Fronteras es un libro y es también un documental. La vida, el contrabando y el narcotráfico en el límite norte de la Argentina están en el centro de la trama de sus páginas, escritas por la periodista Lucía Salinas, y del material audiovisual que, apenas unos días después de estrenado y bajo la dirección de Lihueel Althabe, fue premiado en el Latitude Film Awards de Londres. Ahora Fronteras tiene también su versión podcast.
El primero de los episodios del podcast se concentra en la Frontera de Tierra. Ese límite, a veces invisible, entre Salta y Bolivia, entre Jujuy y Bolivia. Unos pocos pasos separan un país del otro. Las historias que se construyen en ese territorio que no conoce de divisiones, son cotidianas, familiares, pero también escenario de un sangriento crimen.
Viajamos hacia Salvador Mazza, una ciudad salteña que a las siete de la mañana ya expone tener un ritmo propio; una localidad que no descansa. Las estrechas calles de la ciudad más septentrional de la Argentina son el escenario para un sin fin de cajas que conservan todo tipo de mercadería. En locales pequeños, en grandes galpones, desde muy temprano sin distinguir día de semana de un sábado o domingo, se van acumulando en las puertas de acceso.
Todo transcurre a pocos metros del paso fronterizo y esa yuxtaposición de cajas construye una suerte de laberinto sobre las veredas. Sortearlas es parte de la experiencia. Un bullicio permanente, el regateo de precios, la descarga apresurada de los paquetes, todo junto funciona como la melodía de fondo de este escenario.
Cajones de madera, cajas de cartón, bultos envueltos en bolsas negras, todo es conveniente a la hora de trasladar mercadería. Llegan en camiones, en vehículos de todo tamaño, en carros precarios que cargan con historia, con años de cumplir con la misma función. Trasladar, mover, llevar y traer cosas es lo que determina el pulso del lugar.
La localidad salteña convive con su ciudad espejo del lado boliviano, Pocitos. No se diferencian en el ritmo cotidiano y ambas se perciben como una extensión de la otra. La preponderancia de una sobre otra es determinada por la situación económica de cada país, pero se reconocen parte de un mismo territorio pese al límite fronterizo.
¿Cómo marcar la distinción cuando se vive a pocos pasos? La pregunta puede reiterarse hasta el cansancio pero allí, en Salvador Mazza, no se responde porque ese nunca fue un aspecto a cuestionar. El arroyo que debe oficiar de límite natural permanece seco. Quizás haya que remontarse aún más en la historia.
Desde sus inicios aquella tierra tuvo límites difusos, al menos para quienes viven allí. En la actualidad los vecinos circulan a diario de manera incontrolable para las autoridades migratorias; el paso fronterizo Salvador Mazza del lado argentino, Yacuiba del lado boliviano, permanece abierto las 24 horas. Pero a metros de allí se forjaron otros pasos, no habilitados, que son los que se utilizan mayoritariamente y que se volvieron parte de la geografía del lugar.
Se trata del patio de muchas viviendas que dan a suelo boliviano. Después de recibir los cincuenta pesos su mano derecha señala sin mayores explicaciones hacia dónde hay que dirigirse; es una pequeña quebrada que desemboca en el río Pocitos, que es inexistente, pero su huella sobre la tierra conforma un surco separando lo que podrían ser dos veredas de una superficie color marrón, con árboles testigos del paso de hormiga que a diario transita por ahí.
La cercanía construye otra idiosincrasia. Eso da la pauta de que la distancia que podría representar una marcada diferenciación, una separación, no existe como tal. La ciudad salteña, en palabras de sus vecinos, vive “pegada a Pocitos boliviana, a Yacuiba” y eso impacta en la forma de vida de quienes están asentados allí. Hay otra construcción de la cotidianidad, con un pulso propio: el ir y venir por ese paso, por esa quebrada que geográficamente delimita pero que es desafiada a diario.
Este territorio tuvo su “patrón”. Más específicamente, la justicia lo denominó el “patrón del norte”. Se trata de Delfín Castedo, que no disputaba el aire, pero sí la tierra. Decidió, con parte del dinero que obtuvo por actividades ilegales, comprar una gran cantidad de hectáreas para evitar a los vecinos curiosos y tener control absoluto de la ruta de la droga. Compró los campos vecinos incluido aquel cuyo “patio” se encontraba sobre superficie boliviana y donde sólo un alambrado oficia de frontera.
Allí en medio del monte, con la vegetación como única testigo de todo, el paso es constante, paquetes de todo tamaño ingresan desde Bolivia, todo dentro de aquel campo que supo ser propiedad privada hasta que la Justicia Federal lo decomisó.
El circuito funcionó por años, nadie lo controló y Castedo podía ingresar desde su campo la droga, sacarla también por sus tierras y comprar voluntades a la hora de llegar a la ruta que conecta con otros distritos. Así lo dijo la Justicia Federal cuando lo condenó en diciembre de 2022. Aún permanece detenido por el delito de narcotráfico y otros que se fueron sumando en los últimos años.
Pero cuando se le interpuso una productora local, denunciando que era un narcotraficante, Castedo desplegó su poder y ordenó asesinarla. Así, Salvador Mazza fue escenario de uno de los crímenes más sangrientos en manos de una organización narcocriminal.
Liliana “La Negra” Ledesma se rebuscaba la vida con la venta de huevos en la ciudad salteña Salvador Mazza, en el límite con Pocitos, Bolivia. Usaba unos caminos rurales que Castedo, el mayor narco del Norte, se había apropiado para traer cocaína de Bolivia. En 2006, Castedo, en sociedad con el diputado provincial Ernesto Aparicio, empezó a cerrar caminos rurales para aumentar el narcotráfico y Liliana lo denunció en los medios salteños y también con la Gendarmería.
El 21 de septiembre de 2006, Liliana Ledesma fue asesinada en una pasarela que conecta dos barrios de Salvador Mazza. Fue un crimen mafioso que los fiscales determinaron como clave para la investigación de la Procunar contra Castedo, que llegó al juez federal de Orán, Raúl Reynoso.
La historia de “La Negra”, el trasfondo de su homicidio y el día a día entre las idas y vueltas desde Salvador Mazza a Pocitos asoman en el primer episodio del podcast de Fronteras. Quedan más historias, quedan más episodios.