“Por la blanda arena que lame el mar su pequeña huella no vuelve más...” dice la canción que escribieron Ariel Ramírez y Félix Luna para contar el suicidio de la poeta Alfonsina Storni. “Sabe Dios qué angustia te acompañó, qué dolores viejos calló tu voz...” sigue la hermosa canción. Pero no hubo blanda arena y se conocen las causas de la terrible decisión. Fue el 25 de octubre de 1938, hace 85 años.
Alfonsina -las poetas suelen ser llamadas por su nombre- había nacido en Suiza en 1892 pero había vivido desde muy chica en la Argentina. Su primer libro salió en 1916 y, aunque la intelectualidad de su época la criticaba, nunca dejó de escribir. “En 1938, Alfonsina Storni era más importante que Borges”, dijo a Infobae su nieto Willie Storni, que es profesor en la Universidad Católica Argentina.
Es que la escritura la acompañaría a lo largo de su vida. La poeta argentina tuvo una infancia y adolescencia complicadas, pobladas de dificultades económicas y mudanzas. Mientras realizaba tareas domésticas, mientras trabajaba con su familia, luego en sus años como maestra, como madre soltera. Así, esta mujer fue “una de las primeras en abrir la senda para otras poetas”, como dice Marina Mariasch en el prólogo de su Poesía Completa, que Leamos -el sello editorial de Infobae- publica en su aniversario y que se puede descargar gratis desde la plataforma digital Bajalibros para ser leída en cualquier teléfono, tablet o computadora.
Alfonsina Storni abordó la tensión constante entre su aspiración a un mundo regido por la justicia y la nobleza, y la disparidad con el entorno más inmediato que muchas veces se caracterizaba por su mediocridad.
En esta edición se incluyen todos los poemas incluidos en sus libros: La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920), Ocre (1925), Poemas de amor (1926), Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1936). Además, aparecen en esta edición su poema “Anhelos”, que se publicó en 1912 en la revista Monos y Monadas; otros poemas no incluidos en libros -como “Perro y mar”, “Pescadores” y “Romancillo cantable”, publicado originalmente en el diario La Nación; su poema “Partida” y el que le escribió a Horacio Quiroga al enterarse de su muerte. También sus último poema antes de morir: “Voy a dormir”.
La muerte
Entonces, ¿cómo murió realmente Alfonsina Storni? Sí, se suicidó en el mar. Pero no fue por una angustia desconocida ni caminando mansa hacia las olas.
La poeta -que entonces tenía 46 años- había tenido cáncer y le habían sacado un pecho en 1935. En enero de 1938 le contó a su hijo Alejandro que volvía a tener síntomas y que no aceptaría otro tratamiento invasivo. Esperó hasta octubre y viajó a Mar del Plata. Se alojó en el hotel San Jacinto, en la calle 3 de febrero que pertenecía a una amiga, Luisa Orioli de Pizzigarni. Allí, -una casa chorizo que ya no existe- volvió a tomar el lápiz y compuso el que sería su último poema. Lo tituló “Voy a dormir”, lo puso en un sobre, lo mandó al diario La Nación.
El 25 de octubre salió sin que nadie la viera del hotel. Caminó unos 500 metros. Se subió a un espigón -el balneario del Club Argentino de Mujeres, frente a Plaza España- y saltó. Pero uno de sus zapatos quedó atrapado entre los hierros del espigón: así se pudo saber el lugar preciso de la caída. Sacaron su cuerpo del mar a la mañana siguiente y como era una figura renombrada un médico la reconoció.
El sitio elegido no fue donde está su monumento, una obra de Luis Perlotti emplazada frente al balneario La Perla. Originalmente, en 1948, la escultura estuvo en lo alto de la barranca y la figura se veía de espaldas al mar, un error que se corrigió años más tarde.
El último poema
¿Qué escribió Alfonsina Storni en esos versos de despedida que La Nación publicó dos días después de su muerte? “Voy a dormir” dice así:
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
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