Neruda no quiso separar la política de su vida y de sus versos: exilios, revoluciones y ¿asesinato?

El poeta chileno fue además diplomático, legislador y candidato a Presidente. Facilitó el exilio de los republicanos españoles que huían de Franco y, a medio siglo de su muerte, aún no se sabe qué pasó.

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Pablo Neruda obtuvo el Premio Nobel en 1971.  (Photo by Sam Falk/New York Times Co./Getty Images)
Pablo Neruda obtuvo el Premio Nobel en 1971. (Photo by Sam Falk/New York Times Co./Getty Images)

En el siglo XIX, las naciones americanas en formación tenían la necesidad de ser pensadas y los escritores encontraban en los libros el vehículo para el debate, la comunicación y la carnadura de las ideas en un cuerpo, un personaje. Tal vez, el más paradigmático de ellos haya sido Domingo Faustino Sarmiento, autor del Facundo y luego presidente de la Argentina, pero dista de ser el único: Latinoamérica tiene cientos de ejemplos —y decir cientos no es una exageración—.

La serie tiene grandes exponentes como Andrés Bello, Alfonso Reyes, Rómulo Gallegos, Rubén Darío, Leopoldo Lugones. La figura del escritor-político es una categoría que llega hasta nuestros días y que se sostiene con una fuerza inusitada. Ahí están los escritores que tomaron las armas en los años 70, como Rodolfo Walsh; ahí está Mario Vargas Llosa, que fue candidato presidencial del Perú en 1990; ahí están los nicaragüenses Sergio Ramírez y Gioconda Belli, que hoy viven en el exilio.

Los nombres mencionados son apenas una pequeñísima porción de una literatura que vive por y para la política. Podría decirse, incluso, que todo libro —como todo preso, decía una canción— es político. En América latina, y seguramente en todos los países periféricos, la politicidad es condición de la literatura.

Si a la lista de más arriba le agregáramos autores que no tuvieron la vocación de convertirse en funcionarios pero que participaron en la discusión política, se volvería tan larga que virtualmente sería infinita: desde Borges para abajo, todos, y además: todo el Boom, Octavio Paz, Roberto Bolaño, Nicanor Parra, Mario Bellatin, Lemebel, Donoso, Fogwill, Piglia, José Emilio Pacheco, y más cerca en el tiempo Claudia Piñeiro, Valeria Luiselli, Cristian Alarcón, Alejandro Zambra, Liliana Colanzi.

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Continuarla sería ocioso. Cuando, a modo de crítica, se dice de un escritor que es “demasiado político”, no sólo se cae en una contradicción, sino que se comete el error grave de desconocer que forma y fondo son, en la literatura, indivisibles.

Es algo que tienen muy en claro los suecos del Nobel. No hace falta recorrer la nómina completa de ganadores para comprobar que los laureados son grandes escritores, sí, pero también son figuras que intervienen fuertemente en política.

Tomemos cuatro nombres al azar de los últimos años: Annie Ernaux reivindica la dimensión política de la intimidad y es una activa promotora del movimiento feminista y la interrupción voluntaria del embarazo; Voces de Chernóbil, de Svetlana Aleksiévich, es uno de los primeros libros —si no el primero— en romper el silencio y exponer la brutalidad de quienes estuvieron en la catástrofe nuclear soviética de 1986; Doris Lessing fue integrante del Partido Comunista británico antes de conocer las atrocidades de Stalin, y, años después, por sus críticas constantes al apartheid estuvo prohibida en Sudáfrica; finalmente el turco Orhan Pamuk, que en 2004 fue juzgado por hablar públicamente del genocidio armenio, recibió el premio dos años después.

Una vieja máxima —con la que, en un punto, intentaba justificar el que nunca se lo hubieran dado a Borges— decía que se premiaba a los escritores de izquierda en Occidente y de derecha en Oriente. Y aquí entra el protagonista de este artículo: “Por una poesía que con la acción de una fuerza elemental da vida al destino y los sueños de un continente”, Pablo Neruda recibió el premio Nobel en 1971.

Lorca y Neruda en Buenos Aires: fueron grandes amigos y confidentes.
Lorca y Neruda en Buenos Aires: fueron grandes amigos y confidentes.

Acción poética

La vida política de Neruda había comenzado medio siglo antes, cuando, ya en la universidad, se había involucrado con el Partido Comunista. Por entonces había ganado un concurso de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile con el poema “La Canción de la fiesta”, en el que, no casualmente, vinculaba tres sustantivos que hablaban de un nuevo despertar: fiesta, octubre y primavera. Era 1921: tres años antes se había producido la revolución bolchevique y los jóvenes latinoamericanos miraban a Rusia con optimismo y esperanza.

En Neruda, cuya muerte aún es investigada por la Justicia para determinar si fue natural o un homicidio, no se puede entender la poética sin la política. Aún cuando hoy lo que más se cita de él son los veinte poemas y la frase (tal vez apócrifa) que Lisa le dice a Bart en un capítulo de Los Simpson”la risa es el lenguaje del alma”—, la literatura de Neruda es una literatura de la política. “Cuando sonó la trompeta, estuvo / todo preparado en la tierra / y Jehová repartió el mundo / a Coca-Cola Inc., Anaconda, / Ford Motors y otras entidades: / La Compañía Frutera Inc.”, escribe en “La United Fruit Co.”, uno de los poemas más revulsivos, donde lo que pudo haber sido un Paraíso americano terminó siendo un territorio pútrido consumido por “la dictadura de las moscas”.

La Guerra Civil Española es un hecho clave en su vida. Por ese entonces, Neruda era cónsul de Chile en Barcelona —antes lo había sido en Birmania, Sri Lanka, Java, Singapur—, y mantenía una relación muy estrecha con intelectuales y artistas de la vanguardia y el surrealismo. Una vez desatado el conflicto, y conmocionado por el asesinato de Federico García Lorca, Neruda no dudó en tomar la postura del lado republicano.

En el poema “Explico algunas cosas” escribió: “Generales / traidores: / mirad mi casa muerta, / mirad España rota”. Un rasgo distintivo de la literatura de Neruda es que nunca deja de reivindicar la rebelión. No puede permitirse el desánimo; todo texto es un vehículo de la pedagogía, de la esperanza y la acción. Incluso en estos versos tan oscuros todavía clama por un futuro distinto, por una Justicia poética: “Pero de cada casa muerta sale metal ardiendo / en vez de flores, / pero de cada hueco de España / sale España, / pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos, / pero de cada crimen nacen balas / que os hallarán un día el sitio / del corazón”.

El Winnipeg, el barco que fletó Neruda con republicanos españoles.
El Winnipeg, el barco que fletó Neruda con republicanos españoles.

Con su rol diplomático, tanto en España como en Francia, a donde fue trasladado en el 39, Neruda consiguió que miles de republicanos encontraran el subterfugio para exiliarse —y salvar su vida— en Chile. Si no hubiera escrito una línea, si ni siquiera hubiera pensado en la literatura, sólo por este hecho merecería ser recordado.

La carrera de un escritor de alto perfil necesariamente tiene disputas. Y, si ese escritor tiene, además, un alto perfil político —como diplomático, como diputado—, mucho más. A lo largo de los años, Neruda se enfrentó a figuras como Vicente Huidobro, Pablo de Rokha y Octavio Paz, con quien casi termina a las trompadas. Borges, decía Harold Bloom, lo tomó como uno de los escritores en los que se basó para construir al patético Carlos Argentino Daneri en “El Aleph”.

Neruda manuscrito

Martes 6 de enero de 1948. Hacía cinco años Neruda había regresado a Chile; hacía tres que había ganado el Premio Nacional de Literatura y que era senador por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Ahora estaba en un claro enfrentamiento con el presidente Gabriel González Videla, a quien caracterizaba como un dictador aliado de los nazis.

En Chile no hay libertad de palabra, no se vive libre de temor. Centenares de hombres que luchan por que nuestra patria viva libre de miseria son perseguidos, maltratados, ofendidos y condenados”, decía esa mañana en el Congreso luego de que nueve senadores hubieran tratado de impedir que tomara la palabra.

Le habían iniciado un proceso judicial por defender a un grupo de mineros que habían iniciado una huelga y fueron reprimidos por el Gobierno. “Soy perseguido por continuar fiel a las altas aspiraciones humanas y he debido sentarme por primera vez ante un tribunal por haber denunciado a la América la violación indigna de esas libertades en el último sitio del mundo en que yo hubiera deseado ocurriera: Chile”.

Neruda bajó su candidatura a la Presidencia en favor de Salvador Allende (foto). Europa Press/Contacto/KEYSTONE Pictures USA
Neruda bajó su candidatura a la Presidencia en favor de Salvador Allende (foto). Europa Press/Contacto/KEYSTONE Pictures USA

Un año después, la situación se había vuelto imposible y Neruda debía exiliarse. Volvió al país en 1952, donde continuó su carrera política y llegó a ser precandidato a presidente en el 71, aunque se bajó en favor de Salvador Allende.

Hay una confusión habitual que se da en torno a estos años: la novela El cartero de Neruda, de Antonio Skármeta, que luego fue adaptada al cine por Michael Radford como Il Postino, no habla del exilio sino de los años previos al golpe de Pinochet.

Situada en 1969, Neruda está recluido en su casa en Isla Negra, y habla de literatura con el chico que hace las veces de cartero. Y, luego, cuando es destinado como embajador de Francia, le pide al chico que le mande grabaciones con los sonidos que extraña: las olas, las calles, el llanto de su hijo recién nacido. La novela es muy buena; la película lo es todavía más. Y es recordada, además, porque significó la presentación internacional de Maria Grazia Cucinotta.

El Che Guevara en Bolivia, donde fue asesinado. (The Grosby Group)
El Che Guevara en Bolivia, donde fue asesinado. (The Grosby Group)

En El último lector, Ricardo Piglia cuenta una escena maravillosa y potente, cargada de romanticismo y mística. Habla de una foto del Che Guevara en un alto de su campaña por Bolivia. Es, presumiblemente, la última foto del Che vivo. Está trepado a un árbol, leyendo. En medio de la lucha armada, encontraba momentos de lectura.

Muchos años después, gracias a Paco Ignacio Tabio II, se supo que ese libro no era un libro, sino un cuaderno de tapas verdes que el Che guardaba en su mochila y en el que había copiado de puño y letra los poemas de cuatro autores que no se cansaba de leer: César Vallejo —que por supuesto ya había muerto—, León Felipe, Nicolás Guillén y Pablo Neruda. Ninguno de ellos supo de la existencia del cuaderno.

Quién fue Pablo Neruda

♦ Nació en Parral, Chile, en 1904, y murió en Santiago, en 1973. Aún se investiga si fue una muerte natural o un asesinato.

♦ Fue uno de los grandes poetas de su país y la región, y también político. Se desempeñó como integrante del Partido Comunista de su país.

♦ Entre sus libros se cuentan Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Crepusculario y Odas elementales.

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