¿Qué pasa en un país cuando un autor suyo gana el Nobel? Desde Noruega, el terremoto que causó Jon Fosse

El elegido por la Academia Sueca en 2023 es un ídolo en su país. Escribe en un dialecto minoritario y rural y lo hace como un gesto político. Llevó alegría: “Como si el sol hubiera salido para esto”, decían.

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Festejos en una librería noruega. (Instagram @norli_bokhandel)
Festejos en una librería noruega. (Instagram @norli_bokhandel)

(Desde Oslo). ¿Qué es lo que pasa en un país cuando un autor suyo gana el Premio Nobel?

Hace 14 grados, brilla el sol, casi no hay nubes. Hablar sobre el clima en Noruega no es algo de charla de ascensor. Es un tema importante. Como si el sol hubiera salido para esto, dijo una compañera de trabajo. Jon Fosse vive en Frekhaug, a las afueras de Bergen, una región donde llueve al menos 200 días al año. ¿Llueve hoy? Por supuesto.

Los diarios digitales y las cuentas de Instagram de universidades, instituciones, librerías, bibliotecas, periodistas, artistas, escritores, ¡la familia real! se llenan de felicitaciones y fotos de Fosse. Hay una foto, sacada por Agnete Brun, que se repite más que otras. ¿No les parece que tiene un aire a Papá Noel?

Las librerías acomodan sus libros en las mesas principales. El carruaje de libros que recibe a los estudiantes, lectores y turistas que visitan la Deichman de Björvika, la Biblioteca Pública, no exhibe más las novedades literarias. Ahora es Fosse, Fosse, Fosse. En la Litteraturhuset (Casa de la Letras), abren un champagne y lo agitan cual podio de Fórmula 1.

La Litteraturhuset está ubicada en la zona detrás del Palacio Real, justo al final del Slottsparken. En las inmediaciones de ese parque, un poco escondida, está Grotten, una enorme casa amarilla, que el Rey de Noruega decide conceder como residencia permanente a un artista destacado por su contribución a las artes y la cultura del país. Desde 2011, su habitante es Jon Fosse.

“Sabía que podía suceder. De alguna manera, estaba mentalmente preparado para esto” Jon Fosse

Levantan sus copas apuntando hacia la casa amarilla, brindan. Hurra! Suben la story a Instagram. Después, comparten una imagen de los libros de Fosse, apilados, todos juntos como si fuesen una torre de Babel. El verdadero premio.

Vida en Oslo

Empecé a estudiar en la Universidad de Oslo en 2018. Llegué en agosto, al final del verano, para cursar estudios nórdicos después de haber pasado varios años en Puan (la Facultad de Filosofía y Letras). Quería especializarme en literatura noruega. Había leído a Henrik Ibsen. Había leído a Knausgård. A Ida Hegazi Høyer, Jostein Gaarder, Knut Hamsun, Undset, Vesaas, Dag Solstad, Kjell Askildsen… ¡Dos años estudiando noruego en el Instituto Sueco Argentino y con profesora particular! No tenía idea de quién era Jon Fosse.

Hogareño, ermitaño y de perfil muy bajo, es uno de los dramaturgos contemporáneos más representados en los teatros de todo el mundo. La obra de Fosse ha sido puesta en escena en más de mil escenarios de todo el mundo y está traducida a más de 50 idiomas, incluyendo español. Se pueden encontrar sus obras en sellos como Nórdica, La Avispa, De Conatus y, el próximo año, Sexto Piso va a editar su poesía completa. Con el Nobel se acaba de anunciar que, en castellano, entrará al catálogo de la gigante Penguin Random House.

Además de novelas, poesía y teatro, Fosse también ha publicado libros para niños. Sin embargo, hasta ayer, 4 de octubre de 2023, era un desconocido para muchos y muchas, como lo era para mí cuando llegué.

Leí a Jon Fosse por primera vez en mi segundo semestre. Es uno de esos autores que, desde ese primer encuentro, ya no pude soltar. “El nuevo Ibsen”, lo llaman a menudo. Acá dicen que no es uno de, sino el más representado de los dramaturgos contemporáneos. Y hoy, al menos hoy, es mucho más que Ibsen; recibió algo que el autor de Casa de muñecas jamás obtuvo.

Y lo sabía. Es una de las primeras cosas que confiesa cuando la prensa, sus vecinos y sus admiradores van a buscarlo: él dice que sabía que el Nobel iba llegar. “Estoy feliz y sorprendido. No sé qué más podría decir. Sabía que podía suceder. De alguna manera, estaba mentalmente preparado para esto”, declaró a VG, uno de los diarios más importantes de Noruega.

Como muchos de sus personajes, él estaba esperando. Sentado en su auto, con vista a un espectacular fiordo noruego, Jon Fosse iba conduciendo despacio por Sognefjord, cuando recibió la llamada de Mats, el secretario de la Academia Sueca. “Voy a seguir escribiendo igual que antes, mis libros se publicarán en Samlaget y seguiré diciendo que no a los festivales de literatura y cosas así. La celebración de hoy también será pacífica, va a ser muy tranquila, junto a mi familia”.

El triunfo de los menos

En Noruega no hay ninguna convención ni estándar oficial que alcance al noruego hablado. Entre los 5,4 millones de habitantes del país, se despliega una variedad de más de 250 dialectos. Esta es una de las marcas más importantes de la identidad noruega, y por ende, se acepta y se estimula el uso de los dialectos en prácticamente todos los contextos posibles.

La escritura -y por ende la literatura- no está exenta de las riquezas, desacuerdos y desafíos a los que tal variedad da lugar. En Noruega existen dos estándares de escritura que, a diferencia de la lengua oral, sí son oficiales: el bokmål y el nynorsk (nuevo noruego). Muchos noruegos consideran que el nynorsk es más poético que el bokmål. Uno de mis primeros amigos, Aslak, dice que el nynorsk tiene un rock and roll que en bokmål no existe.

Mientras que el bokmål es el estándar de Oslo y de la mayor parte del país, el nynorsk tiene su origen en los diccionarios y gramáticas de Ivar Aasen, quien durante años se dedicó a analizar comparativamente las estructuras y el vocabulario de varios dialectos noruegos.

Este contexto lingüístico es fundamental para entender donde radica el valor de este premio para la literatura. El Premio Nobel a Fosse es el triunfo de una lengua minoritaria, popular en áreas rurales de un país de granjeros y pescadores que supo ser muy pobre. Nynorsk, que es materia obligatoria -y bien difícil- en todas las escuelas, está considerado por la capital como un cuento de hadas inutil. Jon Fosse escribe en nynorsk. Su obra aborda lo indecible, lo inefable. Y muchas veces parece no llegar a decir nada, pero dice y mucho: dice que el nynorsk sí importa. En el comunicado de prensa emitido a través de su editorial, Fosse concluye su agradecimiento: “Y no menos importante: elijo ver el premio como un premio para el nynorsk y para el destino de nynorsk. Tengo el deber de que agradecer a mi nynorsk este premio”

Repetir justo hasta el límite

Jon Fosse, que no creía en Dios, hoy reza todos los días. Debutó en 1983 con Raudt, svart (Rojo, negro), una novela sobre un joven que se rebela contra el ambiente pietista, con muchos saltos en el tiempo y cambios abruptos de punto de vista. Su primera obra de teatro, Og aldri skal vi skiljast (Y nunca nos separaremos), se publicó diez años después.

Desde ambos comienzos, su literatura se destacó por su extremo minimalismo y un asfixiante, hasta abusivo, uso de la repetición y el monólogo interior. En todos sus libros, los patrones repetitivos están llevados al extremo. La maestría de Jon Fosse radica en detenerse justo antes de que su maquinaria de relojería colapse. Una estructura tan meticulosa, diseñada para que el texto oscile entre el realismo y el absurdo, y centrada no solo en la representación de las relaciones humanas, sino más bien en su ausencia. La ausencia de vínculos, de motivación, de deseo; las obsesiones, la soledad, dos caminos al vicio. El sentido de dios y del arte en medio de tanta desolación.

Jon Fosse escribe en un pequeño dialecto noruego. (Pontus Lundahl/TT News Agency vía AP)
Jon Fosse escribe en un pequeño dialecto noruego. (Pontus Lundahl/TT News Agency vía AP)

Su obra maestra, Septologien (Septología), se publicó en tres tomos entre 2019 y 2021: Det andre namnet (El otro nombre) incluye la primera y la segunda parte; Eg er ein annan (Yo es otro), incluye las partes III, IV y V; y Eit nytt namn (Un nuevo nombre), incluye la sexta y séptima parte. En total, Septologien tiene, en nynorsk, casi mil trescientas páginas y ningún punto.

Escrita en forma de monólogo, aborda la vida de Asle, un pintor que vive solo en Dylgja, un pueblo perdido en el medio de la nada y en el que, durante el invierno, viven sólo 40 personas. Su único contacto diario es con uno de sus vecinos, Åsleik, que se dedica a la piscicultura. Existe otro Asle, también es pintor. Ambos Asle son amigos, pero uno de ellos deberá salvar al otro de la muerte. Así, Fosse presenta dos versiones de la misma vida y probablemente (qué fácil pensarlo así) de sí mismo. La obra aborda temas como la identidad, la soledad, la vida familiar (Asle es viudo), la vocación artística y el rol del arte, el alcoholismo (Jon Fosse siempre ha sido honesto al hablar de sus problemas con la bebida) y la religión.

Jon Fosse, en 2021. (NTB/Ali Zare via REUTERS)
Jon Fosse, en 2021. (NTB/Ali Zare via REUTERS)

Como un animal que clava la mirada en su presa y espera el momento indicado, Jon Fosse va detrás de las fisuras que nos hacen humanos para descubrir qué significa estar vivo. No se centra solo en profundas preguntas existenciales, como muchos hoy reseñan, sino también en los pequeños detalles. Le interesan la niebla frente al mar, las casas inhóspitas, el amor incondicional de un perro, los huevos revueltos en el desayuno, la alegría y la ansiedad que provocan conducir un coche en invierno, mientras la nieve se acumula en la carretera. Es ahí descubre y donde nos revela las grietas, el paso del tiempo.

Recuerdos del impacto

Detalles. ¿Qué es lo que pasa en un país cuando un autor gana el Nobel? Noruegos y noruegas entran y salen del supermercado; como de costumbre, no saludan ni hablan con nadie. Un grupo de oficinistas van con sus termos de café. De filtro, bien negro, sin azúcar. Noruega es uno de los países que más consume café en el mundo. 5,4 millones de personas. Un par de chicos de quizá 16 años corren un colectivo.

Salgo de la oficina a las 14;, en Buenos Aires son las 9 de la mañana. Bajo apurada las escaleras para llegar a mi t-bane (el subte) y no tener que esperar diez minutos a que mi línea vuelva a pasar. Me preguntan si puedo escribir una nota. Pienso en la primera vez que leí a Jon Fosse, a los veintisiete años, en un curso de verano, junto a una compañera de clase rumana y dos chicos estadounidenses. Melissa, nuestra profesora, nos separó en grupos y nos pidió leer un fragmento de Nokon kjem til å komme (Alguien va a venir). Recuerdo el impacto; cómo la violencia de los celos, un aislamiento forzado, algo insinuado tan sutilmente, dejado a un costado… ¿Cómo podía esa paranoia ser tan poética? Como cuando te hacen muchas cosquillas, era brillante, era insoportable:

HO

No er vi komne til huset vårt

til huset vårt

Der vi skal vere saman

Du og eg åleine

Til huset

Der du og eg skal vere

Åleine saman

Langt borte frå dei andre

Huset der vi skal vere samn

Åleine

i kvarandre

HAN

Huset vårt

NO

Huset som er vårt

Pierdo el subte. Me siento, desenredo mis auriculares. Espero. Sé que va a venir.

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