De Roberto Bolaño se habla mucho, se lee poco, se sabe menos. O al revés: se habla poco, se sabe mucho (su enfermedad, su muerte temprana, su “proyecto herencia”) y se lee menos. O alguna de estas combinaciones, porque Bolaño es un autor que estuvo (¿aún está?) de moda, que tiene sus méritos para estar entre los primeros, y que, sin embargo, sigue siendo difícil de ubicar en la estantería mental del acervo lector personal.
Roberto Bolaño nació en Chile, vivió en México y en España, murió en 2003 y tiene obras monumentales como Los detectives salvajes, publicada por primera vez en 1996, y 2666, un libro inmenso que no terminó de escribir y cuya publicación secuencial programó para su posteridad, en virtud de la herencia de hijos y viuda.
Además, escribió novelas, cuentos, conferencias, reportajes; fue poeta en sus inicios, protagonizó acaloradas intervenciones en congresos y charlas, era provocador, irónico por demás, y tuvo una vida tan intensa como breve, dedicada a la escritura, a la lectura, a la búsqueda de la palabra. Una vida a puro fuego, que un día, tempranamente, se apagó.
¿Cómo fue que Bolaño sacudió el tablero de la literatura latinoamericana después del boom y todos sus chispazos a fines del siglo XX y hasta principios del XXI? ¿Cómo entrarle a sus textos Bolaño? ¿Por dónde?
Walter Lezcano, poeta y periodista rockero, autor de Los puentes salvajes. Roberto Bolaño y la literatura argentina (Editorial Crack up) ofrece algunas claves: “Bolaño es un autor galaxia, un autor de muchas voces y, a la vez, hacedor de una obra densa y particular en donde los personajes se desarrollan, vuelven en diversas aventuras, crecen a través de los libros”, dice este periodista, crítico de música también, que en su ensayo sobre Bolaño traza un camino de ida (con muchas interesantes vueltas) a este autor genial. Ajústense los cinturones: el viaje va a comenzar.
Campo de maniobras
El género ensayo sirve para probar, poner en discusión, iluminar y oscurecer (ensayar justamente) ideas, hipótesis, teorías aún sin madurar. El ensayo es un campo de maniobras donde poner a rodar conceptos novedosos, de esos osados, que necesitan lanzarse al mundo para seguir madurando. El ensayo también permite dar cabida a escenas personales de sus autores y esta mezcla (lo biográfico + lo teórico) resulta súper nutritiva.
Cuenta Lezcano su contacto con Bolaño cuando leyó Los detectives salvajes: “En pocos días terminé sus más de seiscientas páginas y me di cuenta que yo no era el lector para ese libro. Estaba completamente helado frente a un libro que la crítica consideraba una obra renovadora e importantísima para Latinoamérica. Lo guardé en la mochila con la convicción de que entre el chileno y yo no había pasado nada emocionalmente”.
Porque el click tardaría un tiempo más en llegar: “Dos años después, mientras enero se deslizaba sobre una ola de calor desbordante…” alguien le prestó 2666 y entonces, el hechizo: “La lectura de ese libro fue tan vertiginosa – lo digo porque son más de mil cien páginas que se leen como si fueran doscientas, algo muy parecido a la magia y a los efectos especiales – que no podía creer que fuera el mismo autor de Los detectives salvajes. Y estoy seguro de que hay algo que antes no pude percibir, algo sutil y profundo que se escapó la vez anterior, y que en ese momento estaba presente con una fuerza demoledora. Cuando terminé 2666 supe que estaba frente a una obra maestra y que mi vida había cambiado para siempre”.
En su ensayo, Lezcano traza puentes: Bolaño y Borges, Bolaño y Cortázar, Bolaño y Di Benedetto, Bolaño y Fogwill, Bolaño y Néstor Perlongher, un recorrido por la galaxia Bolaño de la mano de un poeta rockero. Lo seguimos.
La pregunta inicial
¿De dónde viene la literatura? ¿Dónde se nutren los escritores para escribir esos maravillosos libros que a su vez nos nutren a los lectores en lecturas y en vida? La crítica reconoce a grandes rasgos dos orígenes posibles: la experiencia de vida (a lo Hemingway) o la experiencia lectora (a lo Borges).
Dijo alguna vez Bolaño: “Me dediqué a mediados de los 70 a leer anárquicamente toda la narrativa latinoamericana que pude: Felisberto Hernández, Rulfo, Monterroso. Y muchos argentinos: no solo Borges, Arlt, Bioy Casares, Cortázar. Una de las cosas que me maravillaba de la literatura argentina, en aquellos años míos de formación, era que podía ser leída como una literatura, y no como uno o dos nombres sobresalientes, que era lo que pasaba con la mayoría de las otras literaturas del continente, salvo tal vez la mexicana. Algo asi pasa en poesía con Chile o con Nicaragua, pero no en narrativa, salvo con los argentinos”, cita Lezcano.
¿De qué manera impacta esta lectura voraz de literatura argentina en su producción? Seguimos el camino y entramos a El gaucho insufrible que, según nuestro ensayista punk, es una ampliación del cuento “El sur”, de Borges. Escrito en 2003, mientras también escribía 2666, El gaucho insufrible plantea, de movida “meterse con una década aciaga para la historia argentina reciente. Los años noventa”, dice Lezcano.
En este ambiente, el personaje del cuento, Héctor Pereda, después del quiebre personal y del país de 2001, se lanza en tren al sur. “La ciudad estaba llena de mendigos y la gente decente hacía ollas comunes en los barrios para tener algo que echarse al estómago. Había como diez tipos de moneda, sin contar la oficial. Nadie se aburría. Se desesperaban, pero no se aburrían”, dice el cuento.
Pereda llega al sur y, después de algunas aventuras domésticas, llega a una pulpería – que es un bar moderno- donde se encuentra con el otro y sobreviene un duelo berreta, irónico también, fascinante, y el cierre de un cuento que responde a un tono borgiano, pero como si Borges lo hubiera escrito bajo los efectos del LSD. Imperdible. También La literatura nazi en América (1996) sigue a Borges en el recurso de la cita apócrifa, la invención de una biblioteca paralela, la trampa para el lector obsesivo.
El juego de los puentes de Lezcano sigue con la lectura de Los detectives salvajes (1998) desde Cortázar: “La aparición de Los detectives salvajes en el mercado literario de habla hispana fue algo así como el avisaje de un ovni o el descubrimiento de un monstruo marino: algo que no estaba en los planes de nadie, irrumpe con violencia y conmociona (…)
Es conocida la historia de Ulises Lima, basado en Mario Santiago y Arturo Belano, alter ego de Bolaño, dos poetas sin mucha obra, integrantes junto a varios escritores a los que nadie quiere en el submundo literario de México, del movimiento Real Visceralista, en plena búsqueda metafísica y desesperada de todas las experiencias posibles, incluidos el sexo casual, el tráfico de drogas, el boicot sistemático, la desaprensión territorial, la lectura como adicción, el robo de libros como algo honroso, por nombrar unas pocas. Este derrotero existencial los lleva a perderse en el desierto de Sonora, donde buscan a Cesárea Tinajero, la creadora, la primera Real Visceralista, y luego emprenden un peregrinaje errático por varios continentes sin asentarse en ningún lugar. Es una travesía que dura dos décadas”.
El puente entre Los detectives salvajes y Rayuela no solo tiene que ver entonces con procedimientos –mezclando textos de diversos géneros, por ejemplo, o la idea de travesía para encontrar a una maga en un camino con señales azarosas– sino también con cierto tono (juvenil) que permite destrabar los límites entre realismo, poesía, fantasy y misión literaria. Leer Los detectives salvajes desde Rayuela otorga la posibilidad de entrar a la galaxia Bolaño con una sensación familiar y amable, súper lúdica también, aventurera en recursos y caprichosa –pero no tanto- en su argumento.
Otros puentes lectores
Los puentes salvajes sigue armando el tablero de relaciones entre una literatura más asequible para lectores rioplatenses y este chileno desmesurado que produjo mucho en pocos años. Dice Lezcano: “Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003) es un libro, y esta que sigue es una palabra que Bolaño detestaba, póstumo. (…) El libro comienza con una sección llamada ‘Tres discursos insufribles’ (…). Lo insufrible de estos discursos implica referirse a la postura que adquiría Bolaño cuando hablaba de literatura en particular, y de todo en general. Era categórico, provocador, desgastante, compadrito, algo necio y, por momentos, inconsistente. Es decir, tenía todas las cualidades necesarias para que un debate se desborde por cualquier camino, menos por el de la racionalidad. Pero así le gustaban las cosas a él en ese terreno de la conversa y el intercambio de ideas”. En esos discursos, Bolaño baraja todas las cartas y da nuevo: el juego incluye a Osvaldo Soriano, Borges por supuesto, Cortázar, Marechal, Piglia, Lamborghini, Fogwill.
Y hay más, porque en la dicotomía planteada de escribir desde la literatura (a lo Borges) o desde la propia vida (a lo Hemingway), el escritor chileno encuentra una tercera posibilidad, otro estímulo que impulsa la producción literaria: la muerte.
“Roberto Bolaño sabe tempranamente que va a morir de una enfermedad hepática incurable. Su salud se deteriora a un ritmo calamitoso cada año”, dice Lezcano y agrega: “Cada uno de esos libros que leemos después de La literatura nazi en América está escrito por un tipo peleando contrarreloj contra la muerte. Porque en 1992 Roberto Bolaño toma una decisión importante: decide vivir exclusivamente de la literatura. Bolaño dejó de lado todo tipo de trabajo que le robara el poco tiempo que le quedaba por delante para ponerse a crear historias. Ese fue el tamaño de su apuesta”.
Y si de apostar se trata, ya sabemos, que una de las jugadas más frecuentes de escritores en ciernes es la de enviar cuentos a todos los concursos vigentes para cobrar los premios y seguir escribiendo. “Sensini”, el cuento que abre Llamadas telefónicas (1997), ficcionaliza ese tramo de su vida en que la decisión de escribir está dada contra la falta de dinero para mantenerse y seguir adelante con la escritura (y con la vida, que empieza a escasearle).
“La forma en que se desarrolló mi amistad con Sensini sin duda se sale de lo corriente. En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en las afueras de Girona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un camping de Barcelona (…) Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde (…)”. Sensini y el narrador se conocen porque ambos son ganadores de premios o menciones de sendos concursos literarios a los que van apostando cuentos (en realidad, siempre el mismo cuento, al que por consejo de Sensini solo le cambian el título).
Bolaño, punk y disruptivo, en este cuento hace estallar por los aires la legitimación de los concursos y del sistema literario. Pero el foco es más poético y está puesto en la amistad como una de las bellas artes a través del intercambio de cartas, la figura de la hija bella y joven de Sensini que aparece misteriosamente, el exilio compartido, la búsqueda de la forma literaria y de una forma de vida también. Y, sobre todo, la tensión entre escritura y dinero. Que va y vuelve a la poesía.
“Bolaño entendía que la poesía no iba a darle dinero, entonces el nacimiento de su primer hijo lo impulsó, si bien él ya había escrito narrativa, a dar el salto definitivo a la narrativa”, dice Lezcano. Y este salto poeta a narrador le permite al ensayista armar otro puente, que va de Néstor Perlongher y su poema “Cadáveres” a 2666, una escalofriante novela atiborrada con los cadáveres de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez entre 1990 y 2000. Entre el terror, el realismo crudo, la poesía. ¿De dónde vienen y hacia dónde van esos cuerpos? Otra vez la literatura escrita desde la muerte, está vez del revés de la muerte irremediable, anónima, violenta, inescrupulosa, masiva. Puro impacto para el ojo lector.
Pero aún hay más
En la conferencia “Literatura + Enfermedad = Enfermedad”, que Roberto Bolaño dedicó a su médico y amigo, el hepatólogo Víctor Vargas, el escritor chileno dijo: “… los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo, lo que sea, un libro, un gesto, un objeto perdido, para encontrar cualquier cosa, tal vez un método, con suerte: lo nuevo, lo que siempre ha estado allí”.
Literatura (argentina), vivencias, amigos, discusiones, la muerte siempre y los viajes también: estos son los materiales que le sirven a Bolaño para trazar sus puentes hacia la escritura. De la que no se separa nunca, ni siquiera después de la muerte. Porque el chileno planeó con precisión financiera (un rasgo que escasea entre los escritores) la herencia de su familia.
Él dejó la novela 2666 organizada en cinco libros que deberían publicarse después de que muriese con una periodicidad de un libro cada dos años. “Esa fórmula le iba a dejar mejores regalías a su esposa que si salieran todos juntos”, dice Lezcano y cuenta: “Entonces fue muy sorprendente que la mujer le diera bola a Ignacio Echeverría, el editor que publicó finalmente esos cinco libros juntos, que fue una decisión editorial que nos permite ahora acceder a una obra que, por más que esté incompleta, podemos pensarla como la primera obra maestra del siglo XXI de un autor latinoamericano”.
Entonces la pregunta cae como una manzana madura, impostergable: ¿cuál crees que es ahora la influencia de Bolaño en tu literatura, en tu propia producción escrituraria? Y quizá el sentido de la pregunta sea más amplio e intente trazar un puente desde Bolaño a las generaciones de escritores y escritoras que producen actualmente por estas playas.
Lezcano dice: “Sería un acto de soberbia importante decir que Bolaño me influyó, me daría muchísima vergüenza, lo que sí puedo decir es que como lector siempre me sentí muy atraído por la narrativa de los poetas. Por dos cosas: una, que ya dijimos, la relación entre literatura y dinero. Y la segunda, es que Bolaño siempre dijo que para él la mejor poesía del siglo XX estaba escrita en narrativa. Entonces, de algún modo, su decisión al hacer narrativa es seguir escribiendo poesía por otros medios”.
Sigue Lezcano: “Por eso también los muchos de sus personajes son poetas o tienen una búsqueda de poesía en su existencia: se preguntan dónde está la verdad, cómo puedo ser honesto con mi vida, cómo puedo intentar destruir los lugares comunes del mundo, todas búsquedas poéticas. Y eso me seduce de un autor: que tiene un mundo y que desde la trinchera de la poesía va hacia la narrativa. Bolaño no quiere escribir narrativa. Bolaño es un poeta que encuentra una herramienta más en la narrativa para poder seguir haciendo su viaje. En ese sentido, en ese lugar, ahí, me vinculo muchísimo con alguien como él”.
Campo de prueba o espacio de construcción, la tarea de poner ladrillo o palabra sobre otro ladrillo palabra para edificar la casa: un poema, un cuento, un libro de ensayos donde pasar la vida, y escapar de la muerte.
Jornadas Homenaje: Roberto Bolaño
Se llevarán a cabo este miércoles 18 y jueves 19 de octubre, con organización del Malba. El 18 las actividades serán virtuales, el 19, presenciales. Entre otros, participan Marcial Gala, Walter Lezcano, Julián Axat y Carlos Gamerro. Más información: https://www.malba.org.ar/evento/jornadas-homenaje-presenciales-virtuales__roberto-bolano/