“No sobrevendas en medio de la crisis” y otras lecciones que la economía argentina puede darle al presente

Desde que Alfonsín asumió en 1983, tras la recuperación de la democracia, pasaron 27 ministros por el Palacio de Hacienda. El libro “Puede fallar” revisa los grandes hitos de las gestiones y advierte sobre los peligros de repetir algunos errores.

La Casa Rosada como escenario de una manifestación que exige el fin de la pobreza en la Argentina. Foto de archivo. REUTERS/Agustin Marcarian

“Casi 40 años de democracia, 9 presidentes (dependerá de cómo los contemos) y 27 ministros de economía. ¿Puede fallar?

La economía de la democracia reciente deja mucho que desear en materia de resultados. El ingreso per cápita promedio de los argentinos creció entre 1983 y 2023 solo un 26%, es decir que se incrementó menos de un 0,6% anual. Y claramente con peor distribución del ingreso. La pobreza aumentó, la informalidad laboral también, factores que hoy ya lucen estructurales.

La inflación promedio de estos cuarenta años es de 205,9%. Una locura total. La mitad de los años tuvimos más de 26% de inflación. Y en once de esos cuarenta, superamos el 80% anual”.

De esta forma, el ensayo Puede fallar. Economía y comunicación en 40 años de democracia (Planeta) comienza su viaje a través de las políticas económicas y la comunicación gubernamental de Argentina desde el restablecimiento de la democracia en 1983 hasta el día de hoy. Es una crónica aún caliente, como la definen sus autores, sin erudición histórica pero con muchos datos y sirviéndose de la capacidad de poder conversar aún con los protagonistas de los hechos.

Los autores del libro son Andrés Borenstein, economista, consultor y profesor universitario, y Gabriel Llorens, periodista, escritor, docente y experto en comunicación pública. A lo largo de quince capítulos, profundizan en los aspectos más destacados de la política económica y su comunicación de estos 40 años, abordando eventos críticos como el Plan Austral, la hiperinflación, la era de la convertibilidad, el traumático corralito y la salida de la convertibilidad, el período del kirchnerismo, la presidencia de Macri y el impacto económico de la pandemia.

Este análisis minucioso se combina con una evaluación de cómo se comunicaron las políticas económicas, qué estrategias se utilizaron, qué mensajes y a través de qué medios se transmitieron, qué reacciones se generaron y qué impacto tuvieron en la opinión pública. Los autores aprovechan sus experiencias y conocimiento económico y periodístico para ofrecer una visión de los temas que abordan, y van más allá de la narración de los hechos al explorar las razones subyacentes y las posibles alternativas que podrían haberse considerado. Cada capítulo esta “estudiado en profundidad”, como resalta una de las frases de uno de los ministros.

El primer capítulo pone en claro el punto de partida de la democracia y cómo dejaron los militares la economía argentina, las primeras decisiones y cómo se va modelando la forma de comunicar esas decisiones de política económica de la democracia. El segundo capítulo tiene al Plan Austral como protagonista, tanto en su apogeo como en su caída, con el tercer capítulo centrado en la hiperinflación y la primera transición de la vuelta a la democracia. “Economía de guerra”, podríamos resumir en palabras de Alfonsín o “les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”, de Juan Carlos Pugliese.

Raúl Alfonsín y Juan Vital Sourrouille, el "padre" del Plan Austral (NA)

“Pocos días antes de la asunción de Sourrouille se conoció el índice de la inflación que fue del 25.1%, con una suba de los precios de los alimentos del 27.8%. La primera medición de Sourrouille fue de 20.7% para el IPC y 19.6% para el subíndice de alimentos. Esos fueron los índices más bajos hasta que unos meses después se lanzara el Plan Austral. Un detalle: Sourrouille había sido el primer director del Indec cuando, quince años antes, el ente rector de las estadísticas fuera creado por Dagnino Pastore. El Plan Austral tuvo un éxito inicial espectacular. La inflación bajó del 30% de junio a 6.2% en julio, 3% en agosto y algo menos de 2% en septiembre. En noviembre, las primeras elecciones legislativas de la joven democracia fueron un gol de media cancha para el gobierno y el arquitecto casi involuntario había sido el plan económico.

Los primeros días de febrero de 1989 el tipo de cambio saltó por el aire. El Banco Central se quedó sin reservas el día 6 de febrero, un lunes en que no abrieron los bancos. Feriado bancario y cambiario. Había sido un fin de semana complicado. Cuando el 7 reabrieron los bancos, se había creado un nuevo dólar y teníamos oficial, financiero y libre. El libre cerró en más de 23 australes cuando el viernes anterior el valor estaba en 6. La inflación de febrero, por esa cosa de los promedios, todavía fue aceptable en 9.6%, pero la de marzo ya estuvo en 17% y abril arriba de 30%. En marzo el equipo de Sourrouille, Machinea y compañía dejó el gobierno, empujados por el desbarranque del Austral y una lavada de cara que pretendió el candidato radical Eduardo Angeloz”, cuenta Puede fallar.

Los capítulos del cuatro al seis abarcan el gobierno de Menem desde la híper a la convertibilidad, su paso desde la revolución productiva a la desregulación de la economía y las privatizaciones. Casi como una moraleja no sólo para candidatos/as sino para toda la sociedad, en estos tiempos de campaña y propuestas, el reflejo de esta época sea mirar el sinuoso camino para poder estabilizar la inflación: Plan Bunge y Born, miniplanes de Erman González, confiscación de depósitos, un nuevo pico de híperinflación de diciembre de 1989 a marzo de 1990 y finalmente el Plan de Convertibilidad de febrero de 1991. Esta es la época de “estamos mal pero vamos bien” de Menem y “un peso, un dólar” de Domingo Cavallo.

Domingo Felipe Cavallo anuncia la convertibilidad entre el peso y el dólar.

“Cavallo siempre dice que la comunicación es clave y que él tuvo la suerte de que Menem, con su carisma, explicaba mejor que nadie. ‘Yo se lo explicaba a Menem y él salía a contarlo’, nos dijo el exministro. ‘Prácticamente decidimos el tema de la convertibilidad mirando el comportamiento espontáneo de la gente y descubriendo lo que la gente quería para poder llevar adelante’, remata. El demandismo.

Desde los fríos números, la convertibilidad bajó la inflación abruptamente, pero al igual que con el Plan Austral, la inercia fue un problema que derivó en un dólar barato. El mes anterior al lanzamiento, el termómetro marcó 11% de inflación mensual y 287% interanual. En marzo de 1992, con un año cumplido, la inflación interanual había bajado al 30.2%, a todas luces un éxito. Pero dado que el tipo de cambio no se había movido, el dólar se había abaratado”, describe el libro.

Pasado el gobierno de Menem, el capítulo siete se mete en el gobierno de la Alianza y desemboca en los 115 días de Remes Lenicov (capítulo 8). La Alianza aún con sus contradicciones tratará de mantener una convertibilidad gravemente herida por la devaluación brasileña y terminará en el corralito, con un Cavallo de bombero y los cinco presidentes en una semana. Remes y sus 115 días a cargo del Ministerio será el encargado de administrar pérdidas y ganancias de la devaluación con el corralón, el 1,4 por peso para los depósitos en dólares, las deudas, el CER. Tiempos de “en primer lugar, anuncio que el Estado argentino suspenderá el pago de la deuda externa” de Rodríguez Saa y de “el que depositó dólares recibirá dólares” de Duhalde.

(Remes) “Heredó el corralito del gobierno anterior, pero le tocó imponer más restricciones. El corralón. Como él mismo lo cuenta, todo el mundo iba a pedirle algo. Que le pesifiquen la deuda externa, saltar el corralito, deudas de obras sociales, reclamos de provincias, sindicatos, empresas de servicios públicos. En cierta forma es lo de siempre, pero dado que se venía un cambio de régimen, estaba en juego mucho más de lo que siempre está en juego. En realidad, el verdadero rol de Remes fue distribuir las pérdidas inherentes a toda crisis. Y, como es lógico, cada actor de la sociedad quería que las pérdidas las sufra otro. La vida de los argentinos cambió en esa crisis”, escriben Borenstein y Llorens.

Rodríguez Saá anuncia el default argentino.

El capítulo nueve tiene como protagonista a Lavagna, la renegociación de la deuda y el crecimiento post 2002, junto con el capítulo diez con Miceli y Peirano en la cartera de Economía. Es un resumen el primer kirchnerismo de Néstor. Son los años de crecimiento post 2001, tipo de cambio, baja inflación, superávits gemelos y pago de deuda al FMI, renegociación de la deuda externa y los comienzos de la influencia de Guillermo Moreno. Tiempos de Lavagna y su “baja de las expectativas” y de “pagaremos si la economía crece” de Kirchner.

“Lavagna trabajó a fondo algo que en psicología se llama ‘ilusión de alternativas’. El padre le ofrece al chico: ‘¿Te vas a bañar antes o después de comer?’. El hijo ‘elige’ comer antes de la ducha y no siente la imposición. Así lo explica el ministro: ‘A la gente le dimos opciones, siempre nos preocupábamos de que tuviera opciones. Por supuesto que no estaba la opción de sacar la plata que era lo que la gente quería, pero le dimos opciones y eso calmó. Siempre era voluntaria. Entre agua fría y agua caliente; comida no había’”, reconstruye el libro.

Los capítulos once al trece resumen la política y comunicación en la era de Cristina. Lousteau y la 125, el siempre presente Moreno y el INDEC desacreditado, Amado Boudou y la estatización de las AFJPs, Axel Kicillof y el cepo junto a la estatización de YPF. La economía crecerá en forma de serrucho, la inflación será creciente y los controles, cada vez mayores. Cristina asumió prometiendo “sintonía fina” y concluyó con “vamos por todo”, eso es tal vez el mejor resumen de estos años económicos y de la comunicación política.

“El problema seguía siendo la inflación, pero no para el ministro: ‘Tratan de imponer este tema, porque la inflación tiene que ver con las expectativas, y desde Clarín y la oposición, quieren que se imponga un ajuste’. Así lo creía entonces y así lo cree hoy Boudou: ‘La inflación no fue un problema en los gobiernos kirchneristas, por lo menos hasta 2014′.

"Puede fallar" se ocupa, entre otros temas, de los años del kirchnerismo de Néstor y de los dos mandatos de Cristina. Foto NA: MARCELO CAPECE

El capítulo 14 está dedicado al gobierno de Macri y sus tres ministros. La salida del cepo, junto con el arreglo de los hold outs, abre la posibilidad del endeudamiento y de financiar el déficit con baja inflación; que luego del 28D, la imposibilidad de realizar reformas de mediano plazo y la suba de tasas en Estados Unidos se corta y termina en “he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional”. El capítulo final es dedicado a Martín Guzmán, la economía de la pandemia, Batakis y la llegada de Massa. Como define el libro, son tiempos de “el segundo semestre”, “brotes verdes” y la “lluvia de inversiones” que luego pasaron a “venimos a tranquilizar a la economía argentina” de Guzmán.

“El punto cúlmine fue el 28 de diciembre. El equipo de Dujovne no estaba conforme con la tasa que fijaba el Banco Central. Sturzenegger tenía un objetivo que cumplir y no estaba dispuesto a bajarla. Se empezó a quedar sin nafta política y finalmente se organizó una conferencia de prensa para anunciar los cambios en las metas. Allí estaban Marcos Peña, Sturzenegger, Dujovne y Toto Caputo. Durante la conferencia el presidente del Banco Central no ocultó en ningún momento su cara de disgusto. El objetivo de inflación de 2018 pasaba ahora a 15% en lugar de un rango de 8 a 12%, como había pautado desde un comienzo Prat-Gay. Viendo el evento en una tele sin volumen, era obvio quién estaba perdiendo la batalla. El propio equipo económico de Cambiemos a más de cinco años sigue dividido por el impacto de esa medida”, reconstruye Puede fallar.

Entre medio de cada capítulo donde se analizan las políticas económicas, los autores agudizan la mirada en cómo se comunicaron las mismas. Las conferencias de prensa, los comunicadores claves como Tato Bores, Neustadt, Grondona, Lanata, Tinelli, la influencia de los grandes grupos y diarios, la privatización de los canales de televisión y radios, los grupos de comunicación, las revistas con periodismo de investigación, la grieta, así como la irrupción de las redes sociales.

Sturzenegger, Peña, Dujovne y Caputo, en conferencia de prensa. (Télam)

En el texto se ve reflejado el trabajo por detrás, a través de sus conversaciones en on y off the record con ex ministros de Economía, presidentes del Banco Central, jefes de prensa, legisladores, periodistas, especialistas en comunicación y expertos varios. Esas conversaciones enriquecen al libro, dándole carácter de crónica de época entremezclando política económica y política comunicacional.

Un toque de humor e ironía infunde dinamismo y frescura a la narrativa, lo que contribuye a mantener al lector comprometido y entretenido a lo largo del viaje. Se suma el aporte gráfico de tapas de diarios o screens de pantalla de TV de momentos claves.

Las máximas que se exponen al final de cada capítulo podrían ser condensadas y formar parte de cualquier hoja de ruta para los/as candidatos a Presidente y sus ministeriables de esta elección. Las que rescato como más actuales, a pesar de tener casi 40 años, son las del primer capítulo:

Primera lección

Sin promesa, no hay chance de conducir el proceso económico.

Segunda lección

La promesa debe ser equilibrada. Si es módica, no moviliza. Si es demasiado ambiciosa, se vuelve en contra enseguida.

Mauricio Macri anuncia el inicio de negociaciones para recibir un préstamo del FMI. Foto NA: imagen TV

También las que resultan del capítulo 9:

Decimoséptima lección

Cuando la cosa está fulera, mejor hacer antes que andar prometiendo. No sobrevendas en medio de la crisis.

Decimoctava lección

Si no hay ni pollo ni pasta, proponé elegir si es mejor el agua fría o el agua caliente. Siempre ofrecé alternativas.

En resumen, Puede Fallar es una lectura interesante y amena para aquellos que deseen obtener una comprensión de los últimos 40 años de la economía y su intrincada relación con la comunicación y la política. El libro es un llamado a la reflexión, al debate y a la lección aprendida de los errores del pasado para evitar su repetición en el presente y el futuro.

Nos muestra que la economía no es solo una ciencia, sino también un arte, influenciada por una amplia gama de factores, como la forma de comunicar o el timing, y que como decía Tusam: puede fallar.

* Leandro Rodríguez es economista y docente. Fue vicerrector de la Escuela Superior de Comercio “Carlos Pellegrini” (UBA).

Quiénes son los autores

Andrés Borenstein es licenciado en Economía y Master en Finanzas. Es docente en UBA y UTDT, y economista asociado en Econviews. Fue economista para Sudamérica en la Embajada Británica, con base en Buenos Aires. Se desempeñó como periodista económico en Clarín y El Economista.

Gabriel Llorens es licenciado en Periodismo, con posgrados en Sustentabilidad y Opinión Pública. Se desempeñó en el Senado, en el Ministerio de Producción y fue jefe de prensa en tres campañas electorales. En 2014 fundó, junto con Dolores Biocca, BOND, consultora de comunicación y asuntos públicos.

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