertida ahora en adefesio. No solo vieja. Sino burda, descuidada, de piel repulsiva, metida en ese personaje de mujer sucia, bulliciosa. Una vergüenza. Me dijeron que se ha convertido en musa de las jóvenes feministas. La Internacional de las Pordioseras ataca de nuevo”. Rebecca no tarda en contestarle: “Querido comemierda: eres como si una paloma me cagara en el hombro: una inmundicia asquerosa…Así que espero que a tus hijos los atropelle un camión y que se mueran y que los veas agonizar sin poder hacer nada”.
Pero la pluma de Despentes presiona ahí donde más duele: los roles asignados de verdugo y víctima, y cómo desmontarlos. De la intransigencia a la que nos tenía acostumbrados la autora, sobre todo en sus comienzos, solo queda una lengua a la vez tierna, directa, cruda y brutal. En Querido comemierda expresa el rechazo a toda simplificación, y el deseo de una reconciliación entre los géneros. Esta vez su radicalidad reside en el matiz, en su manera de exponer las contradicciones de cada uno de sus personajes. En esta novela todos tienen algo de razón: las jóvenes feministas en su lucha contra el patriarcado, como el personaje de Zoé Katana; y los viejos como Oscar, convencidos de que la cuarta ola feminista se pasa de rosca.
Tanto Oscar como Rebecca tienen más 50 años, luchan contra su adicción a las drogas y al alcohol, vieron esfumarse sus ideales y se encuentran solos en una época desgarrada y confusa. Se conocen desde su infancia, época en la que compartían el mismo barrio popular de una ciudad del este de Francia, Nancy, donde creció Despentes. Rebecca era la mejor amiga de la hermana mayor de Oscar, Corinne, que se convirtió en lesbiana, con lo que se liberó de su familia y de sus orígenes.
En su intercambio, Oscar y Rebecca deponen las armas para iniciar el camino del diálogo. Despentes parece creer que una humanidad en común nos hace más fuertes que cualquier identidad, social o de género. Como si desde el momento en que nuestras identidades son simplificadas, empobrecidas, el otro se conviertiera inevitablemente en un enemigo que debemos combatir. Los tres personajes son uno solo: Virginie Despentes. Y a la vez, cada uno de los personajes habla en primera persona e intenta liberarse de todo atrincheramiento en una identidad que lo encierre y lo deje solo.
Pero ¡ojo! Despentes -una de las escritoras más leídas de Francia, un verdadero fenómeno editorial- no se deja atrapar por ningún lobby ni institución. Ella es fundamentalmente libre e incontrolable, reticente a todo reclutamiento militante y muy ocupada en defender su independencia de pensamiento. No se somete.
Querido comemierda puede leerse también como la confesión de alguien que nació de clase obrera, trabajó en una disquería, se drogó, fue alcohólica, puta, rockera y punk, fue violada, luego de una pelea con sus padres fue internada a los quince años en un centro psiquiátrico y abandonó su casa y estudios a los diecisiete. Su Querido comemierda es una ofrenda a lo que queda después de este amasijo de violencia, autodestrucción e ideales perdidos: la generosidad, el intercambio y la amistad. Y los libros, claro.
Desde su casa en Barcelona, a través de zoom y en español, Virgine Despentes habló con Infobae Leamos.
-¿Qué pensaste de la traducción del título? (Cher connard, en francés)
-En España se lo tradujo como Querido capullo y fue un largo debate. Pero para América Latina fue un súper problema encontrar una palabra que funcionase para todos los países. Entonces, al final, acepté el comemierda porque no veía otra solución. Fue una discusión larga con amigos de Argentina, de Colombia, de Chile. Yo no intervine mucho porque al final entendí que era un problema. Pero fue interesante, porque yo llamaba a mis amigos y les preguntaba: ¿esto es connard exactamente, qué opinas tú? y cada uno me daba respuestas muy diferentes de un país al otro.
-¿Qué es lo que te convenció?
-Lo que me convenció es que comemierda se entiende en todos los países. El boludo argentino a mí me gustaba mucho. Sé que Gaspar Noé (director de cine franco argentino, hijo del pintor Luis Felipe Noé) tenia bastantes ideas que ahora no recuerdo, que parecían buenas pero que eran buenas solo para Argentina.
-A lo largo del libro, eso que empieza con insultos termina con un fuerte lazo de amistad. ¿Cuál fue tu intención? ¿Reconciliarnos con el género masculino? ¿Darnos alguna esperanza?
-Tenía muchas ideas al mismo tiempo, pero una idea clave era que esta separación mujer/hombre funciona, pero también funcionan otras: por ejemplo, los dos vienen exactamente del mismo barrio de Francia de donde vengo yo, de las afueras de una pequeña ciudad del este de Francia, lo que significa que cuando vienes de allí eres de clase media un poco baja. Y me parecía muy importante recordar que en el feminismo podemos separar la población en dos, pero que obviamente hay otros vínculos entre la gente. Por ejemplo, la clase social es un vínculo muy importante y a veces las mujeres tenemos más en común con un chico de nuestra clase que con una mujer de otra clase social distinta.
-¿Cómo llegaste a la idea de esta novela epistolar? ¿En qué momento fue?
-Todo el asunto entre Oscar y Rebecca me ha venido de una cena con feministas lesbianas radicales del mundillo editorial. Un chico que iba a ser called out (escrachado) por el Me Too (como Oscar, el personaje de la novela) pero al final nunca sucedió. Pero hemos hablado toda la noche sobre este chico que todas conocíamos muy bien que, claro, es capaz de hacer tonterías porque es un borracho y un cocainómano de primera categoría, pero que a la vez nos cae muy bien. Esta discusión me permitió imaginar esta historia. Pensar qué hacemos con un chico que sí la ha cagado, que niega lo que ha hecho, pero a la vez, del lado humano, sabemos que hay cosas que hacen que él no sea el peor de todos. Entonces ¿qué hacemos? Esto me interesaba.
-Esto se siente en el libro. En la primera parte de tu respuesta entiendo que decís que la cuestión de clase te puede unir más que la cuestión de genero ¿Es así?
-No te une “más”, pero te une igualmente. No puedes olvidarte totalmente de tu clase. En mi caso puedo olvidarme de mi raza porque soy blanca. Pero creo que si no eres blanca y eres racializada hoy en día en Europa, no puedes olvidarte totalmente del vínculo que tienes con tu raza en tu vida. Y la clase, no es que me defina más, es que me define también. Obviamente, estoy bien dentro del feminismo, me siento cómoda hablando como mujer, pero a veces pienso que no podemos olvidar que yo tengo una clase social distinta de mucha gente que me rodea. Si soy sincera, no lo olvido. No lo olvidan ellas y yo tampoco.
-En esta nueva novela, tuve la sensación de que a través de los tres personajes principales hay como tres Despentes hablando, tres partes de tu personalidad que se expresan y a veces se unen ¿Fue intencional? ¿Y por qué decidiste desdoblarte y ponerte en el lugar de un personaje masculino?
-Sí, y también creo que es porque cuando escribo tengo un lado masculino. Hace un tiempo leía una entrevista de Ursula Le Guin, en la que empezaba diciendo “soy un hombre que escribe”. Hay algo de esto, ya que escribir es en realidad una tarea tan masculina que para muchas de nosotras hay un hombre que escribe con nosotras cuando lo hacemos. Porque es en realidad una posición de poder muy fuerte, y entonces hay un hombre dentro de mí que es un “capullo”, un hombre que escribe conmigo, y no me cuesta o no me interesa intentar pensar como un hombre . Me interesa hacerlo en la escritura. No tengo ningún deseo de cambio de género, pero cuando escribo no me cuesta para nada y pienso que ésto es interesante cuando hacés política, plantearte tu papel no solamente de víctima sino de tus responsabilidades en los conflictos.
-Uno de tus personajes dice que “la emancipación del hombre no ha tenido lugar”
-Lo pienso. Pero es posible que los hombres más jóvenes lleven a cabo algo diferente. Porque pienso que ponen en duda sus masculinidades de una manera que no había visto antes. Tienen el valor de intentar una masculinidad distinta. Les veo a veces capaces de empatía hacia las mujeres, como si las mujeres fueran seres humanos normales ¡y esto no era así en mi época! Las mujeres éramos una raza un poco extraña, un poco lejana. Ahora veo a hombres jóvenes capaces de identificarse con las mujeres. Esto era imposible cuando yo tenía veinte años.
-En el libro coexisten dos épocas bien diferentes: la década del ‘80 y la época actual ¿Qué diferencias ves?
-Veo una diferencia enorme. Hay backlash (represalias), hay problemas, queda todo por hacer aún, pero veo diferencias muy grandes. Veo una generación de feministas jóvenes, incluso heterosexuales, que no he conocido antes, determinadas a tener vidas como ciudadanas de pleno derecho. Yo me doy aún más cuenta de todo lo que nos hemos tragado sin pensar en actuar, y cuando veo a las jóvenes feministas me digo joder ¡lo teneis bien claro! Y veo difícil arrancarles de la cabeza estas ideas que tienen tan claras.
-¿Qué es lo que cambió con la irrupción de las redes sociales? Escribís que “ahora todo el mundo quiere ser bien considerado”.
-Es un cambio importante, no sé si para bien o para mal. Ahora, cuando tienes una red social, lo que quieres es más y más seguidores y likes, y no hay lugar para las sutilezas. Todo el mundo se ha convertido en una agencia de publicidad, con el deseo de gustar a la mayor cantidad de gente posible, ser bien comprendido, no hacer ningún escándalo. Esto es algo que me impacta de las redes sociales. Sobre todo de parte de gente que en su época hubiera hecho un arte un poco escandaloso o vanguardista. Pues se acabó esto de ser entendido por muy poca gente que te comprende bien, que era muy importante para mi generación, ahora ha desaparecido. Pero a mi también me impacta mucho la violencia, especialmente esa que ejercen aquí las mujeres jóvenes. Creo que todavía no somos bien conscientes del impacto que tendrá en sus vidas. Pienso que te cambia tanta violencia.
-Rebecca y Oscar han cambiado de época, de generación, incluso de cuerpo. ¿Te sentís nostálgica a veces?
-Tengo 54 años y he escrito esta novela hace dos. Creo que he tenido, después de los 50, un momento en el que entendí que el mundo, o las ciudades tal como las he conocido, desaparecen delante de mis ojos, y tuve un momento de nostalgia o de entender de manera muy aguda lo que es envejecer y perder tu lugar en el mundo. Echo de menos a mucha gente que ha muerto, Echo de menos muchos lugares que han desaparecido, echo de menos Londres, Venecia, lugares que me gustaban tanto y que ahora, tal como los he conocido, solo existen en mi memoria. Pero me parece que sí, que en el momento en que escribí este libro era un momento de nostalgia de juventud, de mis 25 o 30 años. Ahora ya no atravieso el mismo capítulo.
-¿Cuáles de las reivindicaciones de la nueva generación de feministas te sorprenden más?
-Creo que hay nuevas reivindicaciones de las nuevas feministas alrededor de los asuntos del sexo que viene de las redes sociales. Creo que en la vida de las mujeres de 20 años las redes sociales han sido un infierno. Si eras, por ejemplo, la puta de la escuela y había una foto de tí follando con tres chicos. Pienso que las mujeres de mi generación no hemos entendido lo que significa el sexo para estas chicas, en las que el sexo es algo sucio, algo que daña la reputación de manera durable. Las chicas viven el sexo como algo super negativo. Esto no era tan grave para mi generación. En mi época, una mala decisión no era tan importante como lo es ahora. El sexo se vivía con menos gravedad porque no existían las redes sociales, no existía la posibilidad de pasar cuatro años como la puta de la colegio.
-¿Adherís a las criticas sobre cierto puritanismo o te referís a otra cosa?
-No, pienso que se trata de otra cosa. Lo importante es que dicen lo que quieren, lo que piensan, lo que sienten. Si para ellas es peligroso y si realmente a ellas el sexo las pone incomodas, creo que lo más importante es que ellas sean capaces de decirlo inmediatamente, que otras escuchen y puedan decir “te entiendo, ok, vale”. Estoy leyendo a las chicas del feminismo negro americano, o el feminismo post colonial sudamericano, y pienso que esta relación hacia el sexo puede ser algo de clase alta, de la burguesía. Hay feministas que tienen otra relación con el cuerpo, el sexo y la heterosexualidad. Esto me parece muy importante. Pero las dos posiciones me parecen muy validas. Veo a veces un feminismo un poco burgués, que busca una respetabilidad total. Digo esto pero, al mismo tiempo, cuando tantas mujeres jóvenes, internacionalmente, se quejan de las mismas cosas, es que saben de lo que hablan. No les conviene y punto.
-Viviste, como Rebecca y Oscar, una transición de clase social. ¿Cómo te sentís en el medio al que llegaste? ¿Cómo fuiste recibida?
-Al principio fui mal recibida pero no me molestaba tanto porque tenía otro tipo de amigos, no me sentía sola en mi vida. Al mundillo literario francés le ha costado dejarme entrar, le llevó un poco más de diez años. Después me ha dejado entrar y ahora mi posición es muy agradable. Pero no espero ser más aceptada de lo que soy. Tampoco sufro cuando no me aceptan. La verdad que con el tiempo puedo decir que me siento muy a gusto.
-Dijiste alguna vez que escribir es un modo de escaparse de la violencia ¿Cómo es tu propia relación con la violencia? ¿Cómo la comprendés hoy en día?
-Sobre mi violencia puedo decir que fue un trabajo largo para mí. Hacer algo de mi ira para que no se convierta en una violencia hacia mi entorno cercano. No soy violenta de golpear gente, pero he tenido crisis de ira que destrozaban muchas cosas en los que me querían. Esto fue un trabajo largo pero me siento más calma con la edad.
-Es, lamentablemente, un buen momento para reflexionar sobre el tema. Escribis por ejemplo : “Lo que estoy curando en mí es la guerra”.
-La violencia que nos rodea, la violencia estatal, que en Europa ha cambiado mucho y para peor, y también la violencia terrorista en países también violentos, todo esto es otro asunto. A mí, como lectora, me sirven mucho los libros como espacio de seguridad y para entender un poco mejor lo que está sucediendo esta semana en Israel. Leo un montón de novelas de Israel, mucho menos de Palestina porque no hay muchas publicadas, o también novelas de otros países, como Irán u otros dentro de esa zona ya que hay muchas novelas traducidas. Me ayuda mucho leer las novelas para tener menos angustia. Aunque la angustia queda, el temor queda, el pensamiento de que luego del terrorismo nunca hay consecuencias positivas de ningún lado.
-¿Y cómo se relaciona la literatura con la escalada de violencia?
-La literatura me ayuda a que las cosas parezcan menos oscuras. Escribir y leer son espacios de seguridad. Normalmente, cuando estás leyendo no te puede pasar nada demasiado malo. Todo lo contrario de internet. Cuando sucedió lo de Israel, no me acerqué a internet por tres días porque iba a provocarme una angustia inútil y que no necesito. Y evidentemente, toda esta violencia es patriarcal y ultra capitalista. Yo creo -lo digo en el libro- que tenemos que volver a cosas fundamentales como cerrar todas las fábricas de armas. Este era un tema importante en los ‘60 y hemos olvidado que tenemos que volver a ser totalmente antiguerra. Aquí el feminismo tiene, no un deber, pero sí algo fundamental que recordarnos: que esto es cosa de los patriarcados.
-¿Qué y cómo escribirías si hoy tuvieras 20 años?
-Pienso que no escribiría. Creo que tendría una cuenta de TikTok como una Pinkydoll (una tiktoker canadiense) pero punk, sabes. Creo que hoy en día no tienen tiempo de escribir estos jóvenes. Leen más que lo previsto. Pienso que yo sería alguien de TikTok que habla de cosas sueltas. O supongo que escribiría historias con dragones y vampiros.
-¿Es una idea para el futuro?
-Sí, me gustaría escribir una novela de vampiros.
-Por último, Rebecca dice: “Hay que ser idiota para dedicarse exclusivamente a escribir”¿Lo suscribís?
-No, sinceramente no. Es una frase que dice Rebecca. Me gustaba el hecho de que a ella no le gusten mucho los libros. Rebecca no se me parece. Justamente, me encanta escribir sobre ella porque es un poco lo contrario de mí.